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Derecho a la vivienda
Qué mala suerte
Pasar por cuatro casas diferentes en un año. Volver con tus padres. Buscar piso cada vez más lejos de tu entorno. Y, si tienes suerte, poder pagarlo.
El año pasado viví en cuatro casas diferentes. Tres mudanzas en menos de diez meses. La primera vez saqué mis cosas de las cajas al llegar a la habitación nueva. Las dos últimas dejé de molestarme. Cada vez que me mudaba, alguien me decía que era una pena haber tenido tanta mala suerte de nuevo.
Yo creo que la mala suerte solo es algo que nos dicen a la gente de clase obrera para que no atemos demasiados cabos. Qué mala suerte que te hayan despedido justo ahora. Qué mala suerte que el casero quiera subirte el alquiler.
Había empezado el año en casa de mis padres. Me independicé pronto, a los 19 años, pero en todo este tiempo he tenido que volver varias veces a mi habitación de adolescente. La casa de mis padres es el lugar al que me arroja el sistema cada vez que no sabe qué hacer conmigo. Cada vez que me deja en el paro, cada vez que no puedo pagar el alquiler a pesar de estar trabajando, cada vez que el casero decide vender el piso porque ha encontrado una inversión más rentable.
Volver no es una derrota, pero tienes que repetírtelo muchas veces para creértelo, porque hay una parte de ti que se siente fracasada. La parte que ha interiorizado los valores de un sistema que te dice que solo vales mientras eres explotado.
Después vino Vallecas. Aquello no duró mucho. La habitación estaba bien y era barata, pero la convivencia se hizo cuesta arriba. Vivir con desconocidos es duro. Acomodarse a los ritmos y la forma de ver las cosas de alguien con quien no tienes nada en común es complicado.
Cuando vuelvan a subir los pisos, supongo que alguien me dirá que vaya mala suerte. Los pobres no tenemos mala suerte, tenemos capitalismo
Pasaba días enteros en mi cuarto, currando una cantidad infernal de horas en una especie de vorágine en la que los textos que tenía que traducir o corregir se mezclaban con los capítulos de Walking Dead que me ponía en los descansos. Dejé de poder dormir y todo se volvió un poco borroso, así que comprendí que tenía que irme.
El siguiente paso fue Hortaleza, al norte de la ciudad. Había empezado el año en Aluche, al suroeste, así que estaba a punto de completar la vuelta al extrarradio madrileño. Por aquel entonces, las jornadas interminables ya habían comenzado a deteriorar mi red y las mudanzas lo agravaron. Me resultaba imposible crear vínculos con el barrio, con los vecinos, con un proyecto político. Tampoco podía cuidar demasiado a mi familia y a mis amigos. En una ciudad tan monstruosa como Madrid, ir a ver a mis abuelos o quedar con alguien suponía casi tres horas en transporte público, sumando la ida y la vuelta.
Derecho a la vivienda
Vivir en las nubes
Decenas de organizaciones ciudadanas nacen por todo el Estado para hacer frente a la subida de los alquileres, un negocio especulativo impulsado por fondos de inversión y el auge de los arrendamientos turísticos.
A pesar de todo, mi red volvió a ayudarme cuando lo necesité. Una amiga me acogió en su casa mientras buscaba una solución más definitiva, que me sacase de aquella rueda que me llevaba a deambular de una habitación a otra.
Fue entonces cuando empecé a pensar en irme de Madrid. No tenía muchas más opciones. Los alquileres estaban subiendo mes a mes, los distritos de Latina y Puente de Vallecas, a los que pertenecían los barrios donde había vivido ese año, acumulaban incrementos del 33,2% y del 39,9% respectivamente desde 2014. La fecha no era casual. En 2013, la Ley de Arrendamientos Urbanos había sido modificada para reducir la duración de los contratos, facilitar la expulsión de los inquilinos y abrir la puerta del mercado del alquiler a los fondos de inversión.
Algunos amigos, los que tenían contratos fijos, empezaron a pensar en comprar. Tenía sentido, la letra mensual de la hipoteca era mucho menor que el alquiler. Lo malo es que esto nos suena demasiado a todos. Para mí no es una opción. Acumular un montón de altas y bajas en autónomos y varios contratos temporales no es el sueño de ningún director de sucursal, ni siquiera de ningún casero. Alquilar supone pedir favores, solicitar avales y hacer alguna que otra trampa, lo que te deja en una situación de vulnerabilidad aún mayor.
Ahora me mudo de nuevo, esta vez fuera de Madrid. El Gobierno anuncia una ayuda al alquiler para jóvenes. Esto también nos suena. La renta básica de emancipación de Zapatero, en 2007, ya dio esa misma cantidad —200 euros— para el alquiler. Mucha gente no pudo optar a ella, pero las subidas de los precios se produjeron igual. El traspaso de dinero del Gobierno a los jóvenes ni siquiera pasó por sus manos, fue directamente a los bolsillos de los propietarios. Nada hace pensar que ahora no vaya a suceder lo mismo.
Cuando vuelvan a subir los pisos, supongo que alguien me dirá que vaya mala suerte. Los pobres no tenemos mala suerte, tenemos capitalismo. Tampoco tenemos buena, tenemos familia, amigos, vecinos, asambleas y sindicatos. En este caso, tenemos grupos de vivienda, PAH, sindicatos de inquilinos. Esa es nuestra buena suerte.
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Muy bien por la articulista, hilvanando lo personal y político. La relación entre lo que somos y el mundo en que vivimos, y nuestro lugar en él.
Querer independizarse con 19 añitos, sin dinero ahorrado y apenas nuevo en el mercado laboral es un poco arriesgado...La mayoria de mis amigos treintañeros estuvieron en casa de sus padres a la vez que curando muchisimos años. Y si, compartir casa con desconocidos al principio es un rollo pero al cabo de los dias ya no son desconocidos (lo digo por experiencia propia). Supongo que la diferencia esta en la actitud con la que afrontes la vida pero vamos, a no ser que seas millonario, todos los inicios son dificiles. Mucho animo y suerte!!!
creo que no has entendido nada del artículo, ni siquiera que la autora no tiene 19 años. Tenemos un problema grande de comprensión lectora en este país, es lo más básico e importante, pero nada. Que nos cuesta. Leer todos los días ayuda, aunque sean 15 minutos.
Pues imagenselo cuando todo de donde proceso está a cientos de kilómetros. Y lo llevas haciendo desde que saliste a estudiar en bachillerato.
Los pobres rurales aún lo tienen peor.
A PESAR DE QUE NOS SEPAREN KILÓMETROS LA SITUACIÓN ES LA MISMA. SOMOS EXPERT@S EN MUDANZAS Y REGRESOS A CASA DE LOS PADRES/MADRES. PODRÍAN PONERLO YA COMO OFICIO "¿DE QUE TRABAJAS?" DE AUTOMUDANZA