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Respuesta, muy respetuosa, a Liliana Segre. El debate sobre el genocidio en Gaza, real o supuesto que sea, no puede prescindir de las ciencias sociales. En su artículo publicado en el Corriere della Sera, Liliana Segre señalaba dos características del genocidio que en su opinión se hallan ausentes en Gaza. Después de haber estudiado en mis libros la organización de las masacres de Robespierre en Francia, de Mao en China, de Stalin en Rusia y de Pol Pot en Camboya, me gustaría señalar algunas características del genocidio que están presentes en Gaza.
Para establecer un debate público riguroso primero debemos recurrir a la sociología fenomenológica para cuestionar el significado de las palabras que el hombre común da por sentadas. En este caso, la palabra que todo el mundo da por sentada es «guerra». Todo el mundo habla de «guerra» en Gaza. Pero, ¿estamos seguros de que lo que ocurre en Gaza es una guerra? En Gaza no hay dos ejércitos regulares enfrentados como en Ucrania. Únicamente hay un ejército disparando casi exclusivamente contra la población civil, como muestran la totalidad de las imágenes y como confirman la Corte Penal Internacional y la Corte Internacional de Justicia de la ONU, al menos en esta primera fase de la investigación. El ejército israelí ha destruido todas las escuelas, todas las mezquitas, todos los hospitales y la práctica totalidad de las viviendas y de los campos de refugiados utilizados por la población palestina, empleando copiosamente las potentísimas bombas MK-84 diseñadas para arrasar indiscriminadamente todo lo que tocan provocando inmensos cráteres.
En segundo lugar, el ejército israelí ha matado a más de 44.000 personas en doce meses. Sin embargo, publicaciones autorizadas como The Lancet hablan de al menos 186.000 muertos directos e indirectos. Un caso de muertes indirectas son los palestinos que mueren de infarto, porque los hospitales no funcionan, o los niños que mueren, porque les amputan sin anestesia, como testificó el médico británico-palestino Abu Sittah. El niño que ha muerto por amputación sin anestesia no se incluye en el cálculo de las 44.000 personas asesinadas por Israel. Este es un rasgo típico del genocidio: destruir todas las condiciones materiales de existencia de un pueblo para precipitarlo en la desesperación con el fin de que nunca más vuelva a levantarse.
Genocidio
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En tercer lugar, Israel ha cerrado todas las vías de escape a la población palestina, verificándose dos características típicas de los pueblos sometidos a genocidio: no tienen defensa ni escapatoria. Esto también es típico de los gobiernos genocidas: cerrar todas las vías de escape a los dominados matando impunemente a la población civil sin ningún tipo de restricción. En cuarto lugar, Israel ha reducido a la población palestina a la inanición, impidiendo que reciban alimentos y ayuda humanitaria, perpetrando además masacres de una crueldad atroz, como la denominada «masacre de la harina» cometida el 29 de febrero de 2024: una matanza carente de toda motivación perpetrada contra civiles palestinos, acribillados por ametralladoras israelíes mientras corrían hambrientos hacia los camiones de la ONU en búsqueda de alimentos. Las masacres caracterizadas por un nivel tan elevado de inhumanidad son típicas de los genocidios en los que las víctimas son completamente deshumanizadas.
En la literatura científica existente sobre la violencia política, la limpieza étnica es tan similar al genocidio que a los expertos les resulta difícil distinguir claramente entre ambos
El mencionado artículo del Corriere della Sera también comete un error metodológico: el error de juzgar lo que les ocurre a la población palestina desde el punto de vista del propio periódico. Mientras que el genocidio de los judíos ha sido relatado por los propios judíos, cuyos testimonios avalan todos los libros sobre el Holocausto, nadie ha preguntado a los palestinos qué piensan de lo que les está ocurriendo. No incluir la opinión de las víctimas en la escritura de la historia de las víctimas es un grave error metodológico a la hora de escribir la «historia». Cuando decimos que el gobierno de Netanyahu no tiene intención de cometer genocidio, pregunto, ¿hemos incluido las palabras de los ministros israelíes que pidieron el uso de la bomba atómica contra Gaza o las palabras de Gallant quien, en una conferencia pública, dijo que golpearía a la totalidad de la población palestina, cuyos miembros fueron definidos como «animales humanos», para castigar a Hamás? Los palestinos nos piden que incluyamos estos hechos en «nuestra» historia sobre ellos. Nos lo pide también la teoría poscolonial de Edward Said, Homi Bhabha y Gayatri Chakravorty Spivak.
Debemos considerar también la convicción expresada por Liliana Segre, que postula que si describiéramos como «genocidio» lo que está ocurriendo en Gaza, ello devaluaría el infinito horror del Holocausto nazi. Pero, ¿qué datos o hechos sostienen tal conclusión? En lo que a mí respecta, el Holocausto nazi seguiría siendo un horror absoluto tanto si se trata de genocidio o de limpieza étnica lo que está sucediendo en Gaza. Añadiría que en la literatura científica existente sobre la violencia política, la limpieza étnica es tan similar al genocidio que a los expertos les resulta difícil distinguir claramente entre ambos, hasta el punto de que The Oxford Handbook of Terrorism concibe la limpieza étnica como una «variante» del genocidio.
Por último, estoy de acuerdo en que las palabras deben utilizarse con cautela, pero tampoco es posible, al menos en una sociedad libre, que la palabra «genocidio» sea «rehén» de una élite del poder. El próximo genocidio no será idéntico al genocidio organizado por Hitler. Por eso nosotros, en Occidente, no seremos capaces de reconocerlo, debido a nuestras limitaciones culturales y a nuestros prejuicios eurocéntricos.
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Precisamente el error metodológico de escribir la historia sin contar sin ni una voz del pueblo víctima es precisamente lo que está haciendo alguna izquierda miope y desnortada con Siria.