We can't find the internet
Attempting to reconnect
Something went wrong!
Hang in there while we get back on track
Fondos de inversión
Los nuevos amos del mundo
La crisis del 29 arruinó a cientos de miles de campesinos en Estados Unidos. Los bancos se quedaban con sus tierras. Los desahuciados, cuenta John Steinbeck en Las uvas de la ira, increpaban y tiraban piedras al tractor que aplastaba sus casas. “No somos nosotros, es el monstruo”, les decía el vecino que conducía el tractor. “El banco es algo más que hombres, créeme. Es el monstruo. Los hombres lo crearon, pero no lo pueden controlar”.
Ya entonces era difícil saber dónde encontrar y, más aún, cómo luchar contra ese monstruo que “respira beneficios y se alimenta de los intereses del dinero”. 80 años después de la publicación de este libro, resulta aún más complicado saber a quién culpar, hacia dónde tirar la piedra. A golpe de crisis económica, el monstruo ha cambiado de cara y de forma. Y ha conseguido multiplicar su poder, aunque no ha variado su esencia, al menos según la definición de Steinbeck: el alimento del monstruo son los beneficios y “si no se le alimenta, muere”.
El control del sistema financiero y, desde hace unos años, de buena parte de la economía real ya no lo tienen los bancos, sino una compleja red interconectada de distintos fondos de inversión y gestoras de activos. Son los nuevos dueños del planeta.
El investigador de la Universidad de las Islas Baleares Iván Murray define lo que ha pasado en la última década como una “auténtica revolución” en las dinámicas del capitalismo global. “Ya nada es lo que era”, dice a El Salto.
No solo ha cambiado el accionariado de las empresas y de los bancos. La era de los fondos de inversión ha trastocado la forma de hacer negocios, ha cambiado las relaciones laborales, la independencia de los Estados y hasta el concepto mismo de democracia. También ha cambiado la forma de luchar contra este renovado poder corporativo. El primer paso para enfrentarse a él es conocerlo.
Conozca a los amos
BlackRock, Vanguard, State Street, Fidelity, Blackstone, Capital Group o Cerberus son algunos de los nombres de estos fondos de inversión. Captan capitales de las pensiones privadas, de inversores particulares, de otros fondos o bancos de inversión, de fondos dependientes de los Estados, incluso de dinero negro del narcotráfico, el comercio de armas y otras actividades ilegales, e invierten en todo el mundo sin apenas límites ni controles. Hay muchos tipos y a los más voraces se los conoce popularmente como fondos buitre. Pero todos se rigen por una misma regla, simple y antigua: comprar barato y vender caro. Para recuperar la inversión y asegurar las tasas de beneficio prometidas a sus inversores harán lo que sea.
No dependen de los bancos centrales ni de los Estados, ni se someten a ninguna legislación internacional bancaria. Suelen operar desde paraísos fiscales para evadir el pago de impuestos, garantizar el anonimato de sus inversores y eludir cualquier tipo de supervisión pública
No dependen de los bancos centrales ni de los Estados, ni se someten a ninguna legislación internacional bancaria. Suelen operar desde paraísos fiscales para evadir el pago de impuestos, garantizar el anonimato de sus inversores y eludir cualquier tipo de supervisión pública. Son la banca en la sombra.
Tras la crisis de 2008, el crecimiento de estos fondos ha sido espectacular. BlackRock es hoy el fondo de inversión más grande del mundo y tiene nueve billones de dólares en activos, equivalente a siete veces el PIB español, el 10% del PIB mundial, el doble que el banco más grande del mundo. Si BlackRock fuese un país, sería la tercera potencia mundial, después de Estados Unidos y China.
Y eso solo contando con sus propios activos. BlackRock dispone de un software propio de análisis de riesgos llamado Aladdin basado en el big data y la inteligencia artificial. La empresa fundada en 1988 por Larry Fink no se ha quedado para sí misma el invento, y lo ha compartido con las entidades financieras dispuestas a pagar por él. Los activos de empresas gestionadas a través de Aladdin superan los 21,6 billones de dólares, el equivalente al PIB de toda la Unión Europea o de Estados Unidos. Las empresas y países —Japón entre ellos— que utilizan Aladdin preguntan al genio de la lámpara dónde invertir y BlackRock responde.
