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La proverbial canícula que los porteños padecen en los febreros esta vez dio tregua para que la celebración del acto de rechazo a las políticas del gobierno Macri fuese un éxito de convocatoria y de permanencia.
Alrededor de 400.000 personas se congregaron en plena avenida 9 de Julio —la más ancha de la capital— y con el palco instalado frente al Ministerio de Desarrollo Social —el mismo donde en 1951 la Confederación General del Trabajo (CGT) pidiera a Eva Perón aceptar el cargo de vice en la fórmula que presidiría su marido, el general Perón—.
En un clima de euforia popular animada por insultos a Macri y consignas de apoyo a Moyano, un estruendo de bombos y pirotecnia completó la jornada de protesta. La gente iba advertida para no caer en provocaciones policiales como las ocurridas en actos anteriores. No se produjeron y tampoco hubo presencia policial ostensiva, como si el gobierno hubiera querido no irritar.
Fue un acto unitario de todo el arco opositor. De la burocracia sindical (CGT) hasta la izquierda combativa, que se sumó a la acción con discreción y sin exaltaciones, como para que nadie pudiera acusarla de intentar radicalizar el evento. Pareciera que todos se autoconvocaron bajo la máxima implícita de “atacar al enemigo común”: el gobierno Macri y sus políticas antisociales.
Quién sabe haya sido el primer paso de una articulación política que —si sucediera— aún no consigue mostrar qué senda podría recorrer.
Se trató de una manifestación opositora al gobierno en toda regla. Convocó a la “clase media” y a un amplio abanico de la clase trabajadora
Hugo Moyano —del gremio de camioneros— cerró el acto. Fue dirigente destacado de la vieja burocracia sindical peronista aunque actualmente exhibe marcada independencia de aquella. Aunque nunca se asumió como kirchnerista —ni lo fue— sí constituyó una pieza clave en la articulación que el kirchnerismo hizo con los otros sectores del peronismo. Su discurso trajo dos sorpresas:
Una reflexión de Octavio Paz: “toda victoria es relativa y toda derrota es transitoria”. Los más suspicaces podrían ver en ella un cierto guiño a la consigna kirchnerista: “volveremos”. Un encendido alegato para desmentir que este acto tuviera por finalidad ponerlo a salvo de procesamientos judiciales en su contra, por el expediente de vacunarlo con un baño de multitudes. Lanzó un tiro por elevación a Macri —involucrado en los Panamá Papers— al decir “no tengo plata fuera”. No obstante tampoco atacó frontalmente al presidente, incluso pidió a los manifestantes que cesasen en sus insultos, subidos de tono.
Aunque algunos puedan decir “fue el acto de Moyano” la aseveración no es exacta. Fue bastante más que eso. Se trató de una manifestación opositora al gobierno en toda regla. Convocó a la “clase media” y a un amplio abanico de la clase trabajadora. Le antecedieron en el uso de la palabra:
Sergio Palazzo, secretario general de los bancarios, una categoría privilegiada, tanto por sus salarios como por las condiciones de trabajo que han conseguido obtener del sector económico más boyante . Nada le impidió hacer un discurso frontal y duro contra el macrismo, a pesar de pertenecer al partido radical, cuya máxima dirigente —“Lilita” Carrió— fue muleta de Macri en las últimas elecciones. Paradojas de la política argentina.
Juan Carlos Schmid: uno de los tres máximos dirigentes de una agonizante CGT, la organización sindical más burocrática y corrupta de la Argentina. Bajo su paraguas se amparan los trabajadores en nómina, que cobran puntualmente sus nóminas, gozan de su 13º salario, vacaciones y coberturas sociales.
Pablo Micheli y Hugo Yasky, expresiones de las dos alas de la Confederación de Trabajadores de la Argentina (CTA). Tienen un marcado perfil crítico y combativo, alineados al kirchnerismo, aunque también cobijan a gente de izquierda. Del kirchnerismo —paradójicamente— nunca tuvieron el reconocimiento como entidad sindical: estaban enfrentados a Moyano —bisagra en clave interna peronista— y como moneda de cambio ante el dirigente camionero, Cristina les negó la personería jurídica. Expresan sobre todo al sector de empleados públicos. Aunque la CTA también nuclea a los desempleados, singularidad de una central sindical, al menos en Argentina.
Finalmente, Esteban “el gringo” Castro, de la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular (CTEP). Entidad que nuclea a los movimientos sociales, a los colectivos autogestionarios, a la economía social, a los desempleados y a los sectores más excluidos.
Las notables —y esperadas— ausencias al acto: “los gordos”, la fracción más desprestigiada y entreguista de la CGT. Como dato irónico, uno de ellos, Abel Frutos —secretario general de los panaderos y otrora alineado con Moyano— era recibido por Jorge Triacca, actual ministro de Trabajo y también oriundo de esa misma central sindical.
Sucedía a la misma hora en que se celebraba el acto opositor. Del mismo sector sindical, también faltó Héctor Daer, quien hace poco tiempo pudo escapar de las iras de los trabajadores refugiándose en la sede de la Federación de Empleados de Comercio. Y, como remate, otro cegetista —el secretario general de la UOCRA (sindicato de la construcción)— mientras se celebraba el acto opositor, intervenía en un foro de preparación del G-20, inaugurado por Macri. En su argumentario alegó que el mejor camino para atender a las necesidades de los trabajadores no es la confrontación, sino el diálogo. Un canto de sirenas para los oídos de Macri.
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Si bien es verdad que los jubilados en Argentina tenemos una retribución miserable, también es cierto que la caja de jubilaciones estatal está totalmente sobrepasada en sus gastos. Una buena parte de los que gozan de una jubilación jamás han aportado para los fondos del sistema y mucho menos han trabajado. No es justo que quienes hemos aportado más de 42 años cobremos lo mismo que alguien que siempre fue una carga para el país, y peor todavía que cobren jubilaciones extranjeros que nunca habitaron en nuestro país y que si habitaron jamás aportaron nada. Todas estas situaciones se generaron durante los gobiernos populistas y ladrones que juntaban voluntades de voto otorgando prebendas. Es mucho lo que se puede decir, pero no tiene mucho sentido hacerlo a un grupo de extranjeros que creen que descubrieron la pólvora.