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Se escuchan desde lejos, por el barrio popular de Lo Espejo, en Santiago de Chile. Son tambores y trompetas, clarinetes y tubas que tocan los temas de Víctor Jara. Vestidos completamente de rojo, con máscaras de diablos, son más de cincuenta entre músicos y bailarines, avanzan por las calles de tierra en la mañana nublada de este 2 de septiembre hasta un terreno baldío entre las vías del tren y el ex cementerio metropolitano.
Estamos en el lugar donde fueron encontrados los cuerpos de Víctor Jara, Littré Quiroga y otras tres personas que no se pudieron identificar, el 16 de septiembre de 1973. “Hace una década aquí se instaló un memorial, con una lápida de piedra, pero el lugar seguía abandonado, unos años arrojaron escombros, se llenó de basura”, explica el hermano de Littré Quiroga, que fue director del Servicio de Prisiones durante el Gobierno de Salvador Allende y compañero de Víctor Jara en los días de tortura en el Estadio de Chile, después del golpe cívico-militar.
Los Diablos Rojos de Víctor Jara que acompañan la conmemoración con música y baile se formaron el 2009 para homenajear al cantautor, exhumado y homenajeado en ese año
“Los familiares y las organizaciones sociales siempre quisimos transformar este espacio en un Parque por la Vida y lo logramos este año”, cuenta René Quiroga, mostrando las 300 nuevas plantas alrededor del memorial. Son parte de una iniciativa del Gobierno, que promovió la plantación de dos mil arboles nativos en todo el país por los 50 años del golpe de Estado.
Los Diablos Rojos de Víctor Jara que acompañan la conmemoración con música y baile se formaron el 2009 para homenajear al cantautor. El 4 de junio de ese año sus restos fueron exhumados como parte del proceso judicial para encontrar a los responsables de su secuestro y asesinato. Después de los peritajes, en diciembre se realizó un velorio y un funeral en Santiago, al cual participaron miles de personas. En la multitudinaria procesión hacia el Cementerio General se sumaron muchas expresiones artísticas, pero la enorme mancha roja danzante de la comparsa de los Diablos Rojos, que interpretaba con percusiones y bronces los más famosos temas del cantautor del pueblo, quedó en el imaginario colectivo.
Las vestimentas retoman la figura del ‘diablo suelto’ de la fiesta de La Tirana, pueblo del norte andino chileno donde se celebra anualmente un evento religioso y folclórico en el cual los peregrinos danzan y tocan por varios días en ofrenda a la Virgen del Carmen. Los Diablos Rojos reinterpretaron esa tradición, pero nadie sabía nada más sobre la nueva agrupación, y el anonimato se quedó como una de sus características. Sin embargo, siempre aparecen en las marchas del 11 de septiembre y se muestran en el acto conmemorativo que se hace todos los años en el Estadio Nacional, así se han convertido en un ejercicio colectivo de memoria, y en un símbolo de resistencia a los embates de la derecha que sigue avalando la dictadura de Pinochet, en formas a veces más y a veces menos directas, hasta el día de hoy.
Los Diablos Rojos siempre aparecen en las marchas del 11 de septiembre y se muestran en el acto conmemorativo que se hace todos los años en el Estadio Nacional, así se han convertido en un ejercicio colectivo de memoria
Recién el pasado 28 de agosto la Corte Suprema confirmó la condena en firme de siete miembros del ejército en retiro por el secuestro y el homicidio calificado de Víctor Jara y Littré Quiroga, después del fallo en segunda instancia de la Corte de Apelaciones de Santiago, ya emitido en 2021. “Han pasado tantos años, que se hace difícil sentirlo como justicia, o consuelo”, han expresado las hijas de Víctor Jara, Amanda Jara Turner y Manuela Bunster Turner, en una declaración pública, “pero esto es una señal que está dando el Poder Judicial, que sólo desde comienzos de este siglo empezó a darle camino a las investigaciones”.
