Personas refugiadas
La Europa de la ‘concordia’, a golpes y deportaciones en la frontera croata

Miles de personas malviven en la frontera entre Serbia y Croacia a la espera de poder llegar a territorio de la Unión Europea.  Lo llaman el game, el juego. Algunos lo han intentando decenas de veces.

Tren
A pesar del riesgo, algunos migrantes eligen el tren para cruzar la frontera. El 21 de noviembre una niña siria de seis años murió golpeada por un convoy en Croacia. Pedro Menéndez
30 nov 2017 06:30

El 20 de octubre la Unión Europea recibía en Oviedo el premio Princesa de Asturias de la Concordia. Ha pasado más de un mes y nada ha cambiado para las miles de personas en busca de refugio, unas 4.500 según fuentes de la ONU, que aguardan en Serbia un gesto acorde con ese galardón.

La situación actual es consecuencia del cierre, en marzo de 2016, de la denominada Ruta de los Balcanes, abierta a mediados de 2015. El acuerdo sobre los refugiados entre la UE y Turquía puso fin a la intención de las ex repúblicas yugoslavas de crear un corredor de tránsito hacia la Europa occidental.

Uno de los puntos clave en esta ruta migratoria ya trancada pero porosa es Šid, localidad de 15.000 habitantes fronteriza con Croacia. Allí, desde hace meses, centenares de personas malviven en el entorno de una vieja fábrica abandonada, ubicada a las afueras del núcleo urbano.

La alternativa a este squat son los campos de refugiados gestionados por el Commissariat, órgano gubernamental serbio para refugiados y migrantes. En la zona hay dos, Principovac y Adasevci, que a principios de noviembre albergaban unas 540 personas, la mayoría familias. Fuera de esos campos, el perfil de los refugiados de Šid salta a la vista: todos son hombres, la mayoría entre los 20 y los 30. Algunos esconden su minoría de edad; otros, como el caso de Bilal, afgano, ni lo intentan: sus 14 años le delatan.

Todos están en Šid para cruzar al otro lado, a Croacia. Lo llaman el game, el juego. Algunos lo han intentando decenas de veces. Es el caso de Sergi, afgano, una de las nacionalidades castigadas por la política migratoria europea y mayoritaria en esta pequeña babel constituida a las puertas de la frontera serbocroata.

Bloqueo.
La frontera serbocroata se ha convertido en el final del trayecto para cientos de refugiados con rumbo a la Europa occidental. Maximiliano Bolados

Cuenta que ya pasaron dos años desde que salió de su país, donde dejó una familia marcada por el conflicto bélico. “Yo trabajaba como traductor para la comunidad internacional”, explica Sergi, “pero entonces los talibanes me dijeron que lo dejara. Secuestraron a mi padre y a mis dos hermanos pequeños. Liberaron a mi padre. Mataron a mis dos hermanos…”.

Shahid, afgano, 18 años; cuenta que le deportaron el 28 de octubre, tras tres días de marcha desde la frontera. “Me golpearon en el hombro. Me quitaron el móvil y me lo devolvieron roto”

La certeza sobre las biografías de tantos no se encuentra aquí, en la jungle de Šid, sino en sus lugares de origen y en los miles de kilómetros recorridos entre medias, pero el relato de Sergi es creíble. Las fotografías que muestra encajan en su historia: un niño de unos dos años, “mi hijo, al que no veo desde que tenía seis meses”, jugando con unas gafas junto a un anciano, “mi padre…”. También hay una foto de un Sergi más joven, de traje y corbata, en el interior de lo que parece un buen hotel, “un congreso en Pakistán”. Otro afgano apoya su biografía; sus madres, dice, guardan parentesco.

Sergi cuenta que ya son seis los meses que lleva en Serbia. En este tiempo “he intentado cruzar a Croacia y a Eslovenia muchas veces, más de 40 veces, pero nunca lo he conseguido”. Y es que el game casi siempre acaba mal. En los últimos meses, muchos de los que regresan deportados denuncian las marcas y los golpes infligidos por la policía croata.

Como Shahid, afgano, 18 años; cuenta que le deportaron el 28 de octubre, tras tres días de marcha desde la frontera. “Me golpearon en el hombro. Me quitaron el móvil y me lo devolvieron roto”.

