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Francia vive un momento leninista. En la patria de Robespierre, Blanqui o Léon Blum es una famosa cita del padre de la Unión Soviética la que mejor resume el momento actual: “Hay décadas donde no pasa nada y hay semanas donde pasan décadas”. Las elecciones legislativas de este domingo (primera vuelta) y del 7 de julio (segunda) suponen un momento de bifurcación en una Quinta República en crisis. Dos opciones antagónicas se enfrentan en unos inciertos comicios convocados de manera anticipada por el presidente Emmanuel Macron, quien probablemente ha acelerado el declive de su coalición.
Ha sido una campaña relámpago de tres semanas, el mínimo permitido por la ley. Digna de una serie de televisión. Esta refleja, sin embargo, las corrientes de fondo en estos años veinte del siglo XXI marcados por el auge de opciones nacionalistas y xenófobas, así como la aparición incipiente de propuestas que piden pasar página del modelo neoliberal, ofreciendo soluciones democráticas a los retos ecológicos y sociales. ¿Barbarie o revolución? Es la dicotomía que pronostican los estudios de opinión, que dan como posible un casi empate entre esas dos opciones, lo que perpetuaría la crisis de gobernabilidad.
La ultraderechista Reagrupación Nacional (RN) de Marine Le Pen se disputa la mayoría en la Asamblea Nacional con el Nuevo Frente Popular según los sondeos, que deben cogerse con pinzas. Compuesta principalmente por la Francia Insumisa (afines a Podemos o Sumar), el Partido Socialista, los verdes y los comunistas, esta alianza unitaria progresista desbarató los planes de Macron. El dirigente centrista —cada vez más anclado en la derecha— confiaba en aprovecharse de las divisiones en la izquierda y que eso convirtiera los comicios en un duelo entre macronismo y lepenismo, reproduciendo la dinámica de las presidenciales de 2017 y 2022.
El voto útil, motivado más por el miedo que las convicciones, parece beneficiar tanto a la izquierda como la ultraderecha. RN y sus aliados de la derecha radical lideran la carrera electoral con una intención de voto del 36-34%, seguidos por el Frente Popular (30-27,5%)
Esta vez el voto útil, motivado más por el miedo que las convicciones, parece beneficiar tanto a la izquierda como la ultraderecha. RN y sus aliados de la derecha radical lideran la carrera electoral con una intención de voto del 36-34%, seguidos por el Frente Popular (30-27,5%). Lejos del binomio de cabeza se encuentra la coalición macronista (21-19%). Las legislativas en Francia se rigen por un curioso sistema electoral: el territorio se divide en 577 circunscripciones y en cada una de ellas se disputan una especie de minipresidenciales. El escrutinio final dependerá de unas cien circunscripciones, en que se prevén unos resultados muy ajustados.
La movilización del pueblo de izquierdas
“El momento es grave. Estamos a medianoche menos un minuto. (…) Podemos ganar, pero no debe faltar ningún voto. Nunca unas elecciones habían sido tan importantes y nunca habían dependido de tantos pocos votos”, advirtió el jueves por la noche la secretaria general de la CGT, Sophie Binet, en la Plaza de la República en París en un mitin que reunió a varios miles de simpatizantes. Convocado por sindicatos, asociaciones (Greenpeace, LDH…) y medios de izquierdas (Mediapart, L’Humanité, StreetPress…), ese acto reflejó uno de los puntales del Frente Popular: la sociedad civil progresista se ha volcado en la campaña.
A diferencia de las legislativas de 2022, esta vez hay síntomas de una mayor movilización del pueblo francés de izquierdas, tanto en las urnas como en la calle haciendo campaña. “El miedo a la ultraderecha es un incentivo muy importante para muchos votantes de izquierdas, quienes agradecen asimismo la unidad de los partidos”, explica el analista Thomas Guénolé, exdirigente de la Francia Insumisa.
Los sondeos pronostican una participación de alrededor del 65%, es decir, 17 puntos superior a la de junio de 2022. Esa menor abstención nutre la esperanza de los partidarios del Frente Popular
En los últimos 20 días, se han registrado cerca de dos millones de procuraciones (equivalente galo del voto por correo), una cifra récord en este tipo de votos por delegación. Los sondeos pronostican una participación de alrededor del 65%, es decir, 17 puntos superior a la de junio de 2022. Esa menor abstención nutre la esperanza de los partidarios del Frente Popular, cuya campaña no ha sido precisamente un camino de rosas.
“Si logramos un empate, me voy a dar por satisfecho”
Las tensiones internas y la falta de un líder claro han acompañado esta alianza en las últimas tres semanas. El insumiso Jean-Luc Mélenchon, de 72 años, que lideró la NUPES en las elecciones de hace dos años, ha dado un paso al lado para que viera la luz el Frente Popular. A pesar de ello, el macronismo, lepenismo y los grandes medios se centraron en las últimas semanas en atacar al veterano dirigente insumiso, acusado de manera repetida e infundada de antisemita por haber criticado con vehemencia el genocidio de Israel en Gaza.