El camino para obtener justicia ha sido largo y tortuoso, las primeras querellas fueron presentadas por los familiares aún en dictadura, pero los tribunales archivaron rápidamente las causas. Los procesos se reactivaron recién tras la detención de Pinochet en Londres, en 1998, y demoraron hasta ahora para llegar a conclusión. El oficial y fiscal militar en retiro Rolando Melo Silva ha sido condenado a ocho años de presidio como encubridor de los secuestros y homicidios de Víctor Jara y Littré Quiroga. Por haber cometido esos mismos crímenes han sido juzgados Raúl Jofré González, Edwin Dimter Bianchi, Nelson Haase Mazzei, Ernesto Bethke Wulf, Juan Jara Quintana y Hernán Chacón Soto: todos muestran una buena trayectoria militar y tienen entre los 73 y 86 años, lo cual indica que no vivirán lo suficiente para pasar en la cárcel los 25 años de condena que recibieron. Además, Jofré González y Haase se encuentran prófugos, mientras Chacón se suicidó tras la sentencia, el 29 de agosto, antes de ser detenido y trasladado a la cárcel.
“Todavía quedan muchos casos por esclarecer y nada ha terminado”, dicen las hijas de Víctor Jara. “En estos tiempos de negación y violencia, tenemos más fuerza y esperanza para seguir trabajando”, añaden.
Recién el pasado 28 de agosto la Corte Suprema confirmó la condena en firme de siete miembros del ejército en retiro por el secuestro y el homicidio calificado de Víctor Jara y Littré Quiroga
Los grandes medios de comunicación en los últimos meses han dado amplia tribuna a las polémicas de los partidos de la derecha tradicional y de la ultraderecha que reconocen a Pinochet como expresidente e incluso como estadista, que minimizan las violaciones a los derechos humanos perpetradas durante 17 años de régimen militar, y que se han negado a firmar un compromiso “por la democracia” propuesto por el presidente Boric a todas las fuerzas políticas.
No se encuentra el mismo espacio mediático para reportar las decenas de casos de delitos de lesa humanidad que están llegando a sentencia en estos meses: entre marzo y septiembre la Corte Suprema dictó condenas firmes para distintos ex miembros del ejército, carabineros y jerarcas de la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA) por secuestros y homicidios de militantes del Movimiento Revolucionario de Izquierda (MIR) y de otro movimientos de izquierda, muchos de ellos en el marco de la Operación Colombo. Se trató de un plan de montaje con el cual la dictadura en 1975 —frente a las denuncias internacionales de las violaciones de los derechos humanos en Chile— buscó encubrir la desaparición forzada de 119 opositores políticos, mediante la publicación de información falsa que inventaba enfrentamientos y purgas internas a las agrupaciones de la izquierda. Además en julio la Corte Suprema empezó la revisión de la Operación Cóndor y la causa Moneda-Intendencia, donde se investiga el secuestro de 11 personas del Grupo de Amigos del Presidente (GAP) y afines, encargados de proteger al expresidente Salvador Allende.
A pesar de los últimos avances en la búsqueda de verdad y justicia, en Chile la memoria de las atrocidades de la dictadura sigue en disputa, así como se mantienen firmes la barreras en el acceso a la información sobre las detenciones y desapariciones forzadas que unen en un pacto de silencio a las fuerzas armadas y las autoridades civiles que fueron cómplices. Del otro lado sigue el trabajo incansable de las organizaciones de familiares de detenidos y desaparecidos así como las múltiples formas de resistencia y organización en contra del olvido y el negacionismo, a través de las batallas judiciales pero también con la cultura, el arte y la educación.
A los 50 años del golpe, la ola roja de los diablos rojos vuelve una vez más a recorrer la Alameda, insiste en entonar las notas de uno de los artistas más queridos de la época del sueño de la Unidad Popular. También la revuelta social que en 2019 estalló buscando dignidad y justicia social para Chile, levantó sus temas como un himno colectivo: Víctor Jara está más vivo que nunca y hoy representa el anhelo y la necesidad de saber la verdad, encontrar a los más de mil desaparecidos, obtener justicia para poder sanar las heridas y para reapropiarse del “derecho de vivir en paz.”