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Los alemanes de Die Linke estuvieron a punto de quedarse fuera del Bundestag en septiembre. Unidas Podemos intenta compensar su declive con la figura de Yolanda Díaz en España. En Grecia, Syriza se encuentra relegada en la oposición, mientras que en Reino Unido el corbynismo fue defenestrado de las altas esferas del Partido Laborista. Resulta evidente el nuevo ciclo de retroceso en que están inmersos los movimientos populistas de izquierdas (o de la izquierda alternativa) que irrumpieron en la última década en Europa. En Francia, donde la emergencia de Podemos fue percibida con fascinación, ¿también se reproduce la misma tendencia?
A primera vista la situación de la gauche da para una llorera digna de un culebrón latinoamericano. Hay sondeos en que ninguno de los candidatos progresistas supera el 10% para las presidenciales de 2022. Pero este panorama sombrío merece más de un matiz. Cuando faltan menos de cuatro meses para los comicios del 10 de abril, no se puede descartar la presencia en la segunda vuelta de un candidato a la izquierda de los llamados socialistas. Pese al desgaste sufrido por su figura, el insumiso Jean-Luc Mélenchon (republicano y socioecologista) resiste como el mejor posicionado en el espacio de la igualdad y la justicia social, aunque todavía lejos del 19% que consiguió hace cinco años.
El veterano Mélenchon, de 70 años, y que se presenta a sus terceras y últimas presidenciales, “se encuentra en una dinámica positiva y con una curva ascendente en los sondeos”
“Creo que Mélenchon tiene serias posibilidades de pasar a la segunda vuelta. Habrá cinco candidatos que se disputarán el acceso a la segunda vuelta —el presidente Emmanuel Macron, la conservadora Valérie Pécresse, los ultraderechistas Marine Le Pen y Éric Zemmour y el líder de la Francia Insumisa (LFI, socios de Podemos en Francia)— y el umbral para quedar segundo se situará en un porcentaje bajo de entre el 15% y el 17%. Mélenchon puede lograrlo”, explica a El Salto el politólogo Manuel Cervera-Marzal, profesor en la universidad de Lieja.
El análisis de este especialista en el populismo de izquierdas contrasta con el derrotismo predominante en el progresismo galo. El veterano Mélenchon, de 70 años, y que se presenta a sus terceras y últimas presidenciales, “se encuentra en una dinámica positiva y con una curva ascendente en los sondeos. Ha pasado del 6-7% en el verano a un 12-13% actualmente (según aquellos estudios de opinión que le dan unas mejores perspectivas). Es una tendencia parecida a la que vivió en las anteriores presidenciales en 2012 y 2017”, destaca Cervera-Marzal, autor del libro Le Populisme de gauche.
“La división de la extrema derecha —entre Marine Le Pen y el polemista Éric Zemmour— rebaja el umbral para llegar a la segunda vuelta. Se trata de un agujero de ratón, pero tenemos nuestras posibilidades”, defendió el líder insumiso en una entrevista para Le Parisien.
¿El voto útil de la izquierda?
Aunque la situación de la Francia Insumisa tampoco es para tirar cohetes, su candidato resulta el único con ciertas posibilidades en el espacio progresista. Tras una campaña insípida y errática, la socialista Anne Hidalgo se ha hundido por debajo del 5%. El verde Yannick Jadot se encamina a una tendencia parecida, siendo la principal diana de las críticas por la falta de unidad. Desde el equipo de Mélenchon, confían en que la debilidad de sus rivales desemboque en un efecto de voto útil, como ya sucedió en 2017. “Las posibilidades de Mélenchon dependerán si es considerado por los votantes como el único candidato de izquierdas con posibilidades de llegar a la segunda vuelta”, apunta el politólogo Christophe Bouillaud.
