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Historia
Chipre recuerda los 50 años de invasión turca
Un poderoso Estado euroasiático invade una nación vecina aprovechando una situación de inestabilidad política y tensiones entre los grupos étnicos que la habitan y, con la ayuda de su ejército, establece una administración propia sin reconocimiento internacional. Éste es, a grandes trazos, el relato detrás de las noticias que leemos desde hace años sobre el conflicto entre Ucrania y Rusia, y que es perfectamente aplicable a otro conflicto que se arrastra desde hace 50 años y que afecta no ya a un estado europeo, sino directamente a un miembro de la Unión Europea desde hace 20 años: la República de Chipre.
La madrugada del 20 de julio de 1974 las fuerzas armadas turcas comenzaron a desembarcar en la playa de Pentemilli, en el Norte de Chipre, desde el puerto de la ciudad turca de Mersin. Era el inicio de la Operación Atila, en la que participaron miles de soldados turcos y que tenía como objetivo la anexión de la isla. Durante las siguientes cuatro semanas los enfrentamientos entre las fuerzas turcas y chipriotas se extendieron por toda la isla —incluyendo la capital, Nicosia, cuyo aeropuerto fue bombardeado por las fuerzas aéreas turcas— dejando miles de muertos y heridos en ambos bandos y más de 250.000 desplazados. Tras la firma de un armisticio en agosto y el establecimiento de una zona desmilitarizada vigilada por las fuerzas de una misión de seguridad de Naciones Unidas —conocida como línea verde—, Turquía pasó a ocupar más del 36% del país, incluyendo una parte de la capital.
El 1 de octubre de 1974 Turquía estableció una administración temporal turco-chipriota, que dio paso a la declaración del Estado Federado Turco de Chipre el 13 de febrero de 1975 y, ocho años después, a su entidad sucesora, la República Turca del Norte de Chipre, con Nicosia del Norte como capital. Hasta el día de hoy ningún país, salvo Turquía, reconoce a este Estado.
La UE no ha impuesto nunca sanciones a Turquía, un estado que es miembro de la OTAN y con el que mantiene delicados equilibrios desde hace décadas
El gobierno turco justificó su intervención a partir del Tratado de Garantía firmado en 1960 por Chipre, Grecia, Turquía y Reino Unido, cuyo primer artículo prohibía a Chipre participar en una unión política o económica con cualquier otro estado. Cinco días antes de la invasión, la Guardia Nacional Chipriota, con la asistencia de la junta militar griega, había dado un golpe de estado contra el gobierno del arzobispo Makarios III con ayuda de EOKA-B, una organización paramilitar greco-chipriota de extrema derecha. El breve gobierno de Nikos Sampson tenía como programa facilitar la enosis (unión) de Chipre con Grecia. Irónicamente, su ejecutivo no sólo precipitó la división de facto de la isla, sino también el colapso de la junta militar griega. También irónicamente, la restauración de la democracia en Grecia, acelerada por el desastre de la operación político-militar de la junta militar griega en Chipre, hizo que las simpatías internacionales pasasen de los turcos a los griegos, pero para entonces ya era demasiado tarde.
Aunque en 2015 se iniciaron conversaciones para reunificar la isla, dos años más tarde se suspendieron ante la falta de acuerdo por ambas partes
La jurisprudencia internacional ha rechazado consistentemente la base legal aducida por Ankara para invadir la isla, al considerar que su intervención como garante no condujo al restablecimiento de la soberanía de Chipre, sino a su partición. Turquía también ha sido condenada en dos ocasiones (en 1976 y en 1983) por violación de la Convención Europea de Derechos Humanos. Sin embargo, la UE no ha impuesto nunca sanciones a Turquía, un estado que es miembro de la OTAN y con el que mantiene delicados equilibrios desde hace décadas por las tensiones con Grecia, la importante comunidad turca radicada en Alemania y Austria y su influencia en Oriente Medio y en los países túrquicos en general.
