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Globalización
En Andalucía, la necesidad debe crear al órgano
Comienza a vislumbrarse un nuevo escenario electoral en Andalucía. Repaso histórico y de las perspectivas para la articulación, a través de los partidos políticos, de los anhelos sociales de la ciudadanía andaluza.
España está en quiebra económica, también política. Antes de su independencia de España, Cuba era “la joya de la corona española”, “más se perdió en Cuba” habrán podido escuchar a menudo. También se escuchaba, por aquel entonces, aquello de la “unidad indisoluble de la nación española”. Pero Cuba se fue, de una España que como hoy, estaba en quiebra técnica. Precedentes de Neocolonialismo que surgían de una América que, con el avance de los Estados Unidos y su posicionamiento como potencia regional, reinventando el colonialismo, anticipaban lo que ocurrirá en el siglo XX.
La ola derechista actual, de corte proteccionista en Estados Unidos y otros lugares del Occidente, nuevamente hace tambalear la frágil economía española, demasiado dependiente de los circuitos financieros de corte globalizador. La emergencia de nuevos actores internacionales con renovado peso y la geopolítica resultante de un nuevo escenario multipolar, está rompiendo con los cánones clásicos, hasta hace poco dominados por la ideología del neoliberalismo: el globalismo. Con todo esto, la crisis de la que nunca salimos amenaza con volver: los problemas siempre vuelven, si no se afrontan.
Ya conocemos las andanzas de la política española en estos años posteriores a la muerte de Franco y al sistema de partidos creado desde las cúpulas militares y económicas y bautizado como Régimen del 78. También conocemos la evolución política de Andalucía: la lucha por la autonomía, muertos, el PSA, el PA, el clientelismo del PSOE, la eterna emigración, el latifundismo, la comercialización de lo andaluz, inferiorización cultural, destrucción de nuestros entornos naturales y costas, masificación, turismo masivo, empleo basura, paro eterno. Un vistazo al histórico de parados daría cuenta que en los años de “bonanza” económica para el Reino, el paro de Andalucía duplicaba siempre al del norte de España como lo sigue haciendo hoy. El paro terrible de Asturias (12%) era el de la época dorada de la economía aquí.
Echando la vista atrás, vemos los fundamentos que sostenían aquellas gentes que tomaban las calles el 4 de Diciembre de 1977: “Reforma agraria”, “Industrialización”, “para que haiga escuela”...hospitales, medicinas. Todos sabían que decir “¡Andalucía!” era una respuesta clara y contundente a la dictadura, al centralismo de rapiña que parece indisoluble a la idea de España. También sabían que eso cambiaría al Estado, eso era lo que aunaba a toda esa gente: independentistas (que los había), nacionalistas andaluces, federalistas, regionalistas, comunistas, socialdemócratas, demócratas de toda índole, feministas, ecologistas, humanistas... todas y todos a una, pocos se quedaron en casa.
Andalucía rompió el molde franquista de la transición a nivel territorial, el pueblo aquí tomó las calles, pero creyó haber cumplido y dejó las instituciones a los “profesionales”. Poco de lo que esas gentes pedían se materializó, excepto en territorios concretos (véase la amenazada Marinaleda y su fantástica utopía como ejemplo paradigmático, aunque no el único), donde lejos de aceptar males menores y conformismos insostenibles, lucharán por conseguir lo que el derecho natural decía que les correspondía. Andalucía tenía una autonomía arrancada por la fuerza del pueblo, pero quedó vaciada, en la mayor parte del país, tras las promesas de quienes, en esencia, ya ejercían desde sus cortijos.
Puede decirse que Andalucía cambió a España en un momento clave de su historia. Este hecho y no otro es el que ha obligado al Estado a realizar un gran esfuerzo propagandístico para confrontar Cataluña con nuestro pueblo, pues saben que otro frente en el sur, sería la puntilla para este Régimen, del mismo modo que ocurrió en la Transición. Tanto es así que ha tenido que sacrificar a un rey y decenas de políticos corruptos para mantenerse a flote, pretendiéndonos hacer creer que la corrupción era cosa de “algunos sinvergüenzas” y no un problema estructural, de un régimen surgido de 1939 y retocado en 1978, conservando legalidad, instituciones, cargos administrativos, judiciales, militares y policiales intactos, así como las formas de hacer política que ya se manifestaban antes del Golpe del 36, cuando aquel militar bajito decidió ponerse a las órdenes de la banca internacional y los monopolios petroleros, mientras decía amar a no se qué patria.
