Argentina
Argentina: una política exterior alineada con Israel y Estados Unidos

Su proyecto ideológico “liberal” tiene como principales focos de admiración a dos países cuyo potencial económico se asienta en su poder militar, impuesto a sangre y fuego sobre los territorios colonizados o recolonizados.
Cientos de personas convocados por Argentinxos en Movimiento se dieron cita el pasado viernes 21 de junio en la Puerta del Sol para protestar por la visita de Milei a Madrid.
Cientos de personas convocados por Argentinxos en Movimiento se dieron cita el pasado viernes 21 de junio en la Puerta del Sol para protestar por la visita de Milei a Madrid. Foto: Rocío Vessecchia

El presidente argentino, Javier Milei, se ve a sí mismo como uno de los líderes más influyentes del mundo. En su discurso durante la cumbre de Davos de enero de 2024, poco después de asumir el Gobierno, en presencia de los patrones de las mayores multinacionales, Milei alardeó de tener la receta ultraliberal para salvar a la humanidad del “colectivismo” y de “los parásitos que viven del Estado”. Adquiriendo un protagonismo militante que desentona en esos discretos encuentros de los más ricos, advirtió a su auditorio que “Occidente está en peligro, porque los que supuestamente deben defender los valores de Occidente” tienen “una visión del mundo que conduce al socialismo”. 

La principal definición en política internacional del Gobierno de Javier Milei es su alineamiento incondicional con Estados Unidos e Israel. Estos son los dos países-faro que inspiran casi todas las decisiones de política exterior. Su proyecto ideológico “liberal” tiene como principales focos de admiración a dos países cuyo potencial económico se asienta en su poder militar, impuesto a sangre y fuego sobre los territorios colonizados o recolonizados. En sus propias declaraciones, Milei adhiere incondicionalmente a las políticas neoimperialistas de ambos países, aunque en la Casa Blanca preferiría tratar con Donald Trump en lugar de Joe Biden. En el caso de Israel, Milei respalda sin matices el genocidio que perpetra el Gobierno de Netanyahu en Gaza. 

Los primeros viajes de Milei al exterior fueron precisamente al encuentro de Donald Trump, en una cumbre ultraconservadora de la extrema derecha estadounidense, y a Jerusalén, donde se entrevistó con Benjamin Netanyahu y justificó el genocidio palestino cometido “en defensa propia”. Desde allí fue a Roma, donde intentó recomponer la relación con el Papa, deteriorada por sus propias descalificaciones, y también mantuvo un caluroso encuentro con la presidenta ultraderechista de Italia, Giorgia Meloni. 

Milei se adhiere incondicionalmente a las políticas neoimperialistas de Israel y EE UU, aunque en la Casa Blanca preferiría tratar con Donald Trump en lugar de Joe Biden

En algunos de sus viajes al exterior, su sesgo ideológico lo convierte en el peor representante de los intereses nacionales argentinos. Milei no distingue las consecuencias diplomáticas que acarrea entrevistarse con un ultraderechista opositor como si se tratara de un ultraderechista gobernante. El abrazo efusivo que buscó darse con Trump le costó su primer gran traspié diplomático, ya que supuso un impedimento mayor para mantener un encuentro personal con el presidente Biden.

De no alineados a bufones de la corte

Milei ejercitó desde el primer momento de su Gobierno un afán destructivo de las relaciones internacionales cultivadas por Argentina a lo largo de décadas con numerosos países del hemisferio Sur. Unas relaciones trenzadas en un plano de mayor horizontalidad que las relaciones de dependencia históricamente constituidas con países e instituciones del Norte global. A comienzos de este año 2024, debía formalizarse el ingreso de Argentina en los BRICS, un conjunto de países que producen el 45% del PIB mundial y cuya población representa más de la mitad de la humanidad, con India y China a la cabeza. La renuncia del Gobierno de Milei a entrar en los BRICS fue el primer ejemplo de subordinación de la política económica argentina a los centros financieros occidentales.

