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Movimiento obrero
Aleix Romero: “Un sindicato de mujeres parecía despertar más curiosidad que respeto”
Una provincia donde, con intencionada ironía, se repite el dicho de que “nunca pasa nada” parece un escenario idóneo donde revelar otra memoria olvidada: la realidad de las mujeres trabajadoras y su capacidad de organización desde los inicios de la industrialización. Aleix Romero se pone a ello en su último libro Haciendo historia. Mujeres trabajadoras a la conquista de sus derechos. La Rioja 1860-1936 (Fundación Anselmo Lorenzo, 2020).
En este periodo, Calahorra es la sede nacional de la Unión patronal de empresas conserveras y la Fábrica de Tabacos de Logroño, fundada en 1890, es la más moderna de la época. Llegaría a ser, 127 años después, tras su cierre en 2017, la última fábrica tabacalera en España. Este contexto de provincias se convierte en un escenario despejado en el que observar la evolución de los cambios sociales. Esta fábrica empleaba a 500 mujeres y 50 hombres. Un trabajo feminizado que se veía reflejado en la organización de su sindicato, la Unión Tabacalera (UT) en la que se centra gran parte de este libro.
La historia de estas mujeres, sus luchas y sus victorias quedan desgranadas en este estudio que salda una cuenta pendiente con la visualización del papel de las mujeres trabajadoras en el inicio de la organización sindical en la región.
¿Por qué era necesario un estudio como este sobre la actividad sindical de la mujer obrera?
En un contexto patriarcal, que relegaba a las mujeres a sus hogares, el hecho de que estas desempeñaran funciones que iban más allá de la que supuestamente correspondían a su género, y que ocuparan el espacio público con estas actividades, supone de por sí una transgresión remarcable. La existencia de las mujeres obreras y, especialmente, su lucha para conquistar derechos son, por tanto, cuestiones de primer interés para el conocimiento histórico de aquella sociedad.
Por otra parte, aunque ya hay diferentes y valiosos estudios sobre trabajadoras, este en concreto incluye entre sus novedades un estudio sistemático de los documentos de la Fábrica de Tabacos logroñesa. Precisamente fue el de las tabaqueras uno de los sectores laborales feminizados —es decir, que empleaba mayoritariamente a mujeres— más combativos.
¿Hasta qué punto Logroño como provincia es un ejemplo de la actividad sindical incipiente de la mujer trabajadora en el resto del Estado?
La industrialización de aquel entonces no fue un fenómeno que afectó de forma homogénea a todos los territorios. Ni tampoco, por cierto, el nivel de desarrollo alcanzado fue semejante en todas las actividades del sector secundario. En ese sentido, la entonces denominada provincia de Logroño —que, como resalto en el libro, no se encontraba aislada de las demás— ha de ser destacada como un ejemplo, sí. De hecho, puede ser consultado como un laboratorio de lo que estaba ocurriendo por entonces en el resto del Estado.
Separar identidad de género y de clase es el fruto de la disección de los estudiosos, no un fenómeno que se diera en la realidad histórica
La tabaquera logroñesa era una fábrica muy vinculada con el resto de las de su ramo a través del monopolio estatal de tabacos, mientras que los establecimientos conserveros eran más bien de carácter familiar y local. Se entiende con ello que no solo la actividad sindical era diferente en ambas, sino que las trabajadoras de una y otra industria no se percibían a sí mismas, ni eran percibidas de la misma manera.
Una de las tesis principales de tu libro es que la organización sindical de estas mujeres fue transversal a su conciencia de clase trabajadora y su proceso emancipador de género. ¿Cómo funcionó la actividad sindical entre esas dos identidades, clase y género?
La fusión de las dos identidades se produjo de forma automática. Las trabajadoras sindicales luchaban por mejoras laborales y, para llevarlo a cabo, debían hacer frente a aquellas reconvenciones sociales que juzgaban que su sitio no estaba ni en las fábricas ni en las calles, sino en sus casas. Es decir, que el avance en un terreno era directamente proporcional al que había que hacer en el otro. Separar ambas identidades es el fruto de la disección de los estudiosos, no un fenómeno que se diera en la realidad histórica.
La imagen de la trabajadora de una fábrica de tabacos en el imaginario colectivo está más cerca de la Carmen de Bizet que de una obrera en plena actividad sindical. ¿El icono popular (y machista) ha eclipsado el intenso trabajo sindical de estas obreras?
