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Un policía nacional —apostado tras una esquina—, apunta con su pistola. Un grupo de encapuchados está prendiendo fuego a una barricada en la calle Marqués de Ahumada del madrileño barrio de la Guindalera. Mientras se cruzan gritos e insultos, una sucursal de Cajamadrid acaba hecha añicos y quemada. Al lado, varias decenas de coches cruzados en la calle impiden el paso. En pocos minutos, los aledaños del barrio de la Guindalera se han llenado de barricadas. Son las 6 de la mañana y ha comenzado el desalojo del Centro social okupado La Guindalera.
Desde la azotea del edificio, un centenar de personas esperan para resistir. Asomados desde lo alto, comienzan a avisar del inminente despliegue policial. Las carreras y los disturbios se extenderían aquel día hasta la calle Alcalá y más allá. Tras horas de enfrentamientos callejeros, el centro social fue desalojado y 158 personas detenidas.
Corría el año 1997 y sería la última vez que un gran centro social okupado de la ciudad provocase disturbios a gran escala. Con el desalojo de La Guindalera se acababan en Madrid los movimientos juveniles autónomos tal y como nacieron en los años 80 cuando punk, tribus urbanas, marginalidad, universitarios y política se mezclaron con enorme intensidad.
Música
40.000 mañanas escuchando a La Polla Records
En 1990, La Polla Records publicó el himno de quienes nunca abren telediarios: los millones de personas que viven tristemente y mueren democráticamente.
Aquel ciclo duró en nuestra ciudad 11 años y fue la expresión directa de una generación a caballo entre la marginalidad y las nuevas clases medias universitarias y radicalizadas. Su historia comenzó a finales de 1985 con la okupación del Centro Social Minuesa. En aquellos años se juntaron todos los ingredientes para poder construir una nueva generación política autónoma. La izquierda institucional estaba en ko técnico, el PSOE apostando por las privatizaciones y la precariedad juvenil, junto a todo esto, los altos índices de paro y las reformas educativas terminaron de fraguar el caldo de cultivo para un año 1986 explosivo.
Ante un Madrid demasiado empaquetado por la melosa Movida, toda una generación de jóvenes decidieron darle la vuelta a la ciudad
Aquel año fueron las potentes movilizaciones estudiantiles donde heavies y punkis tomaron las calles, en abril se hizo el concierto homenaje a Tierno Galván donde altos gerifaltes socialistas —incluido José Barrionuevo, ministro de Interior de los GAL—, tuvieron que escuchar a Barricada llamando a los disturbios, la okupación y a tirar del gatillo. Tampoco se podrá olvidar ese año por sus fiestas de San Isidro con La Polla Records en el escenario y un final de fiesta por adelantado que aún se recuerda y que se saldó con varios heridos. Sin duda, eran otros años.
Ante un Madrid demasiado empaquetado por la melosa Movida, toda una generación de jóvenes decidieron darle la vuelta a la ciudad. Las okupaciones, los colectivos antimilitaristas y algunos grupos universitarios albergaron a una buena parte de los sectores más politizados. Pero lo cierto es que el imaginario radical se extendía más allá de las fronteras de los activistas políticos.
Por aquel entonces la escena musical madrileña era importante pero de segundo nivel. Sobre todo, comparada con el conocido como rock radical Vasco. Cicatriz, Eskorbuto, La Polla Records, Kortatu, Barricada, RIP... la lista era eterna y la influencia que tuvieron estos grupos en el imaginario juvenil madrileño fue enorme. De hecho, ni los movimientos políticos, ni muchos de los discursos de aquellos años se hubiesen entendido sin esta generación de grupos y sus letras.
El WiZink Center se llena
Tras la estrambótica denominación de Wizink se esconde el viejo Palacio de los Deportes, aquel que asistió al mítico concierto de 1982 de Barón Rojo y Obús que acabó como el rosario de la aurora. Desde este fin de semana, también es el lugar donde La Polla Records, junto al Drogas, el histórico componente de Barricada, metieron a más de 30.000 personas en dos días, tras un regreso a los escenarios que nadie se esperaba.Lo mejor, sin duda, la frescura y la fuerza que demostraron tanto Evaristo como El Drogas, pero junto a ello, podríamos hacer un intento de análisis de época. Para cualquier que conozca a La Polla o al Drogas, no dejaba de resultar curioso que el segundo concierto se celebrase el 12 de octubre, en el barrio de Salamanca y relativamente cerca de las celebraciones del desfile militar.
Podrá parecer anecdótico, pero era la primera vez en Madrid que el 12 de octubre se podía vivir con un plan masivo, festivo y con enormes connotaciones políticas y no recluidos en casa o huyendo al campo. Algunos dijeron que en un lugar como el Wizink Center, y en el barrio de Salamanca de Madrid, el concierto quedaba un poco descafeinado, incluso posmoderno. Pero la realidad no fue esa, el concierto de El Drogas y de La Polla fue explosivo.
