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Terrorismo
Barcelona: necesitamos un poco de calma
Crónica de las últimas horas en Barcelona tras los atentados que el pasado jueves costaron la vida de 13 personas en La Rambla y una en Cambrils.
Necesitamos un poco de calma.
Pedimos silencio a gritos.
Barcelona se halla conmocionada por la locura premeditada y estudiada de unos pocos hombres armados con unas furgonetas pero también por la irresponsabilidad de una sociedad entera en estado de shock armada con tuits, whatsapp y demás redes sociales. Y tienen cómplices. Periodistas como nosotros alimentando un monstruo carroñero ansioso de aumentar audiencias a base de sensacionalismo sin contrastar.
Necesitamos un poco de calma.
Pedimos silencios a gritos.
Desde el jueves a primera hora de la tarde nada se mide ni nadie coge aire. Y nos hace falta. Llegan noticias confusas de un atropello en La Rambla. Poco a poco la pelota se va haciendo grande. Parece algo más. Gente encerrada en locales. Decenas de furgones policiales corriendo al lugar de los hechos.
Rumores sin contrastar se expanden. Que si dos hombres armados se atrincheran con rehenes en un restaurante turco. Que si hay previstos nuevos ataques en otras zonas. Que si hay francotiradores. Que si uno, dos, tres, veinte hombres se dieron a la fuga. Que si un muerto, que si dos, que si tres. Que si se busca una furgoneta. Que si se encuentra en Vic. Que si la CIA lo sabía. Que si abaten a un hombre que se dio a la fuga a las afueras de Barcelona. Que si no tiene nada que ver. Que si no estaba muerto. Que si todo es un ataque terrorista. Que si no.
La pelota se hace grande. Se corta el acceso a todo el centro. Controles en las entradas y sobre todo las salidas de la ciudad. Periodistas sustrayendo declaraciones desasosegadas a testigos en shock que necesitarían más el apoyo del hombro de un especialista que el micrófono violador de una televisión.
Declaraciones exageradas fruto del impacto, que poco importa, porque irán en antena sin doble check alguno. Generando más caos. Más leña al fuego. Y curiosos, muchos curiosos: gente haciéndose selfies, grabando, emitiendo periscopes con su visión de los hechos. Gente dando vueltas con el bicing por todo el perímetro. Familias enteras que sustituyen la horchata de la tarde por una visita al lugar del ataque. Y la histeria a flor de piel. Uno grita sin motivo alguno y provoca en pocos segundos una estampida de gente que no sabe ni por qué corre ni de qué huye. Pero somos tan así. Ni el sollozo histérico del niño, que reclama que era mejor su helado de chocolate que eso, parece hacer cambiar los planes al tozudo padre vencido por la curiosidad. Nada, todo muy normal.
En cuanto a los profesionales, visiblemente desbordados por la situación, nerviosismo. Las unidades de atención, desbordadas por la tensión. Y mientras, en las redes sociales, alud de rumorología. Echando todavía más leña al fuego. Que si el primo de mi amiga tiene un amigo que conoce a uno en los Mossos. Que me ha dicho la panadera que su tío es de la Nacional. Que si habrá una bomba aquí. Que si la habrá allá. Que no salgáis de vuestras casas. Que si mejor no respiréis. Que si no se os ocurra coger el metro. ¿Bus? Estás loco.
Y en río revuelto, todo el mundo pretende pescar. Que si esto es cosa del separatismo, dicen en un lado. Que si esto es porque Rajoy impidió que los Mossos se integraran a la coordinación antiterrorista europea, dicen en el otro. Que si esto es porque Podemos no está en el pacto antiterrorista, apuntan otros tantos. Que si esto es por las políticas de integración de la Generalitat, más interesadas en ganar voto independentista que en la seguridad, llega a firmar algún editorial de un periódico mayorista. Nada, como si aquí se regalaran papeles, pisos y dinero a cualquier terrorista que diga “visca Catalunya lliure”. Ah, calla; si esto también lo he leído yo por ahí, ahora que caigo.
Nada, aquí la primera ley de desconexión fue la de extranjería, ya lo ven cada día nuestros compañeros manteros y nuestros amigos del CIE. Los más ridículos acusan a las CUP de tener el colofón perfecto a su campaña contra el turismo. Debe reconocerse que a algunos les puede la mala leche. Durante rato corrieron más por las redes los insultos a Colau y Puigdemont por haber osado hablar en catalán en la rueda de prensa que otra cosa. ¿Alguien quiere decir algo sobre Venezuela?
Cerca de la medianoche la policía abre el paso de nuevo por La Rambla. “A los turistas”, subraya inconsciente pero sintomáticamente la periodista de TVC en conexión directa. En pocas horas se añadirá más leña al fuego con un nuevo episodio en Cambrils y con una operación policial que colapsará el pueblo de Ripoll a la mañana siguiente. Cientos de curiosos llenarán el lugar de los hechos, algunos impulsados por la solidaridad, otros por reapropiarse del espacio, por normalizar la cosa y combatir el miedo, otros muchos por el simple morbo. Un grito se va imponiendo en estos actos: “No tenim por”. No tenemos miedo. Algunos lo gritan por autoafirmación, por reconforte colectivo. Otros como desafío a los asaltantes.