Análisis
La Unión Europea, desenfocada y en segundo plano

Después de más de dos años de apasionados discursos sobre los valores europeos y de numerosos paquetes de sanciones a Rusia, la Unión Europea veía cómo Washington la dejaba a la puerta de las negociaciones.
visita de Pedro Sánchez al Parlamento ucraniano.  5
Visita de Pedro Sánchez al Parlamento ucraniano en 2023. Foto Jorge Villar/Pool Moncloa
19 feb 2025 05:59

Puede que nadie quisiese que terminase antes la Conferencia de Seguridad de Múnich que los propios diplomáticos de la Unión Europea que asistían a ella. Ucrania, decíamos hace casi un año, se ha convertido para ellos en territorio de arenas movedizas: cuanto más se mueven en ellas, más se hunden en sus propias contradicciones.

Del periodista se acostumbraba a decir que era el historiador del presente, así que intentemos, en la medida de lo posible, reconstruir, a pesar de su frenética sucesión, la cronología de los hechos en estos últimos días.

El 12 de febrero, en un encuentro con sus homólogos europeos, el secretario de Defensa estadounidense, Pete Hegseth, declara que la seguridad Europa ya no es una prioridad para Washington debido a las “realidades estratégicas”, que un retorno de Ucrania a las fronteras de 2014 —es decir, antes de la adhesión de Crimea a Rusia— es “un objetivo irreal” y que, por ende, “perseguir esta meta ilusoria no hará más que prolongar la guerra y causar más sufrimiento”.

Si se alcanza un acuerdo de paz, agrega Hegseth, las garantías de seguridad las habrán de dar “tropas europeas y no europeas”, pero no estadounidenses —aunque el presidente ucraniano, Volodímir Zelensky, había asegurado en una entrevista al diario británico The Guardian publicada el día anterior que sin la participación de tropas estadounidenses Europa por sí sola no podía garantizar la paz en Ucrania—, y, en consecuencia, no estarán cubiertas por el artículo 5 de la OTAN.

“Al oír este discurso [parece que] intentan pelearse con nosotros y nosotros no queremos pelearnos con nuestros amigos”, se limita a comentar Kallas sobre el discurso de JD Vance

Asimismo, Hegseth indica que EEUU excluye la entrada de Ucrania en la OTAN, y la Alianza Atlántica —que en su página web daba esta posibilidad por hecha— modifica de inmediato su posición. Poco después, el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, anuncia que ha telefoneado al presidente de Rusia, Vladímir Putin, y que ambos han acordado comenzar unas negociaciones para un alto el fuego en Ucrania, causando un terremoto informativo. Trump añade que tanto él como Putin han instruido a sus equipos comenzar los preparativos, y que es improbable que Kiev recupere una parte de su territorio o que entre en la OTAN como resultado de dichas negociaciones. En ningún momento se menciona la participación de la UE en las negociaciones.

Como reacción al anuncio de Trump, los ministros de Exteriores de Francia, Alemania, Reino Unido, Polonia, Italia, España y Ucrania, y la Alta representante de la Unión para Asuntos Exteriores y Seguridad, Kaja Kallas, emiten un comunicado conjunto en el que subrayan la importancia de que la UE esté también en la mesa de negociaciones. Al día siguiente, el vicepresidente de EE UU, JD Vance, toma el podio en la Conferencia de Múnich y, desde allí, fustiga a los líderes europeos, a quienes acusa de desoír a sus propios ciudadanos y censurar opiniones discordantes. “Si huis de vuestros propios votantes, no hay nada que América pueda hacer por vosotros ni, dicho sea de paso, hay nada que vosotros podáis hacer por el pueblo americano”, asegura Vance.

El papel reservado por los EEUU a la UE es cargar con la abultada factura de la reconstrucción de Ucrania

Después de este ataque, el vicepresidente estadounidense ignora al canciller alemán, Olaf Scholz, y se reúne con Alice Weidel, la copresidenta de Alternativa para Alemania (AfD), que, junto con la Alianza Sahra Wagenknecht (BSW), había sido excluida de participar en la Conferencia de Múnich —el gesto de Vance hacia Scholz y la reunión con Weidel tienen lugar a una semana de las elecciones en Alemania, en las que la ultraderecha podría convertirse en la segunda fuerza del país—. “Al oír este discurso [parece que] intentan pelearse con nosotros y nosotros no queremos pelearnos con nuestros amigos”, se limita a comentar Kallas.

