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Sidecar
Lindsey German: “La gente está horrorizada por el apoyo del Reino Unido a la maquinaria de guerra israelí”
Fundadora y coordinadora de la organización británica contra la guerra Stop the War Coalition, Lindsey German (Londres, 1951), fue una de las primeras figuras en denunciar el uso político del antisemitismo dentro del Partido Laborista, un uso que tuvo un papel clave en la derrota de Jeremy Corbyn y en los movimientos para apartarle del partido. En esta entrevista, publicada por Sidecar, German habla de las movilizaciones contra el genocidio en Reino Unido, uno de los países cuyo Gobierno está más alineado con el régimen de Benjamin Netanyahu.
El gobierno del Reino Unido ha sido uno de los más belicosos del mundo occidental a la hora de mostrar su apoyo a Israel y el Partido Laborista, ahora en la oposición, ha hecho todo lo posible por expulsar de sus filas a quienes se han mostrado críticos con este país; sin embargo, el movimiento de solidaridad con Palestina en Gran Bretaña ha sido el mayor de Europa. Como uno de los principales organizadores de este movimiento, ¿cómo explicarías sus impresionantes dimensiones?
En muchos países occidentales, el movimiento pro Palestina tiene diferentes componentes, que no siempre trabajan juntas: izquierdistas, musulmanes, nacionalistas árabes. Cuando creamos la Stop the War Coalition en 2001 intentamos adoptar un planteamiento diferente y empezamos a colaborar con grupos musulmanes desde el principio, por ejemplo, tras la masacre de Yenín perpetrada en la primavera de 2002 por el ejército israelí en el marco de su operación Escudo Defensivo desplegada en Cisjordania. Decidimos que la manifestación masiva de febrero de 2003 contra la guerra de Iraq sería también una marcha por la liberación de Palestina: los dos lemas de la manifestación fueron «Don’t Attack Iraq» y «Freedom for Palestine». Después, durante las protestas contra la Operación Plomo Fundido de 2008-2009, creamos una alianza con la Palestine Solidarity Campaign, la Campaign for Nuclear Disarmament, la Muslim Association of Britain, Friends of Al Aqsa y el Palestine Forum in Britain, alianza que sigue en pie a día de hoy. También hemos trabajado mucho con los sindicatos británicos, cuya postura sobre esta cuestión ha sido en general bastante firme. Así pues, creo que los fuertes vínculos existentes entre estas instituciones hacen del Reino Unido un caso específico.
La derecha laborista podría tolerar que Corbyn renacionalizara los ferrocarriles, pero cambiar la política exterior británica sería ir definitivamente demasiado lejos
También existe una conciencia realmente generalizada de la historia imperial británica, incluido su papel en el proyecto sionista: Balfour, Sykes-Picot y, por supuesto, el Mandato de la Sociedad de Naciones. Si mencionas estas cosas en un mitin en Londres, personas de muy diferentes orígenes y clases sociales saben de lo que estás hablando, lo cual es interesante, ya que se trata de hechos que no nos enseñan en los colegios. Ahora, ante la carnicería en curso en Gaza y la violencia extendiéndose por toda la región, la gente está horrorizada por el apoyo que el Reino Unido está prestando a la maquinaria de guerra israelí, reconociendo al mismo tiempo que estamos es un momento decisivo. Por ello, durante diecisiete semanas consecutivas se han producido o bien grandes manifestaciones nacionales, que han sacado a cientos de miles de personas a las calles, o bien un número significativo de personas se ha unido a las acciones locales. Como respuesta a esta movilización masiva, el gobierno ha propuesto la prohibición de las banderas de Palestina, la proscripción de determinados eslóganes e incluso la ilegalización directa de las protestas, como han hecho los respectivos gobiernos en Francia y Alemania. Pero de momento el gobierno británico no lo ha conseguido.
¿Cuestionan estas movilizaciones la idea, abundantemente oída durante los años en los que Corbyn estuvo al frente del Partido Laborista, de que el antiimperialismo es una corriente marginal e impopular en la política británica?
Creo que es una idea equivocada pensar que los trabajadores británicos siempre han sido comprados por el imperialismo, porque en realidad si estudiamos la historia, constatamos que ha habido repetidas movilizaciones en torno a cuestiones internacionales: de la Guerra Civil española a la crisis de Suez, pasando por el apartheid sudafricano. William Morris se opuso ferozmente a la guerra de Sudán en 1884. Durante la Guerra Civil estadounidense la clase obrera de Lancashire apoyó al Norte a pesar de las penurias que les acarreó tal toma de postura. Todas ellas fueron causas populares, lo cual indica que existe una fuerte corriente política en esta línea presente en Gran Bretaña, que a su vez creo que es una de las principales razones por las que Corbyn fue elegido líder del Partido Laborista en 2015. Pero, por supuesto, esa corriente es anatema para el establishment laborista, cuya política exterior ha sido sistemáticamente reaccionaria, especialmente en lo que respecta a los movimientos independentistas y en pro de la descolonización durante el siglo XX. La derecha del Partido Laborista no podía soportar la idea de que Corbyn pudiese cambiar la política británica en Oriente Próximo, al igual que no podía soportar que un segmento sustancial de la población le apoyara en estas cuestiones. La derecha laborista podría tolerar que Corbyn renacionalizara los ferrocarriles, pero cambiar la política exterior británica sería ir definitivamente demasiado lejos.