La política exterior del Gobierno de LLA rompió con la larga tradición argentina de no alineamiento, sólo interrumpida en democracia por el Gobierno de Carlos Menem, quien formalizó el deseo de mantener “relaciones carnales” con Estados Unidos y se sumó a la intervención militar contra Iraq, aunque sólo fuera simbólicamente, en la primera guerra de Golfo promovida por George Bush (padre). Fuera de este gesto de servilismo, durante lo que va de siglo la posición de Argentina fue ajena a posicionamientos belicistas en la arena internacional.

La renuncia del Gobierno de Milei a entrar en los BRICS fue el primer ejemplo de subordinación de la política económica argentina a los centros financieros occidentales

El Gobierno de Milei intenta romper esta tradición sumándose a las guerras de Ucrania con Rusia y de Israel contra Gaza, aunque sólo sea en el plano de la gestualidad. Una parte sustancial de la sociedad argentina rechaza romper con la tradición de neutralidad en escenarios bélicos que involucran a terceros países, característica de la trayectoria histórica del país en política exterior. No obstante, el Gobierno de extrema derecha de Javier Milei dio varios pasos calculados para cambiar el estatus geopolítico del país: promovió el acercamiento a la OTAN, adquirió aviones militares usados y desactualizados a un país miembro de la organización y sugirió la posibilidad de establecer una base militar estadounidense en la Patagonia… Según declaró el ministro de Defensa, Luis Petri, después de mantener una reunión con el secretario general adjunto de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), Mircea Geoana, Argentina solicitó el pasado 18 de abril ser “socio global” de la OTAN.

El primer alineamiento automático de Milei ante un conflicto bélico fue con el Gobierno de Israel, tras la respuesta de Irán al bombardeo israelí de su embajada en Damasco, que causó la muerte a varios oficiales consulares, incluido un general de la república islámica. Irán respondió la noche del 13 de abril con un bombardeo masivo con drones y misiles dirigidos por primera vez al territorio israelí. El presidente argentino estaba ese día en Miami, invitado (y premiado) por la secta judía ultraortodoxa Lubavitch. En la sinagoga de Miami Beach, el presidente argentino fue distinguido como “Embajador Internacional de la Luz”.

Al día siguiente de este evento, Milei tenía previsto viajar a Dinamarca para recibir los aviones de guerra en desuso que adquirió a ese país, valorados en 300 millones de dólares. Sin embargo, regresó urgentemente a Buenos Aires y convocó a sus ministros a un Comité de Crisis para analizar la situación en Oriente Medio y valorar una posible participación. En la reunión de gabinete se produjo un hecho insólito y sorprendente: fue invitado y participó el embajador de Israel.  A los pocos días, el presidente argentino consiguió que el Senado aprobase el nombramiento de su rabino personal y confidente más próximo, Axel Wahnish, como embajador de Argentina en Israel. Inevitablemente, la influencia de Wahnish en las decisiones de Milei respecto de Israel recuerda a la que tuvo el yerno y principal asesor de Donald Trump, Jared Kushner, durante su Gobierno en Estados Unidos.

El desempeño de la ministra de Exteriores, Diana Mondino, ha sido muy deficiente durante los primeros seis meses de gobierno. Mondino es una de las piezas clave del gabinete de Milei, pero su suerte podría cambiar desde que el presidente se enfureció con ella por haberlo invitado a un evento con representantes de la comunidad islámica en una importante Mezquita porteña a comienzos de junio. Cuando ya estaba llegando al lugar, Milei dio media vuelta y se fue porque se enteró de que estaría presente el encargado de negocios de Palestina en Buenos Aires.

Los embajadores de países islámicos participantes condenaron la “actitud hostil e injustificada” del presidente argentino contra todo el grupo árabe, y expresaron “gran consternación y sorpresa” por la negativa del mandatario a asistir. También pidieron al Estado argentino que “revise sus recientes posiciones sobre el Estado palestino”, “descaradamente sesgadas hacia la ocupación y en el lado equivocado de la historia”, y manifestaron su “preocupación por las relaciones de larga data con el mundo árabe y los intereses políticos y económicos mutuos entre ambas partes”. 

