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Medios de comunicación
Antonio Pampliega: "Antes de volver a pasar por un secuestro, me pegaré un tiro"
Después de haber estado secuestrado por Al Nusra (filial de Al Qaeda en Siria) durante 299 días, Antonio Pampliega prometió no volver jamás a Oriente Medio. Unos meses después, se encaminaba hacia Iraq.
Tras la publicación de su primer libro, En la Oscuridad (Península, 2017), donde se narran las atrocidades vividas durante esos días de verdugos y grilletes, Pampliega se plantea las vicisitudes de un oficio mal pagado y poco reconocido, el del periodista en zonas de conflicto.
Después del secuestro, has dicho en varias ocasiones que no quieres volver a cubrir Oriente Medio, zona en la que te habías especializado.
En Navidad estuve en Iraq durante tres semanas, pero me di cuenta de que mi percepción hacia el mundo árabe había cambiado. Antes tenía mucha empatía con ellos y ahora me resulta imposible. Además, he cogido mucho miedo, no me fío. Y con miedo no puedo trabajar.
Llevabas trabajando en Oriente Medio desde 2008. ¿Por qué decides especializarte en esa zona?
Porque cuando yo terminé de estudiar, en 2005, era donde estaban las guerras: en Afganistán y en Iraq. En 2011 empezaron las primaveras árabes, así que desde que me metí en esto, siempre he estado cubriendo Yihad. Pero ahora estoy cansado.
¿Qué planes tienes?
Me gustaría centrarme en Latinoamérica. Ángel Sastre, uno de mis compañeros de secuestro, lleva diez años viviendo en Argentina y siempre me lo ha dicho: en Latinoamérica hay muchas historias, no todo es Oriente Medio. Así que creo que me encaminaré hacia allí. Ya estuve en Honduras durante tres meses en 2013 y me quedó la sensación de haberme ido demasiado pronto. También me llama mucho Ucrania, donde ya estuve en 2014. También me he planteado ir a trabajar al sudeste asiático. Yo siempre digo que hay historias en todos los rincones del planeta. Y todas ellas merecen ser contadas.
¿África?
También, aunque estuve una temporada en Sudán del Sur y Somalia y la experiencia no fue del todo buena. Además, es muy caro trabajar como periodista freelance en África.
¿Cómo gestionas ese miedo a que te pase algo del que me hablabas antes?
Una de las cosas que debe tener en mente el periodista que quiere cubrir conflictos es que en las guerras muere gente: mueren civiles, soldados y periodistas. Cuando yo decidí ir a Siria, sabía a lo que me exponía. Tenía un amigo periodista que había sido secuestrado y ejecutado por el Estado Islámico, James Foley, a quien dedico el libro. Era muy consciente de lo que me podía pasar, no tenía miedo y lo tenía asumido. Cuando asumes que puedes morir, tienes que decidir si vas o no. Yo decidí ir, y no morí, pero sí estuve 299 días secuestrado, pero no por ello he dejado de ser periodista de guerra. Continúo yendo a zonas en conflicto y estando en el frente, pero no quiero volver a pasar por un secuestro. Si me volviese a ocurrir y tuviese la oportunidad de pegarme un tiro antes, lo haría sin lugar a dudas.
De hecho, hubo un momento durante tu secuestro en el que coges un par de cuchillas de tus secuestradores y te intentas suicidar.
Sí, hubo un momento de desesperación en el que intenté quitarme la vida. Yo lo tengo clarísimo: si estoy en Afganistán, con el ejército afgano empotrado y veo que vamos a perder, cojo un rifle y me pego un tiro. No voy a volver a pasar por lo mismo.
Pero tu secuestro ha tenido un final feliz.
He tenido mucha suerte. El día que me abrieron la puerta, el 7 de mayo de 2016, yo no sabía si me iban a matar o no. Mis secuestradores iban vestidos de Estado Islámico, me pusieron el verdugo y unas esposas y me susurraron: don’t forget us, no nos olvides. Tuve muchísima suerte. En cualquier momento, la guerra hubiese podido dar un giro y que Al Qaeda y el Estado Islámico hubiesen llegado a un acuerdo y nos hubiesen decapitado.
Tú crees que te van a matar después de aparecer un exmilitar español, que en el libro identificas como L.M., y que más que ayudarte, te pone en una situación compleja ante los secuestradores.
Efectivamente. Este señor estuvo a punto de costarme la vida. Y de hecho, mi secuestro cambió radicalmente a partir de la aparición de la maldita carta.
Sí, lo divides en dos etapas, ¿no?
Sí, no tuvo nada que ver. Los primeros 95 días estuve con mis compañeros, los otros 204 los pasé aislado. Se trata de dos secuestros completamente distintos. Los primeros 95 días estuve bien, luego me maltrataron y la situación empeoró muchísimo.
¿Qué era lo primero en lo que pensabas cuando te levantabas, durante esa segunda parte del secuestro sin tus compañeros?
