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A unos 100 kilómetros al oeste de la isla de Sumatra, en Indonesia, se encuentran las Mentawai. Cuatro islas principales forman este archipiélago volcánico: Pagai del Sur, Pagai del Norte, Sipora y Siberut. En el corazón de esta última habita, desde hace más de 3.000 años, la etnia mentawai. No fue hasta después de la Segunda Guerra Mundial cuando empezó a tener relación con la civilización occidental.
Los mentawai son una cultura conocida por sus costumbres. Sus tierras están repartidas por clanes. En el centro de cada terreno se alza una gran estructura de madera llamada uma, que sirve de casa. Alrededor de las umas corre el ganado de la familia, en su mayoría cerdos y gallinas, cazados en la selva y criados en semilibertad. Los bananeros y el sagu les proporcionan su alimento principal. Los sikerei, sus chamanes, son los líderes del clan. Suelen reunirse vestidos con sus mejores galas, adornando su cuerpo de plantas para celebrar rituales que pueden llegar a durar días.
Los mentawai carecen de documentación y censo, pero sí utilizan símbolos: los titi, un tatuaje típico de esta etnia. Cada uno de estos tatuajes tiene un significado que indica el clan al que pertenecen. Les sirven para identificarse como guerreros frente a posibles adversarios y para apelar a la protección de los espíritus de la selva.
LUCHA DE INTERESES
Esta cultura está ahora en peligro de extinción. Varios expertos advierten del riesgo que la industrialización supone para la tribu. “Durante los años 70 hubo una gran discriminación cultural contra los mentawai. Sus símbolos, casas de oraciones tradicionales y pueblos fueron quemados por el Gobierno cuando los forzaron a trasladarse y estos se negaron”, afirma Frans Siahaan, miembro de la ONG Yayasan Citra Mandiri. El Gobierno indonesio creó los denominados “programas de cambio conductual”, con los que pretendía enseñar a los nativos a asimilar una Indonesia en desarrollo. La realidad fue otra. Varios ambientalistas afirmaron que dichos programas servían para enmascarar otras intenciones: que la familia de Suharto, presidente de Indonesia hasta 1998, pudiera ofrecer los bosques a empresas madereras controladas por Yakarta.
El 8 de diciembre de 1998, el Gobierno indonesio celebró en Padang, capital de Sumatra, un encuentro de consulta organizado por el Departamento de Transmigración y Reasentamiento Forestal de la provincia.
Directivos del Gobierno local y alrededor de 120 representantes comunales y jefes de aldea de las islas Mentawai se reunieron para aprobar un nuevo plan de transmigración. Casi 11.000 familias de las islas, vinculadas a una plantación comercial de palma a cargo de la compañía PT Citra Mandiri Widya Nusa, propiedad del exministro de Trabajo Abdul Latif, se vieron afectadas por el nuevo plan.
Hace unos años, el Gobierno aprobó otro plan de reubicación y una nueva ley que reconocía las tierras habitadas por los mentawai como propiedad del Estado. Esta ley exigía a sus habitantes obtener un certificado gubernamental de adquisición para justificar su propiedad, documento que era prácticamente imposible de conseguir, ya que solo se expedía en Yakarta. El Gobierno construyó una zona cerca de la frontera de la selva, que denominó como ‘pueblos del gobierno’. Ofreció a la tribu, si se trasladaba al lugar, educación gratuita para sus hijos, atención médica, ropa “civilizada”, una iglesia de su elección o una red eléctrica. Muchos clanes salieron de sus hogares para establecerse en pequeñas casas unifamiliares más modernas. Este nuevo pueblo es el Ugai.