Sintonía con la OTAN en Ucrania

El presidente de Ucrania, Volodimir Zelensky, fue uno de los pocos dirigentes internacionales que asistió como invitado especial a la asunción presidencial de Javier Milei, el 10 de diciembre de 2023. Milei se mostró desde entonces en total sintonía con la posición ucraniana en el conflicto bélico con Rusia, hasta el punto de sugerir la posibilidad de realizar una cumbre latinoamericana en favor de Ucrania, iniciativa que fue desestimada por Brasil y otros países sudamericanos no alineados con la estrategia de la OTAN.

Después de su reciente participación en la reunión del G7 en Italia, Milei cambió su agenda a pedido de Zelenski para asistir a la llamada Conferencia internacional por la Paz, organizada en Suiza el 15 de junio por el presidente de Ucrania. A esta Conferencia no asistieron países decisivos como China, y por supuesto no fue invitada Rusia. Allí el Gobierno de Milei decidió la incorporación de Argentina al Grupo de Contacto de Ramstein (Alemania), que incluye a todos los países de la OTAN (y otros que asumen la defensa de Ucrania en términos similares, como es el caso de Australia o Japón, entre otros) y alberga el cuartel general de la Fuerza Aérea estadounidense en Europa. El Grupo de Ramstein fue creado por el Pentágono para coordinar a los países que asisten a Ucrania ante la posibilidad de que en Estados Unidos pueda ganar las elecciones de noviembre Donald Trump y suspenda la asistencia militar a Kiev, tal como lo expresó en reiteradas ocasiones. 

En el contexto de la Conferencia, Argentina comunicó su decisión de enviar a Ucrania cinco aviones de combate franceses Super Etendard que actualmente permanecen en desuso por falta de repuestos, debido al embargo británico de armamento que pesa sobre Argentina desde la guerra de las Malvinas. Paradójicamente, Francia repondría ahora las piezas faltantes, desde el momento en que Argentina se convierte en aliado británico en el actual frente bélico.

Milei busca protagonismo en el exterior a través de la confrontación con los gobiernos que no comulgan con su credo ultraliberal y su visión geopolítica subordinada a Washington

Rusia ha respondido con una declaración del embajador ruso en Buenos Aires, Dimitri Feoktistov, ha manifestado la “profunda decepción” del presidente ruso, Vladimir Putin, por el apoyo militar ofrecido por el presidente argentino a Zelenski. El embajador se hizo eco de informaciones sobre “el posible envío de tanques argentinos a través de Alemania” y declaró: “Hemos comunicado claramente y con firmeza a Argentina que tales acciones serán consideradas acciones hostiles contra Rusia”. Horas más tarde, el portavoz de Milei afirmó que Argentina no enviaría ningún tipo de armamento a Ucrania, y que se limitaría a brindarle apoyo logístico y humanitario. En cualquier caso, el daño a las relaciones bilaterales con Rusia ya se había producido y la herida será difícil de restañar.

Maniqueísmo y conflictos diplomáticos

Milei busca protagonismo en el exterior a través de la confrontación con los gobiernos que no comulgan con su credo ultraliberal y su visión geopolítica subordinada a Washington. Desde que llegó a la Casa Rosada, se enfrentó con los presidentes de los tres países latinoamericanos más poblados y de mayor tamaño (Brasil, México y Colombia), gobernados por políticos progresistas que él estigmatiza calificándolos despectivamente como “socialistas” o “comunistas”. En campaña se refirió al presidente de Brasil, Lula da Silva, como un “comunista” y un “corrupto”, y aseguró que “por eso estuvo preso”.  Afirmó también que rompería relaciones diplomáticas con el mayor socio comercial del país. Un resultado hoy visible de su ofuscación ideológica y de su incontinencia verbal es que Brasil no le fía a Argentina ni siquiera un cargamento de gas solicitado con urgencia por el Gobierno de Buenos Aires.

Milei también llamó “comunista” al Papa Francisco, y en el extremo de su exaltación febril, aseguró que el Papa argentino era “el representante del Maligno en la Tierra”. A caballo entre su fe de bautismo (católica) y su incipiente fe de adopción (judía), Milei se ha alineado desde el primer día con las políticas genocidas del Estado de Israel en Gaza, y se ha inclinado públicamente por seguir los pasos de Donald Trump, trasladando la embajada argentina a Jerusalén.

