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Oriente Próximo
El proyecto Sinaí-Gaza: poblaciones desplazadas y lucro económico
Con la reciente normalización de relaciones diplomáticas entre Israel y Marruecos el pasado 10 de diciembre de 2020, el Estado israelí consigue cada vez más hacerse un hueco en el mundo árabe a pesar de las violaciones de derechos humanos contra la población palestina. Durante años los abusos hacia esta comunidad habían impedido la negociación y el reconocimiento del Estado en la región. Sin embargo, el escenario está cambiando gracias a los grandes proyectos económicos, como el proyecto Sinaí-Gaza. Este podría ser clave para la normalización con Egipto, pero plantea serias preocupaciones a nivel de derechos humanos que requieren ser consideradas.
Si bien ahora parece inaudito que los países musulmanes estén pactando con el que antes consideraban su enemigo, no podemos olvidar que la normalización en las relaciones ya se había llevado a cabo hace años con algunos países, aunque fuera de manera indirecta. Egipto es un ejemplo de ello: desde que el presidente Abdel Fatah al-Sisi tomó el poder en 2014 las relaciones diplomáticas entre el Cairo y Tel Aviv alcanzan un progreso máximo según medios como Al Jazeera, The Arab Weekly o The Jerusalem Post.
No obstante, resulta curioso que Egipto, una de las naciones árabes que más firme y fuertemente se opuso a la creación del Estado de Israel, hoy en día sea su mejor aliado el territorio. El lema de ‘no a la paz, al reconocimiento o a la negociación con Israel’, pronunciado por Abdel Nasser en la cumbre de la Liga Árabe en Jartum —convocada en 1967 con motivo de la derrota árabe en la Guerra de los Seis Día—-, queda ya muy lejos de la realidad y puede que la clave para entender por qué han cambiado tanto las relaciones entre los dos Estados se encuentre en la península del Sinaí.
La ubicación del canal de Suez en la península, la riqueza mineral bajo sus desiertos, su función como puerta de Europa a Oriente y de África a Asia y su atractivo turístico convierten la península del Sinaí en un punto estratégico para Egipto y, posiblemente, para el resto del mundo. Tanto a nivel económico como comercial.
En 1956 Israel invadía la península del Sinaí como parte de una operación conjunta con Francia y Reino Unido que pretendía contrarrestar la intención de Nasser de nacionalizar el canal de Suez
Este mismo hecho le ha costado a Egipto disputas en el pasado, precisamente con el mismo Israel.Tan solo 65 años atrás, en 1956, Israel invadía la península como parte de una operación conjunta con Francia y Reino Unido que pretendía contrarrestar la intención de Nasser de nacionalizar el canal de Suez, y mantener así su presencia en el enclave. A pesar de que las potencias del norte no consiguieron exactamente lo que buscaban con la intervención armada, Israel ocupó el Sinaí durante más de dos décadas, hasta que la ONU finalmente reunió a los dos Estados para alcanzar un acuerdo que decretaría que la zona debía ser devuelta a Egipto en 1979.
Paradójicamente, el Sinaí, territorio que antes separaba a estos dos Estados, hoy resulta ser su nexo de unión más potente.Las narrativas que problematizan el conflicto entre Israel y Egipto están, generalmente, de acuerdo en que la estrecha relación entre ellos se debe a que ambos países tienen que hacer frente al mismo enemigo: el ISIS y, más concretamente, su facción en la península, llamada ‘Estado Islámico Provincia de Sinaí’ o ‘Walayat Sinai’. Pero, si bien es cierto que la actividad terrorista es una realidad en la península —territorio que albergaría alrededor de 1000 soldados del Estado Islámico—, existe una explicación alternativa a la reciente mejora en las relaciones entre los países: el proyecto Sinaí-Gaza.
Shimon Shapira, anterior secretario militar del Primer Ministro israelí, Benjamin Netanyahu, desveló en el Jerusalem Centre for Public Affairs el nuevo proyecto que podría acabar con el ‘problema palestino’ en Gaza. Éste libraría Israel de tal freno en el comercio exterior causado por el veto de los países vecinos, al mismo tiempo que brindaría a la península del Sinaí el desarrollo que necesita. Todo un win-win.