¿Explica esto también por qué el gobierno británico haya respondido tan agresivamente a las recientes protestas?
Creo que al gobierno le ha sorprendido la respuesta al 7 de octubre. Cuando comenzó el bombardeo de Gaza, decidieron iluminar Downing Street con los colores de la bandera israelí. Pensaron que sería otro momento ucraniano con todo el mundo uniéndose en torno a Israel en un supuesto enfrentamiento entre la civilización y la barbarie. El gobierno y el establishment estaban preparándose para ese tipo de operación propagandística. Pero ya el 9 de octubre, miles de personas se reunieron para protestar ante la embajada israelí. Al igual que con el 11-S, la gente comprendió que este ataque sería utilizado para justificar matanzas a una escala mucho mayor, al igual que percibió claramente que el gobierno israelí aprovecharía esta oportunidad para intentar expulsar a la población árabe de la Palestina histórica. La gente no confiaba en el gobierno, ni en la cobertura mediática, ni en Keir Starmer, actual líder del Partido Laborista. Y esto constituye un grave problema para la clase política, porque si la guerra sigue intensificándose no tendrá un mandato para intervenir y le costará obtener el consentimiento para seguir a Estados Unidos en este atolladero militar. Y tampoco se le creerá cuando sus representantes nos digan que Irán representa una amenaza existencial, por ejemplo.
A la población de la comunidad musulmana se le está diciendo que sus hijos no pueden hablar de Palestina en la escuela y que si lo hacen serán denunciados en virtud de la legislación Prevent
Todo esto explica en parte los intentos de reprimir el movimiento. El gobierno ha calificado las manifestaciones de «marchas del odio» y ha aprobado legislación para criminalizar la campaña de Boicot, Desinversión y Sanciones (BDS). También ha lanzado una ofensiva contra grupos más pequeños. El grupo musulmán Hizb ut-Tahrir ha sido calificado de organización terrorista, cosa que obviamente no es, aunque no estemos de acuerdo con él en la mayoría de las cuestiones. La policía también ha detenido a miembros de una pequeña organización maoísta denominada Partido Comunista de Gran Bretaña (Marxista-Leninista), ha registrado sus sedes y ha confiscado sus publicaciones. A la población de la comunidad musulmana se le está diciendo que sus hijos no pueden hablar de Palestina en la escuela y que si lo hacen serán denunciados en virtud de la legislación Prevent. Se está efectuando un verdadero esfuerzo, acometido desde diferentes sectores del establishment, para presentar a los activistas pro Palestina como partidarios de Hamás o como antisemitas. Pero a pesar de los esfuerzos del Daily Mail y de la Policía Metropolitana, sólo consiguen encontrar en cada marcha a media docena de personas de las que pueden afirmar que llevan pancartas cuestionables.
Más del 70 por 100 de la población británica apoya ahora un alto el fuego, mientras que los dos principales partidos de Westminster se oponen a él. ¿Cuáles son las implicaciones estratégicas de esta situación para la izquierda? ¿Podría abrir esta situación espacio para lanzar un desafío electoral al Partido Laborista de Starmer?
Cuando se celebren las elecciones a finales de este año, Palestina estará en la papeleta de voto. En estos momentos, ninguno de los dos partidos está consiguiendo satisfacer a sus propios seguidores y mucho menos a la ciudadanía en general, por lo que creo que habrá una gran abstención. A día de hoy parece que el Partido Laborista obtendrá una clara mayoría, pero los vítores de Starmer a Netanyahu han provocado un éxodo masivo de afiliados. Cada semana me entero de más políticos locales que se marchan disgustados. En Liverpool, Hastings, Oxford y otros lugares, concejales de izquierda han creado agrupaciones independientes. Algunos de ellos probablemente se presentarán contra los laboristas en las elecciones generales. Es difícil predecir cómo les irá, dadas las limitaciones del sistema de mayoría relativa, pero sin duda perjudicarán la cuota de voto laborista en distintos lugares, especialmente donde existe un fuerte apoyo al alto del fuego. Y esto podría, en teoría, constituir la base de una nueva organización: un nuevo tipo de partido de izquierda.
