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Antifascismo
El mundialito antirracista resiste a la metrópoli
Una vieja pelota de fútbol deslizándose por la suave pendiente de la calle San Francisco alumbró la idea. El fútbol tiene eso; una mano levantada que pide el pase, un balón lo suficientemente extraviado para lucirse con unos toques antes de devolverla y la capacidad, esa que tienen las grandes pasiones, de transportarnos a otro mundo. Más o menos así empezó esa gran fiesta anual que es el Mundialito Mixto Antirracista de Bilbao y van ya seis ediciones. Se ha convertido en una de las fechas favorita de muchas, porque la atmósfera de camaradería y complicidad que se forma en las canchas de la Ribera de Deusto —que han acogido las dos últimas ediciones— no es lo más habitual en nuestras hostiles ciudades. Seducidos por el entusiasmo antirracista de la villa, y tras algunos contactos de ida y vuelta, Iruñerria se prepara para celebrar la primera edición de su mundialito que tendrá lugar el próximo sábado 1 de octubre en las canchas de Biurdan.
La que se ha convertido en la jornada antirracista por antonomasia en Bilbao —con perdón de Arroces del Mundo y las manifestaciones multitudinarias del barrio San Francisco— se hace con mimo y eso se nota. Las casi cuatrocientas personas que han participado de esta última edición pudieron degustar un copioso desayuno antes de darle a la pelota. Y es que la comida, junto a la música son las otras grandes protagonistas de la jornada. Big Sound Boy y Follow the Party hicieron los honores musicalizando toda la jornada, mientras que hasta cinco colectivos fueron los encargados de preparar las diez paellas de verdura que alimentaron a propios y ajenos.
Cuándo uno se retiraba del bullicio que provocaba el juego entre iguales, podía asomarse al catastrófico paisaje que actualmente luce la Ribera de Deusto y lo que se esconde tras el monstruoso proyecto de urbanización que le acecha: la nada. Donde había galpones, talleres y teatros, ahora hay un asfalto pelado sobre el que levantarán apartamentos pensados para llevar monótonas y pacificadas vidas de clase media-alta. Un vistazo era suficiente. Volver a dar la espalda a esa calma chicha que precede un jugoso negocio para mirar a las gentes que jugaban, bebían y bailaban. Algunas uniformadas con vistosos colores, otras no. Unas estiraban en círculos mientras se alcanzaban un refresco con el que paliar el asfixiante calor (provocado, por cierto, por las mismas fuerzas que levantaran los infaustos edificios que tomarán la isla) y algunos más se apilaban alrededor de los puestitos de editoriales y colectivos, haciendo con su mano una visera.
Más de cuarenta equipos participaron en esta sexta edición que fue muy multitudinaria. Equipos, siempre mixtos, de fútbol cinco y baloncesto 3x3 se enfrentan, primero en liguilla y luego eliminatorias, para llegar a la gran final. Lo cierto es que esta es la excusa. De fondo, la voluntad de al menos media docena de colectivos de que la ciudad en la que habitamos haga justicia a sus vecinas y vecinos. Luchar contra el racismo y con alegría. La semana que viene les toca a las vecinas del este de Euskal Herria. La cita se ha hecho esperar, ya que las organizadoras han puesto toda la carne en el asador y llevan meses planeando el gran estreno. ¡Qué sea la primera de muchas!