Agresiones sexuales
Fiestas violeta en Madrid

Los puntos violeta y las brigadas de grupos feministas plantean soluciones a las agresiones en espacios nocturnos en Madrid, que encabeza el ranking de este tipo de delitos.

Madrid Libre de Violencias Machistas

En las fiestas de San Blas, en las de El Carmen o en las de Villaverde Bajo. En San Cayetano, en San Lorenzo o en La Paloma. En La Melonera, en las fiestas de Lucero o en el Vicalvarock… Este verano prácticamente no habrá festejo en Madrid sin un punto violeta en el programa. Según los datos que maneja el Ayuntamiento, solo en el municipio de Madrid se desplegarán 55 puntos en los 21 distritos entre mayo y octubre. Y estos dispositivos se multiplican también por el resto de la Comunidad en un torrente de iniciativas infinitas y difíciles de prever que nacen de la mano de los diferentes colectivos feministas de cada barrio. Una vez más, el desborde viste de morado. Por ello, si alguien busca en este reportaje un número exacto, no lo va a encontrar.

En una mesa o en una brigada, con participación del ayuntamiento o autogestionados, con voluntarias o con profesionales, si algo define a las campañas contra las agresiones machistas en las fiestas es que son iniciativas heterogéneas, lo que responde a su viveza. Nada está escrito, por tanto hay vía libre para experimentar cuáles son las iniciativas más eficaces para luego poder replicarlas. Está naciendo una nueva herramienta para luchar contra el patriarcado y durante este verano muchos barrios lo experimentarán por primera vez, como ha ocurrido en Arganzuela y en Carabanchel en las pasadas fiestas de San Isidro. En otros barrios, los puntos violeta volverán por segundo año consecutivo. El Ayuntamiento contabilizó 11 puntos durante el año pasado, por lo que el incremento es considerable. En unos pocos lugares este será su tercer año, como pasa en Lavapiés, donde las vecinas llevan desde 2016 reclamando unas fiestas sin violencias machistas. Algunas fueron protoiniciativas, otras estuvieron más estructuradas. Así pues, si quieren saber cuál fue el primer punto violeta que se puso en Madrid, será tarea complicada.

El número de puntos violeta aumenta de 11 el verano pasado a los 55 de este año

Si necesitan una definición encorsetada de lo que es un punto violeta, tampoco será este el lugar donde obtenerla. Hay tantas interpretaciones como experiencias. Para Laura Garcés, integrante de la Asamblea Feminista de Arganzuela, un punto violeta es “un punto seguro, un sitio donde poder informarte sobre las opciones para evitar el acoso, el maltrato y las agresiones machistas pero también un punto donde si tienes algún problema puedes ir y te van a ayudar”. Para Estefanía Romero, psicóloga experta en violencia de género e instructora de autodefensa de mujeres, “es una herramienta para visibilizar la violencia de género a la vez que sensibilizas en la igualdad y también disuades para que no se produzcan agresiones en las fiestas”. Visibilizar, sensibilizar y disuadir, los tres objetivos que cumplen estos dispositivos para Romero. Desde la Plataforma Feminista de Carabanchel resumen más aún: “Es una manera de hacer activismo”.

Protocolo

En cuanto a su funcionamiento, la mayoría coincide en manejar un protocolo que pauta las actuaciones. Por lo general, un punto violeta consta de una mesa y una veintena de voluntarias que hacen turnos para dar información sobre los diferentes recursos contra la violencia de género que existen en el barrio. El Ayuntamiento proporciona material informativo, gestiona un número de teléfono de atención específica para violencia sexual y suministra formación para las personas que atienden los puntos y para la policía municipal.Cuando una mujer sufre una agresión se activa el protocolo. Garcés, de la asamblea feminista de Arganzuela, participó en uno de los tres puntos violetas presentes en San Isidro, del 11 al 15 de mayo. “En la formación nos contaron que, si acudía una mujer con algún problema, lo primero que teníamos que hacer es presentarnos, intentar calmarla, crear un espacio de intimidad con ella y ponernos detrás de las mesas para que se sintiera segura. Debíamos atender en grupos pequeños, derivar al teléfono de atención psicológica que había de guardia o avisar a la Policía si fuera necesario. Si simplemente quería descargarse por un problema anterior, debíamos escuchar y derivar a servicios de atención psicológica”. Es, en definitiva, “estar con ellas y para ellas, hacerles ver que no están solas y que no están locas, suena muy fuerte pero es así. Cuando no sabes que esto le pasa a otras personas, piensas que es algo que solo te pasa a ti”, asegura.

