Cartel de un concierto de Kanteo
Cartel de un concierto de Kanteo con portadas de maquetas de grupos punk de Cuenca de los años 90.

Música
Una improbable historia de punk y autogestión en la Cuenca de los años 90

A cientos de kilómetros de donde se movía el cotarro y con apenas 42.000 habitantes, en Cuenca se desarrolló en los años 90 una escena contracultural, autogestionada y antifascista muy activa y peculiar. La recordamos con Carlos ‘Piwi’, quien fuera voz y guitarrista de Kuero, recordada banda de punk rock de aquella época que sigue en la brecha con Kanteo, un grupo que empezó precisamente como homenaje a la escena rockera conquense de entonces.
14 mar 2025 06:00

La ciudad de Cuenca en los años 90 no llegaba a 45.000 habitantes. Capital de una de las provincias con menor densidad de población del Estado español y ubicada a unos 200 kilómetros de Madrid, Valencia o Toledo, y a más de 500 de Barcelona y Bilbao, no parece el mejor entorno para desarrollar una escena contracultural autogestionada y antifascista. Pero la hubo y la sigue habiendo: grupos de rock que van del punk al death metal, garitos, pequeños festivales y una cuarentona radio libre. Más allá de zarajos, resoli, las Casas Colgadas, el Puente San Pablo y la Plaza Mayor, emprendemos un viaje en el tiempo por la Cuenca alternativa.

Lo hacemos de la mano de Carlos ‘Piwi’, quien fuera voz y guitarrista de Kuero, uno de los pilares de aquel movimiento, seguramente la banda de punk rock más conocida de la provincia. Es un grupo al que se recuerda con muchísimo cariño, pese a que lleva ya más tiempo separado que lo que duraron en activo, de 1992 a 2003. Aunque tuvieron algunos reencuentros por causas especiales que hacen un poquito de spoiler de lo que vamos a ir hablando en este artículo, como cuando en 2012 tocaron contra el cementerio nuclear de Villar de Cañas, en el Festival de la Primavera de Radio Kolor y el festival Alcarria Rock; o en 2015 por el aniversario de la Sala Babylon junto a Maniática.

“Dimos más de 200 conciertos por todo el Estado y editamos cinco trabajos, a través de nuestro propio sello discográfico, Utopía, y después con la ayuda de otros pequeños sellos de la escena anticomercial: Fobia y Potencial HC de Madrid y Pozoin, de Llodio, en Euskadi”, recuerda. 


Entonces, la música en formato físico, CD o casete, se movía muy bien, más con esa política de precios populares (“no pagues más de 1.000 pelas”), a través de aquel activo circuito de “distris” alternativas, o la cadena de tiendas Tipo, algo no exento de polémica.

Carlos echa unas cuentas que en estos tiempos de streaming y reproducciones suenan muy retro. “De la maqueta Desde niñ@ se vendieron unas 4.000 copias, y otras tantas del primer disco Al filo de lo posible. Ahí sí controlábamos más las cifras al coeditar con Utopía. En la distribución de los discos Piensa que piensas, Mundo desorden y Calles punk no entramos, por lo que no tengo tan claro cuánto se movió, pero en ningún caso bajó de 1.000 copias”.

“Hoy la lucha son okupaciones, insumisión, zapatismo, ateneos libertarios...”

Escuchando a Kuero, además de pasar un buen rato con sus ritmos melódicos con dejes que van del reggae al hardcore, podemos hacer algo de memoria histórica de las luchas sociales que protagonizaba la juventud combativa de los años 90. En algunos casos suenan muy retro, como la insumisión, las ETT o el alzamiento zapatista. Pero otras, como la ley de extranjería, las radios libres, la Europa del capital, la violencia de género o luchas internacionalistas como Palestina, África o el Sáhara Occidental siguen tristemente de actualidad. Con más o menos fuerza, todas estas causas tuvieron y tienen reflejo en Cuenca más allá de canciones de rock, porque a pesar de su reducido tamaño tiene una nada desdeñable vida política y cultural, algo que ha fomentado el hecho de ser ciudad universitaria un tanto alejada de otras poblaciones. Quien va allí a estudiar se queda durante la semana.  


Sin embargo, en la discografía de Kuero no encontramos himnos antifascistas explícitos. Los años 90 fueron una época muy convulsa en las calles de otras ciudades, con las continuas agresiones e incluso asesinatos cometidos por grupos neonazis vestidos de skinheads y la necesidad de autodefensa popular. Pero eso no se dio en Cuenca. “Íbamos a tocar a Madrid o a Valencia y sí recuerdo alguna vez estar en alerta en el centro social o casal porque venían los nazis. Aquí no. Es un sitio muy pequeño y todos nos conocemos, no me acuerdo de enfrentamientos, ni de que nos quisieran reventar ningún concierto. No existía esa sensación de miedo y de tener que combatirlo de forma directa. Te puedo contar mil cosas con la policía parándonos por las pintas, pero de nazis, ninguna”.