El líder insumiso dio el pistoletazo de salida a su campaña el 5 de diciembre con un gran mitin en París, donde reunió a unas 5.000 personas. Prepara otro del mismo estilo para el 16 de enero en Nantes. Pese a la irrupción de ómicron —los actos electorales no se ven afectados por las nuevas restricciones—, en LFI prevén una carrera electoral con reuniones públicas multitudinarias, lo que parece un revival de 2017. A principios de noviembre publicaron en las librerías su programa electoral, titulado L’Avenir en commun (El futuro en común). Y desde entonces se convirtió en uno de los más vendidos en la categoría de ensayo, según el portal Datalib.
Entre sus propuestas emblemáticas destaca una disminución de la edad de jubilación a 60 años, un aumento de 200 euros del salario mínimo, la reducción de la jornada laboral a 32 horas o instaurar el trabajo garantizado
Las medidas de L’Avenir en commun y la politización a su alrededor son lo más interesante de la campaña de Mélenchon. Resultan un reflejo de un reformismo radical que aspira a impulsar una transformación ecosocialista. Entre sus propuestas emblemáticas destaca una disminución de la edad de jubilación a 60 años, un aumento del salario mínimo hasta 1.800 euros brutos —actualmente es de 1.600—, la reducción de la jornada laboral a 32 horas o instaurar el trabajo garantizado para combatir la pobreza y el desempleo e impulsar la “bifurcación” verde. La “planificación ecológica” tiene un peso preponderante, a través de un plan de inversiones de 200.000 millones de euros para instaurar un modelo energético sobrio y 100% renovable en el horizonte de 2040.
En clave institucional, defiende el derecho a votar de los extranjeros en las elecciones locales, así como la proclamación de una VI República que acabe con el modelo presidencialista actual. La salida de Francia de la OTAN aparece como principal medida en clave internacional. La mayor variación respecto a 2017 consiste en haber moderado su posición sobre Europa. Ya no se habla de un “Plan A y un Plan B”, que comportaba organizar un referéndum sobre la continuidad de Francia en la Unión Europea si fracasaban las negociaciones para cambiar los tratados. Ahora se conforman con defender “una confrontación con las instituciones europeas” y la desobediencia de los tratados como último recurso.
Una figura desgastada
Tras la profunda decepción del mandato del socialista François Hollande, “la izquierda solo puede ganar con un programa de ruptura”, afirma Aurélie Trouvé, exportavoz de Attac y uno de los fichajes estrella de Mélenchon para esta campaña. Ella preside el Parlamento de la Unión Popular, una instancia formada por 100 miembros de LFI y 100 personas de la sociedad civil que asesoran al candidato durante la campaña. Entre estos últimos destaca la presencia de la escritora Annie Ernaux, la activista altermundialista Susan George, el periodista Ignacio Ramonet o el economista Cédric Durand.
En los otros partidos “se habla mucho de la unión de la izquierda, pero nosotros somos los únicos que creamos las condiciones para que se produzca esta unidad”, defiende Thomas Portes, también integrante de este Parlamento y exportavoz de la ecologista radical Sandrine Rousseau en las primarias que estuvo a punto de ganar. Ante la fuerte fragmentación en las altas esferas de la gauche, los insumisos pretenden construir la unidad desde la base.
“Mélenchon defiende con firmeza los principios de la izquierda mientras que otros ceden ante la mínima dificultad”, aseguraba el diputado Adrien Quatennens en una entrevista para el diario Libération. Tras haber apostado por una retórica populista en 2017 en que abundaban las referencias al “que se vayan todos (los políticos)” y sustituyeron el cántico de la Internacional por la Marsellesa, ahora se produce un incipiente retorno del eje izquierda-derecha, aunque esto no significa que abrace de nuevo con fervor los símbolos tradicionales del izquierdismo.
Sin embargo, la voluntad de Mélenchon de erigirse en el candidato común de la izquierda choca con el escaso consenso que genera su figura. Aún más tras los últimos cinco años en que se ha desgastado mucho. Su actitud colérica durante un registro policial en octubre de 2018, sus habituales disputas con la prensa, las imputaciones de varias personas de su entorno por presuntas irregularidades en el financiamiento electoral, declaraciones erráticas sobre la vacunación contra el covid-19… La lista de polémicas que le han salpicado es larga.
