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Pablo A. Cantero, director de FanCineGay: “Apostamos por el cine LGTBI como herramienta de transformación social”
El Festival Internacional de Cine LGBT de Extremadura encara su 23ª edición. Pablo A. Cantero, su director, hace balance desde el comienzo del Festival, en 1998, cuando “la Policía arrancaba los carteles”, hasta la edición del 2020, en medio de un contexto político donde los discursos de odio se están normalizando y en plena crisis sociosanitaria. El Festival, que llegará a cerca de 15 localidades de Extremadura, abordará 11 largometrajes y 26 cortos de contenido LGTBI, “y con presencia de temática trans de manera muy clara”, desde el 5 hasta el 15 de noviembre.
El éxito de la serie Veneno no es casual. El biopic dirigido por Javier Calvo y Javier Ambrossi, basado en la obra “¡Digo! Ni puta, ni santa. Las memorias de La Veneno” de Valeria Vegas, encuentra parte de su éxito en la necesidad que tiene el colectivo LGTBI —y, concretamente, las personas trans— de transgredir la hegemónica argamasa de estereotipos perversos, estigmas implacables y dedos acusadores con los que el Sistema se ha encargado de estigmatizar a la parte más vulnerable del colectivo. No es una rebeldía trivial, respira a través de las heridas de quienes fueron para que nosotras seamos, y se construye en la determinación de transformar el dolor en bandera.
Pero Paca La Piraña, Carmen de Mairena o La Veneno no pasan de marginadas a referentes por azar ni como fruto del paso natural del tiempo; junto a la concienciación del colectivo, la lucha militante por la memoria y contiguo a la necesidad de dignificar a quienes no se doblegaron a la dictadura de lo escondido, existen proyectos ajenos a la inmediatez, pensados para doblegar lo canónico y objetivados en la construcción de la permuta serena, cumpliendo con el oficio, como diría Neruda, “piedra con piedra” y, nunca mejor dicho, “pluma a pluma”. Ideas que, como el Festival Internacional de Cine LGBT de Extremadura, revolucionaron la escena no desde Atresmedia sino desde los cines y las salas de teatro de Extremadura, lejos de Madrid y en una región donde las transiciones se densan en el tiempo y la subjetividad social se altera en una lenta impaciencia.
“El Festival surge porque José María Núñez estaba en contacto con Fundación Triángulo Madrid, y ellos llevaban tiempo haciendo un festival que, luego, sería el hoy reconocido LesGaiCineMad (que ya va por la edición número 25, dos ediciones más que en Extremadura)”, nos cuenta Pablo A. Cantero, director del FanCineGay. “Se planteó traer una muestra del festival, de cine LGBT, y utilizar los cuatro jueves del mes de noviembre para proyectar una película cada jueves. Empezamos con una película muy simbólica, El celuloide oculto de Rob Epstein y Jeffrey Friedman, que trataba sobre cómo había sido abordada la homosexualidad, y el lesbianismo en menor medida, en el cine clásico de Hollywood y en el cine de los años siguientes. Esta película de 1995 repasa el abordaje LGBT desde los años 20-30 hasta el cine de los 80 y algo de los 90. Era muy simbólica porque abordaba la censura, pero también los ejercicios de resistencia para tratar de colar determinadas temáticas dentro del cine de Hollywood”.
Empezamos con una película muy simbólica, El celuloide oculto, que trataba sobre cómo había sido abordada la homosexualidad, y el lesbianismo en menor medida, en el cine clásico de Hollywood
La primera edición del Festival se llevó a cabo en el año 1998. En aquel otoño del incipiente principio de siglo, se cumplían sólo tres años de la derogación total de la Ley sobre peligrosidad y rehabilitación social —una ley franquista, sustituta de la Ley de Vagos y Maleantes, usada de forma sistemática para castigar y “rehabilitar” en cárceles y psiquiátricos la disidencia sexual—, y faltarían, todavía, tres años para que el Congreso de los Diputados, 23 años después de la Constitución del 78, aprobara la eliminación de los antecedentes policiales de las personas que seguían registradas, y por tanto señaladas, por haber cometido el “delito” de ser homosexual en la España que, siguiendo a Machado, todavía seguía pariendo “varones amantes de sagradas tradiciones y de sagradas formas y maneras”.