En otros barrios, además de estos dispositivos fijos se han decantado por brigadas de mujeres autoorganizadas que, pañuelo morado en el brazo, van barriendo las zonas más conflictiva

En otros barrios, además de estos dispositivos fijos se han decantado por brigadas de mujeres autoorganizadas que, pañuelo morado en el brazo, van barriendo las zonas más conflictivas, mezclándose entre la gente para detectar y prevenir agresiones. En las pasadas fiestas de Aluche, celebradas del 25 de mayo al 3 de junio, la asamblea del 8M de Latina decidió desplegar esta defensa, que consideran más activa. Nació así un“cordón violeta” compuesto por 50 mujeres. “La mesa y el cordón son complementarios pero no cumplen la misma función. La mesa es un punto fijo pero entendemos que una mujer que sufre acoso o agresión no va a acudir a una mesa sino que pensamos que es más fácil ir nosotras o que seamos nosotras las que lo veamos para intervenir”, cuentan a El Salto desde el colectivo Latinarre, integrantes de este dispositivo. En su protocolo incluyen sus funciones, incidiendo en que la meta es acompañar sin cuestionar y sin utilizar la fuerza en nombre de la agredida; una normativa interna para las mujeres que llevan brazalete, con indicaciones como no beber alcohol ni portar armas; y una tipificación de situaciones y actuaciones en función de si es acoso verbal, acoso sexual, agresión sexual o violación. En estas últimas situaciones se le recomienda a la víctima que lleve a cabo una denuncia “pero en ningún caso se le forzará y siempre se respetará su decisión”.

Autodefensa

Las integrantes de este “cordón violeta” necesitaron buscar formación más allá de la ofrecida por las dependencias municipales. “La formación que se da por parte de la Junta está pensada para una cuestión informativa, que es lo que se hace en las mesas. No se promueve la intervención en caso de agresión”. Es así como contactaron con Estefanía Romero, instructora de autodefensa, quien impartió unos talleres para suministrar herramientas para responder. “En una brigada que se introduce entre la gente, es necesario que tengamos estas herramientas por si se necesitan. Es un tema de prevención, de estar alerta. Si es necesario intervenir, hay que saber cómo hacerlo”. La instructora deja claro que la autodefensa no es una cuestión de tomarse la justicia por su mano. “La defensa debe ser proporcional. Se debe repeler la agresión y luego acudir a la Policía municipal o a servicios especializados”, avisa.

MADRID, A LA CABEZA EN AGRESIONES
Según el Balance de Criminalidad del Ministerio de Interior, en 2018 Madrid lidera el ránking estatal de delitos contra la libertad sexual, con 460 denuncias registradas entre enero y marzo. Durante ese tiempo, en esta comunidad se han registrado 62 denuncias por agresiones sexuales con penetración, un 40% más que el año pasado.

 Las integrantes de las brigadas aseguran que la intensidad de esta experiencia les hace ver las fiestas desde otra perspectiva. “La mesa tiene un horario más reducido, nosotras lo ampliamos. Establecimos horarios hasta las 4-5 de la mañana que son las horas en las que ha habido más problemas. Nos hemos dado cuenta del efecto disuasorio de ir con un brazalete pero también hemos visto las fiestas de otra manera. Asistir a cuatro agresiones en una noche te impacta y te desmoraliza por una parte, pero por otro lado ves que tiene sentido que estés allí”, aseguran desde Latinarre. 