La CUT fue la materialización política, de carácter pragmática, que en mayor medida recogió aspiraciones y expectativas de aquellos años de lucha en muchos lugares de la Andalucía rural y jornalera. Era el brazo sindical del SOC, Sindicato de Obreros del Campo, que decidió dar el paso a la política municipal en cuanto tuvo ocasión de poder hacerlo, logrando altas capas de representatividad municipal en los territorios donde tenía mayor presencia. Ingresó a formar parte de IU, hasta la aparición de Podemos. Hoy, tiene a un diputado en el congreso y varios en la Junta de Andalucía, integrando a los morados, que a su vez están fuertemente coaligados a IU y otras fuerzas menores pertenecientes al ex espacio del PA, en un proyecto común que se reivindica como andalucista, en un contexto político de lucha entre 4 partidos estatales que representan distintas posiciones que defienden distintos modelos para España, pensados desde la centralidad del Estado.
Por su parte, el brazo sindical se adscribió a un movimiento más amplio, que sin duda lideraría, pero que a su vez permitiría una fuerte alianza con otros sectores político-sociales que amplificarían su capacidad de acción, liderando un movimiento sindical de lucha, el Sindicato Andaluz de Trabajadores (SAT), logrando dicha atención mediática que le permitió afianzarse como un referente sindical nacionalista andaluz, reconocido a nivel estatal e internacional. A partir de entonces, el soberanismo andaluz está, en buena medida, ingresando las filas del SAT, donde han surgido infinidad de nuevos cuadros, carentes de articulación política acorde a la nueva situación.
Como así ha demostrado Podemos con intervenciones desde Madrid sobre las estructuras del partido en Cataluña u otros lugares del Estado, es una fuerza española y centralista, y así se manifiesta más allá del discurso mediático. Una fuerza española que surge, curiosamente, en un contexto de lucha importante del recién surgido SAT en Andalucía. Estrategia de masas y mediática mediante, el SAT era un peligro latente -otro frente en el sur se haría insostenible para el Régimen del 78- para un Estado cada vez más deslegitimado en el contexto de crisis y movimiento 15-M. Fuerza (PODEMOS) que logrará atraer a parte de la CUT, perdiendo el nacionalismo político andaluz un tren que había puesto en marcha él mismo, para favorecer a un proyecto menos peligroso para el tinglado político del 78.
Fuera de Podemos, tenemos un contexto de competencia entre tres partidos estatales defensores acérrimos de la Constitución del 78, una constitución aprobada en un contexto en el que el plan B era que todo permaneciese exactamente igual, bajo control total de las cúpulas militares y económicas como había sido desde 1939.
C´s, y PP compiten por ver cual defiende mejor el status quo, el PSOE ya no sabe de que postura ponerse para parecer izquierdista, mientras alarga la agonía de un engendro constitucional al que le da vergüenza reconocer a sus padres franquistas. Además, Cataluña se mantiene en pie de guerra en lucha por su independencia política, ante la atenta mirada de vascos y gallegos. La cuarta nacionalidad histórica, aletargada, parece esperar en el banquillo, mientras otras naciones menos activas históricamente nos toman la delantera, preparándose un escenario muy propicio para un cambio de régimen donde, como en todo conflicto, quienes mejor pertrechados estén saldrán victoriosos.
Tareas pendientes
Necesitamos una fuerza andalucista “que apostole y salve” recordando las palabras de Blas Infante. Necesitamos una organización con capacidad real para cumplir las expectativas que tenía el pueblo andaluz en 1978, recogiendo además las que entonces no tenía pero hoy sí tiene. Necesitamos un partido nacionalista andaluz de izquierdas, que sea capaz de abarcar y aunar a todos los movimientos políticos, sociales y sindicales del país, recogiendo, sin duda, el republicanismo federal y confederal, las luchas feministas, obreras, campesinas y jornaleras, etc. Necesitamos una organización política fuerte que recoja todas las sensibilidades de la izquierda, que sea capaz de luchar por la soberanía de Andalucía, sin olvidar el carácter universal de esta, tratando de construir civilizatoriamente, un marco de relaciones que permita su desarrollo material y humano, respetando sus milenarias tradiciones (hoy camufladas muchas de ellas tras el manto católico), y convirtiendo en fortaleza lo que siempre han pretendido hacernos ver que eran debilidades.