Lo primero que hacía era incorporarme, mirar a la cámara que me grababa durante todo el día, señalarles y decirles que eran unos hijos de puta. Después hacía la cama, estiraba las mantas y me iba a un rinconcito donde tenía los cuadernos y tachaba el día.
Luego esos cuadernos te los requisaron…
Sí, me lo quitaron todo. Lo único que me han devuelto es la novela para mi hermana. De hecho, me la acaban de devolver los turcos hace tres semanas. Me ha hecho muchísima ilusión. El otro día miraba el amasijo de papeles y ni me lo podía creer. Algunas partes ni se leen, por la fricción, pero lo importante es que lo he recuperado.
¿Y antes de irte a dormir, qué hacías?
Hablaba con mi madre y con Dios y jugaba con un rosario. Ese rosario es lo único que me dejaron. Me lo quitaron todo, hasta los calcetines y los calzoncillos. Lo tocaba y me sentía más cerca de mi familia y de mi libertad. Ese rosario me acompañó durante los 299 días que estuve secuestrado. El día que llegué a Torrejón de Ardoz, después de abrazar a mi madre, se rompió. Intentamos buscar las bolitas, incluso la vicepresidenta del Gobierno se puso a buscar bolitas. Era un espectáculo, una imagen surrealista. Conseguimos cogerlas casi todas y mi madre me volvió a hacer el collar, pero se volvió a romper cuando me lo puse. Así que lo guardé y no creo que lo vuelva a llevar.
¿Qué le pedías a Dios?
Que cuidase de mi familia. Nunca recé para mí ni pedí que me sacase de allí. Tenía asumido que ese era un castigo por el que yo tenía que pasar. También le pedía que cuidase de mis amigos, porque ellos no tenían la culpa. La culpa de que nos secuestrasen fue mía.
En una entrevista de 2012 ya decías que lo más importante que tenías era la familia. ¿Ha habido algún reproche después del secuestro?
Mi familia siempre ha sido una piña y mi pilar fundamental, antes, durante y después del secuestro. Nunca me ha reprochado nada, todo lo contrario: después de mi liberación, a mi padre le faltó tiempo para preguntarme si necesitaba dinero para comprar cámaras nuevas. Cuando me fui esta navidad a Iraq nadie me dijo nada. Lo que sí ha cambiado es la relación con mi hermana pequeña: el día que me iba a Iraq, se encerró en la habitación y no salió a despedirse. Ya no le puedo prometer que no me va a pasar nada.
Hablemos de la situación del periodismo de información internacional. En esa entrevista de 2012 hacías mucho énfasis en la precariedad de los freelance, y en las entrevistas que has dado ahora con motivo de la publicación del libro, también dices que los medios tienen su parte de culpa en tu secuestro.
A mí me han llegado a pagar la crónica desde Siria, ya en guerra, a 35 euros por texto y foto. Si divides, el texto para ti y la foto para el fotógrafo, los números son claros: 17 euros por crónica con impuestos. ¿Crees que alguien se puede pagar una escolta armada con eso? ¿Que nos hubiesen secuestrado igual llevando un escolta? Pues puede ser, pero por lo menos, los secuestradores se lo hubiesen pensado dos veces. Y esta es una situación que va a continuar pasando: la información internacional no se paga como se debería.
¿Qué más tiene que pasar para que cambie esta situación en los medios?
A los medios, la información internacional no les importa. Ellos tiran de los freelance, a los que pagan cuatro duros. Esto se alargará hasta que maten a alguien y haya revuelo. De todas maneras, la información internacional cada vez se cubre más desde las redacciones y con la información que aportan los mal llamados periodistas ciudadanos: esa gente que graba cosas y las sube a las redes.
Que los ciudadanos se crean este tipo de informaciones es peligroso: no se sabe el origen de esos vídeos, ni el contexto, ni quién lo graba. En el caso de Siria es claro: ha habido y hay muchísimos videos de propaganda e imágenes de combate que han sido usadas por los medios de manera errónea. Pasó hace algunas semanas… Se difundieron las imágenes de un supuesto atentado que habían sido manipuladas. Se vendió como algo que había sucedido en Siria, pero las imágenes eran de Iraq de 2007.
¿Por qué no se apuesta por la información internacional?
Porque es muy caro. Cubrir guerras es carísimo para los medios, sin embargo, esos mismos medios luego pagan a seis periodistas para que cubran los Juegos Olímpicos que duran un mes. Así es: no interesa.
Lo hemos visto recientemente con el atentado en Manchester: ciudadanos españoles que vivían en la ciudad han sido entrevistados repetidamente por los medios y usados como fuente de información. Gente que ni siquiera estaba en el concierto o que no podía aportar ninguna información relevante.
Exactamente. El periodismo ciudadano aporta, de manera inmediata, un testimonio, pero ya está. Es algo puntual. Luego hace falta el análisis de los profesionales, ni siquiera de periodistas, sino de analistas políticos. Alguien que explique qué es la Yihad, causas, consecuencias, contextos. Un paisano hablando de terrorismo no es información, pero a los medios les da igual. Es como lo que se publica en Twitter: Twitter está bien para leer el primer titular, para enterarse de algo que ha pasado, pero luego tienes que ir a otras fuentes.
