We can't find the internet
Attempting to reconnect
Something went wrong!
Hang in there while we get back on track
Coronavirus
Alba Ortega cree que “las personas mayores sienten, con toda legitimidad, que tienen mucho que aportar”
La activista relata que en el barrio de la Barceloneta se ha creado una red para dar asistencia a las personas más vulnerables, a gente sin hogar, al Hospital del Mar y al geriátrico; una labor que esperan continuar una vez superada la actual emergencia sanitaria desatada por el Covid-19
Todo empezó casi de una manera casual, explica Alba Ortega. Un año atrás fue a vivir a la Barceloneta, por lo que no conocía demasiado el tejido social de este barrio barcelonés bordeado por el mar y levantado por los pescadores. Por eso, Alba, junto a su compañera de piso Aran, colgaron carteles en las paredes de las calles para organizar un grupo de ayuda vecinal. Sin embargo, reconoce que no tuvieron éxito. “Solo contestaron dos personas”, confiesa.
Ahora bien, la semilla y la voluntad de colaborar ya estaban sembradas en las entrañas de Alba. Por eso, cuando un día en el supermercado vio un cartel donde se pedían voluntarios no dudó en llamar y ahora forma parte del grupo Alerta Solidaria de la Barceloneta.
En concreto, sus funciones, junto a su compañera Dolors, es coordinar el grupo de colaboración del mercado. Además, forman parte de este equipo otros seis voluntarios. Su trabajo consiste en hacer de interlocutora entre el mercado y los voluntarios, que llevan la comida a gente que no puede ir a comprar. “Son personas mayores de 65 años o vulnerables, que no puede salir de casa porque tienen problemas respiratorios”, cuenta Alba.
El circuito, narra, funciona de la siguiente manera: los vecinos que deben permanecer en sus hogares llaman al mercado; éste se pone en contacto con Alba y Dolors: y ellas preguntan a los voluntarios para ver quién puede hacer el recado de llevar la mercancía de un lado al otro.
Este servicio tiene una semana de vida y, por el momento, no se han realizado muchos encargos. “Una cosa que nos estamos encontrando es que los abuelos y abuelas del barrio quieren salir más que nunca y van al mercado”, detalla Alba. Por ello, resalta, que aunque los ancianos tengan la opción que les traen la comida a casa, prefieren acudir al mercado porque, para muchos, es el único momento que tienen de vida social.
Además, apunta que las personas mayores no quieren que se les vea como un problema dentro de la crisis sanitaria, sino que tienen ganas de construir también soluciones. Como anécdota y entre risas, explica que dejaron una nota en la casa de unos vecinos de avanzada edad de su bloque, la señora Paquita y el señor Joan. Éste le llamó por teléfono, le comentó que su hija les traía la compra a casa y añadió: “Si necesitáis ayuda con cualquier cosa, también los lo podéis pedir. Sabemos que la gente mayor podemos aportar poco, pero podemos aportar la experiencia”.
Esta situación hizo reflexionar a Alba, ya que, hasta entonces, tal como se informaba en los medios de comunicación, veía a los ancianos como el colectivo más vulnerable frente al Coronavirus, por lo que se los debía proteger. No obstante, se dio cuenta que ellos también quieren colaborar activamente en la creación de soluciones a la emergencia sanitaria, por lo que se debe de revertir la lectura del mensaje con el que se ha etiquetado a este colectivo. “Las personas mayores sienten, con toda legitimidad, que tienen mucho que aportar”, aporta Alba.
El servicio del mercado no es el único que ofrecen. También dan atención al Hospital del Mar, la residencia de ancianos o al CAP, entre otros. En este contexto, la activista señala que cuando una persona o entidad requiere de un servicio o atención se pone en contacto con el grupo de Alerta Solidaria de la Barceloneta y ellos se organizan para responder a la petición. Por eso, subraya, que la mayoría de los encargos que llevan a cabo son para transportar comida o materiales de un lugar a otro.
Seguir tejiendo redes más allá de la pandemia
Desde que el presidente del país, Pedro Sánchez, decretó el pasado 14 de marzo el estado de alarma desencadenado por la emergencia sanitaria a raíz del Covid-19; el grupo de Alerta Solidaria de la Barceloneta no ha parado de crecer. Actualmente, especifica Alba, lo conforman alrededor de un centenera de persona, entre ellas 70 voluntarios y, el resto, provienen de entidades del barrio como la asociación de vecinos, integrantes del Pla Comunitario o, incluso, una librería. Todos ellos, tienen la misma misión: cubrir las necesidades de los residentes de la Barceloneta.
En su caso, como mucha otra gente, Alba perdió el empleo a raíz de la crisis sanitaria. “Esto hace que tenga mucho más tiempo y tuve la voluntad de redirigir todas mis energías allá donde pudieran ser útiles”, especifica. A su modo de ver, ahora, las fuerzas se deben concentrar “en el ámbito local y tejiendo redes de solidaridad para salir todos juntos de esta situación”.
Ahora bien, también reconoce que las crisis ponen de manifiesto una realidad: “tristemente la solidaridad es para aquellas personas que se la pueden permitir”. Dicho de otro modo, que es solo para aquellas personas que tienen tiempo o dinero para serlo. Ahora bien, argumenta que también puedes escoger una vía u otra y, ahora, lo que toca es colaborar, sobre todo, en la esfera local y vecinal.
En una ciudad como Barcelona, donde todo el mundo tiene sus vidas dentro del móvil y no conoce a sus vecinos, se ha construido la posibilidad de tejer esta macro red vecinal
En este ámbito, asegura que la respuesta ha sido extraordinaria: “Cuando decimos que necesitamos cuatro voluntarios, pues tenemos diez personas en cuestión de un minuto. Esto te devuelve la fe en la humanidad”. Por eso, Alba presiente que toda esta solidaridad tendrá vida más allá de la compleja situación marcada por el Covid-19. De hecho, desde el grupo al cual está vinculada tienen las energías y las ganas de seguir trabajando cuando haya terminado el confinamiento. “Esta complicidad que se está generando no creo que pase tan rápidamente”, augura.
Para Alba el contexto actual ha puesto en evidencia que el sistema capitalista hace aguas porque habitamos en un planeta con recursos limitados, en el cual hemos de empezar a decrecer y dejar de contaminar. Sin embargo, lamenta que muchos no se hayan dado cuenta de esta situación hasta que la Tierra nos ha obligado parar.
La activista considera que esto tiene sus pros y contras. Por un lado, le entristece que haya tenido que suceder una pandemia para que la población y los gobiernos reaccionen sobre los peligros del modelo económico instaurado alrededor del mundo; por el otro lado, detona optimismo porque cree que la sociedad civil y los movimientos de base han tejido redes, respuestas y soluciones que serán muy difíciles de destruir o frenar.
“Toda la solidaridad y el compañerismo que se ha creado no puede parar. Tiene que sembrar un precedente y debemos seguir en esta línea a nivel local. En una ciudad como Barcelona, donde todo el mundo tiene sus vidas dentro del móvil y no conoce a sus vecinos, se ha construido la posibilidad de tejer esta macro red vecinal tan fuerte. Esto no puede pare”, concluye.