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La vida y ya
Superpoderes

Era una clase de primaria y estaban jugando a decir qué superpoder les gustaría tener. Se les ocurrían muchas cosas. Ser Invisible. Transportarme en el tiempo. Poder volar. Tenían nueve y diez años.
Una niña, cuando le tocó el turno, dijo: “A mí me gustaría tener el superpoder de entender el idioma de los animales para poder hablar con ellos”.
Dice Robin Wall Kimmerer que para ser nativo de un lugar hay que aprender a hablar su idioma y cuenta todo lo que se pierde culturalmente cuando una lengua como la de sus ancestras, el potawatomi, está en riesgo de desaparecer. Cuenta que ese idioma se fue olvidando desde que a las niñas y niños nativos los separaban de sus familias y los metían en internados y les lavaban la boca con jabón (y cosas peores) si hablaban la lengua de sus madres. Solo les dejaban comunicarse en inglés.
El potawatomi es distinto a otras lenguas en muchas cosas, entre ellas que no divide el mundo en masculino y femenino, no le asigna un género a los nombres. Los nombres y los verbos pueden ser animados o inanimados, “la palabra con la que dices escuchar a una persona es diferente a la palabra que utilizas cuando escuchas un avión”.
Como decía la niña que jugaba al juego de elegir superpoderes, quizás sea el tiempo de pensar también cómo comunicarnos con el resto del mundo vivo
Cuenta que bahía es un nombre solo si el agua está muerta, pero que el verbo wiikwegamaa, que significa “ser una bahía” contiene el hecho de que el agua viva haya decidido refugiarse entre las orillas y conversar con las raíces de los cedros. “Ser una colina”, “ser una playa arenosa”. Son verbos posibles en un mundo en el que todo está vivo.
Para Kimmerer el lenguaje marca cómo nos relacionamos con la naturaleza. Cuando decimos que un árbol no es un quién sino un qué, convertimos al árbol en un objeto, ponemos una barrera, nos eximimos de responsabilidad moral y abrimos las puertas al abuso. Decir qué convierte a la tierra viva en un montón de recursos naturales. Cuando un arce es “eso”, nada nos impide sacar una motosierra. Cuando es “él”, nos lo pensamos dos veces.
Hay muchas palabras que se han creado en este último tiempo. Tuitear, dron, wifi, emoticono, pantallazo, chatear, selfi, meme o viral. Palabras importantes, sin duda, para designar muchas cosas que marcan el cotidiano.
Pero, como decía la niña que jugaba al juego de elegir superpoderes, quizás sea el tiempo de pensar también cómo comunicarnos con el resto del mundo vivo. De encontrar las palabras para relacionarnos de otra manera con una naturaleza de la que dependemos y formamos parte.