We can't find the internet
Attempting to reconnect
Something went wrong!
Hang in there while we get back on track
Opinión
¿Qué le ha ocurrido a internet, nuestro gran experimento?
Por un golpe de suerte, o porque me encontraba en el lugar adecuado en el momento adecuado, fui el primer periodista en informar del advenimiento del internet público.
A comienzos de los noventa era editor jefe de una revista de negocios llamada Telecommunications. Vinton Cerf, ampliamente considerado como “el padre de internet”, formaba parte de nuestro consejo editorial. Un domingo por la tarde, Vint me contactó para hacerme saber que el gobierno federal estaba a punto de hacer que su sistema militar de comunicaciones, Arpanet, estuviese disponible al público general. Después de leer su correo electrónico, más o menos me encogí de hombros y no pensé mucho en ello hasta que comencé a investigar lo que realmente significaría. Después de semanas de investigación y debate, me di finalmente cuenta de la importancia de lo que Vint me había dicho, y sus profundas implicaciones para la política, la sociedad, la cultura y el comercio.
Una de las preocupaciones era cómo internet podría llegar a ser usada como un mecanismo de control social
A medida que internet crecía en tamaño y alcance, comencé a preocuparme seriamente. Y había también un grupo de otros investigadores y escritores quienes, como yo mismo, escribieron libros y artículos advirtiendo sobre cómo esta poderosa e increíble nueva herramienta para las comunicaciones humanas podía descarrilar. Este grupo incluía a Sven Birkerts, Clifford Stoll y a otros. Mi propio libro, Digital Mythologies, estuvo dedicado a estas reflexiones.
Aunque todos veíamos el enorme potencial de lo que este enorme avance en las comunicaciones tenía para la academia, la ciencia, la cultura y muchos otros ámbitos del esfuerzo humano, a muchos de nosotros nos preocupaba su futura dirección. Una de las preocupaciones era cómo internet podría llegar a ser usada como un mecanismo de control social: una cuestión estrechamente relacionada con la posibilidad de que las corporaciones llegasen a “poseer” a todos los efectos internet, incapaces de resistir la tentación de moldearla para su propio beneficio.
El inicio del modelo de “servicio gratuito” auguró una larga y lenta pendiente descendiente en lo tocante a la privacidad personal, una suerte de pacto faustiano que implicaba ceder control y autonomía personal a las grandes corporaciones tecnológicas a cambio de estos servicios. Con el tiempo, este modelo también abrió la puerta a que las grandes corporaciones tecnológicas compartiesen la información con la NSA [Agenda Nacional de Seguridad] y muchas empresas que minan y venden nuestros datos personales. La tentación de usar los servicios gratuitos se convirtió en el papel atrapamoscas en el que caerían los usuarios finales, ajenos a ello, en una especie de dependencia de por vida. Pero como dice el viejo proverbio: “No hay almuerzos gratis”.
Desde entonces, internet y la tecnología relacionada que ha generado, como los motores de búsqueda, los servicios de mensajería y las redes sociales, se han vuelto omnipresentes, infiltrándose en cada uno de los recovecos de nuestras vidas. Por defecto, y sin el debido proceso de consentimiento o participación democrática, estos servicios están convirtiéndose rápidamente en una necesidad de facto para participar en la vida moderna. Los smartphones se han convertido en herramientas esenciales que median estas capacidades increíbles y con frecuencia son ahora también herramientas esenciales para usar tanto los servicios gubernamentales como efectuar transacciones comerciales.
Tecnología
Tecnología Solo quedan máquinas de follar chocando entre sí
Además de regalar nuestra privacidad personal, los problemas con la dependencia tecnológica ahora se están tornando evidentes. Poner nuestros activos financieros e información personal íntima en línea crea un estrés significativo e inseguridad por si uno es hackeado o engañado. Los problemas basados en la tecnología requieren, así, soluciones basadas en la tecnología, en una suerte de ciclo interminable. Los fraudes inteligentes aumentan y son cada vez más sofisticados. Es más, teniendo en cuenta la interrupción de servicio global de CrowdStrike, en ocasiones parece que estamos construyendo este nuevo mundo de infraestructuras primarias impulsadas por inteligencia artificial sobre cimientos de arena. Luego está el papel de internet a la hora de agravar la desigualdad de ingresos y social. Por desgracia, esta tecnología es inherentemente discriminatoria, dejando a los mayores y a muchos ciudadanos de ingresos medios y bajos tirados en un arcén. Por ofrecer un ejemplo menor, en algunas de las ciudades más ricas de Massachusetts es imposible aparcar un automóvil en un espacio público sin un smartphone.
¿Arruinará la inteligencia artificial internet?
