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Hungría
Orban arrasa y consolida su hegemonía ultraconservadora en Hungría
La guerra en Ucrania ha sacudido el tablero político europeo, pero no siempre en la dirección prevista. En las elecciones celebradas el pasado domingo en Hungría, Viktor Orban, el único aliado de Putin en la UE, no solo consiguió su tercera reelección consecutiva, sino que incluso aumentó su apoyo popular. Tras más de doce años en el poder, el primer ministro ultraconservador podrá igualar a Angela Merkel como líder europeo más longevo del siglo XXI.
Aunque todas las encuestas preveían unas elecciones más disputadas, Orban ha conseguido mantener su “supermayoría” (más de dos tercios del hemiciclo), lo que le permite enmendar la Constitución de forma unilateral. A falta de los resultados oficiales, el partido Fisdesz obtuvo 135 diputados, dos más que en 2018. La participación fue de casi el 70%, bastante elevada para los estándares del país, pero ligeramente inferior a la de hace cuatro años.
Para maximizar sus resultados conforme a la ley electoral, los seis principales partidos de la oposición se presentaron bajo la coalición Unidos por Hungría. Sin embargo, la unión de formaciones de ideología antagónica, en lugar de sumar escaños, los restó
Por primera vez, y para maximizar sus resultados conforme a la ley electoral, los seis principales partidos de la oposición se presentaron bajo la coalición Unidos por Hungría. La plataforma incluía desde al Partido Socialista, la izquierda heredera del comunismo, hasta Jobbik, un partido de derecha menos extrema que unos años atrás.
Sin embargo, la unión de formaciones de ideología antagónica, en lugar de sumar escaños, los restó, quedando con solo 57, muy lejos de las expectativas creadas. Los votantes más radicales de Jobbik habrían migrado al neofascista Movimiento Nuestro Hogar, que entró en el Parlamento con siete escaños.
“Este resultado es un desastre para la oposición, que sólo ha ganado en Budapest. Su futuro es imprevisible. Parece claro que Hungría tiene una cultura política e institucional distintas al resto de la Unión Europea”, sostiene el catedrático Ferenc Laczos. El líder opositor. Peter Marki-Zay, de perfil conservador, sufrió una dura humillación al perder incluso en el distrito que incluye la ciudad de la que es alcalde. Así las cosas, parece poco probable que se repita la misma fórmula en elecciones venideras.
Poco antes de las 23.00 hora local, un Orban eufórico compareció ante sus seguidores. “¡Buenas noches! Las cosas pintan muy bien. Cada vez pintan mejor. Quizás nunca han pintado mejor que esta noche”, presumió el líder húngaro. “Nuestra victoria ha sido de tal magnitud, que no sé si podrá ver desde la luna, pero seguro que sí desde Bruselas”, espetó el “premier”, enfrentado a Bruselas a causa de su deriva autoritaria y su acoso a jueces, medios, sociedad civil y minorías.
De hecho, reforzado en las urnas, es probable que escale el conflicto entre Bruselas y el Gobierno húngaro, divididos ahora también por la política de Orbán hacia el conflicto en Ucrania. Este asunto ha marcado la campaña, pues ha centrado tanto los mensajes del Gobierno como de la oposición.
Unidos por Hungría instó en sus mensajes a la población a elegir entre Occidente y Rusia. En cuanto a Orban, se presentó a los electores como el garante de la paz, y acusó a la oposición de querer arrastrar al país a la guerra enviando soldados, una noción que Marki-Zay no se ha cansado de negar.
“Creo que Marki-Zay se precipitó con sus declaraciones justo después del estallido de la guerra. No fue claro, y dio pie a que Orban pudiera manipular sus palabras”, dice Attila, un húngaro residente en Londres que se ha desplazado a la capital unos días antes de la contienda para realizar campaña a favor la oposición.
