Opinión
¡Sólo el pueblo salva al pueblo! Reflexiones en torno a una catástrofe

Estamos en un momento decisivo para nuestro futuro político. Ha llegado el momento de decidir y de significarnos, ya no sirve aquello de nadar y guardar la ropa. Nos urge porque de ello dependerá lo que seremos en las próximas décadas y es un deber frenar esta deriva histérica que nos relega a seres pasivos, telespectadores, de las decisiones en las que nos va nuestra vida, que nos condena a ser explotados sin fin, que nos deshumaniza y nos roba la vida.
Director de Rojo y Negro
18 nov 2024 00:03

Tenemos que decantarnos por una de dos, o Estado o Pueblo. Y, por mucho que nos machaquen los medios de comunicación o aquellos cuyo sueldo depende de ello, no es una dialéctica entre pagar o no pagar impuestos, no se trata de que estos o aquellos sean unos incompetentes, todos lo son —ellos mismos reconocen su negligencia al entregar la gestión de las empresas públicas, para la que fueron elegidos, a empresas privadas a las que reconocen una mejor gestión—, o que lo que hace falta sea mano dura y liderazgos claros como proponen la derecha ultra y la izquierda radical. Se trata de saber a quién elegimos para tomar decisiones y por qué y de cómo se toman esas decisiones porque cuando hay que tomar decisiones en una emergencia —pero también en cuestiones económicas o educativas, por ejemplo— no deberíamos tener que recurrir a personas/personajes que nada saben sobre ello, lo que necesitamos es que tomen la delantera los expertos que saben de nuestros objetivos, a quienes conocemos y reconocemos.

Debemos dar un paso al frente y despachar a todos los fantoches que se han apoderado de nuestras decisiones, mandarlos a sitios donde no puedan hacer daño, y repensar todo desde el principio. Y el principio no es otro que los seres humanos, las personas que habitamos el mundo junto a otras especies animales y vegetales, pero también junto a los ríos y montañas, junto a los huertos y los campos de cereales y los mares y las nubes. Empezar desde ahí, desde lo básico para existir: la comida, la vivienda, la ropa, el amor… y también la poesía, la filosofía, el arte, la ciencia… y construir un sistema que valorice al otro, que ponga de relieve la interdependencia y el apoyo mutuo (solidaridad si se quiere recurrir a una palabra menos politizada), el goce y el disfrute. Creemos una sociedad que nos haga felices, donde haya tiempo para el juego, para el desarrollo personal y también, cómo no, para el trabajo como algo necesario para mantener la vida.

Debemos dar un paso al frente y despachar a todos los fantoches que se han apoderado de nuestras decisiones, mandarlos a sitios donde no puedan hacer daño, y repensar todo desde el principio

Una vez pensado y puesto blanco sobre negro habrá que ver cómo nos organizamos, pero nada de volver a crear comisiones de charlatanes ni de vividores a sueldo, nada de recrear el Estado de manera más humana o por trabajadores para trabajadores. Pensemos en las personas más válidas de nuestro entorno y encarguémosles la responsabilidad de ser nuestros portavoces impidiéndoles, a la vez, que rompan con su comunidad, que desconecten para profesionalizarse, acompañémosles aportando nuestro saber —que tan bien han sabido explotar las empresas—. Nadie podría ser responsable de nada porque todos lo seríamos y, si algo saliera mal, tendríamos la capacidad de corregir y, entre todas nosotras, juntas, ir aprendiendo. Es difícil que lo hagamos peor.

El capitalismo ha tenido siglos de ensayos y errores, varias guerras mundiales y conflictos permanentes, expolios y represiones, millones de inocentes muertos, se basa en fomentar lo peor de cada ser humano, su individualismo y egocentrismo, el sálvese quien pueda, y, total, para llegar a este punto en el que sólo unos pocos, cada vez menos, se benefician. Es nuestra hora, la de los otros, los que somos más y tenemos manos y piernas y producimos y consumimos y sin quienes este sistema no funcionaría. Sólo hay que romper el velo que nos han puesto por encima para poder ver con claridad que hay otras formas de organizarnos, un nuevo sistema creado a nuestra imagen, en el que no habrá acumulación por unos pocos.

Organicémonos en los barrios, en los ateneos, en los centros sociales en los grupos de vivienda que luchan contra la gentrificación y la turistificación, en grupos feministas, en cualquier espacio que funcione horizontalmente y, si no los hay, creémoslos. No dejemos lugares por reconstruir, organicémonos también en nuestros centros de trabajo bajo sindicatos combativos y de clase. Creemos nuestros espacios para demostrar que no queremos los suyos, hagamos al Estado innecesario. Se nos echa el tiempo encima y cada vez es más urgente.

Será hoy o mañana, pero será. Tengo el presentimiento de que será con sufrimiento, pero no tendría por qué, es fácil si lo pensamos. Hoy mejor que mañana.

Sobre este blog
Alkimia es un espacio de reflexión donde miembros o personas afines al Anarcosindicalismo dan su punto de vista sobre temas de interés general. En una sociedad en la que los medios de desinformación moldean la realidad al antojo de los poderes económicos y políticos, cualquier nueva vía de contrainformación se hace necesaria para lograr que se pueda conocer la realidad de la vida cotidiana de las personas a la vez que pueda servir para su transformación.
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