Necesitamos combatir el apoliticismo y el desaliento por la política. La falta de soluciones a los problemas de los andaluces y la eternización de los mismos solo fomentan un desapego que permite que la política aquí sea visto por mucha gente como algo extraño, eje importante este que explica, en buena medida, el desapego por las artes políticas de un importante sector del pueblo andaluz. Por ello, hay que volver a enganchar al pueblo con auténticas soluciones que no fomenten la clásica relación de odio-odio entre el pueblo trabajador andaluz y la política activa. Crear sujetos políticos que sostengan la lucha política que está aun por plantear.
Industrialización, reforma agraria, salud, vivienda, educación, cultura y deporte, pleno empleo por ley, tienen que ser conceptos elevados al trono de lo sagrado. Paradójicamente, garantizarlos es luchar por la soberanía de Andalucía, pues el aparataje que garantiza la unidad centralista y centralizadora de España se desmoronaría por el simple hecho de exigir lo que nos pertenece. Seguimos teniendo un paro insostenible a pesar de sufrir la emigración de nuestra juventud por cifras no menos insostenibles, ¿De qué desempleo estaríamos hablando de no ser por esto? Para el Estado español, con su majestad a la cabeza, la emigración de los andaluces no es un problema, sino la solución de algunos de sus innumerables e inclasificables, junto con los de su real familia. Problema es para quienes tenemos que soportar un reinado que jamás se va a cuestionar a sí mismo, eliminando las incómodas preguntas del CIS si es necesario, para que los demás tampoco lo hagamos.
Sabido esto, cualquiera diría ¿a qué esperamos?
El andalucismo, enterrado con la pala del Partido Andalucista, resurge poco a poco, en lentas dosis, de la mano de una juventud, que desde diferentes ámbitos (el arte, los movimientos políticos y sociales, la defensa de la lengua, el feminismo, la política, etc) están renovando un espíritu que, a poco que se organice, amenazaría con tambalear el débil equilibrio que sostiene al régimen borbónico.
Aquella CUT que sembró de esperanza muchos pueblos de nuestra geografía, hoy resistente en sus bastiones, no termina de escapar del control de partidos estatales, luchando por reencontrase a sí misma. Mientras tanto, algunas modestas candidaturas comienzan a asomar la cabeza para reivindicar el andalucismo político, desde distintas concepciones ideológicas y programáticas de calado. A Adelante Andalucía, liderado por la rama anticapitalista de PODEMOS que está logrando imponerse a la dirigencia del partido, hay que sumar otras nuevas (y otras no tan nuevas) opciones como Andalucía en Marcha, Andalucía por sí o Nación Andaluza.
Sin embargo, si exceptuamos a Adelante Andalucía el resto de organizaciones rebosan optimismo, pero adolecen de implantación en los territorios andaluces. La estrategia de ir a unas elecciones sin presencia real, sin una campaña que pueda rivalizar mínimamente con las principales y sin mayor recurso que el de la voluntad de unos cuantos militantes, es a priori una pérdida de energías. ¿Qué hay de andalucismo en Adelante Andalucía? Un andalucismo federalista, a lo sumo, buscando barnizar con la verdiblanca una opción política que, como ya pudimos comprobar el pasado 4 de Diciembre, prefiere hacer el ridículo con un acto sin apoyo social de ningún tipo, que ser coherente con su posición inicial y apoyar una movilización amplia y popular como la que, a pesar de ellos, aunó el soberanismo andaluz en Málaga.
¿Qué hacer?