La procesión de los punkis... turistas

Pero Cuenca no es un soviet libre de odio. “Más que nazis como tal, sí había muchos fachas. Aquí tienen mucho peso las tradiciones religiosas católicas, eso sí se notaba”, precisa. Pero incluso ahí se abrió espacio el punk, eso sí, de un modo un tanto peculiar. Recordaba hace unos años la web Agente Provocador, de la editorial La Felguera, “cuando los punks reventaron la semana santa”, un artículo ilustrado con llamativos recortes de prensa de la época haciendo referencia a cómo “jóvenes punks provocan disturbios en las procesiones de Cuenca y Pamplona” o a “disturbios por los punkies en la procesión de los borrachos”. Oficialmente se llama Procesión del Camino al Calvario, pero es popularmente conocida como “de las turbas”. Sale en la madrugada del jueves al viernes santo en el casco viejo conquense y en ella, tal y como explica la hermandad organizadora en su web, “las turbas aparecen como ‘actores’ encargados de representar la burla que sufrió Jesús camino de la cruz. Para ello utilizarán tambores y clarines”. Vamos, que insultaban a la imagen del Cristo y cuenta la tradición oral que, como eran tan, tan creyentes, para poderlo hacer necesitaban emborracharse durante toda la noche, por eso el otro nombre oficioso de “procesión de los borrachos”.

¿Qué hay más atractivo para punks de aquí y allá que beber e insultar al hijo de Dios en una procesión? Durante los años 90 se puso muy de moda desplazarse a la que llegó a ser conocida también como “Procesión de los punkis”, y ese turismo destroy llegó a ser una preocupación de primer orden para los conquenses de bien. Fue solventada con mano dura y escaso rigor democrático por las fuerzas del orden: cargas policiales, manguerazos e incluso propuesta de billetes de vuelta cruzando algo más que palabras según bajaban en la hoy clausurada estación de tren.

Pero los punks locales, al menos en el caso de Carlos ‘Piwi’, aquello lo veían como algo ajeno. “Sí salíamos esa noche, pero sin acercarnos a la procesión como tal. Sí recuerdo que venían amigos míos de Madrid a desfasar esa noche y es cierto que venían muchos punkis, y también heavis, y que había unos controles policiales en la llegada de autobuses fuera de serie”.

Mano Negra y Kuero, 300 pesetas

Mano dura para los punks de fuera... y Mano Negra para los locales. No se puede hablar de Kuero sin mencionar cuando tocaron con la legendaria banda francesa de patchanka en una nave industrial a las afueras de la ciudad. “Los dos grupos por 300 pesetas, aquello a reventar, tuvimos que abrir al final, se acabaron las cervezas, y eso que no se anunció públicamente. Fue alucinante, porque el equipo que montamos era con el que ensayábamos nosotros”, sonríe Piwi. ¿Cómo puede hacer un concierto tan underground un grupo que era superventas en todo el planeta en una pequeña ciudad castellana?

En el verano de 1995, tras la agotadora gira en tren por el interior de Colombia, Manu Chao se fue a descansar a Cuenca. No era una decisión aleatoria: había pasado veranos de niño en esta ciudad, porque ahí vivía su padrino y uno de los mayores amigos de su padre Ramón, el artista recientemente fallecido Antonio Pérez. Con la calma conquense, pronto recuperó el gusanillo por la música y llamó a algunos componentes de Mano Negra. “Le dijeron que contactara con nosotros, porque teníamos espacio para ensayar en una nave. Y ¿qué pasa ahí? Pues que le decimos que habrá que hacer un concierto, claro. Salíamos con ellos de fiesta, con Manu menos porque era demasiado conocido y le agobiaba la gente, pero sí tuvimos buena relación”, cuenta Piwi.

Mano Negra no volvió a tocar como tal después de aquello, por motivos comerciales y de licencias ya empezó a ser Radio Bemba y, cómo no, la bestial carrera de Manu Chao en solitario. Años después volvió a tocar en Cuenca: con dos conciertos sorpresa en la pequeña pero activa Sala Babylon, en 2003 junto a Fermin Muguruza, precisamente frente a la estación de tren de la que expulsaban a los punks unos años antes; y más recientemente en el campus de la Universidad, con un formato acústico más convencional.

