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Medio ambiente
La Transición energética: de la "Transición ecológica" ecocida a una ética para este milenio
Las montañas son un refugio sin duda, escenarios que proteger, islas de diversidad. No es solo por lo que son, sino por lo que contienen: personas y su pasado. También se han de proteger porque las amenazan proyectos y planes con beneficios lejanos.
Otro día más política y medios nos hablan de economía, de energía, de contaminación, de la huella de carbono, de cambiar de coche para enchufarnos, riqueza, creación de empleo, de pan y circos, sin salud ni educación. Palabras vacías repetitivas auguran otro intento de colonización. "Sin tierra de Extremadura", preparen la expropiación, si alguien tenía algo aún, se avecina exportación: materia prima, energía, mano de obra para una nueva y más prospera "revolución". Quizá para el norte, para el centro; todo para la ciudad. Aquí solo expolio del capital, no quedarán ni los hijos que lo puedan heredar.
Mejor no escuchar, salir al campo, a la Montaña, para obtener beneficio sin contra prestación: mejor salud, más en forma, aire puro y una sensación sobrenatural. ¿Quién no ha salido a pasear, o a correr, o en vehículo, y ha llegado a lo más alto para mirar alrededor y sentirse pleno, como en los cielos, como entre dioses? Ver ahí abajo las ciudades, los pueblos, los campos, antes siempre vivos, ahora desconcertados, como olvidando lo aprendido. Mas en lo alto, haga frío o calor, llueva o sople, algo mágico se mueve desde lo profundo, dentro, como a la altura del corazón.
Se avecina exportación: materia prima, energía, mano de obra para una nueva y más prospera "revolución". Quizá para el norte, para el centro; todo para la ciudad. Aquí solo expolio del capital, no quedarán ni los hijos que lo puedan heredar
De las pocas verdades universales, con bases científicas, irrefutable. Da igual reduccionista, holística, teológica y empírica, psicológica, humanista, a la más pura y simple ecológica: las Montañas dan entre otras cosas y sobre muchas, agua y bienestar.
Llenos de romanticismo, no carentes de esfuerzo, ambiente bucólico supraterrenal, refugio de ascetas y heremitas, gente de estudios, artistas, deportistas, soñadores. Santuarios que albergan y liberan desde dioses a fieras, hadas, druidas, conocimientos del pasado, vida presente y semillas.
Son un refugio sin duda, escenarios que proteger, islas de diversidad. Las lejanas por lejanas, las cercanas por su proximidad. Por sus beneficios, a largo plazo, por amortiguar, por lo que limpian, refrescan, absorben y liberan. Y si por algo se han de proteger no es solo por lo que son, sino por lo que contienen: personas y su pasado, los árboles que han trabajado, muchos silvestres, y las especies que se nutren y se retroalimentan, entre unas y otras.
Las montañas son escenarios que proteger. Por sus beneficios, a largo plazo, por amortiguar, por lo que limpian, refrescan, absorben y liberanY también se han de proteger porque las amenazan proyectos y planes con beneficios lejanos, rodeadas de espacios humanizados donde la decadencia se siembra a lomos de manadas de máquinas movidas por la avaricia de querer acaparar más capital con menos esfuerzo, desde el de arriba al de abajo. Ni ovejas ni vacas, ni águilas ni avutardas, ahora grandes camiones, excavadoras, hormigón, cables, hierro, gasolina. Promesas excepto de abandono y cierre.
Se aplasta el suelo sembrando ingenios que mueven molinos, turbinas, y producen energía que todos los empleados movidos por el sistema, a su vez, han de comprar a precio de oro. Como oro que se extrae de la tierra que ya nunca más da de comer, sea blanco, amarillo, o negro, el oro o el que lo saca. El negocio que nos destierra se mueve con nuestros propios ahorros, por no mirar qué banco, qué inversiones, o qué comer. O a quién votas, y para quién trabaja.
Esos políticos, gobernantes, obsesionados por fichar por empresas de la Energía, su producción o consumo en la obra pública, la que se malgasta día a día, la que se pierde, para viajar, a desconectar de estar enchufados a mil cables, esclavizados por una economía que sacrifica la tierra por la energía sin darse cuenta de que si alguien sabe de ser productiva es la primera. Nos meterán en otra burbuja repitiendo el protocolo jerárquico del reparto de partes: para la gente del campo, la miseria. Cuanto antes despoblado y árido, más fácil será conquistarlo.
El negocio que nos destierra se mueve con nuestros propios ahorros, por no mirar qué banco, qué inversiones, o qué comer. O a quién votas, en qué trabajas, para quiénFabrican, construyen e inauguran gigantes: la mayor presa, la nuclear más "limpia", el mayor puente, la mayor planta fotovoltaica, en la tierra más pobre, donde pondrán a trabajar a sueldo a aquellos desesperados, dispuestos a cavar y encementar su propia huida, del campo santo, por no saber hacerlo producir con la mirada puesta en algo más que el dinero, que vale el hierro que se cambia por los árboles que un día plantaron pensando en ellos.
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Todas las montañas semejan perfiles de personas tumbadas. Algún día, se levantarán para reclamarnos nuestra ceguera.