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Opinión
Anotaciones electorales no del todo póstumas
Todo parecía haber empezado con un eslogan (“Comunismo o libertad”), pero había empezado mucho antes, cuando alguien fue dejando que se llevaran las palabras, por temor. Ese alguien era el gran espectro de la izquierda electoral; no hablo de asambleas de barrio ni de grupos de autodefensa feminista o laboral, ni de tantos colectivos que trabajan y que no están en las televisiones. Hablo solo, seguramente, de una parte de esa izquierda electoral, porque hay en ella muchas otras personas que no alcanzan los grandes medios de comunicación.
Es fácil hablar ahora, cuando ya todo ha sucedido; no obstante, también de lo pasado hay que hablar. Esa izquierda electoral tenía tanto miedo de que le tirasen el nombre de Lenin a la cabeza, que cuando vio escrito “Comunismo o libertad”, no fue capaz de preguntar ya no ¿libertad para qué?, sino, apenas, ¿libertad para quiénes? Después de preguntarlo, habría podido explicar que la libertad no es un concepto que pueda oponerse a la izquierda, incluso a la izquierda electoral, porque la izquierda se ha fraguado con luchas emancipatorias de toda suerte de individuos en singular y en plural; y habría recobrado su palabra.
¿De qué palabras disponía la izquierda electoral además de las que le habían robado? Palabras suyas, palabras de lo que quería y no solo de lo que detestaba. Una palabra posible, que también había entregado, era la palabra seguridad
“Comunismo o libertad”, ja, ja, qué demagógico, pero ¿de qué palabras disponía la izquierda electoral además de las que le habían robado? Palabras suyas, palabras de lo que quería y no solo de lo que detestaba. Una palabra posible, que también había entregado, era la palabra seguridad. En algún momento se la quedó la derecha, le añadió el adjetivo ciudadana, y la izquierda electoral ya no volvió a usarla.
Aun así, y por si acaso le dieran tentaciones, la derecha introdujo otra idea que la izquierda compró con entusiasmo: “Sal de tu zona de confort”. De modo que a la izquierda electoral no se le pasaba por la cabeza presentarse en los debates y decir: “Queremos seguridad, queremos una zona de confort, sitio y tiempo para estar un poco a gusto, que viene a ser lo contrario de vivir en la angustia; angustia por poder perder la casa o el sustento, el trabajo, la salud de tu gente, angustia de que nos dejéis caer si eso pasa. Porque nadie debería carecer de un zona de confort, porque salir de esa zona es una metáfora de mierda que solo sirve cuando: 1) ya la tienes, 2), sales porque quieres y no porque te echan 3) sabes que aunque salgas tu gente se puede quedar dentro si lo necesita”.
Qué miedo tenía la izquierda de que le dijeran que era poco creativa y poco audaz; sin embargo, ¿acaso no son necesarios el confort, el cobijo, la calma, para innovar, para cuidar, para querer, para vivir? Temo al invierno, decía Rimbaud, porque es la estación del confort. Y Baudelaire: necesito dinero para el amor. Todas esas historias de artistas que crean y aman en medio de la angustia no dicen nada de las vidas destruidas porque les faltó confort para dormir sin frío o para no morirse de ansiedad ante el futuro.
Seamos entonces vulnerables y fuertes. Queremos músculos y plumas, no solo músculos, no solo plumas, el vuelo necesita ambos
Había otra palabra que la izquierda había empezado a usar a menudo, vulnerabilidad. Somos, sí, vulnerables, aunque eso no es una cuestión de la izquierda, es algo que pertenece a la especie humana. Con dinero en el banco y casa en propiedad se está más protegido de la vulnerabilidad. Y esa constatación es, precisamente, lo que permite unir la palabra seguridad a otra palabra más asociada a la izquierda, igualdad: seguridad para hacer frente a la fragilidad común; común, sí, como el comunismo. Seamos entonces vulnerables y fuertes. Queremos músculos y plumas, no solo músculos, no solo plumas, el vuelo necesita ambos.