Fondos de inversión
Fondos buitre Deuda y fondos de inversión: el mundo no es suficiente
La caída de Lehman Brothers en 2008 arrastró a bolsas y bancos de medio mundo. Sus activos no representaban ni una décima parte de los de BlackRock. La frase “demasiado grande para caer” se inventó cuando nada parecido a esto podía siquiera imaginarse.
BlackRock comparte el altar de los megafondos con Vanguard Group, que tiene activos por el valor del PIB español, y con State Street. Se las conoce como “las tres grandes”. Poseen cerca del 20% de las mayores empresas del Dow Jones y un porcentaje parecido en buena parte de las grandes bolsas del mundo. Su cercanía con el poder político les ha permitido saltarse todas las leyes antimonopolio y los controles que limitan la voracidad y la solvencia de otros instrumentos de inversión mucho más modestos.
La supremacía de los fondos de inversión en esta nueva era económica se sustenta en una gran paradoja: nunca el mundo de las finanzas había sido tan complejo y enrevesado y, a la vez, nunca había estado en tan pocas manos
La era de los grandes fondos de inversión ha trastocado todo, también la forma de hacer negocios, explica a El Salto Erika González, investigadora del Observatorio de Multinacionales en América Latina (OMAL): “La financiarización supone una vuelta de tuerca más: los fondos exigen rentabilidad en el menor plazo de tiempo y han hecho saltar por los aires cualquier tipo de límite y exprimen aún más las condiciones laborales, ambientales o sociales para obtener los beneficios”.
La supremacía de los fondos de inversión en esta nueva era económica se sustenta en una gran paradoja: nunca el mundo de las finanzas había sido tan complejo y enrevesado y, a la vez, nunca había estado en tan pocas manos.
La era de los fondos
Desde hace años, BlackRock es el principal accionista del Ibex35. No hay una sola gran empresa española en bolsa que no cuente con financiación de esta gestora. Controla entre el 3% y el 5% de 19 de ellas.
No hay sector estratégico que no haya sido copado por los fondos de inversión. Que gire la rueda. Hablemos de vacunas. Los tres grandes fondos controlan el 20,16% de Pfizer, que ha conseguido triplicar su cotización gracias a la vacuna contra el covid-19. En Johnson&Johnson, las ‘tres grandes’ tienen el 21,23%. En AstraZeneca, BlackRock es el principal accionista con un 7,69%. En Moderna, cinco fondos controlan el 29,9%.
Dependencia
Dependencia Los fondos de inversión desembarcan en el cuidado de mayores
En Madrid existen 426 residencias para la tercera edad, de las que 25 son 100% públicas y 18 tienen su gestión externalizada. El resto son privadas, un pastel que no pasa desapercibido a las empresas que buscan maximizar la rentabilidad del cuidado de personas mayores.
Que vuelva a girar la rueda. Toca hablar de la banca. Los tres grandes fondos de inversión controlan el 19,6% del accionariado de Goldman Sachs y una cifra equivalente de JPMorgan. Lo mismo ocurre con las entidades españolas: los bancos figuran como grandes accionistas de muchas multinacionales españolas, pero, a su vez, están controlados por estos mismos fondos de inversión.
Probemos una última vez. La deuda. BlackRock vuelve a aparecer como uno de los principales acreedores de los países del Sur. En 2020 fue uno de los interlocutores más duros en la renegociación de la deuda argentina. Poco a poco, los fondos de inversión han ido desplazando a los tradicionales dueños de la deuda, los grandes bancos de inversión, y hoy se han convertido en el principal actor de este negocio especulativo tanto en el Sur como en Norte.
No importa dónde se mire o hacia dónde gire la rueda: ya sea la sanidad privada o las residencias de mayores, la vivienda o las grandes tecnológicas, las energéticas o la industria química, las llamadas economías de plataforma o los medios de comunicación. No se puede escapar del poder de los fondos de inversión.