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A comienzos de la semana, el presidente de Francia, Emmanuel Macron, convoca una reunión de urgencia en París para adoptar una posición común sobre Ucrania, en la que algunos Estados se comprometen a enviar tropas como garantía de seguridad. Las acciones de las empresas de fabricación de armamento europeos suben en las bolsas. En un apunte que parece marginal pero que no lo es, la periodista Lily Lynch advierte del regreso de Turquía como candidato a entrar en la Unión en el discurso oficial de Bruselas: “Así que ahora que Europa parece periférica, irrelevante y débil, Turquía de repente es descrita como un ‘país candidato’ de nuevo. Tiene sentido que quieran a la industria de defensa turca y el segundo mayor ejército de la OTAN.” El martes comienzan las primeras conversaciones entre las delegaciones estadounidense y rusa en Riad, sin participación de Ucrania y la UE.


Espectros de Múnich

A prácticamente nadie se le ha escapado la imagen de debilidad que ha transmitido la Unión Europea estos últimos días. La declaración del llamado grupo de Weimar+ en París parecía más una súplica que una demostración de fuerza, y los ministros de Asuntos Exteriores que posaban para la fotografía, los preparativos para una galería de tiro para una ascendente extrema derecha europea en la que todas las formaciones de este espacio político tienen algo que ganar en esta historia: una mitad simpatiza con los EE UU de Trump, la otra, con la Rusia de Putin, y hay quien, como el primer ministro húngaro, Víktor Orbán –que no perdió la oportunidad para descalificar la declaración de Weimar+ como “carente de valor”–, es capaz de mantener el equilibrio entre ambas. La opinión de Orbán también servía como recordatorio de que, también en este punto, no hay una posición común en la UE.

Después de más de dos años de apasionados discursos sobre los valores europeos, de un gran despliegue de banderas ucranianas, de numerosos paquetes de sanciones a Rusia —algunas de las cuales, como un bumerán, se volvieron, como era de prever, contra la propia UE, en particular contra su principal potencia industrial, Alemania—, de envíos de armas a Kíev, de debates sobre el nuevo hard power europeo y la necesidad de incrementar los presupuestos de defensa y apoyar a la industria armamentística europea… la Unión Europea veía cómo Washington la dejaba a la puerta de las negociaciones. Todo lo que ha sido necesario para este drástico giro de los acontecimientos es un cambio en la presidencia estadounidense, lo que da buena cuenta de la autonomía y la elaboración de planes propios por parte de Bruselas durante todos estos años.

La nueva administración estadounidense ha logrado que la UE sea vista a ojos propios y ajenos como un actor secundario —por otra parte, conviene preguntarse seriamente si nunca ha sido otra cosa en este conflicto— y la misma UE ha contribuido a esa imagen suplicando ser incluida en la mesa de negociaciones. El papel reservado por los EE UU a la UE es cargar con la abultada factura de la reconstrucción de Ucrania, que el Banco Mundial calcula en un mínimo de 486.000 millones de euros durante la próxima década, a los que hay que sumar todavía la responsabilidad de garantizar la seguridad de la posguerra.

“¡Un nuevo Múnich!”, gritaban algunos columnistas recordando a los acuerdos de 1938 por los que Reino Unido, Francia e Italia exigieron a una Checoslovaquia acorralada que entregase a la Alemania nazi la región de los sudetes y que han pasado a la historia como una concesión a Hitler que únicamente sirvió para espolear el expansionismo alemán. Pocas comparaciones más vacías que ésta: Trump es ahora, al parecer, Chamberlain, quien allanó el camino a la política expansionista de Hitler, que en esta comparación seria Putin, a pesar de que Trump también ha sido comparado anteriormente con Hitler. Todo vale. Y como todo vale, nada vale. La historia misma se devalúa. El pensamiento histórico ha muerto. ¿Alguien lleva la cuenta de los años que llevamos repitiendo la tragedia de la República de Weimar? A los espectros de Weimar ahora se unen los de Múnich.

