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Energías renovables
De Roma a Zaragoza: cuando el Papa Francisco ayudó a colocar 72 placas solares en el tejado de una parroquia
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La débil salud del Papa Francisco mantiene en vilo al Vaticano. Hace más de doce días que está ingresado en el Hospital Gemelli de Roma con un neumonía doble y problemas renales. “Dejará un legado duradero”, ha anticipado el cardenal canadiense Michael Czerny, un compañero jesuita estrechamente alineado con las prioridades del pontífice argentino. En la lista aparecerá la comunidad energética de un humilde y estigmatizado barrio de una ciudad en España. El tejado de la parroquia de Oliver, en Zaragoza, está cubierto de placas solares. El proyecto obtuvo el visto bueno del Arzobispado, en parte, por una de las últimas encíclicas de Francisco, un contundente grito de alerta ante la inacción climática global.
Carlos Pesqué, subdirector del Área Energía y Personas de Ecodes, organización que ha impulsado este proyecto pionero, recuerda la conversación con Carlos Manuel Escribano Subías, el arzobispo de Zaragoza. La parroquia barrial San Pedro Apóstol no había puesto reparos a la instalación de las placas solares. Pero se necesitaba la luz verde de la Archidiócesis. La charla estaba encallada, con algunas dudas por parte del monseñor. Hasta que se comentó la exhortación apostólica que en 2023 hizo Francisco (Laudate Deum) sobre los peligros de la crisis climática y la necesidad de acelerar la descarbonización.
“El arzobispo empezó a ver el proyecto con mejores ojos. Advirtió que estaba alineado con esa encíclica”, cuenta Pesqué, quien salió de la reunión con un convenio firmado de cesión de uso de la cubierta para la instalación de los paneles fotovoltaicos. En marzo, 56 hogares del barrio Oliver, con altas tasas de exclusión social, empezarán a autoconsumir energía limpia. “Además de la promoción de una cultura energética inclusiva y participativa, esta comunidad ha reforzado el tejido social del barrio, ha generado un sentimiento de orgullo en vecinos muy estigmatizados”, explica el técnico de Ecodes.
“Nos sedujo no sólo el carácter energético, sobre todo el comunitario”, apunta Ruth Gonzalo, de la Fundación Down Zaragoza.
¿Qué escribió Francisco en aquella exhortación apostólica? Mucho más que una retórica verde. Hizo una defensa del activismo climático, lanzó críticas al “paradigma tecnocrático”, le hizo un guiño al decrecimiento, cuestionó el negacionismo y definió esta emergencia planetaria como un conflicto de clases.
“Con el paso del tiempo advierto que no tenemos reacciones suficientes mientras el mundo que nos acoge se va desmoronando y quizás acercándose a un punto de quiebre. Más allá de esta posibilidad, es indudable que el impacto del cambio climático perjudicará de modo creciente las vidas y las familias de muchas personas. Sentiremos sus efectos en los ámbitos de la salud, las fuentes de trabajo, el acceso a los recursos, la vivienda, las migraciones forzadas, etc.“, decía el Papa en mayo de 2023, cuando la temperatura global todavía no se había disparado a los niveles actuales. Enero de 2025 fue 1,75ºC más cálido respecto al período preindustrial.
El cambio climático, agregaba, “es uno de los principales desafíos a los que se enfrentan la sociedad y la comunidad mundial y a esta altura no se puede dudar de su origen humano, antrópico”. “Tanto las sequías como las inundaciones —señalaba—, tanto los lagos que se secan como las poblaciones arrasadas por maremotos o desbordes, tienen en definitiva el mismo origen“.
“Hay un convencimiento de empezar a usar y consumir la energía de otra manera, más limpia, más democrática, más participativa”, señala Carmen Conte
Para Francisco, la crisis climática esconde un “conflicto de clases” en el que los más ricos, los habitantes de los países desarrollados, ”contaminan más que el 50% más pobre de toda la población mundial. “¿Cómo olvidar que África, que alberga más de la mitad de los más pobres del planeta, es responsable de una mínima parte de las emisiones históricas?”, se preguntaba.