Entre el público estuvieron muchas miles de personas de las que bebieron de aquella radicalidad política de los años 80, tanto la media de edad como los gritos así lo atestiguaban. Herederos de aquella mezcla de marginalidad y política que alumbró una escena social alternativa en las grandes ciudades españolas compuesta por los centros sociales okupados, los gaztetxes, el movimiento de insumisión y contra la OTAN o las movilizaciones antinucleares.
Por este motivo, era especialmente relevante el concierto de La Polla. En uno de los barrios más ricos de Madrid, en el entorno que suele llenarse de familias con la bandera nacional tras el desfile y en un momento político de claro conservadurismo, que resonasen en el Palacio de los deportes las letras de Barricada y La Polla suponía un revulsivo.
Sin duda era un día de contrastes. En el desfile militar, los jóvenes políticos de la izquierda del cambio querían resignificar la bandera, en el Palacio de los Deportes se gritaba el “¡odio a los partidos y fuego a las banderas!”. Los himnos de la Polla contra la gomina en el cerebro que se han puesto los sucesores institucionales del 15M. Las descargas antinucleares y antimilitaristas, las que fulminan a un patriotismo idiota, contra quienes han renunciado a la búsqueda de cambios reales.
El concierto de la Polla sirvió de agitador y dinamitador de un momento en el que la ciudad parece amuermada y derechizada
Aquellos que miramos el concierto de La Polla desde el momento político actual, asistimos asombrados a una realidad aplastante: las canciones de La Polla estaban más frescas que la mayoría de los discursos críticos televisados y tuiteados en el presente. El mucho bien que le hizo el punk a la política se hacía evidente en cada canción, muy especialmente para la ciudad de Madrid.
De todo ello no es fácil sacar lecciones, pero sí detectar que una política carente de rabia y de pasión, anclada en la buena educación que quiere caer bien, solo tiene sitio en el circo institucional. Por eso, la lucha por ocupar un puesto político en estos tiempos de escasez de escaños se ha convertido en una guerra a muerte que parece ocuparlo todo.
Música
Evaristo: “Yo no canto de okupación porque siempre he vivido de alquiler y he sobrevivido a dos hipotecas”
Asegura Evaristo que su madre nunca ha ido a verle a un concierto, aunque le han llegado noticias de lo que su hijo hace sobre el escenario. Entre otras cosas, el regreso de La Polla Records con cuatro actuaciones y una canción nueva hará posible que la señora lo compruebe de primera mano.
El concierto de la Polla sirvió de agitador y dinamitador de un momento en el que la ciudad parece amuermada y derechizada. Y fue un concierto explosivo no porque sirviese de crítica a la derecha más rancia, que también se llevó lo suyo con una cruz prendida fuego y con el apoteósico principio con el “Salve Regina”. Lo fue porque —como siempre supo hacer La Polla— la moral, la política, el cotidiano conservador imperantes a derecha izquierda, sufrieron una descarga de 5.000 watios que les dejó tiesos. “Odio a los partidos”, “No somos nada”, “Nuclear y policial”, “Me voy al campo”. Nos las sabemos de memoria y aún queda todo por hacer. Evaristo se fue casi sin despedirse y el público con ganas de más.
Durante unas horas Madrid volvió a los años 80 y eso es algo inquietante: recuerda a movimientos políticos que escapaban de todo control, a inestabilidad y a una contracultura que movía conciencias y que animaba las calles. De nuevo la idea de construcción de espacios autónomos y de libertad capaces de impactar en el mundo desde sus propias posiciones, que quieren cambiarlo todo y que no se someten o doblegan a las realidades parlamentarias, representativas e institucionales. En los tiempos políticos de los buenos chicos, de su nueva moral acaramelada y de la reacción conservadora, que La Polla reventase en Madrid —una vez más—, fue un regalo.
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Opinión Quan isc a buscar l'alegria (carta de amor a València)
El mejor grupo de la historia de este pais. las mejores letras. Gracias a ellos algunos dimos otro rumbo distinto a nuestra vida del que estaba escrito
Joder..... ¿¿¿"Nuclear y Policial"?? ¿¿¿"Me Voy Al Campo????
Tio 40 años tiene este grupo para saberte los titulos del grupo mas grande de la historia de este país xD
La trifulca que ocurrió en Madrid, tocando La Polla y Obus, no fue en el Palacio de los Deportes.
Fué en el Rockodromo de la Casa de Campo.
Sólo una puntualización al excelente artículo, Minuesa empieza a okuparse en el otoño invierno del 88 como vivienda y aún tarda más de un año en okuparse la fábrica en la que luego se construirá poco a poco el Centro Social Okupado y Autogestionado Minuesa.