Vuelve a dar en el clavo Wolfgang Münchau cuando sostiene desde las páginas de su digital, EuroIntelligence, que “el problema con los generales de sofá que han estado liderando el análisis de la guerra en Ucrania en los medios occidentales es la reducción al postureo moral”. Este analista critica que “en ningún momento quienes han apoyado la entrega de armas a Ucrania presentaron un plan detallado sobre cómo conseguir la victoria: se escondieron detrás de líneas rojas y la consigna vacía de que ayudarían a Ucrania tanto tiempo como hiciese falta”. Después de lo ocurrido la semana pasada, ahora vemos “que no sólo no había ningún plan para la victoria”, sino que “no había ningún plan para un escenario subóptimo”.

La categoría de “generales de sofá” incluye, para Münchau, “a la inmensa mayoría de gente que asistió a la Conferencia de Seguridad de Múnich” y “que hiperventila sobre si los europeos deberían sentarse a la mesa de negociaciones”. “Es lógico que Donald Trump y Vladímir Putin se pongan de acuerdo en este asunto”, escribe este analista, “porque no habría ningún acuerdo si Kaja Kallas se sentase en la mesa”. En efecto, Kallas cuenta con un largo historial de declaraciones hostiles a Rusia. En una conferencia en Estonia en 2024, por ejemplo, abogó por la derrota de Rusia y su partición en diferentes estados. ¿Por qué el Kremlin no debería, como mínimo, mostrarse suspicaz? ¿Qué esperaban exactamente quienes la auparon a la posición de nada menos que jefa de la diplomacia comunitaria?

“Putin no puede ser derrotado en el campo de batalla”, sino que “solamente puede ser derrocado si el pueblo ruso participa” en este proceso, señalaba Ragozin en Al Jazeera

“Los simpatizantes incondicionales de Ucrania en los medios de comunicación británicos, los think tank europeos y los departamentos de historia estadounidenses han fracasado todos a la hora de aprender una importante lección del historiador militar alemán Carl von Clausewitz: no vayas a la guerra a no ser que sepas cómo terminarla”, escribe este autor en otro lugar. “Para los europeos”, continúa, “la guerra fue un deporte en el que eran espectadores: su apoyo a Ucrania era todo principios y promesas, no hubo planificación estratégica, ni un final de la partida (endgame), ni un acuerdo sobre resultados subóptimos, ni una planificación concreta para escenarios pos-bélicos”. “La guerra en Ucrania debe terminar porque Ucrania ha perdido”, concluye Münchau, “tan simple como eso: Rusia ha pasado a una economía de guerra, produce más equipos militares y munición que Occidente por un margen superior, no hay manera de que pueda perder ahora”.

¿Un apaciguamiento como el de Múnich en 1938? “Algunos medios occidentales rápidamente declararon ‘una traición a Ucrania’ tras los anuncios de Trump y Hegseth”, escribía por su parte el periodista ruso Leonid Ragozin en Al Jazeera. “Washington está desde luego abandonando a Kíev”, seguía, “pero no es un desarrollo sorprendente: el abandono siempre ha sido el resultado probable de la manera en la que los Estados Unidos han abordado sus relaciones con Ucrania”. Este periodista también constataba que “Putin no puede ser derrotado en el campo de batalla”, sino que “solamente puede ser derrocado si el pueblo ruso participa” en este proceso. Sin embargo, “Occidente y Ucrania han hecho todo lo posible para alienar incluso a los rusos más apasionadamente pro-ucranianos y anti-Putin a través de una retórica xenófoba y políticas discriminatorias”. “Parecía que los halcones siempre quisieron la guerra, no una Ucrania y Rusia mejores”, lamentaba Ragozin.

Una idea que confirmaba el presidente del parlamento de Georgia, Shalva Papuashvili, en un mensaje en la red social X: “En la Conferencia de Seguridad de Múnich hemos oído mensajes claros de algunos europeos de que la guerra no es sobre Ucrania, sino sobre Rusia; parecen estar preocupados no tanto por el destino de Ucrania como por la derrota de Rusia, sin embargo, una idea hipócrita detrás de su actitud, inducida por el miedo, es que no son ellos quienes han de derrotar a Rusia, sino algún otro, y no en su propio territorio, sino en otro".

Europa, sin plan

“El absurdo de la posición europea sobre Ucrania fue subrayado una vez más por Olaf Scholz cuando dijo que rechazaría una paz por diktat”, señalaba Münchau, “y luego añadió en la siguiente frase que los objetivos políticos deben ser siempre para Alemania el no estar implicada en una guerra”. “Está teniendo su guerra, y comiéndosela”, comentaba mordazmente Münchau. A Scholz se añadió el ministro de Asuntos Exteriores de Francia, Jean-Noël Barrot, cuando comentó, sin asomo de ironía, que la Unión Europea “es una superpotencia” y que “ha rechazado una invasión a gran escala de Rusia”.

