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Finlandia se halla raptada por la locura de la guerra. Las noticias muestran a madres horneando pasteles de celebración de la OTAN, mientras las ventas on line de banderas de la Alianza Atlántica crecen geometricamente y la cervecera Olaf Brewing, con sede en Savonlinna, lanza una cerveza temática denominada Otan olutta, siendo la primera palabra un juego de palabras con el acrónimo de la Alianza y significando el nombre completo «tomaré un poco de cerveza». La primera ministra socialdemócrata saliente, Sanna Marin, ha subrayado en repetidas ocasiones las similitudes entre la guerra ruso-finlandesa de 1939 y el conflicto actual en Ucrania. Cientos de finlandeses, entre ellos el expresidente de la Comisión de Asuntos Exteriores, han pagado para que se inscriban mensajes personalizados en los proyectiles de artillería ucranianos disparados contra las fuerzas rusas.
El discurso alcanzó su punto álgido la semana pasada, cuando Finlandia entró oficialmente en la OTAN, casi exactamente setenta y cinco años después de declarar su política de neutralidad. El 78 por 100 aproximadamente de la población apoyó la iniciativa, pero se trata de un hecho reciente. En 2017 esa cifra ascendía solo al 21 por 100. El nuevo fervor atlantista ha sido encabezado por Marin, cuya condición de primera ministra más joven del mundo y su afición a salir de fiesta en Helsinki ya habían atraído la atención internacional, lo que le valió un luminoso perfil en la revista Vogue británica.
Su dura posición respecto a Rusia consolidó más tarde su estrellato. En marzo visitó Kiev y depositó flores en la tumba de Dmytro Kotsiubailo (1995-2023), figura destacada del partido de extrema derecha Pravyi Sektor caído en combate en la guerra contra Rusia. También pidió un mayor envío de armas a Ucrania y apoyó la construcción de una valla de 200 kilómetros a lo largo de la frontera oriental de Finlandia, repleta de alambre de espino, para detener a los rusos que huyen del servicio militar obligatorio.
La predilección por la OTAN de Marin la convirtió en un faro de esperanza para el nuevo progresismo europeo. Ligera en sustancia pero eminentemente instagrammable, esta tendencia política basa su atractivo no en una perspectiva ideológica coherente, sino en un sentimiento de satisfacción milenial. Su ethos modernizador le debe más al Nuevo Mundo que al Viejo; se encuentra tan a gusto en la reunión anual del Grupo Bilderberg y en la platea del World Economic Forum, como en una discoteca o en el desfile del orgullo. Durante el gobierno de Marin, este nuevo progresismo ha utilizado el capital moral del pacifismo nórdico, así como las tradiciones de feminismo, neutralidad y socialdemocracia ligadas al mismo, para destruirlo.
Para los oponentes de Marin en la derecha su principal delito ha sido la mala gestión fiscal. Durante la pandemia, el ratio deuda/PIB del país subió diez puntos
Sin embargo, el poder internacional de Marin no fue suficiente para asegurar la victoria de los socialdemócratas (SDP) en las elecciones parlamentarias finlandesas del pasado 2 de abril. El Partido de Coalición Nacional (PCN), de centro-derecha, obtuvo los mejores resultados, obteniendo el 20,8 por 100 de los votos, mientras que el Partido de los Finlandeses (PF, previamente conocido como Verdaderos Finlandeses), de extrema derecha, quedó en segundo lugar, haciéndose con el 20,1 por 100 de los sufragios y coronando su mejor resultado histórico. Aunque el Partido Socialdemócrata de Finlandia (SDP) obtuvo el 19,9 por 100 de los votos y ganó tres escaños más respecto a las anteriores elecciones generales celebradas en 2019, no pudo mantener a flote su coalición, ya que los partidos más pequeños de la misma –la Alianza de la Izquierda y los Verdes– perdieron cinco y siete escaños respectivamente. Al parecer, sus partidarios habían votado tácticamente al SDP en un intento fallido de debilitar al Partido de los Finlandeses (en la fiesta de la noche electoral del SDP, el cóctel más caro del menú se llamaba «Voto táctico»).
