Opinión
Vamos a pegarle fuego a la casa de apuestas

El libro de Cristina Barrial y Pepe del Amo, 'La apuesta perdida. Ludopatía, ciudad y resistencia' (2021), editado por Bellaterra Edicions, interpreta la preponderancia, hoy día, de las casas de apuestas en muchos de los barrios populares de las ciudades del Estado español en base a la premisa neoliberal de que el éxito económico solo puede venir del esfuerzo y la lucha personal.
La apuesta perdida
Portada del libro La apuesta perdida de Crisitina Barrial y Pepe del Amo

Antropólogo y profesor universitario

@antroperplejo


13 mar 2022 05:45

Holi-Days es un documental del año 2002 dirigido por Randi Malkin Steinberger. En él, la fotógrafa estadounidense nos relata las experiencias vividas por diversos visitantes de las ciudades de Jerusalén, Florencia y Las Vegas, trazando un curioso paralelismo: el de cómo la búsqueda de experiencias transformadoras encontraría respuesta no sólo en la religión, sino también en el arte clásico o en el juego y las apuestas. Esto es posible porque, y siempre según la película, en cada uno de estos destinos estaría operando el mismo fenómeno, un sentimiento infundido por una presencia única y abstracta, algo que va más allá de nosotros mismos. La emoción de encontrarnos ante algo sublime puede parecer más o menos evidente si hablamos de recorrer las angostas calles de la capital palestina o enfrentar el David de Miguel Ángel, pero no lo resulta tanto cuando pensamos en una ciudad diseñada por y para el espectáculo y el placer como es Las Vegas. Sin embargo, es ahí cuando el fenómeno alcanza todo su sentido pues, como dice uno de los intervinientes, “cuando ves a toda la gente apostando y gastando dinero en las máquinas tragaperras [...] es muy ritualístico, van allí y sacrifican dinero con la esperanza de que alguna fuerza sobrenatural les sonría y se lo devuelva incrementado; el dinero deviene en religión”. Lo que une, por tanto, a la experiencia de apostar en alguno de los casinos de Las Vegas con la visita a las otras dos ciudades es el sentimiento de, como señalara otra de las personas entrevistadas, estar ante la gracia divina, “Dios me ama, así que me dará dinero”.

La relación entre la fortuna económica y la religión ya fue subrayada magistralmente por Max Weber en La ética protestante y el origen del capitalismo. La tesis sostenida por este padre de la sociología señala que el sistema capitalista hunde sus raíces en la reforma protestante que sufrió el cristianismo a comienzos del siglo XVI. La interpretación realizada por Calvino de las santas escrituras de la Iglesia Católica separaba, de forma inapelable, la recompensa divina tras la muerte de las obras realizadas en vida o del arrepentimiento y la constricción llevadas a cabo por los creyentes. Para Calvino, el destino de los seres humanos estaba marcado ya desde su nacimiento y no era posible modificarlo. La entrada en el Reino de los Cielos no dependía de las acciones de los hombres y las mujeres, sino únicamente de Dios. Eso sí, existían una serie de elementos que podían evidenciar el formar parte del restringido grupo de los elegidos, entre los que se encontraba el éxito en los negocios. De esta forma, la fortuna conseguida mediante el empeño individual era un elemento indicador de estar en posesión de la gracia de Dios.

El libro de Cristina Barrial y Pepe del Amo, La apuesta perdida. Ludopatía, ciudad y resistencia (2021), editado por Bellaterra Edicions, interpreta la preponderancia, hoy día, de las casas de apuestas en muchos de los barrios populares de las ciudades del Estado español en base a la premisa neoliberal de que el éxito económico solo puede venir del esfuerzo y la lucha personal. En una sociedad como la nuestra, que ensalza hasta niveles paroxísticos el individualismo y el triunfo particular, estos emplazamientos desarrollarían un papel preponderante, para determinados sectores, a la hora de alcanzar el ansiado sueño capitalista analizado por Weber. El neoliberalismo, como señaló David Harvey, es “una condición de la posmodernidad” cuyos sutiles elementos constituyentes forman parte de los productos culturales que de forma ordinaria consumimos. Los autores hacen un destacado esfuerzo por señalar algunos de estos factores, aparentemente ocultos, en series de televisión con apariencia progresista cuyo principal eje narrativo es incluso, a veces, la lucha contra las propias casas de juego. Este es el caso de El Vecino, programada en Netflix durante dos temporadas y donde, más allá del irreverente papel otorgado a un superhéroe de barrio, se manifiesta la ideología neoliberal en todo su esplendor cuando se satiriza un personaje que estudia unas oposiciones, frente a la protagonista, precaria pero en vías de realización, que no puede entender que alguien quiera dedicar toda su vida a un mismo trabajo o obedecer a un jefe. 