Cómo hemos llegado hasta aquí
La metamorfosis del sistema financiero fue impulsada por los gobiernos y bancos centrales de ambos lados del océano. Décadas de políticas neoliberales —explica Gónzález—, de liberalización, de privatizaciones y desregulación de la economía financiera, de eliminación de mecanismos de control, crearon las condiciones óptimas para la financiarización de la economía y el crecimiento del poder de los fondos.
Pero fue la política económica de EE UU para salir de la crisis de 2008 la que terminó de abrir las puertas a la era de los megafondos. El Departamento del Tesoro realizó compras de bonos y acciones “que se estaban devaluando o que se devaluarían si no lo hacía”, explica Murray, por valor de más de tres billones de dólares hasta 2014. La política de expansión monetaria de la Reserva Federal se convirtió en una transferencia de dinero público y fresco hacia los fondos de inversión y las corporaciones “para que el casino financiero no se pare”, señala Murray. La estrategia fue copiada por el Banco Central Europeo (BCE): en marzo de 2015, lanzó su propio programa de expansión monetaria con la compra masiva de deuda pública y privada a razón de 60.000 millones de euros al mes.
La política de la Reserva Federal y el BCE aumentó “de forma espectacular” la capacidad de compra de esos fondos, argumenta Murray, una situación que aprovecharon para hacerse con acciones devaluadas en miles de empresas, gigantescos paquetes de vivienda de los bancos en bancarrota o con el control de la deuda de los países del Norte y del Sur.
“Si la década de los 2000 fue la de los ejecutivos del banco de inversión como JPMorgan o Goldman Sachs, la siguiente década fue la de los ejecutivos de los fondos de inversión”, apunta Murray. Había empezado la era de los megafondos.
La alfombra roja
En España, la entrada en la era de los megafondos no hubiera sido posible sin los esfuerzos de los gobiernos de José Luis Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy. Para salir de la crisis, hicieron todo lo posible por resucitar el negocio de la vivienda con el flujo de capital de los fondos de inversión. Según cuenta a El Salto Manuel Gabarre, autor del libro Tocando fondo (Traficantes de Sueños, 2019), España se convirtió en los años posteriores a las quiebras bancarias en un paraíso para la especulación. “A los fondos de inversión se les puso la alfombra roja”, señala.
En 2009, el Gobierno del PSOE introdujo las socimis, sociedades anónimas de inversión en el mercado inmobiliario, una figura que, tras la reforma del PP en 2013, ahorraba a los fondos de inversión el pago del impuesto de sociedades y el 95% del impuesto de transmisiones
En 2009, el Gobierno del PSOE introdujo las socimis, sociedades anónimas de inversión en el mercado inmobiliario, una figura que, tras la reforma del PP en 2013, ahorraba a los fondos de inversión el pago del impuesto de sociedades y el 95% del impuesto de transmisiones. El PP también reformó la ley de alquileres para que los propietarios pudieran subir los precios y echar a los inquilinos a discreción cada tres años. Con estos regalos y unas rentabilidades difíciles de encontrar en otros lugares del mundo, las socimis se hicieron con una parte importante del mercado de la vivienda: las 90 socimis que hay actualmente en España controlan un patrimonio de 46.000 millones de euros, según el Banco de España. Entre sus principales accionistas tienen a los grandes fondos de inversión —BlackRock, Blackstone, Cerberus— y a bancos de inversión como Goldman Sachs, que se aprovecharon de la venta a precio de saldo de cientos de miles de viviendas por parte de bancos, cajas e instituciones públicas. No importó nada al “monstruo que se alimenta de beneficios” que en las viviendas que compraban hubiera gente dentro, familias que no podían pagar la hipoteca o afrontar en plena crisis aumentos de hasta el 300% en su alquiler.
Tras el estallido de la crisis, la demanda de viviendas en alquiler se multiplicó y los fondos coparon el mercado. Actualmente conforman la primera línea de los lobbies inmobiliarios que se enfrentan a la regulación de los alquileres.
