Pensamiento
Simón Vázquez: “La cultura radical se ha escindido de los movimientos políticos y sociales”

El editor Simón Vázquez lanza Verso y Manifest Llibres con el objetivo de aportar “herramientas afiladas” de pensamiento. Reivindica que el libro radical no es un nicho de mercado.
Simón Vázquez, editor
El editor Simón Vázquez. Victor Serri

Nou Barris, como escudo, en el corazón. Es una de sus militancias políticas: desde el barrio, para el mundo, con amor, Simón Vázquez. Nada hubiera sido posible, cuenta, sin las vetas por las que se le colaba en casa la cultura, concretamente los libros. Mejor dicho, la acción, la lectura. Estuvo ahí en la fundación de la editorial Tigre de Paper, cuyo proyecto no se puede entender sin la revista Catarsi Magazín y la feria Literal (que enseguida cumplirá nada más y nada menos que su décimo cumpleaños). Más tarde, formó equipo en Bellaterra Edicions. Vázquez ahora se lanza con otros dos voraces proyectos editoriales de “libro radical”: Manifest Llibres y Verso, que lanza con la cooperativa Radical Books, fundada junto a Ekaitz Cancela. “Me hace feliz participar en la cultura de otra manera”, apunta Vázquez.

Verso publicará en español a Fredric Jameson, Barbara Ehrenreich, Christine Delphy (que será una de las primeras publicaciones), Giovanni Arrighi o Juliet Mitchell. Manifest Llibres, como adelanta su editor, traerá no ficción, pero también ficción, como es el caso de Trainspotting. Todo tiene su miga aquí: se trata no solo de aportar herramientas de pensamiento y debate, sino también del asentamiento de unas estructuras culturales que, casi por norma, han sido debilitadas y se mantienen frágiles, agujereadas. Quizá así logremos sentarnos algún día a leer todos juntos (figuradamente), como cuando éramos pequeños y tramábamos, en corro, con dificultades para mantenernos en silencio, antes de salir al patio.

Cofundaste Tigre de Paper. Fuiste editor de Bellaterra Edicions, puntera en materias como las ciencias sociales o la filosofía política. Años después, aquí estás, lanzando Verso y Manifest Llibres. ¿De quién aprendiste?
Diría que, en general, me inspiro en Giangiacomo Feltrinelli y Tariq Ali, entre otros. Y hay una figura, José Luis Ponce, segunda generación de Bellaterra Edicions, que ha sido básica para mí. Mi madre, que estuvo en la fundación de Comisiones Obreras en el Baix Llobregat trabajando en una fábrica textil, mi padre, que siempre ha sido más bien el intelectual de la familia y José Luis, ellos son mis referentes. Pero es que en Barcelona tenemos la ventaja de ser la Rosa de Foc, la ciudad de los anarquistas [ríe]. También la de los tipógrafos y las imprentas. De hecho, si recordamos el Quijote, ya se lo dice el protagonista a Sancho: la ciudad del futuro donde se imprimirán los libros será Barcelona.

Bueno, es que Barcelona, además de en ebullición cultural, está en ebullición de nepobabies.
Al sector editorial llegas de dos formas: con herencia familiar, y eso no quiere decir solo dinero —no, no digo que sea a través de la propiedad de medios de producción, qué va—, también de la agenda [ríe].

La agenda te permite llegar a lugares sin dar pasos que habitualmente el resto tenemos que dar. Hay muy, muy, pero que muy pocos de origen popular en el ámbito editorial

La agenda de los padres, dependiendo de los padres, claro, es una buena herencia…
La agenda te permite llegar a lugares sin dar pasos que habitualmente el resto tenemos que dar. Hay muy, muy, pero que muy pocos de origen popular en el ámbito editorial. Y menos en la dirección. Y los que llegamos, si llegamos, lo hacemos gracias al empuje comunitario. Si no tuviéramos una estructura que apoye esto… Es decir, no considero que mi trabajo sea mucho mejor que el de otros, pero tampoco considero que esos otros, por tener una agenda y el acceso que les da, hagan un trabajo mejor. El hecho de estar estructuradas en comunidad, de formar parte de espacios militantes, políticos, culturales, nos permite acceder a un capital social que los otros alcanzan con el capital económico. Es decir, unos pueden acceder a campañas publicitarias y otros podemos acceder a tener a mucha gente a nuestro alrededor: para darnos apoyo, para proponer lecturas, para generar ideas. Nos dan fuerza para que nuestros libros lleguen, tengan raíces y salgan flores.

