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Pensamiento
Una ocupación
Los reyes de la mudanza es la primera novela de Joshua Cohen que ha sido traducida al español (traducción a cargo de Javier Calvo para la editorial De Conatus).
Joshua Cohen (Nueva Jersey, 1980) es considerado uno de los autores norteamericanos jóvenes a tener en cuenta en el panorama literario actual, en concreto, la revista Granta lo ha destacado como uno de los mejores novelistas estadounidenses menores de cuarenta años. Ha sido comparado con autores como David Foster Wallace, Saul Bellow o Philip Roth. Los reyes de la mudanza es su última novela (publicada en verano de 2017 por Penguin Random House) y la primera que ha sido traducida al español (traducción a cargo de Javier Calvo para la editorial De Conatus). Con anterioridad Cohen había publicado Witz (Dalkey Archive Press, 2010), Four new messages (Graywolf Press, 2012) y Book of numbers (Penguin Random House, 2015).
literatura y trabajo
Los reyes de la mudanza nos presenta, en primer lugar, a David King, judío recién divorciado y dueño de la empresa de mudanzas King, negocio familiar que trabaja en los municipios de Nueva York (en labores de transporte, alquilando sitios de almacenaje y vaciando casas durante la ejecución de desahucios).
Yoav es un judío de veintidós años que, tras hacer su servicio militar en Israel y haber participado en la guerra de Gaza, sale de su país para trabajar en el negocio de mudanzas de su primo David. A él se une Uri, compañero del servicio militar y amigo, quien trabajará también para David King. Los visados de Yoav y Uri no les permiten trabajar en Estados Unidos y, por eso, lo harán de forma irregular.
A menudo parece que la literatura es algo que sucede cuando no se trabaja. Pocas veces tenemos conocimiento de las condiciones materiales que sostienen todas las reflexiones vitales que llenan páginas y páginas de las novelas que leemos. La nómina de los personajes se guarda como el mayor de los secretos. El trabajo es el gran otro de la literatura.Sin embargo, en Los reyes de la mudanza el trabajo no solo está presente, como lugar al que siempre se va y del que se viene, sino que constituye y determina a cada uno de los personajes.
El paralelismo que Cohen nos propone entre las labores de Joav y Uri en el ejército israelí y sus funciones en los desahucios en suelo estadounidense se fundamenta en los parecidos que existen entre ambas ocupaciones: entrar en casas ajenas y desposeer a los propietarios de todas sus pertenencias (bien acompañado del destrozo de las casas, en el caso palestino; bien consistente en el empaquetamiento en cajas de las pertenencias, en el caso de los norteamericanos): «¿Quién se habría imaginado que el ejército lo había estado entrenando para hacer mudanzas? (…) Cada mudanza era como una misión: cada mañana él empezaba en un sitio distinto y cada noche terminaba en otro, y entre aquellos dos lugares indefinidos no había más que sudor, sudor y repetición.»
Cohen muestra gran habilidad para ambientar los distintos espacios en los que se sitúa la acción presente y pasada, desde los detalles de la rutina en el ejército al funcionamiento del trabajo de la empresa de mudanzas, especialmente durante los desahucios. A lo largo de Los reyes de la mudanza, el ojo de Cohen cambia de centro de atención, ora deteniéndose en un personaje, ora en otro, ofreciéndonos un diagnóstico en cada uno de sus movimientos. Ningún detalle en Los reyes de la mudanza puede ser considerado accesorio y acaso tampoco ningún personaje lo sea (cada uno releva al precedente en interés e importancia acercándose a una suerte de novela coral).
Si algo hay que agradecer a Cohen es que ensanche y haga más profundo nuestro conocimiento del mundo y nos acerque algunas zonas de la realidad casi nunca tratadas por ser consideradas poco o nada literarias, contribuyendo, de este modo, a su dignificación. Sirva a modo de ejemplo la larga carta de una mujer a un banco, pidiendo que le devuelvan un reloj con valor familiar, incautado junto al resto de las posesiones la noche en que ella y su hija fueron desahuciadas. Otro es la inscripción en un letrero de una casa de Avery Luter, amenazada de embargo en plena Navidad: “No echéis a mi gente”, frase destacada que da inicio al capítulo que lleva el nombre de la persona desahuciada, alrededor de la cual se configura el final trágico de la novela en el que se ve envuelto Uri, final para el cual las siguientes frases acaban teniendo el peso de una premonición: «No puedes dejar de ser soldado, igual que no puedes dejar de ser judío. Las dos son condiciones permanentes que duran toda la vida.»
En buena medida Los reyes de la mudanza no solo da cuenta de lo que hacemos en nuestro trabajo sino también de lo que ese trabajo puede llegar a hacer con y en nosotros (las consecuencias traumáticas del paso por el ejército israelí de Yoav y, especialmente Uri, quien no solo no puede dejar de ser soldado sino, más grave aún, no puede dejar de estar en guerra).
Por último, Joshua Cohen nos despoja de toda seguridad, incluida la de tener una casa, para dejarnos, en las páginas finales de Los reyes de la mudanza, al lado de una persona desahuciada en pleno invierno, quien nos advierte, al humedecer sus labios con nieve derretida, cuál es la realidad que no podemos ignorar, de la cual esta novela es radiografía y, a la vez, diagnóstico.
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la aspirina clasica es un buen remedio para cuando los ocupas son ocupas de vidas...y a continuacion pues tienes credito en el mundo real que de otro modo usa a tu costa el ocupa...datummutad...pues eso
Desoladora, inquietante , realista y maravillosa, todo en uno. Un descubrimiento Joshua Cohen