Hay que tener en cuenta que la Carmen se convirtió durante el siglo XIX en todo un tópico artístico, erigiéndose en el siglo XIX en el estereotipo “racial” de las mujeres españolas. Esta visión caló hondo en el imaginario popular, fomentada entre otros por la propia Compañía Arrendataria de Tabacos con un interés publicitario indudable.
¿Cómo fueron tratadas las mujeres sindicalistas dentro del movimiento por sus compañeros hombres?
Los promotores del sindicalismo en el ramo tabaquero —que eran hombres— concluyeron, tras algunas experiencias fracasadas, que era imprescindible contar con las trabajadoras de las abrumadoramente feminizadas plantillas tabaqueras. En ese sentido, cabe hablar de un esfuerzo consciente por atraer a las mujeres a sus filas. Por esa razón, las vemos ocupando cargos destacados, representando a los sindicatos tabaqueros, y representandolos en tribunas públicas. Al expresarse como obreras, el sindicato está posibilitando también que se manifieste como mujeres.
Con todo, no podemos obviar que varios de sus logros, como el retiro retribuido conseguido antes de la tragedia de 1936, no consiguieron laminar completamente la brecha de género existente en el mundo laboral, también en la industria tabaquera, entre hombres y mujeres.
Cuentas en el libro cómo las fuerzas franquistas fueron muy conscientes del peso de esta organización sindical de trabajadoras siendo uno de los objetivos de represión y contrapropaganda tras el golpe.
Mi conclusión es que la represión del sindicato tabaquero está en relación directa con la politización de las mujeres producida durante el periodo republicano, cuando precisamente la organización de las tabaqueras gozaba de un enorme prestigio social y animaba a la movilización política.
La represión del sindicato tabaquero está en relación directa con la politización de las mujeres producida durante el periodo republicano
Hubo que esperar a junio de 2020 para que el callejero de Logroño honrará la memoria de la sindicalista Luisa Marín Lacalle, principal representante de la UT, que fue asesinada junto a Carmen Villa, otra representante sindical, el 22 de agosto de 1936 a las afueras de la ciudad. ¿Crees que se tiene una justa memoria de la labor de las trabajadoras en la historia del sindicalismo en esta región?
La verdad es que no. Aparte de los estudios de algunos investigadores, no ha habido un interés real —al menos hasta ahora— por parte de los agentes sociales interesados en reivindicar su memoria. Esto, desde luego, ha de ser achacado a diversas causas, comenzando por la amnesia impuesta tras la derrota, pero también es obvio que un sindicato de mujeres parecía despertar más curiosidad que respeto. Esperemos que eso vaya cambiando.
El libro termina con la derrota y eliminación de cualquier actividad sindical tras el levantamiento militar. ¿Cuáles fueron las mayores victorias y ejemplos en este periodo de sindicalismo en femenino?
Aunque es cierto que termina con una gran derrota, conviene matizar que lejos de ser del sindicato tabaquero, lo es del movimiento obrero en general. Pero hasta entonces consiguieron grandes victorias sindicales, como la ya mencionada de la jubilación o la posibilidad de que las hijas de las tabaqueras pudieran entrar también en plantilla, lo que puso fin de hecho al enchufismo característico en las contrataciones de personal desde que en Logroño se instalara la Fábrica de Tabacos, y auténtico caballo de la Unión Tabaquera logroñesa.
Pero, además, destacó la labor social, cultural y política del sindicato, que permitió a estas mujeres de clase obrera acceder a terrenos que hasta entonces le eran vedados.
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Estimado Aleix.
Sigo tus trabajos y este me satisface grandemente porque pones de relieve unos hechos de la provincia de Logroño poco o nada tratados desde al menos esa perspectiva.
Muchas agradecemos conocer que ya a finales del XIX ya había mujeres que conscientes de el aprovechamiento que se hacía de ellas en conserveras y otras eran capaces de protestar y reivindicar. Ya en el siglo XX esas mujeres incluso se juntan para asociarse. Convocan huelgas, propagan la alfabetización... Unas heroínas sin duda alguna.
Mucho nos debían enseñar de lo que es el compromiso sindical y social y lo que significa luchar por nuestros derechos.
Enhorabuena y muchísimas gracias.
Como siempre Aleix tus trabajos de investigación vienen a esclarecer un momento crucial para la historia del asosacionismo comprometido de las mujeres en este caso en unas circunstancias realmente duras y difíciles. Una sociedad pacata, marcadamente patriarcal y controlada por la iglesia no es obstáculo para que estas heroínas como las que presentas den un gran paso en pos de la reivindicación de nuestros derechos.
Como mujer y en vísperas del 8M mi profundo agradecimiento por tu trabajo. Enhorabuena