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La Asamblea Nacional francesa empezó a debatir el lunes 17 de febrero la reforma de las pensiones. Pese a una huelga ilimitada en los transportes de más de 45 días y diez jornadas de huelgas y manifestaciones en el conjunto de Francia, Emmanuel Macron se mantiene firme —u obstinado— para culminar su contestada medida, cuya aprobación está prevista para marzo. Los neoliberales nunca negocian. Como mucho, simulan hacerlo. Con la batalla de las pensiones, ¿el joven presidente se ha anotado otro tanto? ¿El frente sindical ha sufrido otra derrota ante la ofensiva del capital?
“No considero que haya sido un fracaso, porque la mayoría de la opinión pública sigue apoyando a los manifestantes y rechaza de forma masiva la reforma”, asegura el sindicalista Anasse Kazib, de 33 años. Delegado de la combativa Sud-Rail, este joven controlador de tráfico ferroviario se ha convertido en uno de los rostros más carismáticos de las protestas contra el nuevo sistema de jubilación francés, que amenaza con una devaluación social de uno de los modelos más avanzados del viejo continente.
Kazib atiende a El Salto en una entrevista de una hora en un bar en la obrera y mestiza Saint-Denis, al norte de París, en la que hizo balance y desgranó posibles nuevas etapas de la movilización social más importante en Francia desde 2010. “Tuvimos que detener la huelga en el sector ferroviario por motivos financieros, ya que las direcciones de los sindicatos casi no nos ayudaron con la organización de las cajas de resistencia”, lamenta, mientras recuerda que “no fue el gobierno quien nos motivó a volver al trabajo”.
Según este agente ferroviario del grupo estatal Société Nationale des Chemins de fer Français (SNCF) —en español, Sociedad Nacional de Ferrocarriles Franceses—, las concesiones menores de Macron, como una retirada “provisional” del retraso de la edad de jubilación a los 64 años o una introducción más tardía entre los trabajadores con estatutos especiales (transporte ferroviario, metropolitano de París, empresas estatales eléctricas…), son “un reflejo de la relación de fuerzas” en los sectores más movilizados.
“Pero en realidad pedimos la retirada total de la reforma. El problema es que, cuando se hicieron estas concesiones, solo estaban realmente movilizados, en huelga ilimitada, los trabajadores de la SNCF y la Red Autónoma de Transporte Parisino (RATP). Si queremos obligar al gobierno a hacer marcha atrás, necesitamos una mayor implicación de los estudiantes y los asalariados del privado”, explica Kazib, que sonríe a menudo y al que le sobran dotes comunicativas.
Azote del macronismo en los platós
Además de su presencia asambleas y piquetes, el nombre de Anasse ha sobresalido por sus apariciones eléctricas ante las cámaras. Tras la huelga contra la reforma de la SNCF en 2018, empezó a intervenir con regularidad en “Les Grandes Gueules”, una de las emisiones más vistas y escuchadas en las mañanas en Francia en la cadena de radiotelevisión RMC. “Algunos consideran que se trata de medios burgueses y que no debemos intervenir en ellos, pero los miran millones de personas”, sostiene Kazib, para justificar su trabajo como tertuliano en este programa con una línea editorial conservadora.
Desde que el 5 de diciembre empezaron las protestas por las pensiones, sus intervenciones se multiplicaron en el resto de cadenas. No pasa desapercibido su discurso lleno de expresiones marxistas y referencias a la lucha de clases, inhabituales en los medios del establishment. Ha protagonizado intensos duelos dialécticos con diputados macronistas. A finales de diciembre abandonó el plató de Cnews después de que una representante del partido del presidente le acusara de “terrorismo verbal”. Algunos compañeros militantes le han reprochado su presencia constante ante las cámaras, pero “quiero mostrar que los obreros también podemos intervenir en el debate público, aunque no hayamos estudiado en las mejores universidades ni en las escuelas de la élite”.
“Gracias a mis intervenciones y las de otros compañeros cheminots (agentes ferroviarios), hemos logrado ganar la batalla de la opinión”, defiende Kazib, sobre aquellos sindicalistas que salieron airosos de los platós, a diferencia de lo que sucedió el año pasado con los chalecos amarillos que pagaron su inexperiencia ante las cámaras. Estas apariciones mediáticas, junto con su orígenes marroquíes, lo han convertido en una de las dianas de la extrema derecha. Así quedó reflejado en un retrato hostil que le dedicó la revista ult Valeurs Actuelles, que lo presentó como un “cóctel peligroso” entre “marxismo revolucionario” e “islam político”.
“La burguesía no desea en ningún caso que haya líderes sindicales que se llamen Anasse. Quiere hacerle creer a la gente que todos sus problemas son culpa de los Karim, Mahmadou, Anasse… Por este motivo, les molesta que franceses modestos, que podrían votar a la extrema derecha, se identifiquen conmigo ya que ven que defiendo los mismos intereses”, asegura Kazib. ¿Pero por qué los jóvenes de la “banlieue” no se implican más en las protestas? “Allí están manifestándose. Tanto los piquetes de la SNCF como de la RATP están llenos de jóvenes de barrios populares y de origen migrante”, defiende este militante, quien sostiene que “a la burguesía no le molesta que sea marroquí, sino un marxista revolucionario”.
