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La vida y ya
Urdir
La plaza es pequeña, sobre todo si se tiene en cuenta que es la plaza del pueblo. Luego hay otros lugares donde se puede juntar la gente, pero ninguno como este, rodeado de los edificios que fueron construidos justo en ese lugar porque eran importantes. El ayuntamiento. La iglesia. El bar. En realidad, el pueblo en sí es pequeño.
Ese día, ese pueblo colocado en el fondo de las montañas que lo rodean acoge un encuentro para pensar en ecofeminismos. Un pueblo que tiene un nombre femenino: Puebla de la Sierra.
Tanto el sol como la sombra ejercen tozudos su función. Hay mujeres que habitan esas calles que se han ofrecido para contar su experiencia de vida a las que vienen de fuera. Una mujer de manos arrugadas está colocada a la sombra del soportal que sale de un costado de la iglesia. Tiene más de noventa. Dice que no ve bien, que no escucha bien. Ríe.
Cuenta todo el proceso para conseguir que el lino, una planta herbácea, se convierta en una sábana. “Cuando ya habíamos hecho todas las demás tareas, por la noche, nos poníamos con eso”. Las tareas de preparación de la fibra del lino son abundantes, arduas y llevan mucho tiempo. Cultivar y recolectar. Preparar la fibra. Hilar y, finalmente, tejer.
Cambiar robles por pinos lo modifica todo. La producción de carbón, el ganado que comía bellotas, la miel de la jara y el brezo que acompañan a los robles en las laderas
A veces lo hacían solas pero, en general, se juntaban para trabajar. Las mujeres de la familia, las vecinas. Siempre mujeres. Otra tarea doméstica. Otro trabajo no remunerado. Invisible. Importante.
El lino se sembraba en los linares, hace poco volvieron a recuperar esa planta que dejó de crecer en ese lugar. “Todo ha cambiado desde que quitaron los robles para poner pinos”, cuenta otra de las mujeres.
Cambiar robles por pinos lo modifica todo. La producción de carbón, el ganado que comía bellotas, la miel de la jara y el brezo que acompañan a los robles en las laderas. También el cultivo del lino. También la posibilidad de autosostenerse en ese lugar. Todavía quedan algunos robles, dicen que varios tienen más de 600 años. “No sé si entendéis por qué cortar los robles cambió nuestra vida”.
“Hay palabras que ya no se usan”, comentan en relación al proceso del lino. “Desterronar” es una de ellas, significa deshacer terrones de tierra. “Urdir” es otra, se usa para la acción de preparar el hilo en el telar.
Escuchar a estas mujeres que cuidan las vidas que les rodean, no solo las vidas humanas, también la vida del río que cruza el pueblo y de la montaña que lo rodea todo es, quizás, una manera de urdir una trama sobre lo que ir entrelazando todo lo demás.