Memoria histórica
Los triángulos rosas españoles
El franquismo fue un periodo de especial opresión y clandestinidad para las personas LGTB, así como para la clase obrera, las mujeres o el resto de sectores oprimidos que querían organizarse y luchar contra el régimen. A las decenas de miles de presos políticos de izquierda fusilados tras la guerra o encarcelados y torturados se unían también personas LGBT asesinadas o encerradas por el hecho de serlo. Fueron los “triángulos rosas” marcados y castigados por intentar vivir su sexualidad libremente.
En aquel marco, iniciar un Festival de cine LGTBI en Extremadura se antojaba subversivo. “El Festival se inicia en el Teatro López de Ayala (Badajoz), y según los compañeros y las compañeras, la Policía retiraba los primeros carteles de las paredes. Aquel contexto, el de los 90, era muy distinto al de hoy”, nos reconoce el director. Y es que “la reacción en los primeros años se movía entre dos puntos: escepticismo y el ‘van a poner cine porno’, porque asociaban cine LGBT con la pornografía. Las reacciones ya te las puedes imaginar, pero también hay desde el principio complicidad de otras organizaciones con la propuesta, hecho sin el cual la organización del Festival hubiera sido imposible”.
El Festival se inicia en el Teatro López de Ayala (Badajoz), y según los compañeros y las compañeras, la Policía retiraba los primeros carteles de las paredes. Aquel contexto, el de los 90, era muy distinto al de hoy
Un hecho determinante para la puesta en marcha del certamen fue, como reconoce Pablo Cantero, que quienes estaban trabajando en la construcción de este evento “venían con mucho trabajo hecho en torno a otras entidades sociales. Siempre habíamos tenido vínculos con organizaciones de cooperación internacional y otros movimientos sociales. Eso hizo que cuando presentábamos determinadas cosas teníamos un cierto aval, un cierto reconocimiento en el tejido social de Extremadura. Esa marca de confianza ha estado desde el principio. Hubiera sido imposible sin el apoyo del Teatro o de personas como Miguel Murillo o Paco Rebollo”.
Así, con aquellas primigenias películas en 35 mm, “se utilizaba el cine y la cultura como una herramienta de transformación social, algo que sirviera para visibilizar la realidad LGBT en nuestros contextos y en otras partes del mundo. Siempre hemos intentado que, más allá del cine, también fuese un espacio de cultura LGBTI. Que nos enredásemos con otras manifestaciones culturales, como pintura, literatura, fotografía. También es un festival que ha cuidado mucho la imagen. Hay gente que colecciona los carteles, ilustradores que se interesan, etc. Éramos pequeños, pero tratábamos de dar la mejor imagen posible”.
Se utilizaba el cine y la cultura como una herramienta de transformación social, algo que sirviera para visibilizar la realidad LGBT en nuestros contextos y en otras partes del mundo
La cuestión de la imagen no era irrelevante. Por aquel entonces, no sólo la ley evolucionaba con paso flemático en torno a los derechos y las libertades del colectivo, también el cine pecaba de un marcado carácter conservador, y no digamos, la representación de la cuestión LGTBI en las películas españolas.
Por eso, “una decisión que se toma muy pronto fue traer a Extremadura películas que no estuvieran en el circuito comercial. Estábamos en los 90, y había películas que no llegaban a nuestra región. En torno a esos objetivos hemos ido funcionando: cine y cultura como herramienta de transformación social y cine inédito que en Extremadura no se estaba viendo”. Paso a paso, sumando ediciones y contrarrestando las dificultades con añadidos que fortalecieran la implantación del Festival, como la incorporación de los Premios FanCineGay “para reconocer manifestaciones artísticas y culturales, personas que hacían algo a favor de lo LGTB y traer, de paso, gente tan reconocida a nivel cinematográfico como Ventura Pons o Agustí Villaronga”, el Festival cumple 23 años.
