Globalización
Los movimientos sociales brasileños abren nuevo ciclo de lucha contra el capitalismo financiero global

Más de 700 personas se reúnen en la Cumbre de los Pueblos Contra el G20 de Río de Janeiro y más de 10.000 recorren las calles de la ciudad en la antesala de la IXX reunión del G20 que preside Brasil hasta el 30 de noviembre antes de pasar el relevo a Sudáfrica.
Manifestación en Río de Janeiro en protesta por la cumbre del G20.
Manifestación en Río de Janeiro en protesta por la cumbre del G20. Rodrigo Matos
Río de Janeiro
19 nov 2024 12:48

Jueves 14 de noviembre de 2024, centro de Río de Janeiro. Un canto de capoeira angola suena en la Asociación Brasileña de Prensa, ante más de 700 activistas reunidas en la Cumbre de los Pueblos contra el G20.

En paralelo, el Gobierno de Lula arranca en la zona portuaria el G20 Social, dispositivo que el ejecutivo brasileño ha convertido en su aportación estrella a la cumbre con la Declaración de Rio, generando duras críticas entre los movimientos sociales de base brasileños y latinoamericanos, por haber desmovilizado las protestas contra el G20. 

Como detalla Sandra Quintela, miembro de la Red Jubileu Sul y líder de la organización de la Cumbre contra el G20, “pasamos por muchas etapas hasta conseguir hacer la Cumbre contra el G20. Hubo mucha presión para que no la hiciéramos y nos sumáramos al G20 Social. Quieren dictar las reglas del mundo, pero sabemos que el objetivo del G20 es la austeridad y la expresión del capitalismo racista, patriarcal y ecocida. No queremos legitimar ese lugar como espacio de interlocución. Por eso hicimos esta Cumbre  de los Pueblos, un espacio autónomo, soberano y autofinanciado”.

Los movimientos sociales ecologistas, feministas, de economía social, rurales, camponeas, indígenas y quilombolas denuncian el modelo capitalista “que está acabando con la vida en el planeta” y reivindican una estrategia de protección de la naturaleza frente a lo que va a discutir la cumbre del G20, cuyo objetivo es “planificar y seguir ordenando su plan de destrucción”. 

Vladimir Silva, activista de la Red Jubileu Sur y miembro de la organización de la Cumbre Contra el G20, afirma que las líneas de debate —soberanía alimentaria, justicia climática, derechos LGBTQIA+, feminismos, solidaridad con el pueblo palestino— son el resultado de ocho meses de trabajo: “Llevamos muchos años trabajando en estos temas que no son nuevos. Por eso, en este proceso de articulación las organizaciones sociales de Brasil dedicamos mucho tiempo a reflexionar sobre la Cumbre Oficial del Gobierno con el G20 y buscamos un espacio soberano. Hubo algunos problemas de digestión con algunos colectivos (sindicato CUT y Via Campesina, fundamentalmente) porque entendimos que ese G20 Social desarticulaba nuestra potencia transformadora”.

“La sociedad civil tiene una vida y un papel propios. Una democracia se hace cuando hay una sociedad civil fuerte y no domesticada, contenida, encapsulada por el Gobierno”, dice Soraya Tupinambá, investigadora y activista

Para Soraya Tupinambá, investigadora y activista del Instituto Terra Mar, la sociedad civil ya tiene un espacio en el G20, con grupos como el C20 o el T20, que producen documentos que encaminan a los jefes de Estado. “La creación del G20 Social tampoco es nueva. Yo vi lo mismo en Dubai, en la COP28, donde el Gobierno capturó la energía de la sociedad civil en espacios institucionales y desvío la opinión pública de los temas fundamentales. La sociedad civil tiene una vida y un papel propios. Una democracia se hace cuando hay una sociedad civil fuerte y no domesticada, contenida, encapsulada por el Gobierno. Si hay un deseo de democratizar es necesario fortalecer a la sociedad civil en sus propias piernas, relacionándose, dialogando y negociando con ella, sin querer organizarla, porque no es el papel del Gobierno”.