EL PRIMER PUEBLO MENTAWAI
Un infinito marco verde se convierte en el escenario de juegos para los niños. Los adultos, que parecen ser dueños de un tiempo infinito, envuelven sus porches en humo, apurando el tabaco mientras conversan con sus vecinos. Ugai es actualmente un pozo de controversia. Los plasmas reinan en los salones de las casas. También los teléfonos móviles que, con un poco de suerte y algunos kilómetros de caminata hasta lo alto de una montaña, encuentran cobertura. Una pequeña tienda ofrece productos de necesidad: arroz, azúcar, galletas y —el más preciado de los productos para los nativos— tabaco. Las epidemias de cólera y la hepatitis siguen siendo frecuentes en Ugai. No existe plan alguno de potabilización de agua ni saneamientos habilitados. Estas aldeas representan el fracaso de la modernización. Los mentawai que fueron reubicados no disfrutan de ninguna de las ventajas de la ciudad, pero sí sufren muchas de sus desventajas.
BUTTUI, EL FUTURO UGAI
A solo una hora andando a través de un pequeño sendero en medio de la selva está Buttui. Aquí no hay plasmas reinando en los salones y, cuando oscurece, el pueblo se queda a la luz de las velas.
En el centro del poblado se observa una edificación que resulta ser una mezquita. De fondo se oye el atronador sonido que produce un generador instalado para que los operarios puedan seguir trabajando en la construcción del gran plan de la ONG Yayasan Aksi Peduli Bangsa. “Alguien tiene que enseñar a esta gente a no vivir como animales”, afirma el líder de la ONG. La mezquita es la primera de las cinco edificaciones del plan, que también contempla una escuela del Gobierno, una residencia para maestros, una biblioteca y un hospital.
La luz del generador sirve a un chico de 15 años que se encarga de arreglar viejos móviles. Algunos jóvenes, miembros de las cuatro familias hasta el momento convertidas al islam, pasean con sus motocicletas. En el pueblo no hay luz eléctrica con la que cargar los móviles, ni señal para usarlos. Tampoco hay ninguna carretera por la que puedan circular las motos. Un litro de gasolina aquí puede pagarse a precio de oro.
¿PROGRESO O RETROCESO?
Los indígenas de la isla de Siberut llevan años siendo presionados por los militares indonesios para llevar a cabo una plantación de palma aceitera de 70.000 hectáreas y un proyecto asociado de transmigración, a pesar de que la isla ha sido declarada reserva de la biosfera por la UNESCO. La industria de aceite de palma está experimentando un auge explosivo en toda Indonesia y en Buttui, una de las pocas áreas vírgenes que quedan en Indonesia, el segundo país con mayor biodiversidad del mundo.
El último plan ideado por el Gobierno indonesio en colaboración con las autoridades regionales de las islas Mentawai lleva por nombre Trans Mentawai. Se trata de un proyecto cuyo objetivo es construir una red de carreteras que servirán para facilitar la accesibilidad a todo lo largo y ancho de la isla. Hasta el momento, el difícil acceso a las islas había servido de ventaja a los nativos para frenar la avalancha turística a las islas.
Actualmente la zona no dispone de aeropuerto ni de un circuito de caminos adecuado para poder llegar a las paradisíacas playas de Mentawai, dueñas de uno de los mejores rompeolas del mundo. El proyecto Trans Mentawai supondrá abrir las puertas a este paraje. “El gobierno está enviando colonos cerca de aquí. Les da facilidades para que cultiven las tierras y para que vengan industrias madereras que talan nuestros árboles. Ahora será peor, porque ya no tenemos dónde huir, dónde retirarnos para seguir viviendo de forma tradicional. Estas son nuestras tierras, que busquen otro lugar para los colonos”, concluye Aman Lau Lau, uno de los más importantes sikereis del clan.
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LO QUE DENOMINAMOS COMO CIVILIZACIÓN NO PROGRESA NI QUERIENDO, NOS HEMOS OLVIDADO DE MUCHAS COSAS, PRINCIPALMENTE VIVIR ACORDE A LA NATURALEZA
LA HUMANIDAD TENDRIA QUE APRENDER A VIVIR SIN DEPENDENCIA DE LO ARTIFICIAL Y CONVIVIR CON LA NATURALEZA MANO A MANO.
TODO LO DEMAS ES UN ENGAÑO AL SER HUMANO.
Pues sí, el no progreso de los metanwai, ni de nadie.
Estamos a punto de la gran perturbación.