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Contaminación
Los “descomponedores” de basura electrónica
Se estima que globalmente, en 2030 se producirán 120 mil millones de kilogramos de equipamiento eléctrico y electrónico. Y se prevé para ese mismo año, que habrá 82 mil millones de kilogramos de basura electrónica, según los datos aparecidos en el Global e-waste monitor de 2024.
En un artículo anterior sobre Tecno-colonialismo, se quiso pensar sobre cuál es el concepto de territorio, ciudadanía y gobierno asociado al esta relalidad, si bien el foco se puso sobre los territorios discontinuos donde se realiza el extractivismo, donde las ciudadanías asociadas a esos territorios no suelen ser conscientes de esa pertenencia, también discontínua, que diluye la cara del colono, para concluir que los tecno-colonos son corporaciones propietarias o con derecho a uso de esos territorios discontinuos. Al final del artículo se menciona que no sólo podemos asociar el concepto tecno-colonialismo al extractivismo, sino que parte de esos territorios discontinuos del tecno-colonialismo son aquellos donde llega la basura electrónica, áreas normalmente sin infraestructuras que garanticen procesos de recuperación, reciclaje y producción, seguros para el medioambiente y la salud de las personas implicadas.
Neocolonialismo
Extractivismo Tecno-colonialismo
Se estima que alrededor de 5.1 mil millones de kilos de basura electrónica es enviada de unos países a otros por año. El 65% de estos envíos se hacen de manera no controlada de países ricos a países pobres y entre el 33% y el 70% se declaran como equipamientos de segunda mano.
Esto está pasando pese a la existencia de Basel Convention On The Control Of Transboundary Movements Of Hazardous Wastes And Their Disposal encargada de regular la circulación y movimiento de la basura electrónica, impidiendo explícitamente el envío de material no servible, que no haya sido comprobado su operatividad previamente y que se pueda garantizar que todavía está en su ciclo de vida.
EEUU es el mayor generador de residuos electrónicos del planeta y uno de los países que no ha firmado la Convención de Basilea.
Por otro lado, los fabricantes de equipamiento eléctrico y electrónico incluyen en el precio una tasa de reciclaje, que se recoge cada año en Europa, aproximadamente cuatro mil millones de euros por este concepto. Así pues los fabricantes deberían destinar el dinero a recoger, clasificar, transportar y reciclar los residuos electrónicos. Sin embargo, ¿están estos mecanismos puestos a disposición de los consumidores, de manera fácil y clara? ¿Se aseguran los fabricantes de que su basura electrónica es debidamente tratada?
Son principalmente los países pobres, o zonas sin infraestructuras para el reciclaje o almacenamiento, quienes reciben la mayor parte de la basura electrónica producida en Occidente
Mientras tanto, entorno al movimiento de residuos electrónicos de manera no reglado, se crean mafias, sobre todo europeas que envían la basura electrónica a países de África y Asia principalmente aunque también América Latina. La laxitud da la hora de aplicar las leyes, la ingentes cantidades de desechos que se trasladan, la ineficacia de los protocolos, la falta de medios en las aduanas, conllevan la violación sistemática de la Convención de Basilea y los acuerdos internacionales en relación al tratamiento de los desechos electrónicos.
Así que nos encontramos que son principalmente los países pobres, o zonas sin infraestructuras para el reciclaje o almacenamiento, quienes reciben la mayor parte de la basura electrónica producida en Occidente. Pero nadie se pregunta ¿quienes son los que finalmente se encargan de toda esa basura electrónica? Ni tampoco ¿qué acaba pasando con ella?.
A quienes se hacen cargo de la basura electrónica los llamaremos los descomponedores, haciendo el símil de la cadena trófica biológica, donde los descomponedores son seres vivos (principalmente, hongos y bacterias) que se encargan de descomponer la materia orgánica muerta y convertirla en nutrientes disponibles para otros organismos. Sin la labor de los descomponedores, los ecosistemas serían incapaces de funcionar correctamente
Así que a todas esas personas que de manera informal se están haciendo cargo de la basura electrónica les llamaremos así, “descomponedores”, porque trasforman lo que son residuos en “alimento”, le dan otra vida a esa basura, sea como reparadores que permiten que ciertos aparatos vuelvan a entrar en el ciclo de vida electrónico, como extractores de algunos metales, sobretodo el cobre, el despiece de los residuos o la creación de piezas artísticas a partir de ellos.