Ana Priscila Alves, líder de la Marcha Mundial de las Mujeres en Río de Janeiro lo explica así: “Cuando empezamos la construcción de la Cumbre contra el G20 queríamos rearticularnos, volvernos a sentar juntas, construir un análisis y una acción comunes. A medida que algunos movimientos salieron de la Cumbre de los Pueblos Contra el G20 y otros no quisieron participar en el G20 Social, la Marcha Mundial de las Mujeres de Brasil creímos que era importante estar en los dos lugares, hacer un puente”.

La organizaciones de Vía Campesina como el MST, y feministas como la Unión Brasileña de Mujeres (UBM) no quisieron participar de la Contracumbre. Según Giselle Betencourt, representante de la UBM en São Paulo, “no intervenimos porque entendemos que el G20 Social era el lugar para promocionar estos debates. Nuestra expectativa es salir con la garantía de que se implementarán políticas públicas sobre salud, educación y economía, no solo en Brasil, sino en todo el Sur Global”

Una activista del MST que participó en el G20 Social y prefiere no dar su nombre reconoce que “en 25 años de activismo no habíamos sufrido tanto estrés como el que ha generado el G20”.

Para Graciela Rodríguez, representante de la Red Brasileña para la Articulación de los Pueblos, a pesar de apoyar en líneas generales el Gobierno de Lula, no coincidieron con la estrategia del Gobierno en el G20. “Por eso decidimos hacer una Cumbre de los Pueblos, una tecnología social creada por primera vez en la lucha contra el ALCA (1999, Canadá). Eso nos trajo muchos problemas porque el Gobierno brasileño tiene mucha más capacidad de recursos e infraestructuras, y dividió a los movimientos”.

El próximo 30 de noviembre Sudáfrica asumirá la presidencia del G20. Una delegación de activistas sudafricanos participó en la Cumbre contra el G20 de Río. Khaliel Mosses de la organización de justicia climática 350 Africa y sus compañeras se llevan la propuesta brasileña de tributar a los superricos, para financiar con ese dinero una transición energética justa. “En Sudáfrica y en todo el Sur Global estamos viviendo una emergencia climática terrible, inundaciones y sequías extremas. Mientras tanto, los ricos siguen haciéndose más ricos. Queremos que nuestras comunidades tengan acceso a la energía solar y eólica y puedan ser soberanas energéticas”, explica Khaliel.

“Los países africanos son los más afectados por el endeudamiento y gastan mucho más en el pago de esa deuda ilegítima y sus intereses, que en políticas públicas climáticas y sociales. Hay una raíz histórica en la deuda”, puntualiza Khaliel Mosses

Jenny Ricks, miembro de la Fight Inequality Alliance en Sudáfrica, cuenta cómo ha sido importante aprender en Río de Janeiro con los movimientos brasileños. “En 2025 el G20 va a llegar a Sudáfrica, el país más desigual del mundo. La lucha contra la desigualdad necesita ser central en la agenda de los movimientos. Es grotesco el nivel de riqueza de unos pocos en el planeta, riquezas particulares que siguen aumentando mientras los pueblos sufren las políticas de austeridad y el recorte de los servicios públicos. Son políticas que matan a la gente y al resto de habitantes del planeta. Los billonarios necesitan tributar sus fortunas”.

Les activistas afirman que el segundo punto fuerte en Sudáfrica deberá ser la cancelación de la deuda. “Los países africanos son los más afectados por el endeudamiento y gastan mucho más en el pago de esa deuda ilegítima y sus intereses, que en políticas públicas climáticas y sociales. Hay una raíz histórica en la deuda”, puntualiza Khaliel Mosses.

Adriana Odara Martins, coordinadora estatal de organización del Movimiento Negro Unificado (MNU) de Río de Janeiro, contextualiza el conflicto: “Desde hace más de una década, organizamos esta Cumbre de los Pueblos contra el G20 de forma completamente autónoma, sin participación de ningún gobierno. Criticamos esa Cumbre Social del G20 que fue organizada por el Gobierno, por mucho que ame a nuestro presidente Lula, entendemos que gobierno es gobierno y movimiento es movimiento. Hasta hace poco teníamos un genocida en el poder. Los gobiernos mudan pero los movimientos sociales seguimos ahí. Lula podría haber venido a escuchar a los movimientos en la Cumbre contra el G20”.

Según Jenny Ricks, “es complejo cuando se divide la sociedad civil en dos espacios como ha pasado aquí en Rio. El contexto de Sudáfrica es muy distinto, así que vamos a tener bastante trabajo este año”.