Como Abdo, marroquí de 24 años, que lo ha intentado en varias ocasiones en las últimas semanas. También él enseña un teléfono móvil roto, en este caso, “por la policía eslovena”, hace unos dos meses. “Además”, recuerda, “me quitaron el dinero, unos 200 euros”. En su último intento, el game volvió a acabar en suelo esloveno, “unos cinco kilómetros pasada la frontera, en la carretera de Rikeja”. Esta vez el medio de transporte ‘elegido’ fueron los bajos de un camión.

La historia se repite, con variaciones, en las voces de Abdel o de Hassan, 21 años, uno de los pocos iraquíes presentes aquí. En el squat de Šid, al margen de los registros oficiales, predominan afganos, pakistaníes, marroquíes y argelinos, con una presencia notable de bereberes.

En estos últimos días de otoño, con el sol cada vez más débil y el invierno a la vuelta de la esquina, muchos apuran el game. En ocasiones vuelven a intentarlo al día siguiente de su última deportación. Otros, por las razones que tengan, se preparan para continuar con su rutina en torno al squat. Allí reciben la comida, dos veces al día, que distribuye la No Name Kitchen, colectivo formado en su mayoría por voluntarias y voluntarios españoles, y que también distribuye ropa y material de abrigo.

El asturiano Bruno Álvarez Contreras es uno de sus impulsores. Desde hace meses la asociación denuncia los casos de maltrato que sufren los migrantes a manos de las policías croata, húngara y eslovena. “Tenemos una, si se puede decir, ‘hermandad’ con Acnur“, sonríe Bruno, “y basándonos en un report que ellos tienen escribimos todo: dónde les cogió la policía, dónde y cómo les deportan, si les rompen el móvil, si les quitan el dinero… Es algo que está pasando día sí y día también por policía de la Unión Europea”.

Apoyo
Todas las mañanas decenas de personas acuden al desayuno que provee la asociación No Name Kitchen, que organiza el reparto con los propios migrantes. Pedro Menéndez

En cuanto a la policía serbia, aunque aparentemente hace la vista gorda, de forma periódica realiza redadas en el squat. Cuando eso ocurre la mayoría de los detenidos acaban en un campo de refugiados, principalmente el de Presevo, en la frontera serbia con Macedonia. Son 500 kilómetros que volver a recorrer, casi siempre sin dinero, en busca de nuevo de esa frontera oriental de la UE.

Los refugiados de Šid no son un caso aislado. Desde hace semanas también Sombor y Subotica, localidades fronterizas con Hungría, acogen a decenas de personas que protagonizan escenas similares. Por ese motivo, la No Name Kitchen estudia la posibilidad de extender su ayuda, dependiente de donaciones de material y de colaboraciones económicas, a los migrantes que intentan entrar en la UE desde esos dos enclaves. Como en Šid, también allí pronto llegará el invierno. Como en Šid, tampoco allí hay noticias de la Unión Europea y de su recientemente galardonada concordia.

Informar de un error
Es necesario tener cuenta y acceder a ella para poder hacer envíos. Regístrate. Entra en tu cuenta.

Relacionadas

El Salto Radio
El Salto Radio La ruta migratoria balcánica en la ciudad bosnia de Bihać
Las consecuencias de las políticas de fronteras de la UE se ven en mayor medida en Bosnia, un país que aún arrastra cicatrices de guerra
Serbia
Ex Yugoslavia Balcanes: la herida abierta de las fronteras identitarias
La nación serbia, gran perdedora en las guerras de los años 90, se encuentra dispersa en varios países creados por la destrucción de Yugoslavia.
#5621
28/12/2017 5:34

Que suerte que Croacia Hungria es Eslavonia no permiten que entre esta gente, tambien hay que quejarse mas en publico de quienes hacen que gente inocente abandone su pais, por culpa de intereses