Irónicamente, las grandes compañías tecnológicas que trabajan en la inteligencia artificial parecen ignorar la noción de que esta tecnología tiene el potencial de convertirse en una apisonadora. Puede concebirse que disminuya todo lo que ha sido bueno y útil de internet mientras crea niveles sin precedentes de caos y desestabilización geopolítica. Las tendencias recientes en los motores de búsqueda ofrecen un buen ejemplo. No hace demasiado, los resultados de una búsqueda arrojaban una variedad de opiniones y contenido útil sobre cualquier tema. La persona que hacía uso del buscador entonces decidía por sí mismo o por sí misma lo que era verdad y lo que no lo era a través de su juicio formado.
Nos arriesgamos a acabar con un mundo que no reconocemos, un paisaje de interacciones deshumanizadas y relaciones humanas aún más aisladas
Con la aparición de la inteligencia artificial, esto ha cambiado dramáticamente. Algunos de los motores de búsqueda más usados están llevándonos como ganado hacia “verdades” específicas, como si cada cuestión compleja tuviese una respuesta multi-opción simple. Google, por ejemplo, ahora ofrece un sumario realizado con ayuda de inteligencia artificial cuando se efectúa una búsqueda. Algo tentador de usar, porque la búsqueda manual ahora arroja una irritante pila de resultados patrocinados que hay que cribar sistemáticamente, haciendo que el proceso de búsqueda sea difícil y desagradable.
Este desplazamiento en el proceso de búsqueda parece que está realizado por diseño, para dirigir a los usuarios a utilizar de manera habitual la inteligencia artificial en sus búsquedas. La asunción implícita de que la inteligencia artificial proporcionará la respuesta “correcta”, no obstante, anula el objetivo de tener una experiencia de búsqueda en la que el usuario tiene el control. También revierte de manera radical la propuesta original de internet, esto es, convertirse en una herramienta libre para el empoderamiento personal y la investigación, amenazando con convertir internet en poco más que una enciclopedia en línea interactiva de alto nivel.
Los ciudadanos ordinarios y los usuarios de internet serán impotentes a la hora de resistir a la arremetida de la inteligencia artificial. Las cuatro mayores empresas de internet y software, Amazon, Meta, Microsoft y Google, proyectan invertir más de 200 mil millones de dólares este año en el desarrollo de la inteligencia artificial. Existe muy bien la posibilidad de que la inteligencia artificial se convierta en un tipo de “agente del caos”, interfiriendo en nuestro sentido de lo que es verdad y lo que no lo es, una situación inherentemente peligrosa para cualquier sociedad. Hannah Arendt, que escribió de manera extensa sobre los peligros del pensamiento autoritario, nos legó esta advertencia: “El sujeto ideal del dominio totalitario no es el nazi convencido o el comunista convencido, sino la gente cuya distinción entre los hechos y la ficción (esto es, la realidad de la experiencia) y la distinción entre la verdad y le mentira (esto es, los estándares de pensamiento) hace tiempo que dejó de existir.”
En resumen, necesitamos replantear radicalmente el papel de internet y otras tecnologías asociadas dando un paso al frente y no dejando esta responsabilidad en manos de las corporaciones que proporcionan estos servicios. De lo contrario, nos arriesgamos a acabar con un mundo que no reconocemos, un paisaje de interacciones deshumanizadas y relaciones humanas aún más aisladas, y trabajos que han sido despreocupadamente entregados a la inteligencia artificial y a la robótica sin ninguna supervisión ni regulación democráticas.
En 1961, el entonces presidente de la Comisión Federal de Comunicaciones (FCC), Newton Minow, habló en un encuentro de la Asociación Nacional de Radiotelevisión. Observó que la televisión tenía mucho trabajo todavía por hacer para servir al interés público y la describió célebremente como un “vasto erial”. Aunque esta descripción apenas se ajusta al estatus actual de internet y las redes sociales, su situación en el futuro podría llegar a asemejarse a un “bosque oscuro” de caos, confusión, desinformación y falsedades con la inteligencia artificial no haciendo más que agravar, y no resolver, este problema.
¿Cuáles son, entonces algunas de las soluciones? ¿Y qué pueden hacer nuestros legisladores para paliar estos problemas y retomar el control de este tren de mercancías sin control que es la dependencia tecnológica? Una de las respuestas más obvias sería recuperar la financiación de la Oficina del Congreso de Asesoramiento Tecnológico. Esta agencia fue establecida en 1974 para proporcionar al Congreso un análisis razonablemente objetivo de las complejas tendencias tecnológicas. Inexplicablemente, la oficina fue dejada sin fondos en 1995, justo cuando internet estaba adquiriendo importancia. Proporcionar este tipo de investigación de calidad para educar e informar a los miembros del Congreso sobre cuestiones tecnológicas clave nunca ha sido más importante de lo que lo es ahora.