Tribunal popular antiimperialista

Viernes 15 de noviembre de 2024. Luna llena. Una actividad del G20 Social desborda la institucionalidad y recobra el espíritu colectivo de indignación ante el circo mediático y la hipocresía de los altos mandatarios. Se trata del Tribunal Popular Antiimperialista, que reunió a miles de personas en la Fundición Progreso, lugar histórico de Río de Janeiro, para juzgar seis casos —entre ellos Palestina, Haití y el Acuerdo UE/Mercosur— de crímenes ante la presencia de afectadas, abogadas y juezas. 

“El caso más preocupante que fue juzgado en el Tribunal es el de Haití. El pueblo haitiano está sufriendo una masacre, les están quitando la tierra. Así que hay una internacional fascista (OTAN, FMI, BM..) que esta trabajando al mismo tiempo que nos organizamos desde los movimientos populares. Tenemos un mundo en el que el 70% de los Estados nación están gobernados por la ultraderecha. Eso es una alarma. Además se suma el escenario post-pandemia, que profundizó la crisis y el acercamiento, el reconocerse con las otras, construyendo nuevas redes organizadas”, cuenta emocionada Florencia Abregú, militante de la Federación Rural para la Producción y el Arraigo de Argentina y parte de la Secretaría Operativa de Alba Movimientos.

“Criticamos esa Cumbre Social del G20 que fue organizada por el Gobierno de Lula, por mucho que ame a nuestro presidente Lula, entendemos que gobierno es gobierno y movimiento es movimiento”

En el Tribunal Antiimperialista, así como en la contracumbre del G20, fue denunciado el concepto de “transición ecológica”. Soraya Tupinambá lo explica: “Estamos viendo una transición energética que no es nuestra. Por ejemplo, Brasil ya tiene la mitad de su matriz energética renovable y el 83% de su matriz eléctrica también es renovable. Brasil tiene tres veces más energía renovable que los países de la OCDE. Así que esa transición energética no es nuestra, la estamos comprando, pero es una transición del Norte Global que necesita pasar por un proceso de reindustrialización y no tiene ni energía, ni materias primas para hacerlo. Así que se proyecta la expansión de renovables en Brasil con serios problemas como desterritorialización de comunidades tradicionales, pérdida de tierras agrícolas, pérdida de acceso a ecosistemas fundamentales para la reproducción humana, contratos desiguales de extremada injusticia de alquiler de tierras, violación de derechos humanos y violación de las mujeres”.

Adriana Odara Martins insiste: “El G20 está formado por los grandes contaminadores del planeta. Ellos son los responsables de la desigualdad y del hambre en el mundo. No hay forma de que los movimientos sociales dialoguemos con genocidas y líderes que financian las guerras. Aquí en Brasil entran armas producidas por empresas de EE UU. Y esas armas van a parar a las periferias y favelas. Cada 12 minutos es asesinada una persona negra en Brasil. Cada cinco minutos una mujer es asesinada y otra violada. Rio de Janeiro es un laboratorio de la ultraderecha. Aquí estamos pasando por un ahogamiento político muy fuerte”.

Ese mismo 15 de noviembre miles de personas salían a las calles de las principales ciudades de Brasil para pedir el fin de los seis días de trabajo por uno de descanso (6x1)

“Al final conseguimos hacer un Tribunal que nació en el G20 Social y se emancipó de la institución, volviéndose espacio autónomo que reunió de nuevo a los movimientos sociales. Conseguimos mantener un proceso de construcción de unidad y no por casualidad fuimos de nuevo las mujeres”, resume Ana Priscila Alves. 

Ese mismo 15 de noviembre miles de personas salían a las calles de las principales ciudades de Brasil para pedir el fin de los seis días de trabajo por uno de descanso (6x1), una reivindicación que está siendo liderada en el Parlamento brasileño por la diputada Erika Hilton (Psol) para aprobar una Propuesta de Enmienda a la Constitución (PEC) que establece horarios de trabajo de hasta ocho horas diarias y 36 semanales, con cuatro días a la semana y tres de descanso.

