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Hemeroteca Diagonal
¿Hay vida más allá de las encuestas electorales?
Varias buenas razones por las que los sondeos electorales pueden fallar en sus estimaciones.
Tras los no pocos sondeos que se han venido realizando en el panorama preelectoral español estos días, y el hecho de que la mayoría apuntaban al mismo orden en los porcentajes de los partidos favoritos, se podría llegar a pensar que ya está todo el pescado vendido. ¿Para qué molestarnos en ir a votar el 20D si las encuestas ya han trazado un esbozo perfecto de lo que va a ocurrir? ¿No son acaso instrumentos inapelables que ya han sondeado en lo más profundo de nuestras voluntades políticas? Y a pesar de que esto pueda ser así –unas líneas más adelante estudiaremos si esta idea es válida– desde algunos sectores, especialmente en Podemos, albergan la esperanza de que estas encuestas sean falaces y manifiesten sin tapujos que fallan.
Estas voces ponen como antecedente que así ocurrió tanto en las pasadas elecciones europeas como en las autonómicas. Y, de hecho, tienen razón pues, por ejemplo, en el caso de las municipales el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) predijo en Madrid un 20,8% para la candidatura de unidad popular Ahora Madrid, mientras que finalmente obtuvo un 31,9%, lo que suponía un error relativo de más del 50%. Así que bien podría ser éste un primer motivo para no fiarse del todo de los límites que marcan las predicciones actuales del CIS.
El CIS predijo en las pasadas municipales en Madrid un 20,8% para Ahora Madrid, mientras que finalmente obtuvo un 31,9%, un error relativo de más del 50%
Curiosamente, otras formaciones no parecen cuestionar tanto los resultados obtenidos por las encuestas, probablemente porque les convienen. El PP parece estar satisfecho con ese 28,6% que obtendría según la estimación del CIS. C’s también con ese 19%, a pesar de que le situaría tercero, aunque las 'radiografías' del voto más recientes le apuntan como segunda fuerza tras el ligero pinchazo del PSOE. Aun así, las cantidades anteriores serían algo menores si sólo consideramos la intención directa de voto (suponiendo que mañana se celebrasen elecciones generales, ¿a qué partido o coalición votaría usted?: 16,2% PP; 14,9% PSOE; 11,8% Podemos contando con las confluencias y 11,6% C’s.
'Encuesta de encuestas'
En cualquier caso, ¿existen motivos científicos para desconfiar de los resultados de las encuestas? O planteado de otro modo más emotivo: ¿Existe esperanza más allá de lo que marcan las encuestas? Para esbozar una respuesta es interesante recuperar lo que demostró Nate Silver, un brillante estadístico estadounidense, cuando en la campaña presidencial estadounidense del 2008, desechando los resultados individuales de las encuestas realizadas por todo tipo de medios, combinó sus efectos en una suerte de función conjunta o “encuesta de encuestas”. De este modo dio una predicción tan fiable que no sólo acertó que ganaría Obama, además predijo quien ganaría en 50 de los 51 estados americanos, cosa que obviamente ninguna encuesta fue capaz de predecir. También es cierto que empleó para ello análisis basados en variables sociodemográficas que desde luego no aparecen empleadas ni de lejos en el panorama español, pero esto nos llevaría a otras cuestiones, además de que las comparaciones son odiosas.Sea como fuere, aunque con lo esgrimido anteriormente no se pretende hacer una comparativa con el caso americano, lo que hizo Silver es perfectamente trasladable al escenario español. Es sorprendente en este sentido la mejora sustancial que se está llevando a cabo en los últimos tiempos por parte de los medios nacionales en cuanto al tratamiento de la encuestas –especialmente en el aspecto gráfico, ya que en el conceptual todavía se puede mejorar–. Me refiero a las infografías de datos. En ellas se puede observar una serie temporal interactiva con diferentes colores y líneas para cada partido, situándose los puntos de colores en las alturas que corresponden a los porcentajes de voto asignados por cada estudio a ese partido. Lo interesante ya no sería el resultado individual de cada sondeo o estudio (los puntos), y aquí es donde enlazo con la idea de Silver, sino la media aritmética o promedio del resultado de estos estudios en un momento dado, la cual se sitúa en una línea que, estudiada a lo largo del tiempo, permite ver la evolución de cada partido. Por tanto, esta media aritmética representada con una línea en estos gráficos, sí sería una medida más fiable, puesto que estaría compensando los sesgos negativos y positivos de los diferentes estudios.