Sin embargo, al contrario que bacterias o hongos, organismos preparados biológicamente para realizar la descomposición de una manera segura para ellos, nuestros “descomponedores de basura electrónica” exponen su vida diariamente al carecer del equipo y la infraestructura necesaria para realizar la tarea de “descomposición”, sin que su salud sufra las consecuencias. De igual manera exponen al medio ambiente, contaminándolo a nivel del suelo, el agua y el aire, poniendo en riesgo a toda la comunidad que se encuentra alrededor de los espacios de reciclaje de la basura electrónica.
Los “descomponedores de basura electrónica” arriesgan su vida y la del medioambiente, a cambio de pequeñas cantidades de dinero, que apenas les permite la supervivencia propia y de la familia, poniéndoles en una situación que aun siendo conscientes de los riesgos a los que están sometidos, no les queda más alternativa que continuar para poder asegurar su subsistencia, en países donde no hay empleo, ni subsidios, y donde es la economía informal la que saca adelante los países.
Según el informe de la OMS de 2022 Los niños y los basureros digitales Exposición a los residuos electrónicos y salud infantil “las estimaciones más recientes de la cantidad total de trabajadores informales del sector de los residuos en todo el mundo (entre 12,5 y 56 millones de personas) y las estimaciones de las mujeres que trabajan en el sector industrial (del que los residuos son un subsector), que se calculan en un 23 % de la mano de obra, entre 2,9 y 12,9 millones de mujeres pueden correr el riesgo de estar expuestas a residuos electrónicos tóxicos por su trabajo en el sector informal de los residuos. Con respecto a los niños, unos 152 millones de niños de entre 5 y 17 años trabajan, incluidos más de 18 millones de niños (11,9 %) en industrias de las que el procesamiento de residuos es un subsector. Alrededor de 73 millones de niños en todo el mundo realizan labores peligrosas, con cifras aún no contabilizadas en el sector informal de reciclaje de residuos”.
Existen mafias de desechos electrónicos, situadas en los países occidentales que mueven más dinero que el que se mueve en el mundo de la droga
Así que en occidente se han generado hábitos de consumo donde el teléfono móvil promedio se sustituye en menos de dos años. Según estas estimaciones, y suponiendo una esperanza media de vida de unos 70 a 80 años, una persona podría utilizar y desechar cerca de 30 teléfonos móviles a lo largo de su vida.
Mientras tanto nuestros “descomponedores de basura electrónica” corren riesgos y ponen en riesgo al medioambiente y a la comunidad por necesidad de supervivencia, existen mafias de desechos electrónicos, situadas en los países occidentales que mueven más dinero que el que se mueve en el mundo de la droga. Empresas productoras que se quedan con el dinero destinado, supuestamente al reciclaje adecuado y en respeto al medioambiente y convenciones internacionales. Sin embargo la basura electrónica se envía en contenedores, cuyo contenido acaba mayoritariamente en vertederos a cielo abierto, en manos de nuestros “descomponedores”.
Es el momento de tomar conciencia de la dimensión del problema de la basura electrónica pero además ver el abanico de oportunidades que ofrece. Por un lado es crear la situación adecuada para que nuestros “descomponedores” puedan tratar los residuos electrónicos, de manera que no expongan su vida pero si puedan tener trabajos que les permitan vivir dignamente y reconociendo la importancia de la labor social y medioambiental que están llevando a cabo.
Por otro lado se puede facilitar el encuentro entre nuestros “descomponedores de basura electrónica” en riesgo y los descomponedores biológicos (bacterias y hongos) quienes pueden colaborar mediante la creación de fábricas donde se realice la extracción de metales pesados via biolixivación, de esta manera, la extracción de metales se realiza directamente a través de un proceso natural para ciertos organismos vivos, generando una mínima contaminación medioambiental, a la vez vuelve a poner en circulación los metales sin necesidad del extractivismo minero.