Ya en el ejercicio de la presidencia, Milei trató de “ignorante” al presidente de México, Manuel López Obrador, y calificó de “asesino terrorista” al presidente de Colombia, Gustavo Petro, incontrovertible luchador por la paz. La renuncia de Argentina a sumarse a los BRICS empeoró si cabe las relaciones del Gobierno no solo con Brasil sino también con China, otro país clave en los intercambios comerciales con Argentina. La demanda china de cereales argentinos ha caído a mínimos en comparación con los últimos años, y las importaciones de carne se han dirigido hacia Brasil.

Ya en el ejercicio de la presidencia, Milei trató de “ignorante” al presidente de México, Manuel López Obrador, y calificó de “asesino terrorista” al presidente de Colombia, Gustavo Petro

La excelente relación que Argentina mantenía con China, al igual que con Brasil, fue socavada por Milei durante la campaña electoral con su exaltada épica anticomunista: “Yo no haría negocios con China, no negocio con comunistas”, afirmó en una entrevista con una cadena estadounidense, excluyendo a una quinta parte de la humanidad, la que más consume productos agropecuarios argentinos. A comienzos de abril, durante la visita a Argentina de la jefa del Comando Sur estadounidense, la generala Laura Richardson, algunos voceros del Gobierno pusieron en entredicho que la base espacial china en la provincia de Neuquén fuera sólo de uso civil, insinuando que podía haber militares camuflados. La canciller Diana Mondino fue invitada a visitarla para despejar toda duda al respecto. La ministra aseguró a los periodistas que en la base no pudo identificar más que civiles, porque todos ellos “son chinos, son todos iguales”. 

Con estos antecedentes, en medio de las dificultades de Argentina para acceder al crédito internacional, las bravuconadas del presidente Javier Milei no facilitaron la renegociación de un cuantioso crédito swap concedido por China al Gobierno de Alberto Fernández, por cerca de 5.000 millones de dólares (35.000 millones de yuanes), con vencimiento en los meses de junio y julio de este año. Finalmente, después de varios meses de incertidumbre sobre la posibilidad de que se exigiera su devolución inmediata, se alcanzó el acuerdo político necesario entre los Gobiernos de Buenos Aires y Beijing para que el Banco Central de la República Argentina (BCRA) consiguiera  renegociar ese crédito in extremis, poco antes de su primer vencimiento, sin ningún tipo de financiamiento adicional ni ampliación de lo ya negociado.

Las convulsas relaciones con España

Antes de las elecciones europeas de junio, cuando ya era previsible el ascenso general de la extrema derecha, Milei viajó a España para intervenir en un congreso de la ultraderecha internacional patrocinado por Vox y su amigo Santiago Abascal, fundador del partido xenófobo. Además de legitimarlo como líder opositor con su asistencia, Javier Milei ejerció como un auténtico alter ego de Abascal, su admirado líder ultra, al pronunciar los insultos y afrontas que dirigió al presidente español Pedro Sánchez. Se podría decir que Abascal le escribió la letra de varias frases de su discurso, aquellas más impactantes. En efecto, Milei aseguró que Pedro Sánchez “ha puesto en peligro la unidad del Reino, pactando con separatistas y llevando a la disolución de España; ha puesto en riesgo a las mujeres españolas permitiendo la inmigración ilegal de quienes atentan contra su integridad física; y ha puesto en peligro a la clase media con sus políticas socialistas que solo traen pobreza y muerte”. Todos y cada uno de los puntos de esta declaración parecen calcados de los principales lemas de Vox.

Es anómala la visita a España de un flamante presidente argentino sin una agenda de encuentros con las autoridades españolas, ya sea con el presidente del Gobierno o con el rey. Antes y durante su viaje, Milei lanzó ataques virulentos contra el partido Socialista y la coalición gobernante, convirtiéndose en vocero de la oposición más extremista y atacando así a la mayoría política que gobierna en el país que lo recibe. 