La sombra de los megafondos
Los fondos de inversión han conseguido una mayoría accionarial en buena parte de las compañías y comienzan a ser el principal tenedor de deuda alrededor del mundo. ¿Esto supone que mueven los hilos políticos de esas empresas y de la política económica de los Gobiernos y el mundo? ¿Actúan con una sola voz?
Existen muchos tipos de fondos de inversión. Sin ir más lejos, BlackRock y BlackStone tienen un origen compartido, significan prácticamente lo mismo —piedra negra—, pero tienen modelos de negocio diferentes. Blackstone es oportunista, cortoplacista, agresivo, una “plaga para las ciudades”, tal como lo definió el teórico marxista David Harvey, un fondo buitre que compra bienes devaluados y está dispuesto a cualquier cosa para que el retorno de la inversión sea el esperado. Tan rápido como llegan se van.
Son tan estrechas las relaciones entre los fondos de inversión y los Estados que cada vez resulta más difícil saber dónde empieza uno y termina otro
BlackRock, en cambio, trabaja a largo plazo. Sus fondos provienen sobre todo de las pensiones privadas de EE UU y, al igual que Vanguard, “tiene proyectos políticos de mayor calado, su vocación es llevar la batuta del capitalismo global”, explica Murray. No tiene grandes participaciones en empresas, dice este investigador, pero está presente en prácticamente todas las grandes compañías del mundo. “Eso es algo novedoso en la historia del capitalismo”, subraya. A partir de ahí, continúa Murray, “han dado el salto y han pasado a pilotar las políticas públicas y económicas”. Son tan estrechas las relaciones entre los fondos de inversión y los Estados que cada vez resulta más difícil saber dónde empieza uno y termina otro. Hasta hace unos meses la persona con más poder económico del planeta, el secretario del Departamento del Tesoro de EE UU, era Steven Mnuchin, un millonario afín a Donald Trump que había hecho una fortuna en Goldman Sachs y, luego, en diversos fondos de inversión. El secretario del Tesoro entre 2003 y 2006, John W. Snow, es actualmente presidente de Cerberus que tiene 23.000 viviendas en venta en España.
No solo los republicanos dan la llave del tesoro a los megafondos. La trayectoria del demócrata Brian Deese es un buen ejemplo de puertas giratorias en ambos sentidos: sirvió a Barack Obama como asesor, BlackRock vio algo en él y lo contrató como ejecutivo de inversiones. Ahora, con la llegada de Biden, preside el Consejo Económico Nacional.
Las puertas giratorias entre las más altas instituciones financieras y los negocios especulativos son la regla. Pero no son la única forma que tienen los megafondos de influir en la política. Uno de los secretos del éxito de BlackRock es, según analiza Investigate Europe, su talento para “usar varios sombreros” sin acabar en los tribunales. Este megafondo ha conseguido ser el mayor inversor del mundo y, a la vez, aconsejar a gobiernos y bancos centrales dónde invertir a través de sus servicios de consultoría.
Una de las primeras medidas del Gobierno de Trump frente a la crisis del covid-19, a finales de marzo de 2020, fue contratar a BlackRock para que comprara miles de millones de euros de deuda corporativa, un conflicto de intereses en toda regla, ya que el propio fondo controla buena parte del mercado al que iban dirigidas las compras. No era la primera vez que la Reserva Federal recurría a los servicios de consultoría del megafondo: en la crisis iniciada en 2007, la Reserva encargó la gestión de los activos de Bear Stearns y AIG. “El potencial de un conflicto de intereses es grande y es muy difícil de controlar”, dijo entonces el senador republicano Chuck Grassley, que ya señalaba la importancia que tenía en la estrategia de la empresa la información privilegiada y sensible que obtenía de su relación con las administraciones.
En agosto de 2014, pasaba lo mismo del otro lado del océano: el BCE —en manos de Mario Draghi, otro hombre de Goldman Sachs— designaba a BlackRock como gestor de su programa de compras de activos. Dos años antes, el Banco de España seleccionó al megafondo para que le asesorara en la creación del banco malo. Las protestas de la banca española al final lo impidieron. ¿Qué pasaría ahora si volviera a pasar algo así, cuando BlackRock ya es de lejos el primer accionista de todos los bancos españoles?