En torno a esos objetivos hemos ido funcionando: cine y cultura como herramienta de transformación social y cine inédito que en Extremadura no se estaba viendo
“Ninguno nos imaginábamos que podríamos construir lo que hoy es una de las propuestas culturales del otoño más relevantes en Extremadura. Imaginarnos un festival como el año pasado con veintitantas localidades era inconcebible. Hemos atravesado muchas dificultades, sobre todo presupuestarias, pero es un festival que ha hecho una apuesta por Extremadura, por lo rural, por intentar llegar al máximo número de sitios”.
En esa apuesta por Extremadura, entendiendo las jornadas cinematográficas desde el prisma “mitad político-activista, mitad cultural”, se ha decidido que este año, el Festival, a pesar de la crisis sociosanitaria, mantenga su presencialidad. “Este año le hemos dado muchas vueltas a qué hacer con el Festival, si mantenerlo o no. Si hacerlo online. No sé si por edad o por entendimiento del activismo y los procesos de acción comunitaria, pensamos que el Festival tenía que estar físicamente. Lo online está bien porque permite ver películas LGBT que no están normalmente en tu cine, pero hay una cuestión con el evento cultural, y es que el cine permite iniciar procesos de debate y de transformación”. Por tanto, tras cambiar la ubicación inicial, Hervás, la inauguración se realizará en Jaraíz de la Vera el próximo 5 de noviembre.
Lo online está bien porque permite ver películas LGBT que no están normalmente en tu cine, pero hay una cuestión con el evento cultural, y es que el cine permite iniciar procesos de debate y de transformación
“Que vayamos a Jaraíz tiene esa parte de que la gente hable, reflexione, y transforme. Para mí eso era clave. Vamos a hacer menos que otros años, pero el Festival tenía que mantenerse físicamente en la medida de lo posible”. Junto a la apuesta con el territorio, también permanece el compromiso con la cuestión trans. “Había cosas que teníamos claras, como presencia en la programación de temática trans de manera muy clara, porque es un festival con un claro compromiso activista y compromiso político, y esto se tenía que trasladar a la programación. Que esa reflexión se hiciera de diferentes prismas, tanto en las pelis como en las actividades culturales. Había también algo que tenía que hacerse, como la recuperación de la memoria con documentales maravillosos como The Archivettes, que es el proyecto de un grupo de mujeres que recuperan y conservan la historia de las mujeres lesbianas en una parte de EEUU, un documental con una belleza y compromiso brutal”.
Firmes en la voluntad de continuar ejerciendo de alfareros de la diversidad y la cultura, tanto Pablo Cantero como el resto de organizadores y organizadoras son conscientes del panorama político (la normalización de los discursos del odio y la beligerancia de determinados sectores ultras contra la libertad sexual) y del sociosanitario (la excepcionalidad derivada de la pandemia por COVID-19), por lo que el futuro se prevé incierto: “Lo mismo volvemos a los orígenes, a hacer un festival pequeño. FanCineGay va a seguir existiendo porque va a haber gente haciendo cine con más o menos presupuesto y que merecerá la pena traer a Extremadura sus películas, creando eventos para poder verlas, y seguiremos apostando por utilizar el cine como herramienta de transformación social. Eso está claro. Hacia qué modelo de festival vamos es imprevisible por la crisis económica, política en la que vivimos. Esto va a hacer que cierren muchas salas y que el sector se precarice aún más. Tendremos que reinventar muchas cosas. En ese sentido tengo miedo de qué pasará en el sector, pero tengo claro que desde el activismo tenemos que seguir apostando por la cultura. Tal y como aparecen en los carteles, el cine como espacio doblemente seguro: seguros frente al COVID y seguro como generador de espacios donde los LGBT podamos encontrarnos”.
Tal y como aparecen en los carteles, el cine como espacio doblemente seguro: seguros frente al COVID y seguro como generador de espacios donde los LGBT podamos encontrarnos
El ánimo no perece, y ni las más adversas circunstancias frenarán la celebración de una nueva edición. Como decía Cortázar, “la cultura es el ejercicio profundo de la identidad”, y sin duda, la identidad LGTBI en Extremadura se fortalecerá del 5 al 15 de noviembre, a través de 11 largometrajes y 26 cortometrajes, en un evento de cada vez más sólida raigambre.