“Es un problema que no haya una encarnación” al frente de la nueva alianza unitaria, reconoce en declaraciones a El Salto el mediático diputado insumiso François Ruffin, que fue quien propuso bautizar como Frente Popular la nueva coalición y que mantiene unas tensas relaciones con Mélenchon. “Apuesto por una estrategia a la defensiva. Si logramos un empate, ya me voy a dar por satisfecho”, añade Ruffin, cuyo nombre suena como posible primer ministro en caso de una victoria de la izquierda.
Aunque las formaciones progresistas ven complicado ese triunfo, no resulta imposible en esta incierta contienda. Supondría un punto de inflexión en el panorama europeo al permitir la investidura de un Gobierno con un programa de ruptura con el neoliberalismo y una orientación ecologista y social. “Es un programa menos detallado que el de la NUPES. Básicamente, propone hacer marcha atrás respecto a los estragos provocados por Macron, como la reforma de las pensiones o la supresión parcial del impuesto sobre la fortuna”, explica el politólogo Stefano Palombarini, profesor en la Universidad París 8 y autor del interesante ensayo L’illusion du bloc bourgeois.
Le Pen indigna a los binacionales
Consciente de su favoritismo en los sondeos, el lepenismo ha hecho una campaña conservadora. Ha intentado sufrir el mínimo desgaste. “Quiero tranquilizar a todo el mundo. A nuestros compatriotas de origen extranjero, a las personas de nacionalidad extranjera que viven en nuestro país y que quieren nuestro país… Decirles que no deben temer nada de nuestra política”, prometió el 14 junio en la cadena BFM TV Bardella, de 28 años, que ejercerá como primer ministro en caso de una hipotética mayoría absoluta de la extrema derecha.
Tras haber arrancado la carrera electoral con un pacto con el presidente de LR, Éric Ciotti, —muy poco seguido por la mayoría de los diputados y barones de la derecha republicana—, el partido de Le Pen se ha esforzado en seducir a los votantes de esa formación conservadora. Ha renunciado a algunas de sus medidas sociales más emblemáticas, por ejemplo, la reducción del IVA a tipos superreducidos para productos de primera necesidad. De hecho, ha presentado un programa con una orientación neoliberal. Siguiendo el ejemplo de Giorgia Meloni en Italia, intenta encarnar un modelo continuista, que guste a las élites empresariales.
La última semana, sin embargo, ha estado marcada por su voluntad de prohibir a los franceses con una doble nacionalidad que accedan a puestos de responsabilidad en la función pública o empresas estatales. El grupo parlamentario de RN presentó en enero una propuesta de ley que impedía los binacionales (3,3 millones de personas) “el acceso a los empleos en las administraciones y las empresas públicas”.
Aunque ahora intenta quitarle hierro a esa propuesta asegurando que solo afectaría a un puñado de cargos (en los servicios de inteligencia, al frente de centrales nucleares…), los dirigentes ultras se contradicen entre ellos. “La franco-marroquí Najat Vallaud Belkacem destruyó la educación pública e intentó impulsar clases de árabe (…). No fue nada bueno para la República”, declaró el jueves el diputado lepenista Roger Chudeau, oponiéndose a que los binacionales —es el caso de la actual alcaldesa de París, Anne Hidalgo— ejerzan cargos políticos relevantes (https://x.com/BFMTV/status/1806434299958198301).
¿La fallida estrategia del miedo de Macron?
“El racismo y el antisemitismo desinhibido suponen una traición para Francia”, reaccionó Macron desde Bruselas a la polémica propuesta de la extrema derecha sobre los binacionales. Como era previsible, el presidente ha basado su campaña en alertar sobre las consecuencias de la llegada al poder de RN o del Frente Popular. A principios de esta semana, en una entrevista para un podcast, advirtió que “los dos extremos” llevarían “el país a la guerra civil”. (#401 - Emmanuel Macron - Président de la République - Les décisions les plus lourdes se prennent seul (gdiy.fr).
¿Esta estrategia del miedo resultará eficaz? Las urnas lo dirán, pero hay dudas serias sobre ello. “El hecho de que Macron haya propiciado esta situación, pero al mismo tiempo alerte ante el peligro de los extremos, todo esto aparece como una contradicción para muchos franceses”, recuerda Guénolé. Salvo una sorpresa —nada se puede descartar—, el presidente corre el riesgo de haber propiciado el inicio del final del macronismo con su temeraria maniobra.
Debido a su delicada tercera posición en los sondeos, la coalición presidencial ha centrado buena parte de sus críticas contra la izquierda. Por un lado, el presidente acusó de “inmigracionista” el programa del Frente Popular, utilizando un término habitual en el lenguaje de la extrema derecha. Por el otro, tachó de “grotesco” la autonomía de género para las personas transexuales, reivindicada por las formaciones progresistas.
“Nunca pediré el voto para RN, pero nunca pediré el voto para la Francia Insumisa”, dijo esta semana la diputada macronista Maud Bregeon, defendiendo una posición compartida por numerosos representantes de la coalición presidencial. Esta consigna del “ni-ni” —ni votar a la ultraderecha ni la izquierda— allana el camino para la victoria del partido de Le Pen. Pocos presidentes habrán hecho tanto para acercar la ultraderecha al poder como Macron.
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