En abril de 2020, la Comisión Europea elegía a BlackRock como asesor principal para incorporar criterios verdes y sociales en las finanzas, una concesión que supone para la defensora del pueblo europea, Emily O’Reilly, un “conflicto de intereses”
Y no es necesario irse tan lejos. En abril de 2020, la Comisión Europea elegía a BlackRock como asesor principal para incorporar criterios verdes y sociales en las finanzas, una concesión que supone para la defensora del pueblo europea, Emily O’Reilly, un “conflicto de intereses” que puede “afectar negativamente a la ejecución del contrato”. Erika González señala el peligro de que la crisis generada por el coronavirus se convierta en una nueva plataforma para el crecimiento de este poder financiero global. No solo serán los principales beneficiados de los 750.000 millones de los fondos Next Generation, dice, sino también quienes se lucrarán en primera instancia cuando los Estados endeudados tengan que devolver el dinero invertido para sortear la crisis del covid-19.
Los fondos nutren de altos ejecutivos a las más grandes autoridades económicas y los fondos se nutren de ellas, los asesoran y desarrollan parte de sus decisiones. Pero el poder de estos megafondos va más allá. Para Murray, el principal poder de estos gestores de activos es la amenaza siempre latente de una retirada masiva de inversiones. “Te dicen que están aquí para asegurar el retorno de esas inversiones. Si no lo consiguen, se van. Ahí es donde ejercen la fuerza y van articulando su proyecto político”, sostiene. A través de una “estructura de tipo oligopolística”, explica Murray, están poniendo en jaque el posible desmontaje de la reforma laboral: “Los inversores o los fondos que representan quieren unos retornos rápidos y altos, no quieren los costos que podría suponer una mayor estabilidad y unas mejores condiciones de trabajo. Si cambian las cosas, amenazan con largarse y, con su huida, provocar un colapso de las cotizaciones bursátiles que arrastraría a la economía real”.
Fondos de inversión
El jefe de todo esto
En 2018, el primer Gobierno de Pedro Sánchez retiró de su reforma de los alquileres la regulación de los precios después de que Blackstone y otros fondos amenazaran con irse de España. Esta medida sigue sin incluirse en la ley de vivienda, a pesar de que el PSOE se comprometió a ello dos veces por escrito con sus aliados. Las presiones no vienen solo de Blackstone o Cerberus, que en 2018 compró el 80% de la inmobiliaria del BBVA. BlackRock tiene intereses en cuatro de las seis principales inmobiliarias españolas. Los principales fondos de inversión con intereses inmobiliarios tienen hasta su propia patronal, ASVAL, presidida por el exministro y alcalde socialista de Barcelona Joan Clos.
El trabajo de Investigate Europe negaba ese supuesto carácter “pasivo” y no intervencionista del que alardea BlackRock. Según este estudio, el megafondo tiene claros sus objetivos: contrarrestar cualquier tipo de regulación financiera que pueda poner límite o control a su actividad y liberar para la inversión el mayor tesoro al que todavía no ha podido meter mano: los sistemas de pensiones públicas.
Qué pasa con la democracia
Da igual el partido que esté en el Gobierno, da igual lo que decida la población en las urnas, sostiene Erika González, cuando las mejores intenciones chocan con la “constitución económica global”. No ha sido aprobada ni consensuada, pero es la más sagrada de las constituciones, continúa esta investigadora. Son miles de normas que blindan los intereses de las transnacionales y el capital financiero, ambos dominados desde hace años por fondos de inversión. Frente a esta constitución del capital, poco queda del concepto antiguo de democracia: “Grecia es un ejemplo de lo que supone esa constitución económica global y cómo esa garantía de rentabilidad prevalece por encima de los derechos fundamentales de las mayorías sociales”. La complejidad del sistema financiero no es casual, sostiene González: “Hay un relato oficial que ha facilitado verlo como algo muy complejo e inaccesible, técnico, fuera del debate político y social. Como es tan complejo, es una materia que corresponde solo a determinados economistas o especialistas”.
