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Opinión
Si no estamos las discas, tu revolución no me interesa
Casi siempre imaginamos un feminismo que englobe a todas, pero no siempre somos conscientes de todas las realidades, en muchas ocasiones porque hablamos por las demás (yo la primera) y no damos voz propia a quien no suele tenerla. Yo tampoco quisiera otorgarme la voz de la verdad absoluta, pero me gustaría hacer un canto a la inclusión real de las discas en el movimiento feminista. Me gustaría visibilizar en la medida de lo posible las desigualdades que vivimos las últimas de la fila para que este 8 de Marzo hable de nosotras, pero con nosotras.
Somos las últimas después de las últimas porque muchas de nosotras ni siquiera saben qué les pasa realmente, cuál es el diagnóstico o la etiqueta o cajón de sastre en el que encajar para recibir un tratamiento, una certeza, una esperanza. En lugar de eso en muchas ocasiones estas personas son tratadas de exageradas, histéricas, en lugar de reconocer el déficit de servicios públicos, la saturación de la sanidad o los topes de la ciencia. En lugar de reconocer que se trata de enfermedades de mujeres, y que la ciencia ha estado más ocupada en estudiar al hombre, aunque sabemos de sobra que hay patologías que ocurren de forma distinta en mujeres que en hombres.
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Las tullidas, las locas, las neurodivergentes, no podemos cuidar o criar como se espera de nosotras o al menos no a la vieja usanza y sin apoyos. Eso hace que nos quedemos en un especie de limbo y además en muchos casos parecer o ser una carga para el resto. Las cosas no han salido como se esperaba de nosotras, somos las chicas raras del baile. No estamos en edad de ser cuidadas y no hacemos lo suficiente para superarnos, no nos levantamos porque somos una vagas o no le ponemos actitud, no nos curamos porque no nos esforzamos lo suficiente.
Vamos, que estamos enfermas porque queremos y en lugar de cuidar nos tienen que sostener a nosotras, porque el capacitismo no entiende de otras formas de entendernos o de leer los cuerpos con otras miradas que vayan más allá de lo que las personas podemos ofrecer al resto en términos materiales y tradicionales.
No somos nosotras las discapacitadas, es el sistema opresor patriarcal y capacitista el que nos discapacita y nos deja de lado
Por eso somos las últimas, porque no cuidamos, que es el rol que se esperaba de nosotras ya antes de nacer, y no sumamos números en nuestra cuenta corriente, sino que malvivimos con pensiones ridículas o subsidios aún más, ayudas estatales de vergüenza que son a veces aún más dolorosas que la propia enfermedad. La imagen de la mujer con discapacidad es invisible porque no encaja dentro de los roles de género asignados tradicionalmente. Hablemos claro, no somos nosotras las discapacitadas, es el sistema opresor patriarcal y capacitista el que nos discapacita y nos deja de lado, malviviendo en los márgenes y muchas de nosotras ni siquiera pueden alzar su voz porque nadie las escucha. No sé cómo a más de uno no se le cae la cara de vergüenza cuando ve las cifras demoledoras de pobreza en nuestro colectivo, no sé cómo no se modifica el sistema de pensiones o se facilita la vida a las personas que más difícil lo tienen.
En muchos casos intentamos entrar en la rueda de hámster del sistema y producir y consumir como el resto, y no hacer ruido, pasar desapercibidas, jugar a “ser normales”, pero la realidad te devuelve a tu lugar de tullida. Porque no somos nosotras las que estamos mal, es un sistema y un mercado el que nos margina y nos escupe fuera.
Además, entre las discas se encuentra el mayor porcentaje de violencia machista y de hecho el 20,7% de mujeres víctimas de violencia de género tenía una discapacidad acreditada, según la última Macroencuesta del Gobierno; y el 10 % de asesinadas por sus parejas o exparejas tenían algún tipo de discapacidad. Muchas mujereres con alguna discapacidad con o sin diagnóstico, tienen problemas especiales para denunciar y en algunos casos no han sido creídas debido a sus patologías o problemas de salud mental. Los protocolos avanzan poco a poco, pero históricamente ha habido muchas dificultades para que las mujeres no normativas tuvieran las mismas oportunidades que el resto a la hora de poner una denuncia, en muchos casos porque no existía accesibilidad para ellas. Sin ir más lejos, en Londres las casas de acogida a mujeres supervivientes de violencia de género no son accesibles, según cuenta Frances Ryan en Tullidos: austeridad y demonización de las personas discapacitadas de Capitan Swing.
Muchas de nosotras no podrán ir a las manifestaciones por sus circunstancias vitales o la falta de accesibilidad con la que malvivimos, pero su grito se estará escuchando bien fuerte desde sus rincones
Somos las últimas de las últimas junto a nuestras hermanas racializadas, migrantes, trans, las pobres y precarias del mundo de las que casi nadie o casi nadie se acuerda. Por eso es importante un 8 de marzo que cuente con nosotras, más allá de incluirnos en los manifiestos, de una manera real y toda la accesibilidad que sea posible.
Por eso es tan importante que el 8 de marzo nos tenga en cuenta, que seamos sujeto político y aparezcamos en los comunicados, pero también en las exigencias que haya que plantear. Muchas de nosotras no podrán ir a las manifestaciones por sus circunstancias vitales o la falta de accesibilidad con la que malvivimos, pero su grito se estará escuchando bien fuerte desde cada uno de sus rincones, desde cada una de sus habitaciones propias. Tan sólo tenemos que realizar escucha activa para interiorizarlo, porque si no estamos las cojas, las sordas, las locas, las neurodivergentes, las ciegas... si no estamos las discas, tu revolución no me interesa.