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En uno de sus instructivos cuadernillos, José Luis Martín Galindo nos recuerda la huelga de la construcción en Extremadura durante los primeros años de aquel apaño que llamaron “Transición”.
A finales de septiembre de 1977, miles de obreros del andamio y de la paleta fueron a la huelga en Cáceres y Plasencia. En menos de un año se sumaron muchos otros lugares de toda la comunidad extremeña. Como siempre que se levanta el pueblo que currela, solo se pedía trabajo y salario digno.
Lo hicieron desde abajo a arriba, con la autogestión y la asamblea como herramientas de lucha, con el reticente apoyo de unos sindicatos que ya formaban parte del establishment, con los Pactos de la Moncloa de fondo, y el decidido empuje de otros que denunciaron todos estos tejemanejes. A los primeros les auparía el tiempo venidero, rebosante de prebendas institucionales; a los segundos se les arrumbó en el rincón oscuro de la cuestión social.
El 16 de octubre de 1977 más de 10.000 personas se manifestaron en Cáceres. Poco después por todos los pueblos, los grandes y los chicos. La huelga, que duró mas de 40 días con sus 40 noches, jornadas sin pan, se hizo contra la patronal de la construcción, los señoritos del ramo. Pero en la huelga no solo había huelguistas, obreros a pie de obra parada, sino también mucha otra gente que compartía el corazón y la lucha, bajo una sola palabra: SOLIDARIDAD.
La tragedia de Valencia y de otros lugares ha traído una riada de solidaridad, afán del pueblo por compartir penurias. Acto loable donde los haya, es capitalizado por los que siempre han criticado estas expresiones de apoyo a quienes sufren el rechazo por racismo, homofobia, machismo, xenofobia y cuantas otras señales de intolerancia muestran con orgullo y como seña de identidad la ultraderecha y derecha fascistoide, confundiendo al pueblo en el uso de una palabra que siempre ha sido patrimonio de la izquierda y de quienes defienden los derechos humanos. La solidaridad no solo se ejerce “a favor de”, sino sobre todo “en contra de” quienes pisotean los derechos de los demás, de las demás. Ahí está el ejemplo de las seis de La Suiza.
En tiempo de confusión y de falta de criterio por abulia personal, la derecha y ultraderecha hacen su agosto. De Orwell, quien les odiaba y a quien también capitalizan, extraen el eslogan que hizo figurar en la fachada del Ministerio de la Verdad:
LA GUERRA ES LA PAZ
LA LIBERTAD ES LA ESCLAVITUD
LA IGNORANCIA ES LA FUERZA.
Amech Zeravla.