El libro radical, ¿hacia dónde va?
Hagamos una retrospectiva, si te parece. En las décadas de 1920 y 1930, el sector editorial estaba estrechamente ligado a las publicaciones del movimiento obrero. Brilla en ese momento Left Book Club, que llegó a tener 57.000 afiliados en 1936-1937. Publicaban un título al mes, lo leían grupalmente, se debatía. Similar a lo que hacía a editorial Cénit en el Estado español, muy vinculada tanto al nacimiento del Partido Comunista y a lo que luego sería la Feria del Libro de Madrid. Algo, por cierto, desconocido: la Feria del Libro de Madrid se constituyó desde la militancia comunista. O en Catalunya Arc de Barà a manos de Manuel González Alba, primer editor marxista en catalán. Luego vendrán los años 50, los 60, la aparición de lo que consideramos “la izquierda”. A mi entender, a inicios de 2010 vuelve a darse otro salto editorial paralelo al ciclo político. En gran medida ahora somos herederos de esos periodos por los que las editoriales independientes, de izquierdas, radicales, caminaron, más o menos, junto a los procesos políticos y sociales.

Y con esa genealogía, ¿qué?
El mundo editorial de izquierdas, la cultura radical, quitando casos muy concretos, se ha escindido de los movimientos políticos y sociales. Creo que debiéramos ir hacia el lado opuesto, es decir, hacia la construcción de comunidades alrededor del libro. De lo contrario, las editoriales son siempre empresas y el libro radical solo un nicho de mercado como la novela negra o el libro infantil. Y, claro, si desarrollamos un nicho de mercado no estamos ayudando a nuestros entornos sociales o lingüísticos.

Las editoriales deberíamos intentar construir espacios de pensamiento, escuchar el rumor social antes de que se convierta en ruido

Si tus lectores son (solo) un nicho de mercado es porque o no quieres o no puedes facilitarles palancas de emancipación.
En realidad no tenemos la capacidad aún de generar agencia. Si el papel del editor es la prescripción de debates políticos, estamos yendo un paso por detrás. Deberíamos intentar construir espacios de pensamiento, escuchar el rumor social antes de que se convierta en ruido. Estamos publicando cuando ya es ruido. Como sector, no estamos cumpliendo.

Autocrítica. Dura autocrítica. Un paso por detrás, pero también a la defensiva, mirando más lo que nos separa que lo que nos une, como nos recrimina Marina Garcés —a la que, por cierto, veremos próximamente en Verso— cuando explica cómo alcanzar “un mundo común”. Dice Garcés que el malestar nos une y que la emancipación pasa por la complicación. Pero claro, ¿sobre qué suelo?
Merece una reflexión profunda y sí, una autocrítica muy dura: desde la década de 1970, desde lo que se llama proceso de Transición, no se han creado estructuras estables de cultura en la comunidad política de izquierdas, salvando Euskal Herria y algunos otros pocos espacios. ¿Por qué no hay, por ejemplo, medios de comunicación de izquierdas con más de 30 años? En general, no hay espacios comunes culturales estables —y no solo me refiero a lugares físicos, que también—. Cuando Comisiones Obreras tenía sedes en todos los barrios de Barcelona, tenía espacios de construcción de comunidades y de cultura, de cultura obrera, de cultura social. Cuando eso desaparece, no hay nada más. ¿Por qué no hay un periódico al estilo Libération o L'Unità? Aunque estén desapareciendo. Incluso en el ámbito gallego, que tienen una cultura mucho más sólida, Nós Diario es un diario muy nuevo. O en Catalunya, que si bien hay una estructura social más amplia, solo hay casos heroicos como el de La Directa.

El mundo popular, los movimientos sociales, en gran parte, obtienen su músculo de la cultura y no se ha dedicado nadie a estructurar esta necesidad política

Además de lo obvio, ¿por qué no se encuentran esas estructuras estables?
No ha existido la pregunta. No existe una preocupación por la cuestión cultural más allá del momento electoral. El músico como acompañante del acto político, el libro como apoyo de la estrategia política. El mundo popular, los movimientos sociales, en gran parte, obtienen su músculo de la cultura y no se ha dedicado nadie a estructurar esta necesidad política. La estructuración de conceptos como “hegemonía” que se ha utilizado mucho, por ejemplo, en el último ciclo político, ¿dónde está ahora? Hemos tenido a toda una capa de gente que ha pasado de la academia al ámbito de la representación política con un nivel académico superior al que históricamente se había dado, por lo menos, desde mediados del siglo pasado. Sin embargo, el trabajo de creación de políticas culturales alternativas no ha existido. O se ha cedido la posibilidad a la Administración. Y con ello, no se generan recursos propios en las clases populares. En general, el pasado ciclo político ha sido el que más términos políticos ha utilizado y, a la vez, el que menos ha leído.