El líder húngaro completó su estrategia con un viraje estratégico: se alejó del Kremlin al inicio de la guerra, pero sólo hasta cierto punto. Si bien apoyó el régimen de sanciones preparado en Bruselas, se negó a permitir que el armamento dirigido al ejército ucraniano atravesara el territorio nacional. Uno de sus argumentos para no enojar a Putin es la dependencia gas natural ruso, que supone más del 85% del gas consumido por los húngaros.
El tramposo ejercicio de contorsionismo de Orban parece haber funcionado y, contrariamente a las previsiones iniciales, la guerra Ucrania le ha favorecido electoralmente. El Fidesz ha ganado en prácticamente todos los distritos del país excepto en Budapest, la capital, con grandes márgenes en las zonas más rurales. En Vamoszabadi, un pueblo de unos 2.000 habitantes cerca de la frontera eslovaca, su mensaje cuajó. “Siento lo que pasa en Ucrania, pero votaré por Orban porque él nos garantizará la paz”, decía Bea, dependienta en el único colmado del pueblo días antes de los comicios.
Ahora bien, esta no es la única razón de su apoyo. “Entre las cosas buenas que ha hecho, mantener lejos a los migrantes. No me refiero a los ucranianos, a los otros, que sí dan problemas”, desliza la tendera, en referencia a iraquíes, sirios o afganos. Es decir, los musulmanes pobres.
Y es que Fidesz lleva más de una década tejiendo una narrativa ultraconservadora, basada en “la defensa de las raíces cristianas de Europa”, y cargando contra todos aquellos que no encajan en su visión de la “virtud”: migrantes, homosexuales, roma, etc. De hecho, además de las elecciones, el Gobierno organizó ayer un referéndum para la “protección de los niños” de lo que Orban llama “la locura de género”.
En concreto, se preguntó a la población si está de acuerdo con una ley ya aprobada que prohíbe la educación sexual en las escuelas respecto a la homosexualidad y el cambio de sexo. La consulta tenía un carácter simbólico, y su objetivo era movilizar a los votantes más conservadores de Fidesz a la vez que enviaba un mensaje a Bruselas. Debido a estas leyes, la Comisión Europea inició un procedimiento legal para bloquear parte de los fondos que recibe Hungría. El referéndum fracasó, pues no alcanzó el 50% del censo que requiere la ley.
Fidesz lleva más de una década tejiendo una narrativa ultraconservadora, basada en “la defensa de las raíces cristianas de Europa”, y cargando contra todos aquellos que no encajan en su visión de la “virtud”: migrantes, homosexuales, roma
“El modelo de Orban encaja con la ola de populismo ultraconservador en otros países, con dirigentes como Trump o Bolsonaro. Es una evolución del fascismo que renuncia a la violencia y mantiene formalmente a la democracia, pero la vacía de sentido”, comenta Laczo.
En buena parte, su hegemonía se debe a un control casi absoluto del panorama mediático. “Orban no solo controla la televisión pública, sino hasta un 80% de los medios privados. Estranguló financieramente los medios independientes, y sus oligarcas luego los compraron”, sostiene Andras Kadar, co-director de la ONG Comité Húngaro Helsinki, especializada en derechos civiles y humanos.
El líder opositor, Marki-Zay atribuyó el resultado al “lavado de cerebro” de Orban, y declaró que las elecciones no fueron “ni libres, ni justas”. La OSCE envió una misión electoral a Hungría, la segunda vez que lo hace en un país de la UE. Su informe preliminar denunciaba que no había una competición electoral justa, ya que las normas y su aplicación eran sesgadas en favor de Fidesz. Este es el resultado de doce años gobernando con una “supermayoría” que le ha permitido hacerse un traje a su medida.
La preocupación de Kadra es que, tras la victoria, Orban todavía apriete más las clavijas contra los grupos que ya ha señalado previamente, como la sociedad civil o la comunidad LGBTiQ. “Hay algunas leyes liberticidas aprobadas, pero que no se aplican. Son como una espada de Damocles que pende sobre nuestras cabezas”, advierte Kadar. Las elecciones ya pasaron, pero para muchos húngaros, la batalla continúa.