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Movimientos sociales
Communia: un bosque para conspirar
Tras cruzar el río Bildosola y atravesar el barrio del mismo nombre comienzas a adentrarte en un enorme y frondoso bosque que esconde en su corazón una acogedora casa cuyas puertas y ventanas abiertas de par en par te invitan a entrar: has llegado a Basoa, la Casa de las Defensoras. Este refugio, situado en el valle de Arratia (Bizkaia), está vinculado a la Red de Acogida Artea, y se empezó a soñar en 2019 como un punto de encuentro entre colectivos y movimientos sociales, una casa de acogida para activistas y defensoras de los derechos humanos, así como una experiencia alternativa de vida en común.
Este ha sido el albergue del Communia, el primer Festival de Autonomía y Contrapoder, un encuentro impulsado por la Fundación de los Comunes para “imaginar juntas el próximo ciclo de luchas”. Así, cerca de 300 personas vinculadas a diversos colectivos, movimientos y centros sociales viajaron el pasado jueves 28 de julio desde distintos puntos del Estado español para encontrarse (o reencontrarse) a la sombra de los robles y los fresnos de este bosque y combatir en común el sofoco del hostil contexto que nos sobreviene.
“Basoa es una casa viva, un bosque para intercambiar experiencias, un territorio liberado para conspirar, conspiremos juntas"
“Basoa es una casa viva, un bosque para intercambiar experiencias, un territorio liberado para conspirar, así que: ¡conspiremos juntas!”, enunciaba una de las integrantes del proyecto en el acto de presentación. Y con una fuerte ovación este festival dio su pistoletazo de salida.
Tramando en común
Por el día, las carpas fueron tomadas por las instancias dirigidas al pensamiento y el debate. El bloque de Autonomía y organización rompió el hielo, y además lo hizo con fuerza. El verdadero significado de “autonomía”, la historia de los movimientos autónomos y el problema de la organización fueron los tres ejes en torno a los cuales tuvieron lugar los diálogos. Por su parte, el bloque de Centros sociales funcionó por momentos como cruce entre las experiencias, tan diferentes como similares, de la multitud de militantes provenientes de los diversos centros sociales articulados al rededor del todo territorio. Pero más allá de esto, hubo lugar para la reflexión del sentido de los centros sociales en la actualidad, con incógnitas como: ¿son meras infraestructuras para los movimientos sociales? ¿O tienen el potencial de producir agenciamiento político?
En el bloque de Crisis ecosocial y luchas transnacionales se pudo deliberar acerca de la crisis capitalista tomando como partida la imposible separación naturaleza-sociedad, haciendo hincapié en la necesidad de “intervenir hacia transiciones (¿o quizá rupturas?) ecológicas más justas que impugnen las soluciones de capitalismo verde, así como la importancia de la organización desde las luchas autónomas en las que se ha de transversalizar un ecologismo feminista, de clase y decolonial”, en palabras de Sara Jiménez (La Invisible-Suburbia).
La soberanía alimentaria se puso en el centro como concepto a debate en el bloque de Soberanía y agroindustria. ¿Una opción de consumo? ¿Un sello de distinción? ¿Un segmento del mercado destinado a las capas sociales con rentas medias y altas? En este momento se encontraron distintos proyectos e iniciativas activas en la producción y consumo agroecológico y también en la oposición a estructuras de la agroindustria depredadoras del territorio.
También tenías la opción de viajar hacia los Ecosistemas críticos del libro, donde se realizó una cartografía de la situación de este ecosistema conformado por las librerías asociativas, las distribuidoras alternativas y las editoriales críticas, y de la necesidad de generar estrategias conjuntas entre estos tres agentes. Entre otras cosas, se pudo charlar acerca de la importancia de generar alianzas entre las librerías asociativas y “revindicarlas como algo político y dentro del entramado de los movimientos”, en palabras de Kike España (La Invisible-Suburbia).
“¿Qué hacer con la blanquitud?”
A su vez, proyectos, colectivos, espacios y experimentos del movimiento antirracista-migrante, como componentes de la Nave Disidente, el movimiento Regularización Ya, las compañeras de Trabajadoras no domesticadas, y propias integrantes del proyecto Basoa, pudieron encontrarse en Redes migras y movimientos contestatarios antirracistas. Un espacio que culminó en un taller titulado ¿Qué hacer con la blanquitud?, dirigido pensar colectivamente cómo se detentan los privilegios de la blanquitud en los lugares y espacios de militancia de los movimientos sociales de base.