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La división fue el cierre en falso de un conflicto secular entre las comunidades turco-chipriota y greco-chipriota de una isla que ha sido gobernada a lo largo de su historia por egipcios, macedonios, romanos, venecianos o los imperios bizantino y otomano, entre otros, hasta que Reino Unido tomó el control administrativo de Chipre en un acuerdo secreto firmado con el Imperio otomano en 1878. Después de una oleada de violencia entre los años 1955 y 1959, Chipre consiguió la independencia de Reino Unido en 1960, pero los conflictos entre ambas comunidades, lejos de atenuarse, se intensificaron, llevando a los primeros desplazamientos de población en enclaves en arreglo a su composición étnica. En 1997, décadas ya después de la invasión, estalló una nueva crisis entre la República de Chipre y Turquía cuando se desveló que la primera tenía intención de instalar sistemas de defensa aérea S-300 de fabricación rusa, que finalmente fueron enviados a Creta para aplacar las quejas de Turquía. Aunque en 2015 se iniciaron conversaciones para reunificar la isla, dos años más tarde se suspendieron ante la falta de acuerdo por ambas partes.
Aunque estos días ha vuelto a los focos después de que Hasan Nasrallah, el secretario general de Hezbolá, amenazase con atacarla si ofrecía sus bases militares a Israel para bombardear el Líbano, la pequeña República de Chipre no acostumbra a aparecer demasiado en los medios de comunicación, salvo para mencionarla como puerta de entrada de oligarcas rusos y ucranianos –y sus fortunas– en Europa, y como destino turístico. Los hoteles fantasma de la playa de Varosha, en la parte septentrional del país ocupada por Turquía, o el aeropuerto internacional de Nicosia, en el que se oxidan los aviones en su pista de aterrizaje y los excrementos de palomas cubren los asientos de las terminales, han quedado como recuerdos espectrales de la invasión de 1974. No corrió mejor suerte el patrimonio histórico y cultural de Chipre: varios templos fueron saqueados y las obras que contenían (iconos, frescos y otros artículos religiosos) terminaron en el mercado internacional y adquiridas por compradores privados. Nicosia también ha acusado a Turquía de convertir decenas de iglesias ortodoxas en mezquitas, establos, tiendas, hoteles o museos, o de haberlas demolido directamente.
Una paz “sin guardianes ni garantes”
“El doble aniversario del golpe y la invasión es un momento doloroso para Chipre”, afirma Giorgios Koukoumas entrevistado por El Salto. “Nuestra patria sigue ocupada y dividida”, continúa, “la situación de las negociaciones es descorazonadora: en siete años no ha habido ningún procedimiento para alcanzar una solución y la mayoría de gente ha abandonado las esperanzas en encontrar una.” Koukoumas es diputado en el parlamento chipriota por el Partido Progresista del Pueblo Obrero (AKEL), el partido comunista de Chipre. AKEL ganó las elecciones presidenciales de 2008, poniendo a su secretario general, Dimítris Christófias, al frente del país en una coalición con el Partido Democrático y el Partido Socialista, EDEK, ambos socialdemócratas, que gobernó hasta el año 2013. Actualmente AKEL gobierna en 8 de los 20 municipios de la República de Chipre. Desde El Salto se ha contactado al resto de fuerzas democráticas representadas en el Parlamento chipriota, pero sólo AKEL ha accedido a contestar a las preguntas de este medio.
Koukoumas cree que en los setenta la isla fue víctima de “un doble crimen instigado por la OTAN”: el golpe militar y la invasión de Turquía. A su juicio, la Alianza Atlántica tenía como objetivo “el control de nuestra isla debido a su importante posición geoestratégica en el Mediterráneo oriental”: “La propia existencia de una República de Chipre independiente, la política de no-alineamiento a la sazón del gobierno de Makarios y el partido comunista, AKEL, que luchaban por la unidad de los greco-chipriotas y los turco-chipriotas” suponía “un obstáculo a estos planes”. La división de la isla, por lo tanto, “en dos partes, una griega unida a Grecia, país miembro de la OTAN, y una parte turca, unida a Turquía, país miembro de la OTAN, constituía el escenario ideal para los imperialistas”, y con ese fin “usaron a los nacionalistas tanto de las comunidades greco-chipriota como turco-chipriota que soñaban con la anexión de nuestra isla a una u otra de las ‘patrias’.” Koukoumas critica que “el crimen de alta traición cometido por los fascistas en Grecia y Chipre nunca haya sido castigado” y que, “al contrario, hasta el día de hoy los golpistas estén en libertad y sean el núcleo ideológico de la extrema derecha actual en Chipre, que está al alza”.