Sin embargo, y a pesar de todo, está visto que la crónica de internacional en profundidad sí funciona. Me baso en el éxito de libros como el de Xavier Aldekoa, el de Mikel Ayestarán, la revista 5W o los libros de crónica periodística de Martín Caparrós, Nicolás Valle, Ryszard Kapuściński o Anna Politkóvskaia. Jotdown ha demostrado que la gente lee entrevistas de cinco páginas, ¡y en papel!
¡Claro! ¡Pero algunos medios no quieren darse cuenta!
¿Qué opinas del “no te pagamos el reportaje, pero te damos visibilidad”?
Eso me pasó a mí hace unos años con el AS. Yo había estado allí de becario y cuando fui a Afganistán encontré una historia muy buena: la de un gimnasio donde boxeaban algunas niñas afganas. Era una historia muy bonita que intenté venderles, pero ellos decidieron que no querían las fotos y que no me iban a pagar, porque ya me pagaban en términos de visibilidad. El reportaje tenía que salir un domingo a doble página, pero no salió porque me negué en rotundo. Miento, salió porque compraron el texto a agencias, lo retocaron y salió con el nombre del redactor que estaba en Madrid.
El cuento de la promoción y la visibilidad ha hecho mucho daño al mundo del periodismo. Yo he sido uno de los culpables, porque también me he vendido a ello. En 2008 fui a Pakistán, hice tres reportajes para La Sexta y me pagaron por cada uno 100 euros netos. Dos de esos reportajes abrieron el informativo de la Sexta en Navidad de 2008. Entonces pensé que me iban a seguir contratando o que contarían conmigo de alguna manera. Nada. Y eso pasa con todos los medios. Eso se nos ha metido en la cabeza desde las facultades de periodismo.
Tú has pagado por ir a la guerra.
Sí, y me da vergüenza decirlo. A veces he estado colaborando de freelance para algún medio y cuando me han preguntado he dicho que era staff de algún medio para el que colaboraba. En algunos momentos me dio vergüenza decir que era freelance, porque nadie me había enseñado que eso era un trabajo, una profesión en sí misma dentro del periodismo.
¿Está marginado el periodista freelance?
Sí, un poco. Entre mis amigos freelance tengo Premios Pulitzer y World Press Photo, y en las universidades de periodismo de este país se les conoce relativamente poco. Yo he estado dando conferencias en facultades de periodismo, he enseñado una foto de Manu Brabo y nadie ha sabido decirme quién era. Ya en la calle, ni te cuento: nadie los conoce y son excelentes profesionales. En el mundo del periodismo freelance, si hablamos de información internacional, para que se te conozca, te tienen que matar o secuestrar. Yo ahora estoy dando entrevistas todos los días y se me felicita por mi trabajo. Espera, yo vengo haciendo esto desde 2008: todos los premios que me han dado, salvo uno, todos fueron anteriores al secuestro. No soy mejor ahora que antes, sin embargo, ahora me publican más.
¿Cuánto daño han hecho las tertulias a este país?
Las tertulias no lo sé… pero los contertulios… Es una barbaridad que gente que no está preparada hable de según qué temas. Me da vergüenza y me da pena. Que se presente a los contertulios como expertos. La gente queda huérfana de contexto y no se entienden las realidades. El contexto es fundamental para entender el mundo en el que vivimos. Pero parece que en este país podemos opinar todos de todo porque todos sabemos de todo.
Eso se traduce en una pérdida de credibilidad brutal del periodismo…
Sí, yo no leo prensa, yo no veo la televisión. Voy a periodistas y analistas concretos, gente experta en regiones, en temas. Si quiero saber qué pasa en África, me voy a Aldekoa, a Ayestarán si quiero saber qué ocurre en Oriente Medio.
Cerremos con Siria, una guerra enquistada, una sangría de civiles muertos. Continúas siendo muy crítico con el régimen de Bashar al Asad y por ello has recibido numerosas críticas.
Sí, hay gente que, viendo la evolución que ha tenido y tiene la guerra en Siria, se ha puesto de parte de Bashar al Asad y a mí, que continúo estando en contra, me han puesto a caldo por ello. Al ser periodista y tener redes sociales estoy expuesto, es evidente. Mucha gente no entiende que existen los grises: no todo es blanco o negro.
Yo, a toda esa gente de la izquierda que me critica por mis posturas políticas respecto a Siria, siempre les hago la misma reflexión: el 15M es el levantamiento de una juventud en España que está hasta los cojones de vivir en la precariedad. Ese levantamiento se entiende y se respeta.
Sin embargo, hay mucha gente que no entiende que sirios, libios, egipcios, tunecinos, después de 40 años de dictadura, se echen a la calle para pedir libertad. No todo es blanco o negro, y no todos los que luchan en Siria son terroristas. Es una vergüenza que haya gente que me diga que apoyo a los terroristas. Y es una falta de respeto, hacia mí y hacia mi familia.