Uno de los bloques con más expectación fue el de Transfeminismo y luchas queer, un debate que ya se comenzó a fraguar durante las vísperas del encuentro con un diálogo generado a partir del artículo de la coordinadora de la Fundación de los Comunes y la respuesta de Silvia L. Gil, ambos en El Salto. Estos mismos encuentros (o desencuentros) de miradas se materializaron durante las jornadas de este bloque, de las cuales se podría decir que quedó un sabor agridulce que anheló otras formas de hacer desde la construcción y la distensión. Como el resto de los espacios, se puede destacar la posibilidad que brindó a diferentes colectivas, asociaciones y grupos de darse a conocer y relatar sus formas de organizarse. En este sentido, por ejemplo, Carmela, una de las integrantes del bloque feminista autónomo de Málaga, habló de la experiencia malagueña (desde una mirada particular) relatándola como una apuesta constante a las formas alegres y populares de habitar las calles, donde sin haber una agenda unificada se abraza el disenso y se buscan otras formas de hacer desde la inventiva.
Finalmente, Internet entró en el foco a través del bloque Teknopolítica: cómo habitar dentro y fuera de la red. En la primera parte, las compañeras de Post Apocalipsis Nau pusieron sobre la mesa cómo se configuran las redes sociales para radicalizar a las usuarias: desde los memes hasta la limitación de los caracteres, pasando por las fakes news y los bulos de Internet. En una segunda instancia, la Linterna de Diógenes hizo un podcast en directo donde se habló del uso de datos, la inteligencia artificial, así como de algunas iniciativas populares para interrumpir y transformar el flujo urbano.
Más allá del pensamiento
Pero quizás de lo más valioso no se generó sobre la mesa de los distintos espacios de debates orquestados, sino que se encontró en toda la urdimbre de cuidados y sostén que hizo posible este encuentro. Desde la que picó cebollas hasta el que fregó los platos: en cada cucharada se pudo saborear el trabajo y el cariño de toda una red de personas tramando en común la próxima receta. Una experiencia que sin duda trajo también consigo aprendizajes y lecciones, como los que mencionó el compañero Luis Soldevila (Katakrak) en Twitter tras finalizar el encuentro: por un lado, “una cocina es un barco pirata en formas y valores: solidaridad, roles claros, democracia, temeridad y alegría”; y, por otro, “la comida es importante en nuestro empeño por sacudir el mundo”.
Turnos de limpieza, turnos de basura, turnos de barra. Todas las asistentes terminaron siendo parte de este entramado experimental que hizo posible ensayar una forma de vivir en comunidad desde la autogestión y la horizontalidad. El cuidado de les niñes también se colectivizó a través de una ludoteca, una iniciativa que generó las condiciones materiales para que padres y madres pudiesen concentrarse en el encuentro, “ un alivio para poder participar del encuentro que de otra forma hubiese sido imposible”, en palabras de Morrix (Traficantes de Sueños). Un espacio que también se caracterizó por la sinergia entre les niñes visitantes del Communia y les niñes de Basoa, que terminaron diseñando una pancarta juntes en la que se enunciaba “si no podemos jugar no es nuestra revolución”.
Si bien durante el día también hubo lugar para el ocio entre los chapuzones en la piscina, las reuniones informales entre tiendas de campaña y los talleres de serigrafía, cuando el Sol se apagaba se encendían las luces de un escenario en torno al cual las personas asistentes se arrejuntaban como brujas al calor de una hoguera, en esta ocasión para apreciar el arte de una multitud de artistas invitadas de diversas procedencias y disciplinas.
“Mi abuela nunca aprendió lo que es la geometría, pero una arepa en sus manos redondita le salía”
La primera artista, La encendida, en su repaso por un repertorio latinoamericano logró hacer cantar a todo el público los versos de la venezolana Cecilia Todd: “Mi abuela nunca aprendió lo que es la geometría, pero una arepa en sus manos redondita le salía”. Inaugurado el escenario, artista tras artista fueron subiéndose en las diferentes veladas para hacer al público bailar y cantar, de nuevo, en común. Desde bandas como Amooma y raperos como Mawly y Berro Snay, hasta DJ sets como Kimosoundz, Tremenda Jauría, DJ Remy, Sonido Caño Roto, Iker Cantarero, Zakarra y Puñales, Machete Selektah, y Gual.icho; pasando por géneros fusión como el de Katanga Dub: un punto de conexión entre la escena dub de Navarra y los ritmos rurales y urbanos del Caribe Colombiano. Fruto y evidencia de la sinergia de estos espacios, Ofelia Castillo (La Casa Invisible), irrumpió con alegría y un colorido traje de comparsa entre el público para bailar a ritmo de bullerengue y porro, sonidos también clásicos de su país.
“Poder compartir con toda la gente que estaba emocionada por la música que estaba sonando como un acto de complicidad. Para mí el Communia fue un acto de complicidad”, expresó Ofelia. “Este encuentro es un primer paso que se siente que hacía falta. Un respiro y una alegría, un espacio que ha permitido encontrarte con iguales”, comenta Guan (La Casa Invisible).
“En común, ¿pero hacia dónde?”
Tras el procedente descanso que merecen estas intensas jornadas, tocará recoger todo lo sembrado, superar las limitaciones y exprimir esta red de autonomía y contrapoder que no cabe duda de que tras el Communia es un poco más rica. Como propuso de título para esta crónica Vicky, gaditana militante de la comisión 8M: “En común, ¿pero hacia dónde?”.