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Armas nucleares
Retirada bilateral del tratado INF: ¿el retorno a la Guerra Fría?
Con el conflicto político desatado en Venezuela, estamos pudiendo comprobar como para parte de muchos esta forma de comprender el panorama internacional sigue funcionando.
De manera generalizada por parte de la gran mayoría de Estados del mundo, tras la caída del muro de Berlín en 1989, y con la desintegración de la URSS dos años después, se entendía que el periodo de la Guerra Fría, inaugurado tras la victoria de los aliados en la Segunda Guerra Mundial, había tocado a su fin. La dicotomía entre capitalismo y socialismo, entre Occidente y Oriente, servía para proporcionar una serie de coordenadas que explicaban cómo funcionaba el mundo, quién estaba de un lado o de otro, dentro de los distintos bloques, o bien los enfrentamientos armados (Corea, Vietnam, Egipto, Nicaragua, Afganistán…) que se desarrollaban en el denominado Tercer Mundo, nunca de manera directa entre ambas potencias.
Sin embargo, en estos últimos días hemos visto cómo se ha vuelto a poner el foco de nuevo en el enfrentamiento entre Rusia y Estados Unidos, como consecuencia de la retirada bilateral del Tratado de INF (Fuerzas Nucleares de Alcance Intermedio). Ante este hecho cabe realizarse la siguiente pregunta: ¿es este un punto de inflexión en lo que al retorno a un escenario propio de la Guerra Fría se refiere? Para entender lo que supuso este acuerdo, tenemos que retrotraernos a la década de los ochenta, concretamente a 1987, cuando se hizo efectiva la firma de dicho tratado, entre el por entonces secretario general del PCUS, Mijail Gorbachov, y el presidente de EE UU, el republicano Ronald Reagan. En este, se acordó la no proliferación de armas nucleares de alcance medio, así como el desmantelamiento progresivo del arsenal de un alcance de entre 500 a 5.500 kilómetros, es decir, la distancia de Moscú a cualquier país de Europa occidental, así como, en el peor de los casos, de la capital rusa a la cercanía de las costas estadounidenses. Por aquel entonces, este punto de acuerdo suponía la retirada de unas 400 cabezas nucleares por parte de los norteamericanos y unas 1.500 con respecto a los soviéticos, dentro de un margen de tiempo cercano a los tres años.
Este proceso consensuado de desarme para ambos bloques supuso de manera simbólica el paso definitivo hacia el fin de la Guerra Fría, antes de 1991. No obstante, este horizonte no se alcanzó de manera sencilla, más bien fue fruto de acontecimientos que desataron bastante tensión entre ambas potencias, aunque de cara a fuera por parte de EE UU se manifestara su intención de seguir una estrategia de distensión desde hacía algunos años. Por un lado, la intervención de la URSS en la Guerra de Afganistán en 1979, cuya posible victoria podría suponer la extensión del bloque comunista a la región de Oriente Próximo, y por otro lado la preocupación del Gobierno de Estados Unidos al llegar a su conocimiento la presencia de misiles soviéticos SS-20 apuntando hacia distintos Estados del bloque occidental en Europa. La OTAN anunció en 1983 un plan para el despliegue de 572 misiles en cinco países europeos. De cara a rebajar esta escalada de tensión, durante distintos encuentros en París, Génova y Reikiavik, Reagan y Gorbachov fueron detallando los puntos de este trascendental acuerdo para la esfera global.
Desde entonces, sobre todo para Estados Unidos y sus aliados en el resto del mundo, no ha sido fácil determinar quién era el otro frente al cual tenían que dirigir su política de defensa en el exterior. Haciendo una recopilación, podemos destacar varios, entre ellos los narcotraficantes, sobre todo durante los años 90 en América Latina; posteriormente fue el terrorismo islamista, tras los atentados del 11 de septiembre de 200. También se han barajado posibles escenarios de multilateralidad, sobre todo frente a los llamados países emergentes o BRICS —Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica—, e incluso se han tenido en cuenta enemigos mucho más desdibujados, imprecisos e impersonales, como la ciberseguridad o el cambio climático. Lo que sí podemos afirmar es que se ha apuntado en varias direcciones intentando detectar una mínima certeza sobre la cual pudiera pivotar la política exterior de Occidente. No obstante, si atendemos a las declaraciones y a documentos oficiales como las Estrategias de Seguridad Nacional de Estados Unidos, a partir de 2014 encontramos un elemento que se desvía de esta tónica general: Rusia vuelve a estar en el punto de mira.