La respuesta furibunda de Milei a un ministro español que cometió el error de decir que el presidente argentino consumía “sustancias”, fue redirigida directamente contra el presidente del Gobierno con una impudicia poco frecuente en política internacional por el grado de intromisión en asuntos internos de otro país.  Esta actitud le ha causado importantes problemas diplomáticos, como la retirada definitiva de la embajadora española, y conflictos innecesarios con un país que es uno de los principales socios comerciales de Argentina y está entre los primeros inversores internacionales. 

Durante esa su primera visita a España, en la presentación de su libro El camino del libertario, Milei lanzó esta diatriba: “No dejemos que nos gane el lado oscuro, negro, satánico, atroz, espantoso, cancerígeno, que es el socialismo”. Esta enunciación caricaturesca, basada en una suma arbitraria de insustanciales descalificaciones, ¿no lo convierte en un payaso a ojos de una parte de su electorado? ¿Milei lo hace por pura ofuscación ideológica, o porque estos discursos le reportan una imagen favorable entre sus electores?

Como en anteriores ocasiones, la incontinencia verbal del presidente argentino frustró sus intenciones de mejorar el vínculo con empresarios españoles, los cuales, si bien lo recibieron tal como estaba acordado, después repudiaron sus dichos agraviantes contra el presidente español. 

Durante esa su primera visita a España, en la presentación de su libro Milei lanzó esta diatriba: “No dejemos que nos gane el lado oscuro, negro, satánico, atroz, espantoso, cancerígeno, que es el socialismo”

En su siguiente visita a España del 21 de junio, Milei fue invitado a recibir un premio del ultraliberal Instituto Juan de Mariana, patrocinado entre otros por el empresario Fernando Monera, un emprendedor tecnológico subvencionado por el Gobierno madrileño de Isabel Díaz Ayuso, y a mantener un encuentro con la presidenta de la comunidad, quien le concedió otra distinción: la Medalla Internacional de la Comunidad de Madrid. Ayuso contaría con consenso del Partido Popular (PP), que buscaría arrebatar a Vox el monopolio del vínculo con el gobernante ultraderechista argentino.

Este viaje también fue precedido por ataques contra el presidente español Pedro Sánchez, al que llamó “cobarde”, y por supuesto la agenda del presidente argentino tampoco incluyó encuentros con ningún representante del Estado español. Milei solicitó un mes antes una entrevista con el rey Felipe VI, pero no le fue concedida. La política exterior española es potestad del Gobierno, y el rey, como jefe de Estado, debe coordinar con la Moncloa tanto sus visitas al exterior como los encuentros con mandatarios extranjeros en España. 

Ofuscación ideológica y falta de pragmatismo

Aunque Milei aspire a ser un referente de la extrema derecha internacional, su ideología no concuerda en muchos aspectos con la de los partidos ultraconservadores que tiene por aliados: el neofranquismo español, el neofascismo italiano, el lepenismo en Francia, el bolsonarismo en Brasil y el trumpismo coinciden con La Libertad Avanza en la exaltación de los valores tradicionales respecto de la familia, la interrupción voluntaria del embarazo o la llamada ‘ideología de género’, pero son antagónicos en su concepción nacionalista del Estado, promotores del proteccionismo de la industria nacional, mientras que Milei aboga por la jibarización del Estado y la ausencia de regulaciones. ¿Cómo se explica que puedan tener un recorrido internacional común?

En una entrevista que concedió a una cadena de medios estadounidenses (The Free Press), Milei dijo: “Amo ser el topo dentro del Estado para destruirlo desde adentro”. “Soy el que destruye el Estado desde adentro. Es como estar infiltrado en las filas enemigas. La reforma del Estado la tiene que hacer alguien que odie el Estado. Y yo lo odio tanto que estoy dispuesto a soportar todo tipo de mentiras, calumnias e injurias […] con tal de destruir el Estado”. 

A confesión de partes, relevo de prueba. 

Más allá de su desprecio por las redes de asistencia y protección social que requieren de la existencia del Estado, el primitivismo cultural de Milei no le permite ni siquiera comprender que el capitalismo contemporáneo colapsaría sin la actividad económica que impulsa el Estado, en particular en los países que él más admira, donde la inversión pública es preponderante, subvencionando el desarrollo tecnológico y la producción en determinadas industrias punteras, que van desde la fabricación de autos eléctricos hasta la producción de sofisticado armamento.

