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Crisis climática
Planeta en llamas, política congelada
La Tierra experimenta un acelerón en la crisis climática, en una etapa de bloqueo e incertidumbre política que imposibilita su gestión.
Hace casi cuatro años, mientras los españoles nos preparábamos para ir a las urnas en plena época navideña, París, entre fuertes medidas de seguridad y con el ejército patrullando las calles, aguardaba con tensión y un halo de esperanza la cumbre del clima que habría de marcar un antes y un después en la lucha contra el cambio climático —concepto acertadamente evolucionado—.
Jefes de Estado de todo el mundo se reunían en la capital francesa entre líderes que, para bien o para mal, ya no están en el poder. La legitimidad del discurso anticlimático era de proporciones ínfimas y su capacidad de extensión y difusión no había encontrado un Trump o un Bolsonaro en los que amoldar una reconversión de una verdad tan incómoda como incuestionable. Pecamos de ingenuos y muchos pensamos que este nuevo Kyoto sería el definitivo.
Ese escenario ya no existe. Estamos al borde del primer lustro después de esa cumbre, y la actual, que estos días se celebra en Nueva York con los ojos puestos en los movimientos globales contra la gestión política de la crisis, va camino de ser la confirmación del fracaso de los cumplimientos adquiridos aquel invierno.
El Ministerio para la Transición Ecológica está muy bien, pero de nada sirve con un bloqueo político que impide desarrollar legislativamente las exigencias en materia medioambiental
De base porque una de las potencias que más contamina nuestro planeta, Estados Unidos, se ha retirado del Acuerdo. Pero de trasfondo porque la administración Trump ha implicado un retroceso en una lucha que no ha llegado a arrancar desde las instituciones. Por un lado, por la negación política y presupuestaria en torno al cambio climático y, por otra, por la resurrección de proyectos letales para el entorno natural como el polémico oleoducto Keystone XL, una obra de proporciones gigantescas absolutamente salvaje con el ambiente y con las personas más débiles.
Atravesamos momentos en donde el paradigma no solo no se ajusta a la verdad evidente de los últimos cinco años (la aceleración en los procesos de destrucción derivados de la crisis climática), sino que se retrotrae a escenarios de desarrollo aún más agresivos con el entorno que los de la primera década de este siglo. En otras palabras: seguimos creciendo como si no pasase nada.
Sí, hemos creado figuras y organismos para ejecutar una transición, pero no es suficiente. El Ministerio para la Transición Ecológica está muy bien, pero de nada sirve con un bloqueo político que impide desarrollar legislativamente las exigencias en materia medioambiental. Necesitamos urgentemente la Ley de Cambio Climático y Transición Ecológica, cuyo anteproyecto lleva metido en un cajón cogiendo polvo desde principios de año. La necesitamos porque hace falta modificar los criterios de muchas variantes que no tienen en cuenta la crisis climática: la contratación pública, la movilidad sostenible, el modelo energético…
Las decisiones políticas se toman más en cómo quedar bien ante García Ferreras que en cómo gestionar los principales problemas
El retraso inexcusable en su tratamiento salta a la vista por una clase política totalmente desconectada del mundo real y recelosa de los estudios y encuestas electorales. Las decisiones políticas se toman más en cómo quedar bien ante García Ferreras que en cómo gestionar los principales problemas. Los esfuerzos se inclinan hacia la reversión de malos datos en las estimaciones de voto, en lugar de conseguir alianzas y avances en legislación atrasada. Hacen falta nuevos liderazgos que se alejen de todo ese ruido, que tanto tiempo y esfuerzo consumen en la sociedad y en los medios de comunicación. Requerimos personajes nuevos en escena, Gretas Thunbergs gestoras que desarrollen ya lo que no hemos hecho en todos estos años.
Los países del Acuerdo de París han de presentar sus avances en reducción de emisiones para 2020. El objetivo está en 2050 y cada cinco años se hará una revisión de las políticas implantadas. ¿Qué va a presentar España si cualquier medida encaminada a conseguir los objetivos, como Madrid Central, es derrocada de forma revanchista?