Una afiliación en el extremo izquierdo del tablero que no estaba predestinada para este padre de dos hijos. Descendiente de emigrantes marroquíes, empezó a estudiar Arquitectura, pero lo dejó por el elevado coste de la vida universitaria. Ejerció de mensajero y como empleado en la organización de actos de ocio. Al final siguió el ejemplo de su padre iniciando una carrera en la SNCF, donde también trabaja su mujer y su hermana. “Antes era un reformista, voté a François Hollande en las presidenciales de 2012”, explica Kazib, cuyo padre tuvo que pelearse en los setenta y ochenta para que le reconocieran el estatuto de agente ferroviario que en ese momento se les negaba a los trabajadores extranjeros de la SNCF.
¿Un nuevo comienzo de las protestas en primavera?
Anasse no formaba parte de ningún sindicato hasta 2014, “cuando sufrí la presión de mis jefes en la SNCF para que aceptara un traslado a Amiens”, a más de 150 quilómetros de París. Pero gracias a las gestiones de un delegado sindical de Sud-Rail logró conservar su puesto en la estación de Le Bourget, en el departamento de Seine-Saint-Denis —uno de los más pobres de Francia—, en el norte de la región parisina. Entonces, decidió afiliarse por solidaridad. “Pero mi despertar político se produjo en 2016 con las protestas contra la reforma laboral de Hollande y la Nuit Debout”, el tímido intento de reproducir el 15-M en Francia. Desde entonces, colabora con el portal troskista Révolution Permanente.
También se involucró a finales de 2018 en los chalecos amarillos: “Al principio era un movimiento muy heterogéneo, pero rápidamente emergió una evidente dimensión de clase”. Pone como ejemplo uno de los cánticos emblemáticos de la revuelta amarilla: «On est là, on est là ! Même si Macron ne le veut pas, nous on est là ! Pour l’honneur des travailleurs et pour un monde meilleur!» (“¡Ahí estamos, ahí estamos! Aunque Macron no lo quiera, ¡ahí estamos! ¡Por el honor de los trabajadores y por un mundo mejor!”). Y que ahora se ha convertido en un hit de las protestas contra la reforma de las pensiones.
“Como ya sucedió en 2018, la movilización actual representa un despertar por abajo. Pero mejor organizado que los chalecos amarillos”, sostiene Kazib, quien subraya la importancia de la “base” en el movimiento por las pensiones. “Con la organización de numerosas asambleas, en piquetes de huelga o cajas de resistencia, cada vez hay más formas de autoorganización que prácticamente habían desaparecido en Francia”, sostiene. En cambio, se muestra muy crítico con las direcciones sindicales, a las que tacha de “burocracia sindical”. De hecho, fue uno de los participantes destacados de un polémico escrache que hicieron en la sede del sindicato moderado CFDT —la organización con mayor número de afiliados en el país— después de que abandonara de las protestas.
¿Pero estas acciones no favorecen la división del frente sindical? “Si la finalidad de la unión sindical es imprimir octavillas con el logo de todas las organizaciones, esto no sirve para nada. Lo importante es la unidad de los trabajadores y que no se reproduzcan lógicas corporativistas que dividen a los asalariados de una misma empresa”, asegura Kazib, quien considera que un “movimiento fuerte” tiene que ser “interprofesional y unitario desde la base” y ser “menos defensivo en sus reivindicaciones”. “Los trabajadores del sector privado ya se han acostumbrado a perder derechos”. Según él, hace falta construir un nuevo horizonte.
“Con la Nuit Debout se movilizaron sobre todo los jóvenes, con los chalecos amarillos fueron las clases medias que temían el retroceso social y ahora los trabajadores del sector público. Si lográramos la unión de estos tres sectores, nos encontraríamos en una situación casi revolucionaria, como las insurrecciones que se produjeron en Chile o Líbano”, explica sobre la creciente ebullición social en los últimos cinco años en Francia.
Kazib fue uno de los impulsores de la exitosa huelga general del 5 de diciembre, organizada desde principios de otoño a través de la coordinación entre los trabajadores de la SNCF y la RATP. Ahora desean ampliar esta coordinadora a otros sectores y que tenga un alcance nacional. De esta forma, “impulsar un nueva huelga general como la del 5 de diciembre en marzo o en abril, pero que esta vez no sea de un solo día, sino ilimitada”. Un objetivo ambicioso...
Por ahora, Kazib reconoce el retroceso de las movilizaciones, fruto sobre todo del cansancio. “Aunque las huelgas ya no tengan un gran seguimiento, el gobierno se encuentra en una situación de gran dificultad”, explica sobre la campaña caótica del macronismo para las elecciones municipales que se celebrarán el 15 (primera vuelta) y el 22 de marzo (segunda vuelta). Macron logrará probablemente la aprobación de la reforma, pero no podrá cantar victoria. Anasse Kazib no habrá bajado los brazos, ni tampoco el resto de opositores.
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Entrevista de mucho nivel y entrevistado muy pero que muy recomendable. Sus ideas revolucionarias, con mucho contenido de clase, pero a su vez eliminando los errores burocráticos y jerárquicos del pasado, nos lleva a una concienciación de todas las clases populares hacia un sistema de autogestión total, en el que el pueblo y nada más que el sea el propietario de su destino. A Macron y las elites se les acabo el reloj