Los altos funcionarios de los estados de la UE se presentaban así como aquellas máquinas averiadas durante la pandemia de covid que seguían ejerciendo sus funciones —en este caso, repitiendo las mismas frases estereotipadas— sin que hubiese operadores disponibles para la repararlas. A este coro vino a unirse el presidente ucraniano elevando el tono —“el riesgo de que Rusia ocupe Europa es del 100%”, ha llegado a afirmar— y proponiendo la creación de un “ejército europeo” —dos días después, recuérdese, de que dijese en una entrevista que únicamente la presencia de tropas estadounidenses sería capaz de aportar garantías de seguridad a Ucrania—, rápida y previsiblemente aplaudida por los comentaristas continentales.

Como en el caso de la “autonomía estratégica” de la UE, otra expresión recurrente, nadie sabe muy bien exactamente a qué se refieren los políticos cuando hablan de un “ejército europeo”: no siendo ni una federación ni una confederación, se hace muy difícil ver qué forma podría adoptar este ejército europeo, que, por lo demás, arrastraría consigo todas las contradicciones que padece la política de seguridad comunitaria, en la que conviven tres estados miembro neutrales —Austria, Irlanda y Malta— con estados miembro de la OTAN. Por otra parte, ¿están los estados nacionales dispuestos a renunciar a un ámbito tan sensible como la defensa y a compartir recursos entre ellos? ¿Están todos estos Estados alineados en sus intereses? En otras palabras, ¿quiere el ejército de Francia, pongamos por caso, compartir información y tecnología militar con el de Hungría? Tal es el recorrido de la idea de un ejército europeo en la actualidad.

¿Quién puede culpar a Zelensky? Como ha señalado Ragozin, su discurso se dirige más a su propio electorado, ya que “necesita mostrar que ha intentado todas las vías, incluso las más improbables, antes de sucumbir a lo inevitable”. A un eventual cese el fuego le seguirían unas elecciones, cuyo resultado es cualquier cosa menos cierto. Por una parte, las tropas ucranianas, agotadas, querrán que se las desmovilice para ver a sus familias, pero Rusia, como ha observado Jack Watling, tiene la capacidad de mantener la movilización de sus tropas e intentar desestabilizar a Ucrania, en ésta y otras formas. La sola presencia de tropas en los territorios ocupados serviría como amenaza de reiniciar las hostilidades. “Cientos de miles de muertos y heridos, decenas de miles de veteranos fuertemente armados y con rencor, educados en una ideología neonazi, una humillante derrota militar, una economía destruida, un presidente que es un humorista judío… ¿Qué podría ir mal?”, se preguntaba retóricamente el periodista estadounidense Mark Ames. Anticipándose a ese escenario, Zelensky ya ha sancionado al expresidente Petró Poroshenko —acusado de “alta traición”— y otros destacados oligarcas ucranianos, entre ellos Ihor Kolomoisky.

Toto ha tirado de la cortina y ha dejado al descubierto al operador de la maquinaria que proyecta el rostro del Mago de Oz

Viendo las draconianas demandas a Ucrania de EE UU —que exige el control sobre materias primas, pero también de puertos y otras infraestructuras—, puede que el país entre rápidamente en el proceso de kosovarización que describió años atrás el economista griego Yannis Varoufakis. “Después de todo, Kosovo es un protectorado de la Unión Europea”, dijo Varoufakis en una entrevista al diario The Telegraph, “donde las decisiones más importantes (incluyendo las privatizaciones, la energía y la seguridad) las toma un funcionario en Bruselas, el euro es la moneda del país (sin que por descontado ningún oficial kosovar juegue ningún papel en las decisiones de política monetaria), el gobierno local está monopolizado por la cleptocracia local y, trágicamente, el desempleo es tan elevado que la mayor exportación del país son sus jóvenes”.