Marcha de los pueblos: Palestina libre del río al mar

Sábado 16 de noviembre de 2024, zona Sur aburguesada de Río de Janeiro. Más de 10.000 personas participan en la Marcha de Los Pueblos “Palestina Libre del Rio al Mar: Fuera imperialismo”, que recorrió la Avenida Atlántica de Copacapana, durante casi cuatro horas horas, rodeada de policía civil y militar, bajo la lluvia y una niebla más propias de Europa que de Brasil.

Los colectivos denunciaron el genocidio contra la población palestina, y señalaron a los líderes económicos del G20 como cómplices de las guerras en el mundo, responsables de la catástrofe social y climática en la que se encuentra hoy el planeta. 

La Marcha denunció también el saqueo de la Amazonía, la impunidad del agronegocio y el nuevo intento de firmar el Acuerdo Comercial UE/Mercosur. “Decir no a este Acuerdo forma parte de nuestra agenda. Lula no puede hablar de gobernanza global y firmar un acuerdo así —reclama Vladimir Silva—. Ya dijimos que no hace seis años. Es un acuerdo neocolonial que maquilla viejos acuerdos para endeudar el país y tener más presencia de los colonialistas aquí”.

Más de 300 organizaciones firmaron la manifestación, abriendo la puerta a un nuevo ciclo de protestas unificadas, en un contexto de ofensiva de la extrema derecha fascista que consideran “extremadamente preocupante” para todo el planeta, no solo para América Latina y el Caribe. “Todos los movimientos participamos en la Marcha contra el Genocidio en Palestina y contra el Imperialismo. Queremos que Lula lleve ese recado al G20”, explica Ana Priscila Alves.

“Desde antes del ascenso de Bolsonaro, en Brasil faltaba un espacio social autogestionado de convergencia como el que hemos creado en esta marcha y en la Cumbre de los Pueblos contra el G20”, dice Vladimir Silva, quien asegura que el bolsonarismo sigue rondando con fuerza en la vida cotidiana.

Para Soraya Tupinambá, “la conclusión es que los pueblos necesitamos movilizarnos profundamente. No basta cambiar los combustibles fósiles por las renovable”

Según un estudio del Movimiento Negro Unificado, desde octubre hasta hoy, la diferencia entre el número de personas asesinadas en Palestina y el número de personas negras asesinadas en Brasil es de solo 1.000 personas. “Es una guerra silenciosa y nadie hace nada. Votamos en Lula, pero hay cosas que necesitamos hablar. Brasil es laico en la constitución, pero en el día a día no es así. Yo soy una mujer de terrero, una mujer de axé. Nosotras sabemos cómo de violento es el proceso fundamentalista. Nuestros terrenos son violados, invadidos y quemados. Somos apedreadas por vestir de blanco. El narcotráfico nos cierra los espacios en las favelas y periferias, y el Estado brasileño no hace nada. Nos cierran en nombre de Jesús y muchas iglesias evangélicas lavan el dinero de la drogas. Es un círculo vicioso que nos ahoga, sobre todo a la gente negra”, denuncia Adriana Odara Martins.

Para Soraya Tupinambá, “la conclusión es que los pueblos necesitamos movilizarnos profundamente. No basta cambiar los combustibles fósiles por las renovables. No se trata un cambio de fuente, sino de un cambio de los patrones de consumo y producción de nuestra sociedad. Necesitamos rever nuestras formas de vida, promover eficiencia y sobriedad energética, y reducir nuestros patrones de consumo de energía al 10% de lo que consumimos hoy. Y eso es posible si nos organizamos y nos orientamos con otra lógica de existir y de estar en el mundo, en comunión con todo lo que está vivo, no solo los humanos. Reconciliarnos con el planeta es el desafío. Necesitamos una transformación ecológica y no una transacción energética”.

Reunión oficial del G20

Los días 18 y 19 de noviembre Rio de Janeiro acoge la IXX Cumbre del G20, con los jefes de estado y representantes de las economías más enriquecidas del planeta. El centro de la ciudad ha sido bloqueado y adaptado a las necesidades de seguridad de la Cumbre del G20, desplazando a miles de personas en situación de calle, recicladores y vendedoras ambulantes.