En Argentina, con los signos vitales de la economía en un estado de coma prolongado, la ecuación respecto del Estado fue definida así por el jurista Raúl Zaffaroni: “Achican el Estado en inversión social, pero es genera marginalidad, y a los marginales tienen que controlarlos. Entonces tienen que agrandar el Estado en aparato represivo. No están achicando el Estado, están achicando la función de inversión social del Estado y están agrandando el Estado en aparato represivo”.

La proximidad que ha buscado Milei con el presidente salvadoreño Nayib Bukele va en esta dirección. Su admiración por este joven populista autoritario -y la de su ministra de Seguridad, Patricia Bullrich- se debe a que Bukele no ha escatimado esfuerzos en construir verdaderos campos de concentración de jóvenes marginales pertenecientes a las maras para reducir la violencia y criminalidad, un problema que azotaba a ese país centroamericano incomparablemente más que a Argentina. Sin embargo, la política económica y social del régimen de Bukele se apoya en la intervención del Estado y él mismo, al menos en su retórica oficial, es un claro defensor de lo público. 

Con un empaque aggiornado a los tiempos que corren, Milei es el agente del capital transnacional concentrado que busca adueñarse de los recursos naturales y las industrias estratégicas del país a través de su política ultraliberal. Si en otros países periféricos las potencias hegemónicas necesitaron emprender encarnizadas guerras para subordinar o derrocar a sus gobiernos y adueñarse de la economía (por ejemplo, países productores de petróleo como Iraq, Libia o Siria), en Argentina hoy basta con la aprobación de la Ley Bases, los decretos de necesidad y urgencia y las relaciones diplomáticas privelegiadas por el Gobierno de Milei para abrir todas las posibilidades a las compañías transnacionales sin gastar una sola munición.

Por otra parte, Milei comparte con los demás líderes de ultraderecha el ejercicio sistemático de la brutalidad contra la población más débil: los inmigrantes, las personas discapacitadas o racializadas, los más hambrientos y vulnerables. Todos ellos evidencian una insensibilidad despiadada y participan del culto a la crueldad. No todos cultivan esta imagen públicamente, dependiendo de la profundidad de las convicciones ideológicas de su respectiva base social, pero en esencia lo que prima en su ideario es la ley del más fuerte, el individualismo extremo y un elogio exaltado de la competencia feroz como única forma de autoafirmación en la lucha por la supervivencia.

Milei sigue involucrado en su cruzada internacional por un Nuevo Orden ultraliberal, con nueve viajes a Estados Unidos y Europa en medio año de Gobierno

En esta nueva versión reciclada de la ultraderecha en la que el Estado “protector” del antiguo fascismo desaparece en favor del Mercado ultraliberal, el cual deja fuera a una porción enorme de la población, Milei se proyecta como el más radical de los dirigentes, postulando una derecha ultraliberal tan extrema que incluso aspira a que el Estado desaparezca (todo el poder para las grandes corporaciones).

Mientras sigue involucrado en su cruzada internacional por un Nuevo Orden ultraliberal, con nueve viajes a Estados Unidos y Europa en medio año de Gobierno, Milei cosecha condecoraciones de Fundaciones neoliberales y de políticos afines que fortalecen su ego y sus delirios de grandeza. La penúltima de ellas fue la “Orden de la Libertad” que le concedió el presidente de Ucrania, Zelenski, por su alineamiento contra Rusia.

Como se ha visto a lo largo de este medio año de presidencia de Javier Milei, este afán de congraciarse con quienes pueden premiar simbólicamente su conducta y la preeminencia de la ideología como disparador de la acción diplomática pusieron en contra de Argentina —literalmente— a media humanidad: China, Brasil, Rusia, los países árabes y musulmanes (en particular Irán), México, España, Colombia, Venezuela y un largo etcétera de países con los que Argentina mantenía relaciones de amistad hasta 2023, tanto diplomáticas como comerciales, y que ahora se han ido deteriorando por el empeño miope y destructivo de un presidente que envilece los intercambios dialécticos con sus adversarios ideológicos y desconoce el valor del pragmatismo en las relaciones internacionales.

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