El proyecto se basa en el desplazamiento de la población palestina en Gaza hacia la península del Sinaí, donde previamente se habrían realizado operaciones de construcción masiva de hoteles, bloques residenciales, plantas de energía, aeropuertos… Según Shapira, constituiría una oportunidad tanto para las empresas internacionales, —sobre todo las estadounidenses— que se beneficiarían de los proyectos de infraestructura en la zona y cuyo gobierno sería el actor principal del consorcio regulador; como para los palestinos, quienes tendrían la posibilidad de ampliar sus fronteras más allá de Gaza. Además, Egipto seguiría manteniendo plena soberanía sobre el territorio, Israel no sería más que un mero gestor.
La población palestina es ignorada en el proyecto Sinaí-Gaza, pues omite cuestionarse si esta aceptará abandonar sus propias casas después de haber estado años resistiendo la ocupación israelí
Sin embargo, este plan obvia dos grandes problemas. El primero es que la población palestina es ignorada: el proyecto omite cuestionarse si esta aceptará abandonar sus propias casas después de haber estado años resistiendo la ocupación israelí. Y segundo: la península del Sinaí ya está poblada por los beduinos, otro sector marginal ignorado por el proyecto del Jerusalem Centre for Public Affairs.
Los beduinos acostumbraban a ser árabes nómadas del desierto, y son los principales habitantes del Sinaí. Según el Middle East Monitor, éstos han estado marginados durante años: se les excluye del lucro generado por el turismo en su zona, se lesdiscrimina ante otros egipcios a la hora de encontrar empleo, no se les permite ostentar cargos en el Ejército y, en la mayoría de los casos, tampoco en el Gobierno. Ahmed, ciudadano egipcio que quiso ocultar más información sobre él por posibles represalias, nos relató que, a pesar de que la administración egipcia no denigra directamente al pueblo beduino, éste es, ciertamente, tratado con desprecio, tanto institucional como social.
Y es que, como Shimon Shapira adelantaba, en la península del Sinaí hace falta un gran desarrollo, pero no uno orientado a hacer crecer exponencialmente los beneficios económicos de la zona, sino, según Ahmed, uno dirigido a aumentar el bienestar de sus habitantes. “La falta de infraestructura básica, como escuelas u hospitales, es un factor que ha provocado que la población beduina quede sumida en la extrema miseria”. Es en esta miseria causada por la negligencia institucional egipcia ante los habitantes de Sinaí donde vemos la razón más profunda por la cual en los últimos años se ha gestado ahí una fuerte actividad terrorista. “El terrorismo es el mejor amigo de los pobres” comenta nuestro entrevistado, apuntando a que la falta de oportunidades que padece este pueblo es la verdadera culpable de la inestabilidad.
Volvamos al proyecto Sinaí-Gaza. Para que este fuera posible y gran parte de la población palestina pudiera trasladarse a Sinaí, la comunidad beduina también tendría que desplazarse y, por tanto, abandonar su hogar. Debido a que esta comunidad no es precisamente pequeña —alrededor del 10% de la población egipcia—, apunta Ahmed, haría falta un gran éxodo voluntario para que el plan israelí pudiera realizarse.
En esta línea, medios como The Middle East Monitor afirman que, utilizando el pretexto de la lucha contra el ISIS, un posible genocidio beduino puede estar teniendo lugar en este momento. Sin embargo, no solo los medios lo insinúan, la propia ONG Human Rights Watch, en su informe sobre la situación en Egipto, desvela una información impactante: según este informe, en 2018, cuando el ejército egipcio inició su contundente campaña para luchar contra los grupos terroristas en el Sinaí, las mismas fuerzas armadas fueron las responsables de la destrucción de cientos de hectáreas de terreno agrícola, la demolición de establecimientos comerciales y la de al menos 3.000 casas pertenecientes a civiles, algunos de ellos disidentes del gobierno de al-Sisi, como la de la familia del periodista Hossam al-Shorbagy. “La gente local cree que es en realidad una guerra contra los civiles y que estas medidas punitivas están diseñadas para forzar a los beduinos del Sinaí a emigrar” expresaba para The Middle East Monitor Massaad Abu Fajr, periodista y vecino en la zona norte del Sinaí.