“Su imagen también sufre por la falta de novedad, está teniendo grandes dificultades para renovarse”, sostiene Bouillaud, profesor en Sciences Po Grenoble, quien recuerda que los medios lo presentan como si fuera “un ogro gruñón”. En estos comicios, además, no cuenta con el apoyo del histórico Partido Comunista, quien presenta como candidato a su secretario general, el poco carismático Fabien Roussel.
La incógnita de Taubira y las primarias
“Mélenchon tiene el mejor programa en materia de ecología, pero no me gusta la actitud demasiado contestataria de los representantes de LFI”, afirmaba Cyriac Duval, 25 años, presente el 11 de diciembre en una concentración en la Plaza de la República en París de simpatizantes de la Primaire Populaire. Tras haber pasado desapercibida durante meses, esta iniciativa de organizar unas primarias de la izquierda para finales de enero hizo correr ríos de tinta después de que Hidalgo propusiera el 8 de diciembre una idea parecida.
A pesar de parecer un calco de uno de los giros de guión de la serie Baron Noir, la llamada de la alcaldesa socialista de París ha generado poco entusiasmo. Los insumisos, verdes y comunistas dijeron “no” en reiteradas ocasiones a estas primarias. Todo apunta que no se celebrarán, al menos con la aprobación de los principales partidos. Aunque pretendía acabar con la división en la izquierda, esta propuesta solo ha servido para sumarle una aspirante más (aún no oficial, pero muy probable) a la fragmentada y debilitada gauche: la de la exministra de Justicia Christiane Taubira, una figura idolatrada por algunos sectores progresistas al haber legalizado el matrimonio homosexual, pero cuya candidatura peca por la falta de programa y por su trayectoria errática.
Más que la proliferación de candidaturas progresistas —todo un clásico en las presidenciales en Francia—, lo que preocupa a los insumisos es si las clases populares irán a votar o no
“La suma de siglas no funciona y básicamente sirve para dar una mala imagen de la política”, asegura Portes sobre estas primarias, aparentemente una buena idea, pero que al ser propuestas en el último momento parecen más bien una maniobra de Hidalgo para achacar al resto de candidatos la responsabilidad de la división. “Durante mucho tiempo pensé que hacía falta una mayor unidad, pero ahora es demasiado tarde y ya no queda tiempo para unirse en torno a un mismo proyecto”, afirma Trouvé, quien recuerda las diferencias programáticas entre los insumisos, socialistas y verdes, como la necesidad de disminuir la edad de jubilación o su posición sobre la UE.
Más que la proliferación de candidaturas progresistas —todo un clásico en las presidenciales en Francia—, lo que preocupa a los insumisos es si las clases populares irán a votar o no. Tras unas municipales en 2020 y unas regionales en junio con unos niveles de participación históricamente bajos, planea el fantasma de una abstención masiva entre las clases sociales más propicias a votar a la izquierda en las presidenciales de 2022, aunque en estos comicios suelen participar el 80% de los ciudadanos. “Necesitamos un trabajo de hormiguita para convencer a los jóvenes y habitantes de la banlieue de que vayan a las urnas”, reivindica Trouvé.
Las posibilidades de Mélenchon dependerán en gran parte de ello. Solo con una participación masiva de estos sectores podría dar la sorpresa y terminar en los primeros puestos en estos comicios, que suelen presentarse como un monólogo de la derecha y la ultraderecha. Y solo así representaría una excepción en el final de ciclo del populismo de izquierdas.
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Muchas esperanzas puestas en LFI ante la derechización de la sociedad francesa. El obrero “de derechas” debe girar 180º y volver a su ecosistema natural. Mucho programa y mucha pedagogía. Si se puede.
La verdad es que no debemos de perder esta oportunidad de oro. La extrema derecha y fuerzas neoliberales desnudas y enfrentadas entre sí, pueden hacer que el voto transformador gane la batalla electoral.
En cuanto a las medidas propuestas, claro está que no son anticapitalistas, pero sientan una base de reformas sociales que pueden ser el camino hacia el socialismo, tanto en Francia como en Europa