Para los oponentes de Marin en la derecha su principal delito ha sido la mala gestión fiscal. Durante la pandemia, el ratio deuda/PIB del país subió diez puntos, del 64 por 100 al 74 por 100, lo que llevó al PNC, dirigido por Petteri Orpo, a exigir amplios recortes de las prestaciones de desempleo y de las ayudas a la vivienda, además de otros programas de bienestar social. La oposición explotó eficazmente el descontento creado por la creciente inflación, que había provocado un aumento de más del 30 por 100 en el precio de los alimentos básicos y dibujado una posible recesión en el horizonte.
El Partido de los Finlandeses, por su parte, apuntó contra la inmigración extracomunitaria, que trató de relacionar con la crisis económica. Aunque la totalidad de los principales partidos apoyó la pertenencia a la OTAN, se observó cierto escepticismo en la opinión pública sobre la gestión política del Estado por parte de Marín. Hubo quien señaló que, aunque se supone que el presidente finlandés Sauli Niinistö es el responsable de la política exterior del país, Marin parecía haber sobrepasado con frecuencia sus propias atribuciones; por ejemplo, al ofrecer a Ucrania aviones F18 Hornet sin consultar previamente a nadie, incluidas las fuerzas aéreas finlandesas.
Lo más probable es que las conversaciones para formar el próximo gobierno de coalición se prolonguen durante semanas. El resultado puede ser un acuerdo entre el PNC y el PF: una alianza «azul-negra» de conservadores burgueses y lumpen-populistas de derecha similar a la de Suecia. O, si el PNC es reacio a mancillar su respetable imagen, podría entrar en una alianza «azul-roja» con el SDP. Sea cual sea el resultado, es probable que la líder del PF Riikka Purra, de 45 años, desbanque pronto a Marin, que ha dimitido al frente del SDP, como la más prometedora joven política emergente del país. Purra obtuvo 42.589 votos directos frente a los 35.623 de Marin: el cuarto porcentaje más elevado de la historia de Finlandia y el mayor obtenido por cualquier otra candidata femenina en setenta y cinco años.
Al igual que Marin, Purra ha utilizado las redes sociales para crear una marca personal específica. Su Instagram está repleto de selfies al aire libre e instantáneas de su dieta a base de plantas crudas. Otros miembros milenials del PF –Miko Bergmom, Joakim Vigelius y Onni Rostila– han aprovechado su gran número de seguidores en TikTok para asegurarse un puesto en el Parlamento Europeo. Entre los jóvenes de 18 a 29 años el Partido de los Finlandeses es ahora el partido más popular, disfrutando de un índice de aprobación del 26 por 100, el doble que el registrado por el SDP.
Los crecientes éxitos de la extrema derecha finlandesa han sido recibidos con un curioso silencio en los medios de comunicación extranjeros, tal vez preocupados por no dañar la posición de Finlandia en el momento de su entrada en la OTAN. En los días posteriores a las elecciones, los analistas y comentaristas atlantistas se apresuraron a señalar que la derrota de Marin no significaba un rechazo a la alianza militar. En sentido estricto, tienen razón, pero el hecho es que tras las derrotas electorales del macedonio del norte Zoran Zaev (Unión Socialdemócrata de Macedonia) en 2021 y de la sueca Magdalena Andersson (Partido Socialdemócrata Sueco) en 2022, Marin es la tercera dirigente socialdemócrata europea que ha introducido a su país en la OTAN antes de perder las siguientes elecciones frente a la derecha. ¿Qué nos dice este patrón de comportamiento? Tal vez que una concentración exclusiva en la integración euroatlántica ha privado a estos partidos de su propósito histórico y les ha hecho descuidar asuntos más apremiantes.
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