Pero no es tan complicado como parece, sostiene. Se puede luchar contra este poder. La mejor forma de hacerlo es poner “diques a su expansión”: “Si evitamos la privatización y mercantilización de bienes y servicios, estamos evitando su expansión y su capacidad de decisión sobre cómo se gestionan esos bienes y servicios que son fundamentales para nuestra vida”. Una vez que han entrado, sacarlos es más difícil. La constitución económica global siempre les dará la razón. La aprobación de leyes que limiten el poder de estos fondos o la desprivatización de sectores estratégicos como la educación, la sanidad o las residencias de mayores, deben ser otros objetivos irrenunciables, añade, aunque dependen de la correlación de fuerzas que haya en cada momento.
La mejor forma de luchar contra los fondos es poner “diques a su expansión”; una vez que han entrado, sacarlos es mucho más difícil y en los tribunales siempre ganan
Ante la inacción de los gobiernos, han sido las organizaciones de base, sobre todo los movimientos por las pensiones, la sanidad pública y el derecho a la vivienda y los sindicatos de inquilinos, quienes han hecho frente a este nuevo poder corporativo, indica Gabarre. Además de impedir privatizaciones de hospitales públicos y detener, al menos hasta ahora, la agenda de degradación y privatización de las pensiones, el movimiento por la vivienda ha conseguido paralizar miles de desahucios y negociar miles de alquileres sociales, ocupar decenas de bloques de estos fondos y poner en la agenda política y mediática la necesidad de regular el alquiler y controlar a los grandes tenedores.
Una de las principales victorias de estos movimientos, dice González, ha sido poner cara y nombre a estos fondos de inversión, que creían que podían pasar desapercibidos, ocultos detrás del enrevesado funcionamiento del sistema financiero internacional.
En un famoso vídeo, decenas de activistas de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH) se dirigían en un inglés de barrio, desafiantes y con música épica, al fondo buitre que había especulado con sus vidas: “Este es un mensaje para Blackstone desde España, de parte de los arrendatarios de vuestras nuevas casas, casas que solían ser nuestros hogares. Quizá no nos conozcáis pero lo haréis. ¡Claro que lo haréis! We are the PAH. Quizá os creáis intocables escondidos en vuestras oficinas de Manhattan, pero no lo sois. No sabéis de lo que somos capaces. Nos encargaremos de que todo el mundo sepa quiénes sois y qué hacéis. Preparaos. Nosotros lo estamos”.
Relacionadas
Tribuna
Fondos Los fondos de inversión nos quitan las casas y la tierra
Industria armamentística
Banca Armada Así es cómo tu dinero puede acabar financiando el genocidio de Israel en Gaza
Residencias de mayores
Residencias de mayores Los fondos de inversión ya lideran el mercado de las residencias privadas
Creo francamente que el planteamiento y la argumentación del artículo son erróneos. Todo el discurso demonizador de los Fondos de Inversión -al fin y al cabo, una de las piezas, y no la más importante, del casino financiero global- adolece de miopía a la hora de describir el sistema financiero actual. Para empezar, se omite, en paralelo al "endiosamiento" de los ominosos especuladores desalmados encarnados en los fondos "buitre", la esencia de la creación de dinero-deuda en manos de la banca, la única que puede crearlo del puro aire. Los fondos, que no tienen esa extraordinaria facultad, no son por tanto, más que una capa secundaria del entramado de instituciones financieras privadas que pugnan por estirar ad infinitum el chicle de la acumulación de capital. Omitir ese mecanismo básico impide completamente la comprensión del mecanismo esencial del sistema financiero actual. Por este motivo -por no mencionar el desenfocado planteamiento histórico acerca del origen del neoliberalismo o la errónea adscripción de las funciones reales de la banca central o de los desvalidos Estados bajo la égida del gran capital financiero-bancario- resulta un planteamiento erróneo y simplista este sobredimensionamiento del papel de los ominosos fondos sin proporcionar una adecuada visión de conjunto de la neurálgica función del casino financiero global en el capitalismo actual. Servir de "música de fondo" al discurso legalista y pusilánime del movimiento por la vivienda y otros colectivos bendecidos por las tribunas de la "nueva izquierda" no justifica una deformación de tamaño calado.