La obra enmarca la existencia de las casas de juego, así como sus consecuencias, en el entramado de las sociedades urbanas de principios del siglo XXI. No podía ser de otra manera cuando sus autores, una antropóloga y un economista, se encuentran versados y entrenados en ciencias sociales, además de destacar mediante su papel de activistas en un popular barrio de Madrid. Sin embargo, esto no es óbice para que el libro cuente con un capítulo dedicado a atender el origen y las consecuencias de la ludopatía desde una perspectiva psico-fisiológica. El estudio de las adicciones en España ha estado, en la gran mayoría de las ocasiones, en manos de médicos y psicólogos, sobre todo en aquellas relacionadas con el uso y abuso de las drogas. Las adicciones, señalan, tienen un doble componente. Por un lado, un elemento intrínseco que estaría vinculado a la adrenalina que recorre nuestro cuerpo cuando nos encontramos, en el caso de la ludopatía, en pleno juego. Su recuerdo nos llevará a querer repetir, una y otra vez, esa sensación. Y, por otro, un factor extrínseco relacionado con el dinero y la posibilidad de ganar. Ambos elementos se sitúan en relación dialéctica, de forma que no es posible entender por completo el fenómeno señalando el protagonismo único de alguno de los componentes. Esta dualidad, que genera sufrimiento y desgarro tanto en la persona que la corporaliza como en aquellos individuos, familia y amigos con los que se relaciona, es, sin embargo y de forma aparentemente paradógica, útil al sistema capitalista. 

El tercer capítulo del libro, tras la introducción, está, de hecho, dedicado a exponer esta íntima relación. Vivimos en un mundo donde la producción de bienes ha dejado de jugar un papel relevante como motor económico y como estructurante social. Ha sido sustituida, en parte, por los servicios y las finanzas como mecanismos de generación de plusvalías. Es interesante leer en el libro el hecho de que sean antiguas y destacadas familias que hicieron fortuna en el tardo-franquismo, las que vieron multiplicada su riqueza, ya en democracia, a través del mundo del juego y su liberalización durante los primeros Gobiernos postconstitucionales. Este hecho, verdadero ejemplo de lo que se ha venido en denominar el candado del 78, esto es, como la reforma política no vino acompañada de una reforma económica sustancial, lo cual no ha permitido una auténtica transformación en el conjunto de las instituciones y organismos del Estado, no es algo único del juego, sino que se repite en otras esferas como el sistema bancario, los grandes oligopolios energéticos o las compañías de infraestructuras y reformas urbanísticas, además de en la magistratura y el ejército. La entrada de España en la Comunidad Económica Europea (CEE), posterior Unión Europea (UE), así como la aceptación por esta última del paradigma neoliberal, conllevó la libre circulación de bienes, personas y capitales por Europa, en línea con la globalización capitalista mundial. Eso hizo que muchas de las empresas dedicadas al juego, inicialmente familiares, se vieran absorbidas por grandes fondos financieros que lo mismo han adquirido casas de juego que promociones de vivienda pública. El elemento en común a todo ello es, por un lado, el momento en que estas adquisiciones se realizaron, crisis económicas de reestructuración capitalista, y, por otro, encontrarse insertas en dinámicas de acumulación por desposesión. 