No sería descabellado pensar que el gobierno egipcio trama algo entre las dunas de ese desierto, ya que la prensa tiene prohibido hablar sobre la situación en la península. Si los accesos siempre habían estado complicados, hace tan solo unos meses el Consejo Supremo para la Regulación de los Medios (Egipto) restringió oficialmente la libertad de prensa, declarando que no permitiría la publicación online, en radio, en televisión o en papel de ninguna noticia relacionada con el conflicto en Libia, la presa GERD etiopé, el Covid-19 o la Península del Sinaí.
Pese a que el proyecto Sinaí-Gaza establezca que la soberanía actual sobre el terreno no será modificada, Egipto podría temer a un incumplimiento por parte de Israel
Si bien todos estos argumentos podrían llevar a pensar que, realmente, Egipto tiene la intención de llevar a cabo el proyecto Sinaí-Gaza de la mano de Israel, no es tan fácil afirmarlo. Ahmed, conociendo la realidad egipcia de primera mano, lo ve improbable: “Egipto no es tan débil y este movimiento no sería estratégico para él”. Como se expone al principio del artículo, el Sinaí es la joya más valiosa de Egipto y, pese a que el proyecto Sinaí-Gaza establezca que la soberanía actual sobre el terreno no será modificada, Egipto podría temer a un incumplimiento por parte de Israel.
Teniendo en cuenta acuerdos pasados en términos de territorio, se podría concluir que sería probable. “Egipto no se va a arriesgar a perder a Sinaí otra vez, además, una alianza oficial resultaría pésima para el gobierno de al-Sisi, ya que la sociedad egipcia la rechazaría plenamente” comenta Ahmed.
No obstante, aunque existen argumentos que apuntan a la imposibilidad de ejecución del proyecto Sinaí-Gaza, también hay algunas evidencias preocupantes. Y es que las violaciones de derechos humanos contra el pueblo beduino no son algo nuevo y, en los últimos años, se han producido a niveles extremos, como se ha visto en los informes de ONGs como Human Rights Watch.
Por otra parte, la guerra contra el terror en Sinaí responde a una problemática mucho más profunda: la desigualdad y la extrema pobreza de una gran parte de la población, cuya tendencia a unirse a grupos armados por desesperación no va a ser erradicada simplemente con operaciones militares. Como se ha expuesto, estas estrategias propician, justamente, lo contrario.
Respecto a Israel, este ha probado atravesar todos los muros que se alzaban sobre muchos países de Medio Oriente y, pese a la negativa inicial de Egipto para aceptar este Estado, no se puede descartar con rotundidad que los beneficios económicos y comerciales no le lleven en un futuro a oficializar sus relaciones con Israel y dejar una ventana abierta para el proyecto Sinaí-Gaza, un plan basado en el lucro y que ignora flagrantemente las vidas humanas.
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Hace unos años, en 2017 creo recordar, el Middle East Monitor se hacía eco de una denuncia comparable por parte de un príncipe saudí exiiado en Europa. Éste afirmaba que los gobernantes de Egipto y Arabia Saudita estaban de acuerdo en facilitar la deportación de todos los gazatíes (más de un millón de personas) a Sinaí, de acuerdo por supuesto con EE.UU. e Israel. Washington a cambio consolidaría a Bin Salman en el poder saudí y, aunque estaba menos claro que ganaba Al Sissi, es obvio que el poder militar egipcio (dirigido contra el propio pueblo egipcio primariamente) depende brutalmente de la ayuda estadounidense. El proyecto de fondo no era el turismo en Sinaí, sino un segundo canal Gaza-Eilat, bajo control israelí, pero claramente ambos proyectos pueden compaginarse. En cualquier caso pocos meses después Egipto cedió (sin reclamación previa) dos islas a Arabia Saudí, convirtiendo el Estrecho de Tirán y el acceso al Golfo de Aqaba en aguas internacionales (antes era un estrecho egipcio), lo que de nuevo favorece a Israel.