0
0
#37182
15/7/2019 20:35

Que suerte que te dejen comer en casa siendo una persona tan deplorable

0
0
Galicia
Galicia Vigo, A Coruña y Ourense compraron material policial a Israel por medio millón de euros en solo cuatro años
El alcalde ourensano, Gonzalo P. Jácome, adjudicó un contrato por 70.000 euros días después del siete de octubre. Abel Caballero firmó otro de más de 200.000 euros y la alcaldesa de A Coruña siguió la estela con un contrato de 170.000 euros.
Turquía
Pinar Selek “Turquía sigue gobernada en base al miedo”
La profesora y socióloga turca, quien ha sufrido además de cárcel, un acoso judicial por 27 años, habla de la falta de independencia del poder judicial, del adoctrinamiento social y de la formación de la sociedad turca.
Gasto militar
Gasto militar ¿De dónde sacará Sánchez el dinero para financiar el incremento del gasto en defensa?
La promesa de aumentar las partidas presupuestarias militares necesita redirigir 10.471 millones de euros para alcanzar el 2% del PIB. Cumplirlo este año abre a su vez un grave problema para hacerlo en 2026.
Salud
El precio justo La nueva ley del medicamento o estrategias para bajar el precio de los genéricos (que son caros)
En España pagamos de media un 10% más por los medicamentos genéricos que consumimos que en el resto de la UE. Al mismo tiempo, nuestro gasto farmacéutico ha aumentado un 33% en la última década.
Eventos
Evento Un Salto al periodismo desde el barrio: acompáñanos en un directo sobre periodismo situado
El Salto organiza un evento centrado en el potencial de los formatos sonoros para transmitir información veraz y fiable de forma cercana. Para hacer periodismo desde el barrio y barrio desde el periodismo.

Últimas

Laboral
Laboral Tres nuevos días de huelga para parar el ERE en Bridgestone
Los sindicatos de forma unánime convocan paros los días 24, 25 y 26 de abril y no descartan ampliar las acciones de lucha para evitar el despido de 546 trabajadores.
There Is Alternative
There Is Alternative De redes, software, cacharritos y todo lo que no sea Elon Musk | TINA #1
Primer programa del podcast There Is Alternative de El Salto Radio sobre el lado oscuro de la tecnología y sus alternativas éticas y responsables.
El Salto Radio
El Salto Radio A dos velas
El documental “A dos velas”, de Agustín Toranzo indaga en las causas de los cortes de suministro eléctrico sistemáticos e indiscriminados que varios barrios obreros de Sevilla vienen denunciando desde hace años.
Opinión
Opinión Priorizar bombas sobre camas de hospital
El presupuesto público parece tener siempre un límite cuando se trata de contratar personal o mejorar infraestructuras en Sanidad. Pero no lo tiene cuando se trata de gasto militar.
Opinión
Guggenheim Urdaibai Respuesta al Agirre Center: no participaremos en este juego con cartas marcadas
VV.AA.
El “proceso de escucha” se invalida a sí mismo al existir un plan ya elaborado y no publicado “de expansión discontinua del Guggenheim de Bilbao en Urdaibai”.
Más noticias
Comunidad de Madrid
Huelga de universidades públicas Con un gigantesco mural profesorado y alumnado exigen más inversión en las universidades públicas de Madrid
Después del encierro del pasado 7 de abril, una espectacular acción de la comunidad universitaria ha llamado la atención sobre el recorte de recursos que prevé el gobierno de Díaz Ayuso en su nueva ley de universidades.

Recomendadas

El Salvador
El Salvador El caso Ábrego García destapa el turbio pacto de Trump con Bukele
El joven salvadoreño no ha sido condenado ni en Estados Unidos ni en su país de origen, pero es uno de los cientos de personas con la vida pendiente de un hilo por las políticas de Trump y Bukele.
Siria
Siria Fragmentos de un retorno
Regresar no siempre es fácil. En estas misivas, los sirios Naoura A., residente en Francia, y Basem Al Bacha, residente en Alemania intercambian opiniones con motivo de la vuelta de Naoura a la ciudad donde se conocieron: Damasco.
Historia
Historia Miguel Martínez: “En Villalar, la izquierda arrancó los comuneros al franquismo”
Miguel Martínez, profesor de historia y literatura españolas en la Universidad de Chicago, analiza desde una óptica progresista la Edad Moderna, el momento histórico fetiche de las derechas españolistas.