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Crisis climática
Comerse a Ignacio Galán
15.000 hectáreas de monte ardieron en Navarra en junio... pero la industria turística arrojó datos de escándalo, pese a que la inflación y la desaceleración económica ya asomaban en el horizonte, espoleadas por la guerra en Ucrania. ¿El truco? El turismo premium que se dispara en precios y demanda, frente al ocio de la clase turista, que apenas varía: el 40% de la población no puede permitirse ni una semana de vacaciones al año, una estadística inalterable desde 2015. Por su parte, el ritmo de construcción de vivienda nueva en Euskal Herria está todavía lejos de los niveles orgiásticos de 2005, aunque se sitúe ya en niveles prepandemia... pero los desahucios —sobre todo de alquileres— siguen aumentando, después de difuminarse los tenues efectos del ‘escudo social’ desplegado durante la crisis sanitaria.
En este contexto volátil se precisan elevadas dosis de creatividad explotadora y extractivista para mantener las tasas de acumulación. Pero, ¿cómo? ¿Asfaltando hasta el último metro cuadrado de la Costa Vasca para garantizar el ‘bien de inversión’ por excelencia de las clases medias? ¿Conectando las comarcas con trenes de alta velocidad y las capitales de provincia con hyperloop? ¿Llenando el territorio de parques acuáticos, zoológicos modernos, estaciones de esquí con nieve artificial, o eventos deportivos, culturales y gastronómicos para la global class?
“Frente a las olas de calor, los incendios descontrolados, el agotamiento de los recursos, la desigualdad y el desclasamiento crecientes son inaplazables las medidas contundentes”
El problema es que la crisis climática ya está aquí, con el mercurio reventando los termómetros de las estaciones meteorológicas de Álava y Pamplona. Así que te piden que bajes un poco el aire acondicionado, como sin duda estará haciendo Patricia Botín, para arrimar el hombro; te sugieren que recicles muy fuerte en el contenedor amarillo, como nos propone la voz aterciopelada del anuncio de Ecoembes, el disfraz oenegero de la patronal de los megaproductores de envases no retornables como Coca-Cola; y te culpabilizan intensamente por dejar el grifo abierto mientras aprietas el tubo de la pasta dentífrica... pero el desarrollismo voraz anda alicaído, con poca fe en su proyecto civilizatorio.
Faltan ideas pero alternativas, haberlas haylas, sobre todo pensando en ese 40% de la población que ha sido expulsada ya de la sociedad de las clases medias —si es que alguna vez estuvo allí— y que no son menos de 1.200.00 personas entre el Adur y el Ebro. Frente a las olas de calor, los incendios descontrolados, el agotamiento de los recursos, la desigualdad y el desclasamiento crecientes son inaplazables las medidas contundentes. Como muestra, un botón: es más que probable que comerse colectivamente a los responsables del desaguisado sería una medida mucho más eficaz contra el cambio climático y las emisiones de CO2 que cualquiera de las soluciones individualistas que nos ofrecen esos nihilistas mediocres. Sería cuestión de empezar por los CEO del Ibex35 como Ignacio Galán de Iberdrola y de seguir, de ahí para abajo, con la recua de canallas que se lo llevan crudo. Es la hora de las propuestas imaginativas.