Ondas de rebelión

Podría parecer que todas estas historias no han ocurrido, pero hubo un testigo de excepción en todas ellas: la veterana emisora libre Radio Kolor. Comenzó su actividad en 1984, después de que dos amigos conquenses descubrieran lo que era una radio libre en Iruña, durante unos sanfermines y se lo contaron entusiasmados a sus colegas al regresar a orillas del Huécar y el Júcar. “Siempre ha dado cancha a los grupos locales. Y en el caso concreto de Kuero, hubo una época en que todos hacíamos un programa en la radio. Cómo no íbamos a dedicarle una canción, esa fue ‘Ondas de rebelión’”.


El estado de salud de los medios de comunicación libres y comunitarios en todo el Estado es algo precario, aunque, como en la música, se ha democratizado y facilitado el acceso a las tecnologías. Carlos piensa que “seguimos resistiendo fuera de la industria. Yo creo que nuestro medio era y son las radios libres. Pensamos que, si no te gusta el sistema... ¡monta tú otro! Y el sistema de Kuero eran las radios libres, las okupaciones y los centros sociales”.

Y también los pequeños festivales. Comenzando en la capital por el más que asentado Festival de la Primavera de Radio Kolor, que este año se celebrará los días 23 y 24 de mayo en la plaza de toros; y siguiendo por otros como el Tin&Rock que empezó en Tinajas y ahora se celebra en Villalba del Rey o los ya desaparecidos Alcarria Rock en Torralba y Ajo Rock en Las Pedroñeras. “Este tipo de festivales los monta la gente del pueblo, sin ningún fin más que escuchar música y para tener una alternativa a la verbena pura y dura. No tienen nada que ver con los macrofestivales estos que son puro negocio, que buscan ser masivos, que no puedes ni ir al servicio. En estos festivales más pequeños no hay demasiado dinero y los grupos no pueden cobrar mucho, pero a nivel de disfrute me quedo con ellos”.

Versiones colgadas ’90

Solo hemos hablado de Kuero, pero lógicamente hubo muchísimos más grupos, que eran de los que se nutrían estos festivales y otros muchos conciertos autogestionados. En 2022, a Piwi le llegó la propuesta de Kristian y Anula para hacer un homenaje a esas bandas conquenses de los años 90 y primeros 2000 que habían crecido escuchando. Sumaron a Mekano al proyecto, lo bautizaron con una expresión tan conquense como Kanteo, pero con K, y le pusieron el apellido “versiones colgadas ’90”. Tocaron en la sala Directo con la intención de hacer algo de un día, y aquello gustó. “Salían un montón de canciones, veintitantas, pusimos el límite en los años 2000, pero en lo musical había metal, pop, punk, heavy, un poquito de todo. Hicimos algún concierto más y fue una manera de homenajear a esos grupos y a gente ligada a esa escena que ya nos ha dejado”.

El listado es tremendo: La Pota, Moldavia, Phraguel Rock, Kalibre 12, Kriters, Cyanuro, Fuera de Kontrol, Profecía, Dark Tales, Krak, Convulsion, Hambruna Porruna, Larva, Amenaza, A Kostra Nostra, Heyday, Intrusos, Chemninova, Irremediables, Progeria, Radio Berrinche Avería y, claro está, Kuero.

Al final pasó lo que tenía que pasar: de tanto juntarte a ensayar, te apetece hacer tus propias canciones. En 2024, Kanteo editó su primer disco, Invisibles. ¿Cómo está funcionando? Volvemos al punto de partida: “Tiene la repercusión que pueda tener un CD hoy en día de un grupo de Cuenca. Es así”, dice con naturalidad y resignación Carlos. “Creo que a la gente que lo oye, le gusta. No te voy a decir que tenemos unas escuchas multitudinarias ni gran cantidad de críticas y eso, pero pienso que es un trabajo que se deja escuchar bien y así nos lo transmiten”.

En paralelo, han creado un tributo a los propios Kuero llamado Calles Punk. “Las canciones se van intercalando en el directo, Kuero y Kanteo somos los mismos y no es asunto hacer una separación”, explica. Recientemente tocaron con este formato en la sala La Trinchera del madrileño barrio de Vallekas, con K para hacer honor a los grupos que nos ocupan, un espacio muy centrado en el punk menos comercial donde la agenda está ocupada con muchísima antelación. “Al ser de Cuenca me parece interesante tocar en sitios donde se mueve este estilo de música, nos hace ilusión no tocar solo en nuestra ciudad y provincia, Kanteo y sus canciones deben sonar en Vallecas, es un sitio que igual te puede abrir para tocar más. Tengo claro que si fuéramos de Madrid hubiéramos tocado más en más sitios”.

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