¿Hay una especie de giro reaccionario en el mundo del libro de izquierdas? ¿Qué pasa si os llega un autor que, triunfando en ventas, pero haciendo daño, os hace virar?
Siempre está ese peligro. Si se está dando un giro reaccionario es desde estructuras envejecidas. Solo en determinados espacios. Tengo la tesis de que no existe una transformación radical, no hay un San Pablo cayéndose del caballo convirtiéndose al cristianismo. Todo es más parecido a un proceso de transformismo del que habla Gramsci: pequeñas ideas que parecían inofensivas hace cinco o diez años cuando se leían en un artículo pueden crecer, tener humus, desarrollarse. Hay que estar muy atentos a esos pequeños detalles, porque podríamos decir que esas ideas ya existían previamente.

El aislamiento en redes sociales, aislados en nuestro mundo, provoca el nacimiento del monstruo reaccionario. Por eso no debemos dejar que salga, no debemos perder contacto con nuestros entornos. Este es el antídoto

Vale, es verdad. Llámalo giro, llámalo estirón. El caso es desentrañar el por qué.
Es un fenómeno multifactorial, pero pasa casi siempre que se da el aislamiento de determinados intelectuales de los espacios sociales. Los espacios sociales acostumbran a ser mucho menos reaccionarios que otros espacios aislados porque la realidad, la vida, es mucho más compleja y te hace convivir. Un ejemplo: las bases del sindicato tienen una visión menos conservadora sobre la inmigración que la dirección del mismo porque, entre otras cosas, no trabajan con números, estadísticas, fechas, informes, sino con las personas directamente. El aislamiento en redes sociales, aislados en nuestro mundo, provoca el nacimiento del monstruo reaccionario. Por eso no debemos dejar que salga, no debemos perder contacto con nuestros entornos. Este es el antídoto.

Esto pasa con muchos autodeterminados de izquierdas. En cualquier caso, el pensamiento radical está muy vivo. Y el socialista. Mira lo que está ocurriendo con el Movimiento Socialista, por ejemplo, con GKS.
Verso nace con el objetivo de generar herramientas para que movimientos revolucionarios se organicen y luchen. Ese es nuestro objetivo. Es decir, nosotros no podemos ser una editorial aislada de las transformaciones de las realidades sociales, del movimiento de lucha. Como editor, escucha activa. Ya lo decía antes, el último ciclo político ha dejado de lado la teoría o, mejor dicho, ha escindido el pensamiento de la acción y se ha preocupado mucho más de cuestiones formales o mediáticas, inmediatas. Las nuevas generaciones están muy preocupadas por la teoría, lo cual hay que saludar, pues eso siempre es bueno. Pero es interesante que no se pierda la dialéctica entre la teoría y el trabajo cotidiano, las contradicciones del día a día. En resumen, como dice el dicho, quien mira solo sus pies se da con un árbol y quien solo mira al horizonte se tropieza con una piedra.

Quien considere que el libro radical puede transformar algo está equivocado. Con una herramienta creada hace 500 años creo que tendremos ciertas dificultades para transformar… Lo que sí podemos hacer es dar herramientas, capacidades, a quienes deciden luchar

¿Pero no nos van a salvar los libros? ¿Vamos a impugnar el capitalismo con ellos?
Quien considere que el libro radical puede transformar algo está equivocado. Con una herramienta creada hace 500 años creo que tendremos ciertas dificultades para transformar… Lo que sí podemos hacer es dar herramientas, capacidades, a quienes deciden luchar. Nosotros, por nosotros mismos, no podemos transformar nada. Eso sería fetichizar el libro y el libro no es ni bueno ni malo. Y leer o no leer es un debate, en principio, clasista, mal estructurado. Si no lees libros no se puede transformar nada, pero si solo lees libros tampoco. Roque Dalton preguntaba algo así: “¿Cuál es el papel del poeta en la revolución y en la guerrilla?”. Y se respondía: “El mismo que el del campesino”. Nosotros queremos que el pensar y el hacer se unan.

Pero con una herramienta de 500 años, como dices, ¿se puede?
Nosotros siempre hemos dicho que queremos ser una nueva-vieja izquierda. Es decir, las herramientas funcionan, el problema es que se tienen que afilar. El sindicato, el partido, el ateneo, el libro… funcionan, pero no tienen que ser los mismos que en el siglo XIX.