Se ha protestado contra Barclays Bank, que proporciona miles de millones de inversión a las empresas de armas vinculadas con Israel, y van a continuar acciones en la línea de trabajo de los comités BDS
Uno de los grandes problemas existentes, sin embargo, es que los principales sindicatos siguen atados al Partido Laborista. Hay muchos secretarios generales que vienen a hablar en nuestras manifestaciones por Palestina y varios sindicatos han apoyado nuestra convocatoria de un «día de acción en el lugar de trabajo» el 7 de febrero, lo cual es alentador. Pero a pesar de la oleada huelguística de los dos últimos años, los sindicatos no han conseguido avances significativos en términos de afiliación o influencia. Siguen siendo formaciones relativamente débiles. Así que estarán dispuestos a llegar a acuerdos con Starmer una vez que llegue al poder y se mostrarán reacios a apoyar iniciativas políticas autónomas.
¿Podrían los sindicatos empezar a desempeñar un papel más militante una vez que el futuro gobierno laborista empiece a imponer la contención salarial a los trabajadores, como Starmer ha indicado que hará?
Creo que ya hemos pasado por esto antes en realidad. Wilson lanzó un ataque brutal contra el Seamen’s Union en 1966, pero el movimiento obrero siguió negándose a cortar lazos con su gobierno. Desde entonces, los sindicatos han perdido gran parte de su fuerza, hecho que los sitúa en una situación aún más precaria, pero también el Partido Laborista y el propio laborismo se hallan en una situación similar como consecuencia de la ruptura de su conexión orgánica con la clase trabajadora. Supongo, pues, que habrá personas y grupos que se liberarán del partido y otros que continuará apoyándolo. El Fire Brigades Union se desafilió con Blair y es concebible que él y otros sindicatos similares vuelvan a hacerlo, pero tengo la sensación de que los sindicatos de mayor tamaño harán todo lo posible para tratar de preservar un gobierno laborista, incluso si sus políticas –en todo, de la austeridad a Oriente Próximo– no son más que un eco quedo de las de los conservadores.
¿Cuál será el próximo paso que dará el movimiento palestino en el Reino Unido, sobre todo teniendo en cuenta la tendencia a perder impulso de las marchas regulares del punto A al punto B? ¿Qué debería hacer el movimiento para conservar su energía?
Las formas de acción que pueden adoptarse son cuasi infinitas. Grupos como Workers for a Free Palestine y Palestine Action han estado cerrando fábricas de armas. Los manifestantes han organizado sentadas en estaciones de ferrocarril. Se ha convocado un día de protesta contra Barclays Bank, que proporciona miles de millones de inversión a las empresas de armas vinculadas con Israel, y van a continuar con toda seguridad diversos tipos de acciones en la línea de trabajo de los comités BDS. Estamos organizando también paros limitados en los centros de trabajo y las universidades durante la semana que viene, pero no creo que debamos considerar la acción directa y las marchas como algo contrapuesto. Para mí, lo que hacen las manifestaciones nacionales es reunir a un gran número de personas y grupos, lo cual les da energía para volver a sus lugares de residencia y hacer cosas diferentes, contribuyendo así a mantener el impulso. Si no existieran las manifestaciones nacionales, existiría el peligro de que el movimiento se fragmentase.
Otra cosa que ayudará a mantener el activismo es la existencia de un núcleo político fuerte, lo cual nos remite a la cuestión del antiimperialismo. Creo que es importante que la gente considere que Gaza se haya íntegramente relacionada con la situación general de Oriente Próximo, la cual se halla determinada por Estados Unidos y, en menor medida, por Gran Bretaña. Se necesitan reuniones y debates públicos para desarrollar esta crítica. Y también se necesitan escritores e intelectuales que pongan el tema sobre la mesa. Por lo visto, el libro de Ghada Karmi One State: The Only Democratic Future for Palestine-Israel (2023) se ha agotado, y sigue agotándose cada vez que se imprimen nuevos ejemplares, lo cual indica que la gente es cada vez más consciente de que la «solución de los dos Estados» es una pura fantasía y que ahora piensa más allá de esta hipótesis.
La cuestión es que, aunque mañana se produjera un alto el fuego, este movimiento no va a desaparecer. Tal vez las manifestaciones se reduzcan y la gente quiera hacer más acciones locales, pero la sensación entre los organizadores es que se ha producido un cambio permanente en la actitud pública hacia Palestina. Y esto ya ha alterado la política británica. El establishment sigue intentando lanzar acusaciones de antisemitismo contra cualquiera que critique a Israel, pero ahora esto es mucho más difícil de conseguir. El argumento de que Israel es la «única democracia de Oriente Próximo» ya no funciona. Gracias a la campaña de solidaridad y a la sentencia del Tribunal Internacional de Justicia de Naciones Unidas, Israel quedará asociado para siempre a las palabras apartheid y genocidio.
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