Sólo un enfoque holístico, tal y como señaló Marx en el primer volumen de El Capital, permite ver al capitalismo como un todo integrador. Es de este modo, que la obra continua centrando en la ciudad, y en su espacio urbano, su atención. El hecho de que las principales empresas de casas de juego y apuestas se hayan asentado en barrios populares de las grandes ciudades no es baladí. Al sueño de estar ante la gracia de Dios que hemos señalado anteriormente, hay que añadir que estos espacios han devenido auténticos lugares seguros para determinados colectivos, como los jóvenes o las personas racializadas, que, por un motivo u otro, encuentran vetada su participación activa en el espacio público de forma plena. La ficción de unas calles y plazas objeto de prácticas desmercantilizadas, propias para dinámicas de socialización desinteresadas y formas de ocio autotélico, da, de este modo, un paso más, ya que la reclusión de estos colectivos en las casas de juego higieniza y transforma las ciudades en aquello para lo que el neoliberalismo las ha pensado y promocionado: espacios para la atracción de visitantes, turistas, y la generación de dinámicas de acumulación.

Sin embargo, igual que no es lo mismo pertenecer a un colectivo racializado a la hora de, simplemente, deambular por las calles de cualquier ciudad, no es, tampoco, igual pertenecer al género femenino. El hombre es el creador de las ciudades tal y como las conocemos hoy en día. Unas ciudades que se presentan como eminentemente masculinas y masculinizadas. Si una de las pruebas de que el espacio público no es un espacio de igualdad la encontramos en el hecho de que no es lo mismo ser un hombre que una mujer a la hora de circular libremente por él, tampoco es lo mismo en cómo el juego afecta a ambos géneros. Cualquier aproximación a un fenómeno social ha de contar con unas gafas violetas a la hora de realizar un análisis que se precie de válido. A esto dedican los autores el penúltimo de los capítulos del libro, donde muestran, a través de datos recogidos de informes y artículos académicos, que el comportamiento y las motivaciones que llevan a hombres y mujeres a jugar son bien distintos. Si bien los hombres se acercan al juego para conseguir dinero, poder y estatus, las mujeres lo hacen como forma de evadirse de una realidad que no les parece soportable. Las implicaciones de esto son importantes, por cuanto no entender esta cuestión no permite abordar problemas relacionados como la violencia de género o la adicción a los calmantes y tranquilizantes por parte de las mujeres. La ludopatía, por tanto, también es una cuestión de género.  

El libro finaliza con una reflexión en torno a los movimientos sociales y su relación con la actividad de las casas de apuestas. Los autores proponen repensar el papel que estos colectivos juegan en las sociedades urbanas contemporáneas. Partiendo de una perspectiva agonística, y ante el temor y la evidencia de que muchos de ellos centren únicamente su acción en la lucha contra los efectos de este tipo de actividad, plantean ampliar el marco de forma que, mediante alianzas o una mayor ambición transformadora, puedan dar el paso hasta convertirse en agentes por el derecho a la ciudad. No es casual, por tanto, la presencia en estas últimas páginas de referencias continuas a la obra de David Harvey Ciudades Rebeldes, del derecho a la ciudad a la revolución urbana, donde el geógrafo marxista inglés realiza un llamamiento a la unidad de acción entre los movimientos urbanos que enfrentan las fuerzas del capital en el contexto de la reproducción social, y los sindicatos y organizaciones que se mueven y desarrollan su actividad en el ámbito productivo. Se trataría, además, de evitar aquello que este autor denominara particularismo militante, esto es, el límite sectorial y geográfico que impide, a los diferentes actores, alcanzar una verdadera transformación urbana. 

Desde mi punto de vista, estamos ante uno de los libros más interesantes que ha publicado recientemente Bellaterra Edicions. Una obra breve pero completa que abarca la cuestión de las casas de apuestas desde diversas, productivas e interconectadas perspectivas. Si tuviera que destacar algún elemento de distorsión citaría un par de aspectos. En primer lugar, y puede que sea una sensación personal relacionada con mi propio interés profesional, he echado en falta la presencia de elementos etnográficos en un libro escrito en parte por una antropóloga. Y en segundo lugar, creo que es posible afirmar que existen unas notorias diferencias entre unos capítulos y otros, de forma que la autoría de los mismos, pese a formar parte de una única obra, se pone frecuentemente en evidencia en un libro escrito a cuatro manos. Por lo demás, una obra de interés teórico y práctico que evidencia la necesidad simbólica de hacer aquello que cantaran Los Chikos del Maíz en su canción, vamos a pegarle fuego a la casa de apuestas.

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