Simón Vázquez, durante la entrevista
Simón Vázquez, durante la entrevista. Victor Serri

Traer viejos análisis, airearlos y explicar que tienen cabida para entender el presente. ¿Es por ahí? Por ejemplo, tú eres un ferviente lector de Gramsci…
Desde hace muchos años estamos trabajando para conocer la figura de Antonio Gramsci. Formo parte de la Associació d'Estudis Gramscians de Catalunya. Gramsci aún nos hace reflexionar sobre nuestras sociedades. Hegemonía, revolución pasiva, transformismo, cesarismo… Todos estos conceptos atraviesan la cotidianidad del discurso de la izquierda contemporánea, aunque esta los utilice mal. En los próximos meses trabajaremos sobre la cuestión meridional, esto es, el Partido Comunista Italiano como articulador de la alianza de obreros y campesinos, que no solo es de clase, también es de Norte y Sur. Y las islas. ¿Cómo podemos aplicar estas viejas ideas en el Estado español en la actualidad? Solo tenemos que observar la situación de Extremadura, de Andalucía o de Galicia, la subalternidad de las Canarias o las luchas de las naciones sin Estado. Es ejemplo de lo que comentaba antes: tenemos las herramientas de Gramsci, que sabemos que funcionan, pero las debemos afilar para entender, por ejemplo, la España vaciada. Más allá de medidas concretas como que el tren pase por no sé dónde, claro.

No poder leer a no sé qué autor que te encanta en tu idioma, por ejemplo, limita las posibilidades de esa nación sin Estado que mencionabas. Desde un relato de identificación a las concretas representaciones. ¿De eso va Manifest Llibres?
La cooperativa de trabajadores asociados tiene dos proyectos. Por un lado Verso, que está hermanada con Verso Books, y por otro lado, Manifest Llibres que es un proyecto independiente en catalán para trabajar tanto ficción como no ficción: queremos crear comunidad a través de las letras catalanas. ¿Por qué otra editorial en catalán? Primero, una nación sin Estado siempre necesita toda la elaboración cultural que se pueda construir. En eso nunca, nunca habrá suficiente. Por otro lado, algo se ha roto. Hay una falta de representación de las clases trabajadores en la literatura catalana. Hay una infrarrepresentación del conflicto desde este lado. Es decir, Catalunya es una sociedad existencialmente conflictiva. Está atravesada por múltiples contradicciones que generan enfrentamientos cada día más agresivos. Y eso no se está reflejando en la literatura. Es el gran reto.

¿Cómo uniréis todo esto? ¿Algún ejemplo?
Traduciremos Trainspotting al catalán, donde se refleja, por ejemplo, como los escoceses de clase obrera hablan en scots, lengua utilizada por las capas populares escocesas.

Conflicto, clase y cultura.
En Catalunya tenemos desahucios, pero también un consumo de drogas cada vez mayor. Y eso no está apareciendo en nuestra literatura o aparece de forma muy tangencial.

Tengo la intuición de que las grandes editoriales están tratando de crear un clima de sobreproducción para responsabilizar a las pequeñas editoriales cuando son ellos los que sobreproducen

¿No os da miedo estar aportando a un sector saturado? Quiero decir: cientos de libros van a la basura porque no se pueden ya ni almacenar, las novedades dejan de serlo enseguida, nos pesa en la cartera, las librerías abren pero también cierran pronto…
Hay que ser un poco polémicos: tengo la intuición de que las grandes editoriales están tratando de crear un clima de sobreproducción para responsabilizar a las pequeñas editoriales cuando son ellos los que sobreproducen. Una editorial independiente que publica 10 o 20 libros anuales frente a un gran sello que produce 2.000. También aquí debemos hacer análisis de clase. Eso sí, hay que decrecer, pero, ¿quién tiene que decrecer?

Háblame de la cultura del micromecenazgo con la que habéis lanzado Verso, concretamente. La ‘cultura Lola Flores’: si cada lectora me da una pesetita…
Hay que explorar todas las posibilidades de financiación colectiva, porque, como decía antes, solo en comunidad saldremos adelante, sólo en colectivo saldremos adelante. Es decir, qué sentido tiene hacer una editorial si no es para la gente. Todo el mundo, no solo la izquierda, se ha dado cuenta de que debe construir comunidades. Creo que la clave es consolidar esa comunidad y que te sirva como altavoz para llegar más lejos, darte a conocer. En este caso, el medio, el crowdfunding, es lo de menos. Es solo un primer paso para construir comunidad.


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