Lo que diferencia a Kosovo de Ucrania es el tamaño, ¿qué consecuencias podría comportar una entrada de Ucrania exprés en la Unión Europea si incluso las facilidades a la exportación de sus productos agrícolas concedidas por Bruselas han provocado las protestas de los agricultores en Polonia, uno de los países más hostiles a Rusia y favorables a Ucrania? ¿En qué lugar, por cierto, quedan en todo este proceso la soberanía y la agencia ucranianas de las que tanto se hablaron, si es que alguna vez importaron en Washington y Bruselas?

Toto ha tirado de la cortina y ha dejado al descubierto al operador de la maquinaria que proyecta el rostro del Mago de Oz. No es la comparación épica que gustaría en Bruselas, pero es bastante ajustada. “En la proximidad a la muerte, también las cosas más pequeñas, los hombres más magros, los pensamientos más lacios, arrojan imponentes sombras”, escribió en 1909 el crítico austríaco Alfred Polgar. Europa en horas bajas.

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Trotskyto
20/2/2025 1:46

Y VientoSur publicando un artículo de Vitaly Dudin que es un completo delirio. Una "guerra de liberación nacional" donde Rusia representa al imperialismo más agresivo(será que no conocen Israel y genocidio), donde todo empieza en 2022 y una cantidad de argumentos fuera de la realidad que en fin....peor que la Kallas, pero en plan progre.

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#107993
19/2/2025 17:21

El resumen es sencillo: EE.UU nos obligo a entrar en esta guerra, apoyando la desestabilización y el golpe en Ucrania, saltandonos los acuerdos de paz y armando a la junta ultranacionalista de Kiev (y sus violaciones de DD.HH). Todo para que cortamos lazos con Rusia y China y quedásemos a merced de las corporaciones estadounidenses.
Ahora que lo an conseguido, y comemos de su mano (por no decir algo peor), nos dejan el marrón ucraniano y nos ponen aranceles.

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3jackdaws
3jackdaws
19/2/2025 10:17

Europa es un desastre que no tiene plan ni para sí misma, como iba a tener un plan para Ucrania. Sin una confederación o federación (primero debería existir una confederación), no puede existir un ejército europeo y sin un ejército europeo, una política común y capacidad para tomar decisiones rápidas la UE no podrá ser una "superpotencia" como dice el ministro de exteriores francés. ¿Qué hacemos ahora con Kaja Kallas como Alta representante de la Unión para Asuntos Exteriores, nombrada para poner en dificultades a Rusia?. La UE es un despropósito, da vergüenza ajena.
No dudéis que uno de los objetivos de Trump con este movimiento no es solo acercarse a Rusia para desactivar en cierto modo el eje Moscú-Pekin, el otro objetivo es destrozar a la UE para quitarse esa molesta rémora de en medio y de paso debilitarla aún más favoreciendo a los partidos de extrema derecha para que le den la puntilla desde dentro.

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marcelino.benitoro
20/2/2025 9:17

EEUU propicio esta guerra, aunque la presentasen como un acto de liberacion del pueblo ucraniano y a los paises europeos como sus grandes defensores a pesar de que son los "corre ve y diles" de la Otan, es decir, de EEUU.
EEUU ha ganado durante la guerra (gas licuado, sus empresas fabricantes de armas, etc).
Ucrania (EEUU) esta perdiendo la guerra y no la va a ganar por lo que necesita un chivo espiratorio, Ucrania-Europa.
EEUU no quiere aparece como el perdedor de esta guerra y humilla-negocia como expoliar a Ucrania y exige que Europa rearme a la OTAN (EEUU)

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Hodei Alcantara
Hodei Alcantara
19/2/2025 17:35

Muy de acuerdo, nuestros políticos son los responsables de esta pobreza, desindustrialización, ninguneo y aislamiento a la que ha quedado sometida la UE.
Y todo por seguir el dictamen de EE.UU, cortando lazos económicos con terceros países y pasando a depender de sus productos carísimos.
Nuestros líderes neoliberales son han llevado a la ruina y han traído, de paso, a la extrema derecha ultraliberal.
La única salida posible para por una Europa federal, socialista y soberana, que ejerza relaciones sólidas y en principio de igualdad con otros bloques y países.

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aguila
19/2/2025 11:42

¿Objetivos de Trump?
¿Seguro que Trump tiene objetivos? (más allá de "hacer caja" a costa de quien sea y lo que sea).
Este "señor" es un empresario (norteamericano) y todo su enfoque político se reduce a la "pasta" (no la de comer, precisamente)
Y empatía cero.

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