“Una parte de la política actual del gobierno consiste en profundizar las relaciones políticas y militares de Chipre con EEUU e Israel”, dicen desde AKEL
AKEL ha denunciado todos estos años la ocupación turca de la isla y exigido la retirada tanto de los militares como de los colonos turcos, así como el restablecimiento de la integridad territorial y la soberanía de la República de Chipre, pero también ha condenado la aspiración de la OTAN de convertir la isla en otra cabeza de puente hacia Oriente Medio. Propone un proceso de paz sin cronogramas ni calendarios fijos que conduzca a un reencuentro entre greco-chipriotas y turco-chipriotas, más allá de sus diferencias culturales y religiosas. Como aclara Koukoumas, el partido rechaza las “posiciones nacionalistas y anti-federales que existían y siguen existiendo en la comunidad greco-chipriota, que no quiere la coexistencia con nuestros compatriotas turco-chipriotas, sino un estado que esté gobernado básicamente por greco-chipriotas”, y recuerda que fue con la presidencia de Christófias cuando más se avanzó en este campo, partiendo del diálogo bilateral, “sin ‘guardianes’ ni garantes”. AKEL también recuerda en sus documentos oficiales algo que podría poner de acuerdo a ambas partes: la explotación del gas natural hallado dentro de la Zona Económica Exclusiva de Chipre.
“Hipocresía y doble rasero”
Koukoumas lamenta que la imagen internacional de Chipre esté dañada “por los niveles sin precedentes de corrupción” que ha alcanzado la isla en la última década y se muestra pesimista ante el futuro inmediato. “Una parte de la política actual del gobierno consiste en profundizar las relaciones políticas y militares de Chipre con EEUU e Israel, sin excluir la posibilidad de solicitar la entrada en la OTAN”, explica. Al mismo tiempo, “las recientes elecciones europeas han confirmado el reforzamiento de la extrema derecha fascista, fundada como una rama del partido ‘Amanecer Dorado’ de Grecia”, mientras “AKEL y la izquierda están en una fase difícil, básicamente porque somos la única fuerza en el país que expresa una política diferente hacia el problema chipriota, la política exterior, las cuestiones sociales y económicas, la inmigración o los derechos humanos.”
Para Koukoumas, la actual presidencia de Nikos Christodoulides “no ha hecho nada para castigar los escándalos de corrupción de la década anterior” y “ha continuado implementando las mismas políticas económicas que han conducido a unas enormes desigualdades sociales y de ingresos, mientras sigue sirviendo en lo esencial a los mismos intereses de los bancos y las grandes empresas.” El diputado de AKEL destaca cómo su formación ha intentado priorizar temas como la inflación, el acceso a la vivienda o los derechos laborales. “También somos la única fuerza política que se solidariza con el pueblo de Palestina, víctimas de un genocidio, y exigimos el fin de toda la cooperación militar con Israel, así como del uso de las bases británicas en nuestra isla para cualquiera de las operaciones militares de Israel en Gaza”, responde preguntado por las fricciones recientes con Hezbolá.
¿Cómo valora el contraste entre la política de Bruselas hacia Ucrania y hacia Chipre? “La hipocresía y la política de doble rasero de la Unión Europea y Occidente es descarada y flagrante”, contesta tajantemente. “A pesar de ser una potencia ocupante en Chipre, Siria e Irak, Turquía continua siendo considerada por Occidente como un valioso aliado de la OTAN, un socio estratégico de la UE y un cliente privilegiado de las industrias militares europeas”, afirma Koukoumas. Y agrega que AKEL “ha propuesto repetidamente un embargo de armas a Turquía” en el Parlamento Europeo, bloqueado una vez y otra “por la derecha, los socialdemócratas, la extrema derecha y los liberales.” “La actitud de la UE hacia Turquía, como hacia Israel, evidencia la hipocresía de la UE y sus dirigentes”, denuncia Koukoumas.