Necesitamos seguir fortaleciendo el Sindicato Andaluz de Trabajadores. También necesitamos otras herramientas que, desde otros ámbitos refuercen los contenidos programáticos y, en un intercambio recíproco, permita el crecimiento y asentamiento de una organización fuerte y estable que supere esta eterna dependencia de plataformas electorales de corte estatal, que se pierden en los objetivos y en los grandes “acuerdos de Estado”, donde siempre se quedan fuera los mismos y las mismas, donde la fuerza se diluye, donde prima lo que no se ve, quedando desprotegidos visiblemente en los juegos de la corte. Necesitamos acabar con la atomización. Necesitamos una hoja de ruta “profesional”, abandonar las aventuras románticas y sentarnos a pensar Andalucía, dotándola de un proyecto a largo plazo, un proyecto de país.
Hay que promover activamente el acercamiento entre organizaciones que pueda dar lugar a un germen de organización política netamente andaluza, netamente andalucista, que no olvide que el fracaso del PA comienza por el centro para morir por la derecha. Como brazo sindical referente, el SAT siempre fue un lugar de encuentro, del que pueden surgir partidos de corte municipalista, como así sucede. Coordinar sus propuestas, entablar un diálogo entre quienes ya existen y procurar existir donde no se existe, aunar cuadros y fabricar nuevos cuadros políticos, trabajar en el corto, en el medio, pero sobre todo en el largo plazo, establecer puentes entre organizaciones, son pasos obligados, que tarde o temprano debiéramos de dar.Tener paciencia, y construir una alianza andaluza lo suficientemente fuerte como para comenzar a entablar una batalla que sea capaz de destronar al PSOE de Andalucía, obligando a las izquierdas españolistas a asumir postulados que han dejado (o querido dejar) en el tintero hasta ahora, por no considerarlas adecuadas a su pretendida visión plurinacional. Una organización coherente con la sociología izquierdista que siempre diferenció al país, definiendo una vía andaluza al socialismo, original y con denominación de origen, que está por construir. En definitiva, dar un golpe en el tablero andaluz que sitúe encima de la mesa los verdaderos problemas de Andalucía para, por fin, atajarlos.
Tenemos que emanciparnos, para empezar a echar a andar en serio, sin tutelas ni jerarquías que vengan a decirnos qué podemos y qué no podemos hacer, sentirnos iguales y llevarlo a la práctica consecuentemente.
Los héroes no existen, un municipio puede cambiar por la acción individual de un ser humano, pero no un pueblo. Andalucía necesita personas capaces de sacrificar buena parte de sus vidas sin esperar nada a cambio, necesita una convocatoria de sus intelectuales, de sus alcaldes, de sus artistas, de sus organizaciones sociales, políticas y sindicales.
Necesita decisión, arrojo y valentía pues está en la calle, de manera silenciosa y no tan silenciosa, la multiplicidad de organizaciones es la punta de un iceberg que crece cada día, huérfano. Como huérfana se siente mucha gente a nivel político, aunque la situación económica y social del país, no permita que mucha de ella pueda dedicar horas de sus vidas diarias a pensar por su pueblo (bastante tienen con las dificultades de sus propias vidas). Sirva esto como una reclama de la que hay demasiados ecos, demasiados para ignorarlos.
Habrá quien dirá que falta la chispa, el acto glorioso que todo lo desencadena, actos milagrosos que no soportan un análisis científico de la realidad en la que nos desenvolvemos. Efectivamente, los milagros no hacen política, la hacen las personas, por lo que necesitamos constancia, sacrificio y valentía, sin esperar además nada a cambio. Trabajar en cada rincón de Andalucía hasta lograr la implantación necesaria, que nos permita elaborar una hoja de ruta nacional capaz de disputar el trono de San Telmo, o al menos capaz de poner sobre la mesa una agenda política que obligue a discutir los que de verdad son los problemas de Andalucía, se hace vital. Vital para confrontar así, a las bravas, a los partidos estatales con las realidades sociales que soporta el pueblo andaluz cada día.
Seguimos esperando.
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Buen artículo. Quizá habría que centrarse también en que esas nuevas alternativas que se vayan generando o resulten de la convergencia de las ya existentes no caigan en el error, a mi entender, de insititucionalizarse. Intentar ganar Andalucía por el parlamentarismo tarde o temprano acabaría suponiendo un refuerzo del sistema de organización jerárquico que sería necesario abolir para la emancipación del pueblo andaluz.