Desde la Plataforma Feminista de Carabanchel destacan el efecto disuasorio de estos dispositivos. Este colectivo, que participó en dos de las mesas de las fiestas de San Isidro, señala que su labor se centró en la sensibilización de mujeres, hombres y familias enteras que se acercaban curiosas a sus puntos, que estaban muy bien situados. “No atendimos ninguna agresión. Según los datos del Ayuntamiento, solo se registró una en la madrugada del 15 en un horario que no había punto”, añaden.

Este colectivo se sirvió de la fuerza del 8M para embarcarse en esta experiencia que fue nueva en el barrio. “Tras el 8M vimos que éramos muy potentes. De cara a las fiestas de San Isidro pensamos que teníamos que hacer algo. Nos llamaron desde la Junta municipal y fuimos 12 a una reunión. Decidimos que íbamos a hacer dos puntos, uno con el ayuntamiento dentro del recinto y otro autogestionado fuera”, resumen. En ambos casos la experiencia fue satisfactoria. Entre 20 y 30 vecinas han creado lazos gracias a esta herramienta y ya planearon otro dispositivo para las fiestas de San Pedro que tuvieron lugar a finales de junio. “En esta ocasión planeamos unas brigadas autogestionadas, hacer algo por nosotras mismas”. Sin embargo, valoran positivamente la experiencia con el ayuntamiento. Así, destacan que se pueden generar sinergias positivas, “si tú pones las bases para que la institución se ponga a jugar en tu terreno y no te den migajas”. “Las instituciones son herramientas públicas y deben estar al servicio de la gente”, destacan.

Más allá de la colaboración municipal, estos dispositivos deben emanar de la ciudadanía. Los colectivos feministas consultados se muestran tajantes en este aspecto. Tejer redes en el barrio contra la violencia machista es más sencillo si quienes atienden los puntos son vecinas. Algunos demandan cierto grado de profesionalización, pero ambos aspectos son compatibles. En un mismo punto pueden convivir profesionales y vecinas para atender las demandas. Laura Garcés, desde Arganzuela, apunta, que tras su primera experiencia, se percataron de que “es más fácil hablar entre vecinas que hablar entre desconocidas”. Para Latinarre, la experiencia ha sido satisfactoria y dura, a partes iguales. “Nos hemos dado cuenta de que la situación es terrible. Ni las fiestas ni la noche siguen siendo nuestras”. Y, pese a la heterogeneidad de experiencias, este reportaje ha conseguido llegar a una conclusión que une como un hilo invisible a todos los colectivos: los puntos violetas, como el feminismo, han llegado para quedarse. 

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Anónim"o"
9/8/2018 7:10

Estoy totalmente en desacuerdo en que se organicen este tipo de grupos de mujeres. No se busca una igualdad entre géneros... se da por sentado que los hombres vamos a ser patriarcales y violentos por el hecho de ser hombres. Esto cada vez me gusta menos. Yo he sido educado en que hombre y mujer tienen que tener mismos derechos y oportunidades y esta ideología no viene propugnando esto. Dónde está el patriarcado? Por estar abajo en una sociedad clasista? Porque tb estamos muchos hombres oprimidos por esta organización social y no veo que salgan a organizar grupitos para la defensa de los derechos de los oprimidos, sólo de las mujeres (que es a quien se destinan todos esos fondos públicos).
Pienso que todo esto viene organizado por mujeres que viven de los fondos públicos para asesorar a las mujeres que sufren violencia de género pero que a la hora de la verdad no evitan que esas mujeres lo sufran. Así que a seguir viviendo del cuento. Nadie plantea cambiar estas políticas. Si quieres distintos resultados haz algo distinto. Ya está bien de señalar a los hombres en general cuando son personas en particular los que cometen los delitos contra las mujeres. Generalizar es simplista e injusto, pero patada y para adelante

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Anónimo
9/8/2018 20:38

a pastar

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Anónim"o"
10/8/2018 7:12

Respuesta requetepensada. Así nos va...

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#21795
13/8/2018 23:36

Lo mismo digo, A PASTAR. Por no requetepensar más, es que no lo merece).
Y animo a más gente a que diga lo mismo: Cabeza Ñu, ¡a pastar!

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