Periodistas transformados en agentes de ventas, visitadores médicos.
Muchas gracias por el artículo, muy necesario. Para el siguiente nombrar las relaciones de estos fondos con los políticos, y citar nombres de políticos. Es necesario.
Qué raro... ¿por qué hay diez personas que no les gusta el comentario? Es difícil de entender
Una solución a cirto plazo es una política fiscal agresiva, con tasas tobin y el fin de los privilegios medievales de las socimi... Y más allá, con una política fiscal que haga depender la reducción de tipos impositivos de la duración de los productos, carencia de envases contaminantes, disponibilidad de reparación vs sustitución, recorrido en km desde origen a punto de venta, etc
Solo una cosa: cuando se den cuenta que las deudas no se comen, ya se habrán muerto de hambre.
Como quiero decir, un fondo de inversión no se mantiene a flote con la deuda. Si un fondo de inversión invierte en deuda, se arruina.
Eso es economía, no especulación.
Los "Nuevos Amos del Mundo". Habría que preguntarle a Bill Gates donde están sus millones.
¿Dónde están?
No lo sé.
Pablo Iglesias creyó una vez dentro del gobierno tenía poder para aplicar lo que tenía pensado, luchar contra el gran poder, una vez dentro vio y supo la realidad, no podía con el poder real, supo el poder también de las puertas giratoria, lo pensó bien, mejor, dejar todo, y es estar más cerca de mi família cercana, mis hijos, no tiene problemas de la supervivencia.
A ver, homínido. Lo de Iglesias y las puertas giratorias, sabes que es mentira. En okdiario caerán mejor tus fakes
Sí... también somos animales y no nos llamamos así los unos a los otros
Siguiendo tu razonamiento te podemos llamar facha ya que eres español.
Tiempo al tiempo, alguien que se ha definido por decir y exigir una cosa a los demas y hacer el la contraria no cambiara y tu lo veras y diras “no es lo mismo” pero lo sera
Es curioso, paradójicamente todos los 'monstruos' que se citan en este buen artículo son 'gringos' (United Corporations of America) y su palanganera U€...
La clave está en el eje oriental, pero parece que hay alergia a hablar y escudriñar la interesante e inteligente propuesta de la Gambita de Oriente (aka China).
Iba a poner que cada vez que leo cosas como ala, lol,OMG se me revuelven las tripas pensando hasta que punto nos estamos dejando colonizar. Pero bueno, mejor no lo pongo, que ya cansa remar contracorriente.
Étienne de La Boétie en 1574 ya dijo que toda servidumbre es voluntaria y procede exclusivamente del consentimiento de aquellos sobre quienes se ejerce el poder. Y la solución a dejar esta srvidumbre voluntaria esta en que de una vez por todas nos decidamos a dejar de servir a los tiranos para ser libres
Los hombres pegamos a las mujeres porque ellas consienten. Y yo trabajo por 1.100 euros porque me gusta.
Seguro que algo te gusta, por que si no ya estarias buscando alternativas que las hay de todos los colores legales, alegales e ilegales todas valen, encuentra la tuya y no me llores.
Seguro que algo te gusta, por que si no ya estarias buscando alternativas que las hay de todos los colores legales, alegales e ilegales todas valen, encuentra la tuya y no me llores.
No: el último (inminente) es la llamada “mochila austriaca”, que es traspasar la gestión y el capital de las pensiones desde el estado hacia fondos corporativos.
Los fondos podrían considerarse, sin embargo, como “cooperativas ciudadanas de inversión”, y sonarían distino (el caso del gran fondo noruego del q no recuerdo nombre). El rasgo peculiar es que se hace del ciudadano un inversor y especulador involuntario e inadvertido; es el culmen del capitalismo: hacer jugadores del monopoly este a gente que ignoran ser inversores, dueños de los fondos.
¡A ver quién supera estas jugadas!