Su encíclica apuntaba también contra el “crecimiento infinito o ilimitado, que ha entusiasmado tanto a economistas, financistas y tecnólogos“, y arremetía contra el “paradigma tecnocrático” que avala el “uso desenfrenado” de los recursos naturales. ”Ciertos diagnósticos apocalípticos suelen parecer poco racionales o insuficientemente fundados. Esto no debería llevarnos a ignorar que la posibilidad de llegar a un punto crítico es real“, advertía en las últimas páginas de su escrito.
Romper la exclusión social a través de la energía renovable
Oliver Comunidad Energética es un proyecto dirigido a implicar en el cambio de modelo energético a familias del barrio Oliver. Funciona en la zona de viviendas sindicales Gabriela Mistral, un conjunto de edificios construidos en los años 50. El actor clave es la parroquia. “Su tejado era perfecto para instalar las placas”, cuenta Pesqué.
El barrio ya contaba con un tejido asociativo muy fuerte, con asambleas, cooperativas y emprendimientos que empujaban para mejorar la calidad de vida de los vecinos. “La comunidad energética ha fortalecido aún más este entramado social. Ha generado un sentimiento de orgullo y una autoestima muy fuerte”, agrega el representante de Ecodes, organización que, según sus estatutos, trabaja para “maximizar el bienestar de todas las personas dentro de los límites del planeta”.
”Hablamos mucho de la necesidad de avanzar en las energías limpias, pero por lo general todo se queda en palabras“, justifica Jaime Gualdrón
Los 72 paneles se instalaron en agosto del año pasado. En las próximas semanas, cuando la tramitación administrativa llegue a su fin, 56 hogares y cinco entidades sociales de la zona participarán de un autoconsumo colectivo que reducirá sus facturas. Un ahorro de entre 200 y 300 euros al año. “Muchas comunidades energéticas tienen como motivación principal el ahorro. En Oliver hemos puesto en valor que no se trata sólo de personas que comparten energía, sino que detrás hay un impacto social trascendental, con vínculos asociativos muy estrechos”, insiste Pesqué.
La Bezindalla, Adunare Consolida Oliver, la Asociación de Vecinos y Vecinas o Oliver-Aragón, la Coordinadora del Parque Oliver, DDialoga, Cáritas, la Unidad Pastoral de Oliver y la Fundación Down Zaragoza son las ocho entidades que participan activamente del proyecto. Además de ceder su tejado, la parroquia también es la sede de la comunidad energética, donde se realizan todas las reuniones. ”Hablamos mucho de la necesidad de avanzar en las energías limpias, pero por lo general todo se queda en palabras. Hemos decidido actuar participando activamente del proyecto, cediendo nuestro tejado para producir y distribuir energía no contaminante", justifica Jaime Gualdrón, sacerdote de la Unidad Pastoral Oliver.
Carmen Conte, de la cooperativa La Bezindalla, cuenta que su organización ha ayudado con la interlocución con los agentes sociales que trabajan en el barrio. “Hay un convencimiento de empezar a usar y consumir la energía de otra manera, más limpia, más democrática, más participativa”, celebra. “Nos sedujo no sólo el carácter energético, sobre todo el comunitario”, suma Ruth Gonzalo, gerente de la Fundación Down Zaragoza.
En Oliver, sus vecinos hinchan el pecho por ser un barrio pionero en España en participación ciudadana en la transición energética
Los niños y niñas de esta entidad fueron los encargados de diseñar el logo de la comunidad energética. Confeccionaron camisetas con el dibujo y pegaron carteles en las calles del barrio para dar a conocer el proyecto. “Por esto decimos que se trata de una iniciativa que va más allá del autoconsumo colectivo. Es un espacio de aprendizaje, diálogo e inclusión, que busca empoderar a quienes viven y trabajan en el barrio, promoviendo no solo el uso de energías renovables, sino también una cultura energética que involucre a toda la comunidad”, resume Pesqué.
La potencia del proyecto trasciende fronteras. La semana pasada, RESCoop, la federación europea de cooperativas y comunidades energéticas, que agrupa a más de 1.200 entidades, publicó un artículo sobre su “carácter inspirador” en Europa por su valor social. “Es un historia de éxito”, aplauden desde Bruselas.
En Oliver, sus vecinos hinchan el pecho por ser un barrio pionero en España en participación ciudadana en la transición energética. La parroquia, con sus placas y su energía limpia, también hace alarde por su aportación: poner en práctica la prédica ecológica de Francisco.