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La vida y ya
Ella hace su parte
La primera vez no me di apenas cuenta, era la hora del recreo y ella, antes de salir por la puerta, apagó con un movimiento casi imperceptible la regleta que da paso a la corriente eléctrica que permite que se encienda el proyector. Quizás ya llevaba bastante tiempo haciendo eso. En realidad seguro que lo llevaba haciendo todo el curso.
Después de ese día ya sé cómo funciona. Si no la apago lo hace ella. No me dice que se me ha olvidado, no hace alusión a que considera importante que lo haga, simplemente lo apaga ella. Se llama Irene.
Casi a final del curso pasado Pilar, que trabaja limpiando las aulas cuando el profesorado y el alumnado ya nos hemos ido a casa, me vino a felicitar porque la clase donde está mi tutoría era la única en la que todos los días estaban las ventanas abiertas cuando ellas llegaban a limpiar. Era una petición que habían hecho para tener solo que cerrar las decenas de ventanas y no hacer la doble tarea de abrir para ventilar y luego cerrar. Me quedé perpleja. Yo había trasladado a las chicas y chicos de mi tutoría esa petición pero (fallo mío, sin duda) no había designado a las personas responsables de hacer la tarea. Luego, en la vorágine del día a día, olvidé esa petición pequeña e importante para las personas que trabajan limpiando.
Sin embargo, alguien lo había hecho metódicamente cada día desde que lo comenté. Sin pedir reconocimiento. Sin hacer visible que lo estaba haciendo. En la clase siguiente pregunté. Irene dijo: “Yo lo hago desde que lo dijiste, no me cuesta nada”.
Sé que Irene sabe que apagar la regleta del proyector no frena el cambio climático y que abrir las ventanas no compensa el salario precario de las personas que limpian pero, sin duda, ella hace su parte
La forma que tiene esta alumna de hacer las cosas me recuerda al cuento del colibrí y el bosque, que tiene distintas versiones pero que básicamente cuenta que hubo un incendio en el bosque y el colibrí se afanaba en recoger agua del río en su pico y transportarla hasta las llamas. Cada animal con el que se cruzaba le decía que para qué hacía ese esfuerzo porque resultaba inútil dada la magnitud de la catástrofe. A esto el colibrí contestaba: hago lo que tengo que hacer, contribuyo con mi parte.
Sé que Irene sabe que apagar la regleta del proyector no frena el cambio climático y que abrir las ventanas no compensa el salario precario de las personas que limpian pero, sin duda, ella hace su parte.