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Música
Montañés: “La salud es juerga y vino. El placer produce salud, pon eso”
No hay lugar más apropiado para la entrevista a un músico que acaba de terminar un disco llamado Juerga y vino (El Volcán, 2021) que la soleada terraza de un bar del centro de Granada, sempiterna ciudad de músicos y músicas, donde reside David Montañés. De manera no inesperada, el interrogatorio se convierte en coloquio, en charla distendida. Las palabras que vienen a continuación son testigo de un viaje que pudiere parecer lisérgico, pero no lo es, sino todo lo contrario: rezuman sensatez y sentido común, entendiéndose este como el más común de los sentidos.
“Es mi primer disco de canciones, se podría decir. Tiene tonalidades mayores, porque lo que he hecho antes era en menor. Quería que tuviera luz. Para mí era un reto, porque siempre me he sentido ridículo otras veces cuando he hecho canciones en tonalidad mayor, y me dije: voy a hacer un disco que tenga alegría; y con este vehículo de algo más folclórico me animó a hacerlo así y no con otras fórmulas como el pop o el rock, que me encuentro menos a gusto. Quería hacerlo así, sin la necesidad de enchufar nada, estás tú solo con la guitarra. Así es mucho más fácil juntarte con amigos y montar un ‘sarao’. ‘juerga y vino’ tiene ese espíritu”, explica Montañés.
Para que se entienda un poco mejor eso de las tonalidades para los profanos en armonía musical, sin entrar en demasiados detalles, la tonalidad mayor suena alegre y luminosa y, sin embargo, la menor, triste y oscura, para profundizar en esto diríjanse a su músico de confianza más cercano y pregúntele qué diferencia tonal hay entre “Paquito El Chocolatero” y “The Sound of Silence” de Simon & Garfunkel.
Juerga y vino es un disco atípico, valga el lugar común (cuando algo es difícil de catalogar siempre va al mismo cajón de sastre que tiene la etiqueta de ‘atípico’, escrito en el membrete de la puertecilla). Inusual, porque su autor lo es y su percepción de la música: “Tengo formación de Conservatorio [licenciado en Composición y tiene un Máster en Composición Electroacústica], pero siempre he estado de locales de ensayo con los colegas, de siempre, entonces, siempre he hecho cosas distintas. De pequeño, cuando empecé con el piano, me interesaba mucho la Ruta del Bakalao… mezclaba las melodías que iba aprendiendo de Mozart con, por ejemplo, Paco Pil…”. Imagínense una noche de un ‘ecstasí, ecstano’ operístico en el Teatro Real de la capital del Reino de España. Puede dar una pista sobre el inconformismo de Montañés, musicalmente hablando.
“Cuando yo era adolescente había menos restricciones para juntarte en la calle a tocar y cantar, ahora hay que pedir permiso, está todo muy institucionalizado”
Ese inconformismo del músico está en su obra, naturalmente. Juerga y vino no es una apología hedonista a la intoxicación etílica gratuita, esa lectura es superficial. Todo texto tiene subtexto y en el disco de Montañés hay muchas reivindicaciones, sobre todo de cómo ve él el estado de las cosas: “Me gusta pensar que es un reclamo hacia la vida en la calle. Cuando yo era adolescente había menos restricciones para juntarte en la calle a tocar y cantar, ahora hay que pedir permiso, está todo muy institucionalizado: ‘perdone usted, voy a contar un chiste en la esquina de mi barrio’. Está todo muy regularizado, y eso supone que se pierde espontaneidad y se encajona, se institucionaliza. Las cosas pasan en la calle… y en los bares”.
A tenor de la reivindicación de la espontaneidad y sus formas que subyace en el trabajo de Montañés, durante la entrevista también habla de la rigidez de la partitura: “El conservatorio tiene muchas cosas buenas, pero también tiene cosas… por ejemplo: el asunto de la partitura, se abusa mucho de tocar con la partitura, tanto en el mundo clásico como en otros. Hace unos días estaba en un concierto, y un guitarrista estaba con la partitura delante y era el que desentonaba. Me explico: al final es una barrera, es decir, da igual el tipo de música que intérpretes o hagas, tienes un compromiso escénico. Pero que no se me mal entienda, la partitura como medio para aprender es necesario, pero no puede ser una rémora en el espectáculo”.
Por otro lado, el nuevo trabajo de Montañés es también un disco con síntomas de buena salud: “Para mí, salud es Juerga y vino”. De repente, un comentario de un acompañante de mesa y coloquio sostiene que alguien le dijo una vez: “El placer produce salud”, y el músico tiene una epifanía: “¡Eso! El placer produce salud. Pon eso”. Y, a raíz de esta cuestión, Montañés es preguntado por si es necesario “estar bien” para crear música: “Hace falta no estar muy mal del todo para crear, ni muy bien, ni muy mal. De hecho, la propia creación te genera dopamina, el propio proceso de creación genera placer, es embriagador”
“Ver acabado algo es satisfactorio, es genial, sobre todo cuando lo compartes. Te liberas un poco porque lo compartes, porque si no, estás masturbándote, ¿a quién no le gusta masturbarse? Pero lo guay es compartirlo. Este proyecto es muy participativo, y suena a eso: a muchas personas, a muy buenos amigos y muy buenos músicos, al final suena a eso, es el resultado de esa unión. Cuando esto lo tocas y el público está haciendo palmas… ese es el objetivo final, hacer feliz a los demás, y de paso, a ti”.
Montañés es David, todo su universo está en Juerga y vino, él escribe letra y música, al fin y al cabo, pero se rodea de un buen puñado de amigos y músicos para montar la juerga completa: Moncho Rodríguez a la mandola y voces, Lorena Álvarez a las percusiones, autoarpa y voces, Alonso Díaz Carmona al bajo, clarinete y voces, María del Mar Montañés a la flauta travesera flamenca y clásica, María Vallejo al violín y voces, Álvaro Blas a la percusión, carraca, flexatón y voces, Ángela Ramírez al cello, Andrea Ibero al cello, Paco Solana a los coros (también ha realizado el video de “Meteorito”), Carlos Marqués al bajo y base electrónica, Noel y David Ruiz a las percusiones, Roberto Escudero a las congas y María Mauri a la voz.
Hasta aquí la charla distendida con Montañés transita por una carretera sinuosa en la que se tratan los más diversos asuntos, los más relevantes están reseñados, otros se quedan fuera de estas líneas por una mera cuestión de tiempo y espacio. Un tiempo y un espacio que al músico se le antojan como una realidad paralela: “Me preguntabas antes qué hacia, a dónde apuntaba mi Delorean [el notorio coche de Regreso al futuro], pues bien, con esto del covid, creo que estamos viviendo en una realidad paralela, hace unos días estaba con un amigo y me decía: ‘David, vámonos de aquí porque hay mucha confusión’. De hecho, empezó todo con Trump, que es Biff [Biff Tannen, uno de los personajes de Regreso al futuro]. Vivimos en una realidad paralela desde entonces. Es una época de confusión. Vamos a tomar otra a un sitio más fresquito”.