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Opinión
Noticia es aquello que los grandes medios deciden que lo sea
No cabe duda de que el culebrón informativo del verano lo ha representado el caso de Daniel Sancho. Este año ni las vacaciones reales, ni las hazañas y derrotas deportivas, ni mucho menos el tedio de la política nacional han acaparado tantas horas de informativos, tertulias y programas del corazón como se ha llevado la historia de este personaje, mucho más famoso por ser hijo y nieto de famosos que por su trabajo como chef.
Ninguna cadena ni revista que se precie ha reparado en gastos a la hora de dar cobertura o mandar reporteros a Tailandia para ofrecer cualquier noticia o rumor sobre la situación del autor confeso del asesinato y descuartizamiento de un médico colombiano, con el que al parecer había mantenido una relación no solo romántica.
Desde luego que no es el único ni el primer español en una cárcel del extranjero, pero con ningún otro se han tomado tanto interés ni han blanqueado tan sutilmente su imagen; y no estamos hablando de posesión de drogas (que suele ser el delito más común) sino de un horroroso crimen.
Precisamente durante casi tres años hemos tenido un caso totalmente contrario, el del periodista Pablo González que se ha pasado 900 días en una cárcel de Polonia sin que medios ni gobierno hicieran gran cosa por paliar su delicada situación y exigir su libertad. Ha sido liberado -sin que todavía se hubiera presentado una acusación firme de espionaje- porque Rusia lo incluyó en la lista para un intercambio de presos con la OTAN.
Estamos acostumbrados a ese diferente trato mediático que se da a determinadas noticias en detrimento de otras sobre las que se pasa de puntillas porque al poder -en sus diferentes ámbitos- no le agrada que se informe a la ciudadanía. Así es que o no se cuenta nada al respecto o se da una versión adulterada de la verdad. La lista de esos temas tabú podría ser interminable: explotación laboral, precariedad, incremento abusivo de precios de vivienda y alimentación, usura de la banca, tragedia migratoria, privatizaciones de servicios públicos, muertes en el trabajo, etc.
Precisamente sobre esta lacra de la siniestralidad laboral, que se ha cobrado 360 vidas entre enero y junio (un 7% más que en el mismo periodo de 2023) habría que incidir mucho más desde los medios, ya que supone una tragedia para miles de familias que ven cómo un accidente relacionado con el trabajo puede llevarse una vida o dejar graves secuelas en quienes lo sufren.
El número de víctimas no para de crecer cada mes. Septiembre no iba a ser menos, y el día 2 un accidente producido por un camión sin control dejaba 3 trabajadores del campo muertos y 4 heridos en la población valenciana de Benifairó de les Valls. Eran trabajadores y extranjeros, concretamente pakistaníes, todas las papeletas para que nos olvidemos de ellos rápidamente.
No deja de ser patéticamente curioso que esos patriotas de pacotilla, que cuando hay un robo o una violación no cesan de preguntar por la nacionalidad de los autores -porque su obsesión es hacer creer con datos manipulados que los inmigrantes vienen a delinquir- no estén ahora inundando las redes para saber de qué país han venido esas personas a trabajar honradamente en los empleos que los de aquí preferimos rechazar.
El racismo y la xenofobia se extienden por Europa (precisamente donde se han mezclado pueblos y culturas desde hace muchos siglos) y los partidos de ultraderecha capitalizan ese irracional miedo a los de fuera para así extender su programa político que se basa en las ideas autoritarias y excluyentes que ya sembraron el continente de dolor, muerte y campos de concentración.
Si hubiéramos aprendido la lección que nos dejaron los regímenes encabezados por Hitler, Mussolini y Franco ahora sabríamos que en lugar de temer a los emigrantes que salen de su tierra huyendo del hambre o la guerra (como tantas veces hemos salido desde este país) de quienes debemos cuidarnos y protegernos es de los explotadores y opresores de aquí, de este capitalismo insaciable que es el que realmente nos quita nuestros derechos.