“Sabemos que nuestro poder de incidencia en el G20 será muy poca o nula, pero nuestro compromiso no es con el G20 sino con la articulación de los movimientos sociales. Por otro lado, esperamos que ahora Lula haga alguna presión en el G20. Nosotras no construimos eventos, construimos procesos. Esto ha sido una parte del proceso que continúa y trasciende los estados nación. La institucionalidad es importante, pero limitada”, confiesa Ana Priscila Alves.

El 30 de noviembre Sudáfrica asumirá la nuevas presidencia del G20. Según Khaliel Mosses, “nuestro presidente Cyril Ramaphosa no es tan abierto a la sociedad civil y a los movimientos sociales como Lula, hay un problema de transparencia y acceso, así que nuestro enfoque no puede ser con el gobierno, sino con los movimientos sociales, desde una autoorganización independiente”. 

“La Cumbre de los Pueblos contra el G20 en Brasil nos ha inspirado mucho y hemos aprendido algunas metodologías participativas que pondremos en práctica en Sudáfrica”, reconocer Jenny Ricks. 

En 2025, Brasil acogerá la COP30 en la ciudad de Belén (Estado de Pará), y también el encuentro de los BRICS (Brasil, Rusia, India y Sudáfrica), probablemente en Río de Janeiro, eventos para los que ya se están preparando protestas sociales y estrategias de multilateralismo.

Para Soraya Tupinambá, Brasil no ha sido nada ambicioso en la COP29 de Azerbayán: “Esto es muy triste para un país que pretende ser líder internacional climático sin comprometerse con metas afines para mantener el planeta en 1,5 grados de temperatura antes de fin de siglo. Lo hemos visto con sorpresa y estamos en shock. ¿Cómo va a hacer Brasil en 2025 sin alinearse a los Acuerdos de París?”. 

Según Graciela Rodríguez, es necesario seguir debatiendo sobre las cuestiones que el G20 viene potenciando “desde esa especie de gobernanza local fantaseada, disfrazada de bloque de países”, pues se toman medidas muy importantes desde que se creó el G20 (sobre todo desde 2008) y ha profundizado muchos de los problemas que el modelo neoliberal impone desde los años 70, en especial con propuestas de ajuste fiscal y de profundización de la deuda, con la financiación de guerras, y la falta de combate al cambio climático. 

Los movimientos sociales latinoamericanos y caribeños están hablando estos días de una agenda contra el avance de la extrema derecha fascista y su financiación por parte de los países enriquecidos. Los pueblos afrodescendientes e indígenas son guías para todos los movimientos del sur Global. Las luchas por la retomada, protección y demarcación de tierras, la exigencia de reparación histórica por la diáspora africana esclavista, así como la defensa de ancestralidades y cosmogonías en resistencia al colonialismo están ayudando a pensar otras estructuras de acción. 

“En los foros sociales mundiales decíamos “Otro mundo es posible”, pero ahora el mundo necesita una transformación radical que incorpore otras sensibilidades dentro de una agenda común planetaria”, concluye Vladimir Silva.

Un poco de historia

El Grupo de los 20 (G20) comenzó como un Foro de Ministros de Finanzas y Gobernadores de Bancos Centrales, formalmente creado en la Reunión de Ministros de Finanzas del G7, el 25 de septiembre de 1999.

Este grupo selecto autonombrado como líder de la economía mundial fue creado como un nuevo mecanismo para el diálogo informal en el marco del sistema institucional de Bretton Woods (EE UU, 1944), para ampliar el diálogo en asuntos clave de la política económica y financiera entre economías capitalistas significativas con la idea teórica de “promover la cooperación para alcanzar un desarrollo sostenible que beneficie a todo el mundo”.

Como consecuencia de la crisis financiera de 2008, las reuniones de los ministros de finanzas y gobernadores de bancos centrales se elevaron al nivel de jefes de Estado y de gobierno, conocidas desde entonces como las Cumbres de Líderes del G20.

Soraya Tupinambá puntualiza la hipocresía del G20 antes de que empiece la Cumbre de 2024 en Río de Janeiro. La experta en justicia climática incide en desmontar ese “desarrollo sostenible”, que significa querer sostener el desarrollo. “Necesitamos sostener la relación de la sociedad con la naturaleza. Necesitamos sociedades sostenibles que no rompan el metabolismo planetario como lo hace hoy el modelo de desarrollo actual, que exige más de lo que el planeta puede dar”.

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