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Navantia
El periodista asesinado y la cuestión
El asesinato del periodista Khashoggi muestra una vez más la crueldad del régimen de Arabia Saudí y pone en entredicho nuestros valores éticos y democráticos.
La que se ha liado con el periodista saudí sorprende un poco. Cada año unos cientos de periodistas son asesinados o mutilados o amordazados o desaparecidos o despedidos o, sencillamente, ni llegan a ejercer la profesión. Y cada vez que cierran un periódico o un kiosco de prensa, pues algunos periodistas se pierden en el paro. ¿Cuánto vale un periodista? En su vida privada no sé, habrá de todo, pero con la pluma en la mano también es muy relativo, ¿verdad? Los que se pegan al poder, pueden recibir una invitación a un cóctel y un par de palmaditas en la espalda y los que se oponen pues ya vemos lo que le has pasado a Khashoggi.
Como supongo al lector enterado del caso, no me extenderé en la condena del método. Pero hay que considerar que Arabia Saudí no es precisamente una democracia; al contrario las mujeres valen menos que una cosa y sus millones de trabajadores inmigrantes poco más que los esclavos. Por el contrario, en las democracias de nuestro corte lo más que te puede pasar es que no te escuchen por mucho que chilles y lo lógico es que no te hagan caso.
Lo que sorprende, pues, en el asesinato de Khashoggi, es que nada menos que Donald Trump ha endurecido el morro y pedido explicaciones a la dinastía saudita, cuando no hace mucho bailaba la danza del sable en el palacio regio de Riad y este año pasado EEUU le vendió armas a Arabia Saudita por un valor aproximado de 40.000 millones de dólares. Como sabemos, las armas las utilizan los saudíes para cometer sus crímenes de guerra en el Yemen, ayudar a los rebeldes de Siria, aprovisionar al ISIS y otros yihadistas y mantener firmes a los iraníes. Es de suponer que, con esas cifras económicas y esta estrategia geopolítica, estemos ante un fake del inquilino de la Casa Blanca y todo quede en aguas de borrajas, justificado dentro del interés nacional de esa gran nación.
Nosotros tenemos razones de menos peso para callarnos ante el asesinato de Khashoggi (¡y de tantos otros!), pero también pesamos menos y solo un poco nos engorda. Pues cierto es que no tenemos intereses geopolíticos ni geoestratégicos ni (quitando quizás los delirios de Pablo Casado) los geométricos, expansionistas imperiales. Pero somos un país medio con un gran paro y se comprende que, proporcionalmente, pudiéramos decir que tenemos hasta más interés nacional que los EEUU y los otros países europeos que comercian en armas con Arabia Saudita. En este caso tan brutal y repugnante del asesinato de un periodista con premeditación y alevosía, nuestro interés como nación, en sintonía perfecta con los países de nuestro entorno, no es promover la democracia y defender la dignidad humana, y menos si los otros no lo hacen, sino salvar unos puestos de trabajo construyendo barcos de guerra para los wahabitas saudíes. ¡Bravo!
Solo una cosa me intriga. ¿No es cierto que cuando una empresa multinacional despide a miles de trabajadores agachamos la cabeza y la Bolsa sube? ¿Que cuando los financieros especulan y se arruinan, los rescatamos con miles de millones de euros? ¿Y que cuando presionan a la Justicia para que sentencien a su favor, caso de las hipotecas, no defendemos el interés nacional sino los intereses de la Banca? Entonces, aún a riesgo de que no me hagan caso, ¿por qué no rescatamos a Navantia, que 1.500 millones de euros en 5 años es bastante menos que el rescate a los bancos, y salvamos así a los trabajadores de implicarlos en esta vergüenza nacional?