Lo dicho anteriormente significa que, si bien podemos –y debemos– cuestionar los estudios individualmente, a nivel conjunto su dictamen sería más fiel a la realidad. De este modo sería un modelo de la realidad electoral más robusto. Pero si lo anterior es cierto, ¿esto significa que no cabría ese cuestionamiento que enarbolan algunas figuras de estos partidos, y la consiguiente “remontada” a la que apelan? Pues no exactamente, porque al menos habría otras tres razones sobre las que no he hablado todavía, y con las que completaré la argumentación de por qué se deben cuestionar las estimaciones de los sondeos electorales.
Preguntas y simpatías
La segunda razón vendría de una práctica altamente criticada en el ámbito de la estadística: la validez que presentan las preguntas del cuestionario sobre intención de voto y simpatía hacia un partido dado (empleadas, por ejemplo, en el CIS) para medir realmente el porcentaje esperable de voto. Sería, por tanto, cuestión de cómo extrapolar desde estas variables, más otra información de otras variables, la estimación de voto.Por tanto aquí tenemos un primer sesgo provocado por el modelo que se emplea para realizar dicha estimación de voto. La aplicación de dicho modelo y los “aderezos” que este puede conllevar, es lo que se conoce como “cocinado” de datos. Este cocinado de datos o modelo de estimación a partir de los datos brutos obtenidos no es facilitado, existe una opacidad por tanto, y esto podría considerarse cuestionable científicamente porque hace no reproducible el sondeo electoral, entendido este como una investigación social, que es lo que es en el fondo.
Así, estaríamos pasando en este caso concreto de un 16,2% de intención de voto directo para el PP, a una estimación del 28,6%. La estimación estaría “inflando” como se ve esa intención manifestada previamente por el encuestado. Por más que pueda sorprender este es el método usado habitualmente en los estudios electorales. A modo de ejemplo, esto es lo que figura en el la parte final del informe del CIS al respecto: “…obviamente, la aplicación de otros modelos a los mismo datos podría dar lugar a estimaciones diferentes”.
Otro motivo de cuestionamiento sería el de las limitaciones como instrumento predictivo de la propia encuesta, pues el futuro sólo es predecible a partir de la información que tenemos del pasado, ¿pero qué ocurre si hay un cambio que afecte a la serie histórica?, lo que se denomina en el estudio de series temporales “intervención”. ¿Qué repercusiones tiene la ocurrencia un suceso altamente improbable? Pues que el pasado no nos servirá para predecir correctamente el futuro, pues hay un elemento nuevo, inesperado. Esto ocurrió por ejemplo con los atentados del 11M en 2004 y con el consiguiente efecto que tuvo en el resultado electoral. Pero estos sucesos o este primer factor se podrá decir que es improbable, y de hecho lo es, porqué derivan en los famosos sucesos extraordinariamente raros denominados cisnes negros, según un famoso divulgador de la ciencia de la probabilidad (ver Cisne Negro de Nassim Nicholas Taleb). Pero claro, hay quien dirá que esto es muy improbable y que no va a afectarnos en estas elecciones, pero se ve necesario comentarlo, debido a la importancia que puede llegar a suponer un evento de estas características, y porque ha sucedido en no pocas ocasiones en el pasado.
Otra razón para cuestionar los límites de fiabilidad de las encuestas proviene de un factor que ya es conocido por muchos, pues los medios lo han identificado claramente, aunque hay que saber explotarlo con mayor profundidad y capacidad de análisis. Éste también sería una cuestión de probabilidad, (como cualquier fenómeno al que vaya asociada una incertidumbre) y viene de la indecisión de los votantes sobre si votarán o no, y de hacerlo a quien lo harían. La encuesta del CIS, que es indudablemente la más completa de cuantas se han hecho a nivel nacional (más de 17.000 encuestados), además de que su método de recogida es superior al de otros estudios (al ser presencial), plantea en una de sus preguntas (la 10b) ¿Y entre qué partidos u opciones duda Ud.? A lo que el encuestado indeciso, que suponen algo más de 4 de cada 10 encuestados (41,8%), responde espontáneamente que en un 11% de los casos duda entre PP y C’s, en un 9% entre PP y PSOE, esa misma cantidad aproximadamente entre PSOE y Ciudadanos. Una cantidad algo menor, el 7,7%, entre PSOE y Podemos. También tenemos un cuanto menos curioso 6,6% que duda entre C’s y Podemos (partidos que están, en teoría, claramente alejados en el eje del espectro ideológico) y, finalmente, un 4,8% entre IU y Podemos. El resto de dudas de los electores serían considerablemente menores.
Así, que tras los motivos esgrimidos, ¿deberíamos tener esperanza que pueda ocurrir otra cosa que la apuntada por las encuestas? Parece justo decir que sí, que es lo más prudente afirmar que hay vida más allá de las encuestas, que hay esperanza de que pueda suceder casi cualquier cosa.