Su participación decidida en la guerra de Siria, el apoyo a las milicias prorrusas en el este de Ucrania —principalmente en Lugansk y Donetsk—, fue más que suficiente para que el Departamento de Seguridad de Estados Unidos la volviera a señalar como “un desafío para su seguridad nacional”. Durante la administración Trump, se ha ido profundizando en esta idea, preparando el terreno para la retirada del INF, ya en 2017, mencionando la necesidad de un rearme nuclear ante el supuesto incumplimiento de este por parte de Rusia, así como las recomendaciones hacia la Unión Europea, en lo que se refiere al incremento de un 2% del PIB, dentro del presupuesto anual en defensa, de cara a hacer cara a este nuevo reto. Esta última, no se ha quedado atrás, recogiéndose en su Plan de Estrategia Global, además de en distintas declaraciones de Mogherini —la máxima responsable de Asuntos Exteriores—, la preocupación creciente hacia Rusia como uno los principales actores a la hora de poner en riesgo la integridad de la UE.
Atendiendo a este contexto, más que cuestionarnos si estos acontecimientos, sumados a la retirada bilateral del Tratado del INF —como anunció Mike Pompeo hace unos días y Vladimir Putin después—, suponen un retorno al escenario de Guerra Fría, habría que plantearse si alguna vez dejamos atrás sus coordenadas. Estos últimos días, con el conflicto político desatado en Venezuela, estamos pudiendo comprobar como para parte de muchos esta forma de comprender el panorama internacional sigue funcionando. Enfrente de Estados Unidos, la UE y algunas naciones latinoamericanas, seguirían estando Rusia y China encabezando el otro bloque.
Sin duda alguna, ya no se trata de una cuestión de socialismo frente a capitalismo, al menos en el bloque de Rusia, donde la heterogeneidad entre los gobiernos de China, Irán, Turquía, Bolivia, Sudáfrica o Cuba, entre otros, es muy amplia; sin embargo algunos elementos siguen manteniéndose vigentes, como la propia presencia de dos bloques enfrentados, donde la existencia de un tercer bloque de países no alineados no es sencilla, o la retórica por parte de Occidente acerca de la necesidad de extender unos valores universales de libertad, democracia y prosperidad, allí donde no la haya, utilizándolos como códigos para justificar y explicar sus intervenciones militares.
Es demasiado pronto aún para afirmarlo y hará falta mucho margen de tiempo para estudiar y analizar este periodo, pero parece que para muchos, el prisma de la Guerra Fría no se fue del todo, ha permanecido en parte latente, ante la dificultad que se ha tenido para encontrar otra cosmovisión de cómo funciona el mundo.
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Creo que uno de los objetivos de las reuniones amistosas TrumPutin era terminar con las limitaciones a las armas nucleares porque China les estaba tomando la delantera.
encuentro algo tendencioso el artículo. quien dió por concluída suparticipación en el tratado ha sido los eeuu, de manera unilateral. la ofensiva de eeuu contra rusia en realidad no ha cesado nunca. ya mc cain hace más de una década estuvo en ucrania financiando una reacción contra el presidente prorruso, consiguiendo tiempo después el conflicto armado de ese país contra rusia. en este tiempo, putin ha mantenido la calma mientras los estadounidenses han ido sufriendo ataques histéricos, el penúltimod e los cuales lo sufrió trump, de resultas del cual sacó las tropas yanquis de siria. otra vez putin le ganaba. en venezuela se está jugando la última, hasta ahora, peripecia imperialista del vecino del norte. veremos en qué queda la cosa. naturalmente, rusia también se ha salido del tratado, no tenía mucho sentido comprometerse ella sola.